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Capítulo 47 «Escamas y fuego»

Allison

No sé cuánto tiempo llevo encerrada. Ni siquiera tengo conocimiento si es de día o de noche porque no hay ventanas en mi campo de vista. Estoy tan débil que apenas puedo levantarme del suelo y tengo miedo de comer en este lugar. Es posible que me envenenen un poco más, y si tengo la oportunidad de escapar, necesito toda la fuerza posible.

A mi lado ya no se encuentra la pantera negra. Me agarro de los barrotes niquelados para acercarme un poco más. En su lugar, está el cuerpo de alguien. Sus quejidos y sollozos apenas son audibles, pero es imposible no reconocerla.

—¿Emma? —murmuro con voz débil—. Emma, ¿eres tú?

El cuerpo comienza a moverse con torpeza hasta que la veo de frente. La vanidosa chica de ojos azules y mentón altanero tiene un cardenal en el pómulo hecho recientemente. Trago en seco al ver las marcas en sus brazos y piernas.

—¿Qué te hicieron?

—¿En verdad no escuchaste nada?

—A penas puedo sostenerme en pie. Mis sentidos están un poco adormilados ¿Cuándo llegaste?

—A mitad de la madrugada. —Su voz temblorosa me da un poco de pena. Verla tan indefensa duele un poco—. Pero tú estás peor que yo.

Con su mentón señala hacia mis muñecas dañadas por las quemaduras ocasionadas. Oculto, avergonzada, mis manos detrás de la espalda.

—¿Dónde estamos?

—No lo sé —contesto con un hilo de voz, y los párpados comienzan a pesarme otra vez.

—Allison, ¿estás bien?

—No —respondo con el último resquicio de fuerza antes de caer de espaldas y la oscuridad me embargue por completo.

Me despierto por el sonoro golpe en contra de los barrotes. Alice otra vez, acompañada esta vez de Thiago. El murmullo de personas caminando de un lado a otro es evidente. ¿Qué tiempo llevo inconsciente?

—¿Dormiste bien? —inquiere Winter con sorna—. En unas pocas horas serás un mero cadáver.

—¿Por qué haces esto? ¿Qué culpa tiene Emma? —musito. La lengua me pesa y mi garganta está seca.

—Solo quiero desquitarme un poco con ella el tiempo que disfrutó con Chris.

—Eso no es justo, Alice —protesta la rubia, en tono lastimero.

—¡Deja el lloriqueo, por Dios! —Una burbuja se formó alrededor de la rubia, y en su interior notas que se está ahogando.

—¡Basta! —grito con la poca fuerza que tengo—. ¡Detente, Alice!

Emma se retuerce en el interior de la esfera de agua. Sus manos van hacia su nariz, pero no aguantará mucho. El color morado se va adueñando de los labios de la chica y su cuerpo a convulsionar de una forma extraña. Tan extraña, que da miedo.

—¡Thiago, detenla!

El color verde de los iris de Da Silva cambia de tonalidad con rapidez desde claro hasta el oscuro. Aún sufre por Emma y verla en ese estado le estaba haciendo cambiar de parecer. Bien. Si él entiende el error que está cometiendo, el nexo con Alice se romperá y saldré finalmente de aquí, no sin antes soltar a estos pobres animales.

La sonrisa diabólica en el rostro de Winter me da coraje. ¿Cómo puede ser tan cruel? La impotencia me recorre el cuerpo por no hacer nada.

—Basta, Alice. Por favor. —Me levanto con ayuda de los barrotes. Voy a mi cuello por inercia y abro los ojos al ver que algo me falta—. Alice, ¿dónde está mi colgante?

La burbuja donde está Emma explota gracias a mi intromisión, y su cuerpo cae al suelo desplomado. Los ojos de la torturadora se posan al instante en mí y saca la cadena con los dedos por debajo de su camisa.

—Devuélvelo digo, con los dientes apretados. La magia en ese collar es lo que me ha mantenido viva y con fuerzas en este tiempo.

—¿Por qué lo haría?

—Javier me lo regaló el año pasado. —Sonríe con cinismo y gruño por lo bajo—. ¿Cómo puedes jugar con los sentimientos de las personas? ¿En algún momento amaste a alguno de ellos de verdad? ¿Javier, Chris o Thiago? ¿Lester te importó?

