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Capítulo 35 «En casa»

La mirada de todos los estudiantes quema mi nuca. A mí no me gusta llamar la atención, pero en este colegio he conseguido todo lo contrario. Es frustrante. Al menos, en nuestro colegio me miraban, pero como alguien valiente que ayudaba a quien lo necesita. En este momento, estoy quedando como la chica que arruinó la fiesta de una de las familias más poderosas y reconocidas de Londres.

En la tarde, el ambiente hostil del colegio no ha menguado. Al contrario. Los comentarios van en aumento y la imagen de los Gray va cada vez más en picada. Todo por una enana pelirroja metiche que relata los hechos a su conveniencia.

—Es realmente incómodo —musito, cayendo de espaldas en la cama, abatida.

—Me dan ganas de desaparecer —añade Brenda—. Mi madre me ha estado llamando toda la mañana. Quería saber lo ocurrido en la fiesta.

—Mi madre se puso histérica —comenta Talia—. Tuve que colgarle o me iba a dejar sin oído por tantos gritos. Janet Sprouse puede ser un poco dramática y chillona de vez en cuando.

—Mi papá también está como loco —explica Lilith—. Tuve que silenciar el teléfono. Mi buzón de voz está lleno.

—Las noticias corren por el mundo de los usuarios Elements como la pólvora—hablo con voz queda—. Mi madre también ha estado llamando, y tengo la bandeja de mensajes llena gracias a papá.

—¿Ya puedo dejar calva a Eliza y a la bruja de Norrington? —pregunta Ginger—. El año pasado funcionó bastante bien.

—¡Ginger! —le regaño.

—Tranquila, Allie. Todas sabíamos que la razón del "accidente" a Eliza el año pasado, habías sido tú por la noticia que publicó cuando tú y Chris comenzaron —explica Talia en tono aburrido.

—Si hubiera sido yo, el pelo iba a ser el menor de sus problemas —protesta Brenda colocando su brazo encima de sus ojos—. Se merecía algo peor.

—Ella no aprende. Yo creo que se está desquitando por lo ocurrido—razona Lilith y suspira—. Los rumores de los pasillos son muy abusivos e hirientes.

—Lo de Eliza tuvo solución, pero expandir rumores sin base, no tiene perdón —insiste Tony en tono molesto—. No sé cuál de ellas es peor. Alexa por gritona, Celine por llorona, Emma por descarada o Eliza por mentirosa.

La puerta se abre y a la habitación entran Meeko y Pumba seguidos de Chris y Javier. Me siento en el borde de la cama y el mapache sube a mi regazo.

—Hola, compañero. —Acaricio su cabeza y cierra los ojos—. ¿Me extrañaste? —Asiente sin mirarme y pega su cabecita a mi pecho—. Yo también te extrañé a pesar que estuvimos a pocos metros el fin de semana.

—¿Cómo estás? —pregunta Chris y besa mi cabeza.

—Todo lo mejor que puedo estar

Mientras acaricio al mapache, elevo mi rostro a él. Sus ojos están enrojecidos y eso hace que las alarmas en mi cabeza se enciendan. Dejo a Meeko encima de mi cama y salgo con Chris al balcón.

—¿Qué ocurre? —pregunto mientras acaricio su mejilla.

—No me gusta como se ha vuelto el ambiente en el colegio —contesta con voz queda—. Y cuando tú sales herida, me siento impotente porque no puedo hacer nada para resolver este asunto. Te lo dije, Allie. Te advertí que esto no era un simple colegio.

—Son tu familia, Chris. Es normal que te sientas de esa forma.

—Pero tú eres mi novia.

—¿Qué pasaría si te dieran a elegir entre ellos y yo?

—Esperemos que eso nunca pase. —Me abraza y me dejo llevar por la calidez de su abrazo y en el olor tranquilizante que emana de su cuerpo—. ¿Tienes hambre?

—Mi estómago se cerró, y apenas he probado bocado.

—Que te debilites no es una opción. ¿Qué quieres hacer?

—Ver a mi familia. —Solo asiente a mi corta respuesta.

Agarra mi muñeca y entramos nuevamente a la habitación.

—Javier, necesito que me cubras en la tarde. Habla con Teo. —León asiente sin preguntar.

—¿A dónde vamos? —pregunto confundida.

—A ver a tu familia. Chicas...

—Eso no tienes que decirlo, Chris. Nosotras la cubrimos —le interrumpe Brenda—. Nos vemos después.

—Saluda a Ellie de mi parte —dice Javier y asiento.

Chris saca de su bolsillo delantero la "llave mundial", como la bauticé la primera vez que la vi.

—Vamos.

Chris da dos vueltas al cerrojo y al otro lado está mi habitación. Las ardillas y Pumba son los últimos en atravesar la puerta. Meeko me mira desde el otro lado y me saluda con la pata.

—Regreso en un rato —gesticulo y le guiño un ojo, haciendo que sonría.

—Ya estamos en casa —murmura Chris y cierra la puerta.

Al abrirla nuevamente, salimos al pasillo de la segunda planta, y el olor de Hotcakes llegó a mi nariz. Mi estómago no demora en gruñir.

—Como se nota que no estamos en Inglaterra —habla Tony con ironía.

—¡Ginger! —grita Ellie al salir de su habitación.

—¡Aaaaaaaaaah! —chilla la aludida aterrada y entra a mi habitación lo más rápido que puede.

—Fantástico. Un pie dentro de la casa y solo gritan el nombre de mi hermana. ¿Acaso nadie me quiere? —pregunta Tony ofendido.

