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Capítulo 19 «Rayo de ilusión»

—Buenos días, buenos días, buenos días —anuncia la ardilla a mi lado encima de la almohada.

—Chist, Ginger —protesto, cubriendo mi cabeza con la manta.

—Vamos, dormilona —habla Tony. Saca la manta de mi cabeza y acaricia mi cara con su pata suavemente—. Vas a llegar tarde a clases.

—Estoy agotada —murmuro con los ojos cerrados.

—Me lo imagino —añade Brenda—. Llegaste a las 2 de la mañana al colegio.

Golpea mi trasero y me siento en la cama rápidamente.

—¿Qué te pasa? —protesto, asombrada por ese golpe. Brenda mira a las ardillas de forma sospechosa y frunzo el ceño—. ¿Qué se traen entre manos? —La asiática mira su reloj y mueve su pie, impaciente, y le reprendo—. Brenda...

—Tienes que estar lista en 20 minutos —anuncia finalmente y sale de la habitación.

—¿Qué se traen ustedes tres? —Señalo a las ardillas con el dedo índice.

Tony comienza a silbar y mira a todos lados. Su hermana se entretiene con sus patas. Unos 15 minutos después ya estoy con el uniforme de colegio, las vans, e intentando peinar el nido de gallinas que tengo por cabello.

—Creo que necesitas de las manos de Brenda —añade Ginger divertida.

—Ugh. —Suelto mi cabello con frustración— Esto es imposible. —Tocan a la puerta—. Adelante.

—Buenos días —dice una voz a mis espaldas y mis ojos chocan con los suyos a través del espejo.

—Hola, Chris. Puedes entrar. Cuando termine con el desastre que tengo en mi cabeza, te atiendo. —Él sonríe y niega con la cabeza.

Sale una vez más de mi habitación y entra con una mesa rodante. En la parte de arriba hay un ramo de príncipes negros, mis favoritos, y una jarra de cristal con un líquido amarillo.

Unos dulces y panes en la planta del medio de la mesa rodante, y sonreí al ver un bowl con croquetas al lado de los panes. Se ve muy sexy con su uniforme del colegio y el pelo despeinado.

—Si por ver esa sonrisa, tengo que traerte el desayuno todos los días, van a tener que sacarme de la cocina. —Me levanto de la butaca y corro a sus brazos.

—¡¿Y esto?!

—Una sorpresa mañanera. Las chicas me dijeron que has estado con varios dolores de cabeza mañaneros así que decidí cambiarte la dieta hoy. ¿Te gusta? —Me separo y sonrío con amplitud.

—Me encanta.

—Me alegro mucho

—Y eh... esto... nosotros nos vamos —musitan las ardillas caminando hacia la ventana cruzados por las patas.

—¿Ustedes sabían de esto?

—Pero claro —responde Ginger—. Nosotros fuimos los de la idea y Brenda hizo el resto.

—Nos vemos, tórtolos —añade Tony y se retiran lanzándose por el balcón.

—No me lo puedo creer.

—Están preocupados por ti. ¿Desayunamos? —Mi estómago rugiente hace aparición—. Veo que él y yo estamos de acuerdo en eso —dice sonriendo y aparecen esos hoyuelos que tanto me gustan. Estoy tan embobada mirando mi reflejo en sus ojos oscuros que no me doy cuenta cuando me atrae por la cintura—. Hora de desayunar.

Sus labios se unen a los míos y el tiempo se detiene. Hoy voy a llegar tarde. Para la hora del almuerzo, nadie ha logrado quitarme la felicidad de la cara. La emoción de los cortos viajes de anoche por todo el mundo, gracias a Chris, sigue en la mañana con un sorpresivo desayuno.

—Por esa cara, tuviste una buena mañana —dice Talia con sorna.

—¿Qué pasó anoche? —pregunta Lilith—. Aún no nos has contado a dónde fueron a su cita.

—Anoche fue asombroso —comento, emocionada—. Vimos tanto y disfrute lo mucho. La torre Eiffel, el paseo de los árboles de cerezo, las pirámides de Egipto...

