Capítulo 18 «Al otro lado de la puerta»
A las 7 de la tarde estoy lista. Unos jeans de mezclilla se ajustan a mis piernas y la camisa color beige es media suelta. Amo este estilo. Observo mi reflejo varias veces en el espejo.
—Ni se te ocurra decirlo —protesta Ginger, señalándome.
—¿Decir qué? —inquiere su hermano
—Lo de "¿Estoy bien?" —Ginger disimula mi voz—. Arg. Odio cada vez que se pone tan humilde.
—¡Ya somos dos que pensamos igual! —secunda Brenda.
—Yo nunca digo eso —me defiendo.
—Lo que tú digas —dicen Tony, Ginger y Brenda al unísono.
—Estás preciosa —opina Talia al entrar en mi habitación.
—Me encanta ese estilo en ti. Unas botas de caña media y listo —añade Lilith sonriendo.
—Te falta algo. Ahora vengo —indica la pelirroja.
—¿A dónde vas? —pregunto, pero Talia ya ha desaparecido de mi habitación.
—¿Dónde tienen pensado ir? —pregunta la asiática con curiosidad.
—No lo sé. —Me siento en el borde de la cama—. Chris no me ha contado aún. Dijo que era una sorpresa.
—Ya llegué —interrumpe la pelirroja al entrar en mi habitación—. Esto es para ti, Allie. —En sus manos hay una pequeña caja.
—¿Qué es esto?
—Si no lo abres, no lo sabrás —recalca Ginger volando hasta mi regazo.
Con cuidado abro la caja blanca y en su interior hay un juego de pendientes. Dos pequeñas flores doradas que relucen con el mínimo reflejo de luz.
—¿Por qué? —pregunto mirándola.
—Cuando fui de compras con Cameron en las vacaciones, los vi y pensé en ti. Disculpa que me demorara tanto en entregártelos. Sabes que soy olvidadiza a veces. —Dejo la caja a mi lado y la abrazo.
—Muchas gracias, Talia.
—Están preciosos, Allie. Póntelos —insiste Brenda.
—No me olvidé de ustedes. —Talia saca de la sudadera dos cajitas más. Le entrega una a Lilith y otra a Brenda. Ambas la miran, asombradas—. ¿Qué? No creerán que me olvidé de ustedes, ¿verdad?
Ambas chicas abrazan a la pelirroja y caen encima de mi cama. Las sonrisas de mis amigas es uno de los mejores sonidos que he escuchado hoy. Unos toques en la puerta detienen nuestra diversión.
—Adelante —contesta Ginger.
Una sonrisa sincera y unos hoyuelos en las mejillas estaban plasmados en la cara de mi chico al ver el desastre formado encima de mi cama.
—¿Llegué en buena hora? —Se recuesta al marco del puerta cruzando los brazos en su pecho.
Unos vaqueros oscuros, un polo negro, una cazadora y el pelo despeinado es su look. Ginger silba al verle.
—Allie, si no vas tú a la cita, yo me brindo sin ningún problema —comenta la ardilla con zalamería y Tony pone los ojos en blancos.
—Hermana, primero Javier, después Cameron, y ahora el hermano de Cameron —protesta y eleva sus patas hacia ella en recriminación—. ¿Qué está mal contigo?
—Ese no es problema tuyo. —Ginger le señala con una pata y la otra la coloca en la cintura.
—Claro que es problema mío. Me estás haciendo quedar mal. Mamá nos mataría —añade Tony en tono dramático.
—Hermano, nunca hemos conocido a nuestra madre —aclara ella y sonrío.
—Touché, pero eso no significa que vayas por ahí pidiéndole citas a cualquiera.
Estaba tan entretenida con la pelea de esos dos que ni siquiera sentí cuando Chris se acercó a mí.
—Mejor aprovechemos su pelea y vámonos —dice por lo bajo. Las ardillas siguen en su discusión familiar diaria.
—Nosotros nos encargamos —susurra Brenda y asiento.
Talia gesticula que disfrutemos la velada y Lilith levanta sus pulgares hacia mí mientras agarro mis sandalias. Al cerrar, la puerta aún seguíamos escuchando las voces de Gin y Tony
—¡Eres un mal hermano! —protesta Ginger.
—¡Que he hecho para merecer esto, Dios mío! —espeta Tony y sonrío.
—Si yo tuviera a esos dos como Varázs, me volvería loco.
—Te acostumbras con el tiempo —contesto, colocándome las sandalias doradas. Chris se aleja un poco y me mira de arriba abajo.