Al mencionar a Lester, sus ojos verdes se oscurecen a una tonalidad musgo. Este último nombre le afecta más de lo que quiere dar a entender.

—¿Qué pensaría él de esto? Sé que Lester te importa. ¿Qué tal tú, Thiago? Ella está hiriendo a la chica que una vez quisiste o aún amas.

Los iris de ambos cambiaban de tonalidad con rapidez y frunzo el ceño. Eso solo quiere decir que ambos están siendo influenciados por alguien más. Esto tiene que ser una maldita broma.

—Terminen con esto de una vez —interviene Emma entre sollozos.

Ambos sacuden sus cabezas y las miradas se vuelven frías otra vez. Mi suspiro por la derrota no demora en llegar. Casi lo había conseguido.

—Vamos, Thiago. Tenemos un colegio que destruir.

—¿Por qué? Ya me tienes. Deja a los chicos del colegio en paz.

—Estoy buscando la tumba de Raquel.

—Está destruida. Yo y mis amigos la encontramos el año pasado y destruimos la gema.

—Lo sé. —Los hombros de Alice se tensaron—. Cuando supe de su muerte, imaginé que todo su plan había salido mal.

—¿Entonces?

—Debajo del colegio se encuentran las catacumbas. Se dice que ahí también radica la tumba de Raquel y otra gema.

«Como ellos destruyan otra de sus casas, ella me mata», pienso y tiemblo de solo enfrentarme a la cólera de Raquel.

—El poder absoluto sería nuestro y se cumplirían los deseos de ambos. Yo estaría con Chris y Thiago con Emma.

—No puedes hacerlo —les imploro. Tengo que advertirles.

—Claro que podemos —comenta Thiago divertido.

—Chris nunca volvería contigo, Alice. Thiago, crees que después de todo lo que le han hecho a Emma frente a ti, ¿te aceptará nuevamente cuando no hiciste nada por ayudarla?

—Estás loco si crees que eso pasará —secunda la aludida y por el rabillo del ojo veo la furia en sus ojos azules.

—Cuando tengamos tal poder en las manos, ya veremos quién regresa con quién —refuerza Alice pero Thiago tiene su mirada fija la chica dentro de la jaula a mi lado.

Esto le está afectando. Solo tengo que intentarlo un poco más.

—Si el sarcófago del colegio Mary Weathers tiene el mismo diseño que el nuestro, no puedes sacar la gema de su lugar. Podría matarlos y eso es lo que intentaba decirle a Jessie.

—¡Pero la mataste de igual manera! —exclama ella con rabia.

—Se había convertido en una cold. ¿Qué querías que hiciera? —La debilidad se apoderó de mis piernas y caigo sentada en el suelo—. Lo intenté, Alice. Te juro que lo intenté. Jessie casi mata a Chris en su afán de llegar a esa estúpida piedra.

—Eso no puede ser —murmura Emma.

—¡Sí es cierto! —exclamo y mi garanta escuece—. Le apuñaló por la espalda con una daga de piedra roja de no sé dónde. Casi matan a Gray en mis narices y ¿me iba a quedar sin hacer nada? Jessie se había vuelto loca.

—¡No mientas! —protesta Alice acercándose a los barrotes y veo una mancha rojiza pasar cerca de la puerta con velocidad.

—¡Yo no miento! Estar cerca de esa piedra hace que te conviertas en una persona completamente diferente. Saca a relucir lo que eres en verdad.

—Alice, creo que...

—¡Cállate, Thiago!

—El poder absoluto no existe, Winter. Sin importar lo que hagas, no puedes engañar al corazón. No puedes obligar a una persona a amar. Se marchitará su alma y la desdicha será el resultado de algo que no existió. Por favor, Alice, deja esa búsqueda sin sentido y termina con esto. —El rugido del dragón retumba en todo el lugar—. Suelta a los animales y salgan de aquí. Esto no aguantará mucho.

—Este lugar está preparado con todas las condiciones para... —Una alarma suena de forma estrepitosa y cubro mis oídos—. Maldita sea, Allison. No puedes abrir la boca.

Ella y Thiago se retiran corriendo. Las luces comienzan a parpadear y la alarma sigue retumbando en mis oídos. Aullidos, aleteos y bramidos son señales del nerviosismo en los animales.