—¿Fueron a un museo? —interrumpe Talia en protestas—. No me lo puedo creer. Tanta parafernalia, ¿y fueron a un museo? —Pongo los ojos en blanco y sonrío.

—No lo entenderían —digo negando con la cabeza.

—Yo creo que ese fue un bonito gesto de parte de Chris —opina Brenda y sonríe—. Christopher no es una persona detallista y ver los cambios que está haciendo en su vida por Allison, es asombroso.

—¿Hablando de mi? —dicen a mis espaldas y unos brazos me rodean—. Solo espero que sea algo bueno.

—De ti siempre se habla bien, Christopher —interviene una voz femenina.

Miro a la intrusa y me sorprende su amplia sonrisa y mirada tonta hacia mi novio. A veces creo que Emma Norrington me odia por estar con el chico que le gusta.

—Es un placer verte, Emma —añade Brenda enarcando una ceja hacia la intrusa. La aludida sonríe hacia mi amiga, pero esa sonrisa es tan falsa como la operación de su nariz.

—Igualmente. ¿Nos vamos, Christopher?

—¿A dónde vas? —pregunto con rapidez y mi chico me besa en la sien.

—Tengo que hacer un trabajo de clases. ¿Nos vemos en la noche? —Asiento un poco preocupada—. Te quiero.

Hace un camino de besos desde mi sien hasta la nariz y termina en los labios antes de retirarse con la rubia.

—Hola, Emma, Chris. —Ambos asienten ante el saludo de Alice Winter y siguen su camino y ella se encamina a nuestra mesa—. Buenos días. —Todos asentimos, pero la fulminan con la mirada—. Allison, ¿puedo hablar contigo?

—Sí, claro —digo dubitativa—. Brenda, lleva mi mochila. —Mi amiga asiente y salimos del comedor—. ¿Qué ocurre?

—¿Cómo les fue? —pregunta y frunzo el ceño—. ¿No utilizó la llave? —Abro los ojos.

—¿Tú le diste la llave?

—Sí. Bueno, no en realidad ¿Por qué? —Yo no salgo de mi sorpresa.

—Él me dijo que...

—Eso es mi culpa. Perdón. Él me habló de una sorpresa para ti y yo le hablé de una llave que tiene Karen Smith.

—¿Por qué él hablaría contigo?

—Tranquila, ¿de acuerdo? Chris está muy enamorado de ti. Lo escuché conversando con Javier y le di la idea. Viniendo de él, me sorprendió mucho. De mí no tienes por qué preocuparte.

—Discúlpame, Alice, entre nosotros todo no terminó muy bien. Perdona que dude de tus palabras.

—Ya lo sé. Pero también te quería pedir un favor. —Pasa su brazo por mis hombros y caminamos hacia la clase de Historia.

—¿De qué favor estamos hablando?

—Te estoy hablando de Lester Parker. —Detengo mis pasos abruptamente.

—¿Lester? ¿El Lester de nuestro colegio? ¿Ese Lester?

—Sí —responde confundida y yo sonrío sin creérmelo—. ¿Tiene novia?

—No, no es eso. No me lo puedo creer. ¿Y eso a qué viene ahora?

—No lo sé. Desde que lo vi el año pasado, me pareció interesante y tenerlo aquí subió mis expectativas.

—¿Estás hablando en serio? —pregunto aún sorprendida. Ella no puede estar hablando en serio.

—Sí. No entiendo tu cara

—Viniendo de ti, pues estoy muy asombrada. ¿Qué pasó con Javier o Chris?

—Chris ya te tiene y yo debo alejarme. Javier... —Fue a decir algo, pero se retracta—. Cambiando el tema principal. ¿Cómo les fue? ¿A dónde te llevó?

Frunzo mi ceño nuevamente. ¿Qué no me habrá dicho? No confío mucho en ella pero al final le ayudó.

—Lo pasamos muy bien. Me divertí muchísimo. Terminamos en la torre de París.

—Christopher Gray lo hizo en grande. Me alegro por ustedes. Es la verdad.