—¡Tony! ¡Allie! —Mi hermana sube los últimos escalones de dos en dos y rodea mi cintura. Una lágrima corre por mi rostro cuando le abrazo—. ¿Qué haces aquí?

—Te extrañaba mucho, pequeñaja.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Allie está aquí! —grita con emoción.

Los tres caminamos hacia la escalera y a sus pies están mis padres asombrados. No creo que me esperaran en casa. Chris entrelaza su mano dándome fuerza y bajamos los escalones con lentitud.

—Hola —digo con voz quebrada en el último escalón.

—Cariño murmura mamá en tono amoroso.

Chris se aparta un poco y los brazos de ella me rodean. Un nudo se forma en mi garganta y mi vista comienza a nublarse.

—Estás en casa —dice papá y nos rodea a ambas.

—Ellie, es mejor que subamos. Allie necesita hablar con papá y mamá —interviene Chris y mi hermana asiente—. Por cierto. Javier te manda saludos. Nos vemos luego, pequeña.

Besa mi cabeza y regresa por las escaleras con mi pequeña hermana.

—Vamos al sofá, cariño. Steve, trae chocolate caliente, por favor.

Al llegar a la sala de estar, lanzo una flama de fuego a la chimenea para encenderla.

—¿Quieres hablar?

—Mamá, fue horrible. —Las lágrimas brotan sin mi permiso—. Jamás me sentí tan humillada en toda mi vida. —Ella me abraza y los sollozos retumban con fuerza en mi pecho.

—¿Qué pasó? Solo me fui dos segundos —pregunta mi padre y me aleja de mamá para acercarme a su fornido pecho—. Mi niña, no puedo creer que estés llorando. Tú nunca lloras y eso me preocupa.

—Tranquilízate, cariño. —Mamá limpia el rastro de lágrimas que baña mi rostro.

—Pero... pero... —Ni siquiera puedo pronunciar palabra. El peso y la tristeza alojado en mi pecho son demasiado fuertes.

—Mi niña, tranquilízate. —Papá me aprieta más a su pecho y acaricia mis brazos con lentitud.

—¡No puedo calmarme! —exclamo entre lágrimas y las flamas del fuego en la chimenea aumentan su calor.

—Como no lo hagas, vas a incendiar la casa —añade papá bromeando y entre lágrimas, sonrío—. Toma chocolate para que te calmes.

—¿Mejor? —pregunta mamá luego de un silencio cómodo entre los tres y asiento—. Cuéntanos lo ocurrido. No me creo lo que llegó a mis oídos.

A medida que relato lo ocurrido este fin de semana, el semblante de mamá va cambiando con cada una de mis palabras. Su ceño se frunce con disgusto, luego aprieta su mentón y papá me acerca más a él. Al terminar la historia, mamá estalla muy enojada.

—¡Hija de su madre! Ella me va a escuchar. Nadie se mete con mi hija y sale ilesa.

Sus ojos verdes revelan la tormenta formada en su interior. Con furia se levanta del sofá, pero la detengo agarrando su muñeca.

—No, mamá. La situación está mal. No la pongas peor. Sé que soy tu hija y ambos no quieren que salga herida, pero eso me pasa por tener a Christopher como novio. A menos que Alexa y Celine cambien de opinión en cuanto a mí, esto va a ser durante toda mi vida. O lo que queda de ella.

—¿Tú y Chris no deberían tomarse un tiempo? —comenta mi padre. Las alarmas suenan en mi cabeza y me tenso en sus brazos—. Es solo hasta que las aguas se tranquilicen y pase la tormenta.

—Steve, eso nunca pasará. —Mamá se sienta en su lugar nuevamente, pero fija sus ojos en la chimenea—. Alexa está acostumbrada a tener el control en todo. Dos de sus hijos se fueron de sus manos. La madre de Talia, Janet Sprouse, es la mejor amiga de Alexa. La chica está a salvo... por ahora.

—¿Qué hacías tú con Javier en la fuente?

—Celine me atacó verbalmente y Chris le pidió a Javier que me sacara de allí a tomar un poco de aire —explico cabizbaja—. Madre e hija son horribles. Gracias a Dios que Cameron y Chris salieron a Héctor.

—No te creas —añade mamá y toma mis manos entre las suyas—. No te voy a mentir. Héctor es una excelente persona, y como amigo lo admiro mucho, pero cuando hay injusticia, puede llegar a ser demasiado cruel.

—¿Cómo un hombre como él terminó con una mujer como Alexa? No entiendo —reflexiono y mis padres suspiraron al unísono.

—El amor a veces nos ciega, cariño —añade mamá con un hilo de voz.

La sonrisa de Ellie que proviene de la planta alta hace que mis labios se curven en una sonrisa sin separar los labios.

—Anne, por más que quiera negarlo, Christopher es un buen chico. Es verdad que no tiene un buen historial, pero, el amor puede hacer milagros.

—¿Cómo llegaron tan rápido? —pregunta mamá cambiando de tema—. Intentamos contactar contigo toda la mañana. Hablamos con Karen y estabas en clases.

—Chris tiene una llave que puede trasladarte a cualquier parte del mundo que quieras —contesto con desgana. El silencio que nos rodea unos minutos después es agradable.

—¿Qué tiempo piensan quedarse? —habla papá finalmente

—No sé —contesto, recostándome a su pecho—. Tengo que preguntarle a Chris. Yo no quisiera regresar nunca —digo entre bostezos—. Disculpen. Anoche casi no pude dormir.

—No te preocupes —me tranquiliza mamá y besa mi frente.

Me giro hacia la chimenea y miro las centellantes flamas hasta quedarme dormida.

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