—¿Qué estará pasando? —pregunta Emma.

—Llegaron los refuerzos—habla una voz frente a mí.

—¡Ginger! —exclamo emocionada y con la voz quebrada—. ¿Cómo llegaste?

—Con un poco de ayuda. —Eleva su cabeza y su cuello está rodeado por una cuerda.

—Eso es un rastreador con cámara. —Asiente sonriente y me recuesto los barrotes por la debilidad de mi cuerpo. Ya ni puedo sostenerme.

—¡Allison! —Atraviesa los barrotes y se sube mi regazo.

—Me alegra verte una última vez —murmuro con debilidad en mi voz.

—Ya quisieras que fuera tu última vez. —Pone los ojos en blanco antes de entregarme una bolsita que colgaba en su espalda. Enarco una ceja al tener dos barritas de Kit Kats en las manos.

—¿Chocolate?

—Cállate y cómetelo. Es un suero preparado por Isaac. —Abro los ojos y como uno de ellos. El otro lo lancé a la jaula de al lado—. ¿Qué haces? —Mira hacia la jaula de al lado y sus ojos se abren, con asombro—. ¿Emma? ¿Qué hace ella aquí?

La chica se come el Kit Kats en un bocado. No sé cómo lo consiguió Isaac pero siento el resurgir un poco de magia en mi interior. Ginger niega con la cabeza y sus ojitos negros recaen en mis muñecas.

—¿Quién te hizo esto? —Cuando coloca su pata encima de las quemaduras, la aparto con rapidez por el dolor—. Perdón. Tenemos que sacarte de aquí.

—Espera. ¿Tenemos?

—¿Te crees que ellos no vendrían conmigo? Yo me adelanté para que el GPS lograra localizarnos. En poco tiempo deben de estar aquí.

El sonido de las alarmas aumenta considerablemente. Los animales a mi alrededor se mueven inquietos y muchos trabajadores corren hacia la puerta de salida frente a mí.

—¿Qué ocurre? —pregunta Emma, alarmada.

—La bestia gigante se soltó —contesta uno de ellos.

—¿A qué bestia se refiere? —pregunta la ardilla y a nuestros oídos llega un fuerte rugido.

—El dragón. Hay que salir de aquí. Necesito recuperar mi collar. Emma, ¿te sientes mejor? —La aludida asiente—. Salgamos de aquí,

Uno mis manos y apunto hacia la cerradura. Con mi magia un poco renovada logro derretir la cerradura y las bisagras. La puerta de hierro hace un sonoro estruendo al tocar el suelo. La puerta de Emma cae a mi derecha.

—¿Cómo llegaste?

—Seguí a Alice a través de la puerta —contesta la ardilla. Hacia nosotros vienen varias personas corriendo—. Vamos.

—Espera. ¿No deberíamos salir de aquí?

—Thiago y Alice están aquí, Emma, y un dragón anda suelto.

—Con más razón para irnos de aquí —insiste ella, empujándome hacia la puerta.

—No puedo dejarlos aquí.

—Pero si te han torturado, Allison —insiste—. Nada más mírate.

—Ya lo sé. Pero siguen siendo compañeros de Mary Weathers y Alice tiene mi colgante. Javier me lo regaló y no pienso irme sin él.

—A cabezota no hay quien le gane, bonita —comenta Ginger con sorna.

Detengo a una joven que viene corriendo con una bata de médico.

—¿Dónde están Alice y Thiago?

—Planta A, Ala 12. —Se zafa de mi agarro y corre despavorida hacia la puerta.

Salgo corriendo en dirección opuesta y choco con una escalera: Planta E

—¿Arriba o abajo? —pregunta Ginger.

—Yo digo que arriba —contesta Emma.

—¿Pero tú no te ibas?

Se encoge de hombros y subimos las escaleras. Pasamos la puerta y a su lado dice Planta C. A medida que subimos, el rugido de aquella cosa se escucha con más claridad. Al llegar a la planta A, recorrimos los pasillos hasta llegar al número 12. ¿De qué tamaño es este lugar? A medida que avanzamos, el calor aumenta. Estoy temiendo lo peor.