—¿Por qué nos ayudas? —Sus hombros caen derrotados.

—Christopher es un buen chico y se le nota desde lo lejos que te quiere mucho. Hacen una bonita pareja, y amor como el de ustedes no se ve mucho por los alrededores.

—¿En serio lo crees?

—Desde que está contigo, ha dado ligeros pasos de cambio para bien. Se ha vuelto detallista, pasa navidades contigo y tu familia. No recuerdo la última vez que lo vi coquetear con otra chica, y sobre todo, no recuerdo si él alguna vez se enfrentó a su madre como lo hizo el último año.

—¡¿Cómo?! Espera un momento. —Por el rabillo del ojo veo que el profesor Isaac Carlton viene por el pasillo—. ¿Podemos hablar después?

—Sí. Mi habitación es la 60. Cuando quieras pasa por ahí.

—Buenas tardes —habla el profesor y entra al aula.

—¿Nos vemos en la tarde?

—Claro. Adiós. —Se despide y yo entro al turno de Historia.

—¿Todo bien con Alice Winter? —pregunta Brenda cuando se sienta a mi lado.

—Todo bien. Deja que te cuente. —Sus ojos brillan al escuchar el sinónimo a ka palabra chisme—. Cotilla.

—Buenas tardes a todos —dice el profesor Isaac—. Hoy quiero hablarles de Dorian, el hermano de Raquel. —Me enderezo en mi asiento—. ¿Alguno sabe la razón de la disputa entre Raquel y Dorian? —Levanto la mano—. Señorita McKenzie.

—Se dice que culpó a Raquel de la muerte de su madre. Su hermana era usuario vida así que tenía la posibilidad de salvar a Cassandra.

—Sí, pero lo que Dorian no sabía era que, si se salva a una persona, otra muere.

Las palabras de Syryna vinieron a mi mente "Para que alguien viva, otro tiene que morir."

—Pero eso es injusto —protesta Javier y nuestras miradas coinciden. Él estuvo presente cuando salvamos a Chris el año pasado.

—Sí, pero ese es el castigo que tiene que cargar el usuario vida. Si salva una vida, tiene repercusión más adelante. Dorian entendió eso muy tarde.

—¿Es verdad que se convirtió el cold? —pregunta un chico de la fila frente a mí.

—Sí —responde Isaac—. Al ser el primer cold, tenía la posibilidad de pensar, actuar, razonar e incluso crear sus propios cold. ¿Alguien sabe cómo lo logró? —Esta vez es Lilith la que levanta la mano—. Señorita Smith.

—Los convertía mediante un ritual de seis palabras. Tres en arameo, dos en griego y una en árabe.

—Muy bien. ¿Saben cómo es el proceso? —Esta vez es Tommy—. Señor Valent.

—Eran encerrados en un círculo con una pigmentación. Se necesitaba una escama de dragón, la sangre de una paloma, la aleta dorsal de un delfín puro, raíces secas del Nemeton y las lágrimas de un ave fénix.

—Perfecto. ¿Alguien sabe qué pasó con Dorian después de eso? —El silencio es sepulcral—. ¿Nadie? —Ninguno de nosotros respondió. Él se recuesta al bordillo de la mesa y coloca la palma de las manos en la superficie de madera—. Cuenta la historia, y hay muchas de esas, que Dorian llevó la batalla en contra de su hermana Raquel. Al ver el odio de su hermano hacia ella, impuso la ley de los primogénitos. Espero que sepan de ella. —Esto se está poniendo interesante. Me recuesto a la silla y cruzo mis brazos en el pecho—. La ley de los primogénitos consiste en lo siguiente: si un usuario de cualquier elemento tiene un hermano menor, el hermano mayor muere después de cumplir los 18 años.

Mi corazón se encoge al pensar en mi chico y en el dolor de Cameron cuando los murmullos comienzan.

—¿Hay alguna forma de romper esa ley? —pregunta él—. Claro que sí.

Mis cejas se disparan hasta el nacimiento de mi cabello y me inclino hacia adelante.

—No me lo puedo creer —digo en susurros

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