Llegamos al Ala 12 y protesto en mi interior al ver que no es un pasillo como el resto. Es un lugar tan alto que ni siquiera puedo ver el techo y tan profundo que creo que el Ala 12 en este lugar se basa solamente en el dragón rojo que quema todo a su paso y solo estaba encadenado por el cuello. Abajo veo varias personas luchando contra esa cosa, pero es imposible.

El dragón rojo es una de las especies mitológicas que tienen la piel y las escamas más fuertes. ¿Por qué se les ocurrió traerlo aquí? Es una locura.

—Voy a bajar. Alice debe estar ahí. Necesito recuperar mi collar.

Mi insistencia no solo era por ser un obsequio de Javier. En ese delfín podía estar la hija de Dorian y es lo último que le queda de ella. Miro hacia abajo y una llama de fuego caliente sube hasta nosotros.

—¡Allison! —espetan.

—¿Javier? —murmuro, dubitativa—. ¡Javier, estamos aquí!

—Pequeña. —Unos brazos me rodean y siento que el alma me regresa al cuerpo.

Al separarnos, intenta acariciar mis muñecas, pero me suelto con violencia. Me mira confundido y toma mis brazos una vez más. su gruñido no demora en llegar al ver la razón de mi acción evasiva.

—¡Oh, Dios mío! —musita Lilith mientras rasga el borde su camisa y envuelve con suavidad mis muñecas con los pedazos de tela.

—¿Quién te hizo esto? —pregunta Javier con los dientes apretados.

—No hay tiempo. Tengo que bajar ahí. —Señalo hacia abajo y un muro de fuego ilumina mi espalda.

—Vamos, entonces —declara mi novio.

—¿De verdad van a apoyarla con esa locura? —pregunta Emma, asombrada.

—Aunque no lo hagamos, Allison va a bajar de una manera u otra, así que no tenemos más remedio y preferimos ayudar —responde Cameron y Chris me entrega un auricular.

—Isaac, ya estamos en sintonía —indica Tommy.

¿Encontraron a Allison?

—Hola, profesor.

Gracias a Dios. Cuando estés aquí, vamos a tener una larga conversación, jovencita. —Mis labios se curvan en una sonrisa ante su reprimenda—. Bruno, Tony y Balton les esperan en la parte alta del volcán

—Espera. ¿qué? —preguntó Lilith—. ¿Qué hace Balton aquí?

¡Fueron en busca de Allison! ¿De verdad creían que se quedarían atrás? ¿En serio pensaron que la alarma se activó sola? Denle gracias a Timón y a Bella. Parece mentira que no conozcan a sus propios Varázs.

—No me lo puedo creer —murmura Talia—. Cuando coja a esa rata la encierro en una caja

¡Uy sí! Das miedo, Sprouse —comenta el profesor con ironía—. Tienen que apresurarse. A los Varázs se les va a quemar el pelaje si están demasiado tiempo cerca del... —El rugido del dragón interrumpió a Isaac—. ¿El dragón está ahí? Ay, mierda.

—Lo tenemos justamente debajo de nosotros —contesto, y trago en seco al ver que debo bajar.

¿Qué están esperando? Salgan de ahí.

—Una persona robó mi collar y lo necesito de vuelta.

Allison, déjalo. No es de vida o...

—He dicho que no, profesor. Voy a recuperarlo, me apoyen o no.

Malditas cabezotas serán las McKenzie —declina finalmente—. Chicos, tengan cuidado.

—Siempre, profesor.

Bajamos las escaleras lo más rápido que podemos. Todos intentando salir de allí y nosotros metiéndonos en la boca del lobo. Algunos intentaban controlarlo, pero lo único que los separa de aquella cosa inmensa es la cadena en su cuello. ¿Serán animales?

—¡Alice! ¡Thiago! —grito, y ambos me miraron. Sus ojos ya están de su color verde natural. Que bien.

—¡Ustedes...! —En las manos de Chris surgen flamas de fuego.

—Ahora no es tiempo. —Lo tomo por la muñeca y me mira. Sus ojos negros pasan de ser fríos a cálidos—. Tenemos que tranquilizarlo o este lugar va a colapsar. Por favor.

—Tenemos un dragón que apaciguar, Gray —añade León.

Somos nosotros solos contra esa cosa inmensa. El fuego que lanza es tan caliente que a pocos metros de mí, derrite las rocas. Lo intentamos todo, pero solo lo enfurecemos más. Tanto, que golpea con la cola la pared y miles de rocas calientes nos caen encima hasta que el dragón se suelta.

—¡Allison! —gritan Javier y Chris.

Las rocas nos separaron y el dragón quedó de nuestro lado mal herido y desmayado.

—¡Salgan de aquí! —insisto tosiendo. Más rocas caen de arriba y me aparto un poco más.

¡No pienso dejarte! —grita Christopher, desesperado, al otro lado del auricular.

—Esto colapsará en cualquier momento. —Escucho el retumbar al otro lado de la pared—. Yo intentaré salir de alguna manera. ¿Todos están bien?

No, Javier, no. No voy a irme sin ella.

—Chris, cariño, vete. Pónganse a salvo. Me preocupa Ginger.

Ella está aquí intentando levantar una roca de 50 centímetros —contesta Lilith sonriendo.

Tenemos que sacarla de aquí —escucho la voz de la ardilla al otro lado por el intercomunicador.

—Salgan de aquí. ¿Emma está bien?

Ella a está a salvo —contesta Cam—. Ginger, por Dios, vas a lastimarte. Deja esa roca en paz.

Chicos, tenemos un problema —interviene Brenda—. Si no salimos de aquí pronto, la escalera colapsará y todos nos quedaremos atrapados. La parte alta también colapsará y quedaremos sepultados.

¡No puedo dejarla atrapada al otro lado! —protesta Chris nuevamente—. He dicho que no. Me niego a dejarla ahí.

—Christopher Gray, escúchame bien. Vas a subir esa escalera y me esperarás afuera. No puedo perder a nadie más. Yo voy a estar bien.

No estás segura de eso —Su voz quebrada comprime mi corazón.

—¿Cómo me llamo?

Allison McKenzie.

—Exactamente. Ahora, váyanse de aquí y yo veré como salgo. Alice está inconsciente. Una cosa más. Que nadie le pegue a Thiago.

Eso está un poco dudoso. No podemos prometerte eso —responde Austin, molesto.

—Cuando esté afuera les explico. Ni él ni Alice tienen la culpa de nada. Ahora, fuera de aquí. —Por el intercomunicador escucho el resoplido de derrota de Chris

Si en veinte minutos no sales, entro por ti.

—Entendido, capitán. Chris...

Dime, pequeña.

—¿Sabes que te amo mucho?

No. De eso nada. Dímelo cuando nos veamos afuera. —Otro grupo de rocas cae estruendosamente—. Ten cuidado, pequeña, por favor.

—Siempre, entrenador.

¡Qué graciosa es la vida! Yo encerrada dentro de un edificio en derrumbe, con la chica que casi causa mi muerte y un dragón rojo malhumorado inconsciente. Lo que me pasa a mí, no le pasa a nadie. Esto me pasa por meter las narices donde no debo. Allison, McKenzie, en verdad no aprendes.

—¿Qué pasó? —pregunta Alice y se levanta lentamente, tocándose la cabeza.

—No me vengas con esa. Esto es mío. —Le quito el colgante—. Esto es tu culpa.

—¿Yo? Pero si no sé dónde estamos. —Mira hacia adelante y dio tal grito al ver al dragón desmayado que mis tímpanos casi se revientan.

—¿No recuerdas nada? —Niega con la cabeza y en sus ojos veo lo confundida que está. Me coloco el colgante y siento su magia a través de mí.

—¿Qué te pasó en las manos, Allie?

—Gracias a tu juego y al de Thiago, terminamos en este enredo.

Frunce el ceño, confundida.

—Pero ¿cómo...?

—Ahora no es tiempo, Alice. Hablemos de esto después. La cuestión es, ¿cómo salimos de aquí?

El dragón suelta vapor por la nariz con un leve resoplido. Está despertando. ¡Qué bonito!

—Allison...

—Ya lo sé. —Ambas caminamos hacia atrás con lentitud—. Tranquilo, bonito.

Sacude su cabeza y una nube de polvo se esparce a todos lados. Vapor sale de su nariz y sus ojos negros se posa en nosotros. Mierda.

¿Allison? ¿Qué ocurre? ¿Todo está bien?

—De maravilla. El dragón despertó. Solo eso, cariño.

¿Cómo? —espeta furioso. Creo que la ironía en mi voz no le gustó.

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