—Estás preciosa. Definitivamente eres la novia más hermosa de este colegio. —El calor inunda mis mejillas al instante. Se acerca a mí y besa mi frente con un corto beso—. Eres hermosa. ¿Estás lista?
—¿A dónde vamos?
—Curiosa. Es una sorpresa.
Caminamos en dirección al ala de departamentos del colegio y entramos en el ¿almacén?
—Imaginaba una cita, pero no en un lugar como este —musito y él ríe a carajadas—. ¿Qué hacemos aquí? —Chris saca de su bolsillo una llave dorada.
—Ya verás. —Mete la llave en el cerrojo y le dio dos vueltas. Después la devuelve a su bolsillo—.¿Estás lista? —Asiento y abre la puerta.
—Pero ¿cómo...?
—Bienvenida al Cairo.
Ante mí tengo una de las maravillas del mundo antiguo. Las pirámides de Egipto. Al atravesar la puerta, la arena se cuela en mis pies y el aire frío sopla en mi rostro.
—¿Cómo lo hiciste? —Doy varias vueltas en el lugar. El cielo nos recibe con miles de estrellas brillantes y la luna nueva, apenas era perceptible—. ¿Dónde conseguiste esa llave? —Sus ojos brillaban al igual que las estrellas del cielo.
—Karen me ayudó un poco. Tenía otra idea para esta noche, pero ella me la entregó sin discusión. Dijo que necesitábamos un respiro.
—Siempre he deseado venir, pero como nos estábamos mudando cada cierto tiempo, fue un poco difícil, así que no presioné mucho.
—¿Quieres montar un camello? —Frunzo el ceño.
—Chris, son casi las 2 de la mañana. ¿Dónde vas a conseguir unos camellos a esta hora? —Señala con el mentón a mis espaldas.
Por encima de mi hombro veo a un hombre con dos camellos caminando hacia nosotros.
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!
—Y esto solo comienza —dice abrazándome por la cintura.
Después de dar un largo paseo en los dromedarios, Chris nos acerca a los pies de la pirámide. Se ve imponente frente a mis ojos. Saca la llave de su bolsillo y la introduce en la cerradura.
—¿Cómo es posible que esa llave funcione en cualquier cerradura?
—En el mundo Elements todo es posible —contesta sonriendo
—¿A dónde vamos ahora?
—Ya verás. —Da dos vueltas al cerrojo y abre la puerta en la base de la pirámide.
—Es hermoso, Chris.
Dejo que el suave sol de Tokio ilumine mi rostro cuando llegamos al otro lado. Los árboles de cerezo están cubiertos de flores. Muchas de ellas están esparcidas por todo el camino y el césped. La multitud camina de un lado al otro. Algunas chicas sonreían y se tiraban fotos. Alguna que otra pareja esparcida por el lugar está vestida con trajes de animales. La vista es increíble ya que estábamos fuera de temporada.
—¿Vamos? —Unimos nuestros brazos y caminamos lentamente. La brisa es suave y el olor de las flores de cerezo llenaba todo el ambiente. Siento que floto—. ¿Eres feliz?
—Sí. Lo soy. ¿Y tú?
—¿Yo que?
—¿Eres feliz? ¿Conmigo?
—Pero claro. —Nos sentamos en una de las bancas. Me atrae hacia él y me besa en la sien—. ¿A qué viene esa pregunta? —Niego con la cabeza, intentado evadir el tema—. Ah, no. Sabes que eso no funciona conmigo. —Me alejo un poco de él—. Tú nunca preguntas por gusto, y la que acabas de hacer es inquietante.
—No es nada —digo y dejo escapar un suspiro de derrota—. Bueno, sí. Algo que me está rondando en la cabeza desde temprano. Pero hablé con Javier y ya me lo aclaró.
—¿Por qué tendrías que hablar de nosotros con Javier?
—¿Eso que escucho son celos? —Le miro divertida y pone los ojos en blanco—. No me lo puedo creer. Christopher Gray está celoso. —Río a carcajadas—. No te preocupes, entrenador. Nadie se enterará de esto. —Me empuja por el hombro juguetonamente—. ¿De verdad quieres saber?
—Esa pregunta está de más. Como tú siempre me dices, soy más un amigo que tu novio.
—Muy bien. Cuando me encontré con Thiago en la mañana, me dijo cosas que me quemaron las neuronas. —Chris aprieta el mentón y frunce los labios.
—¿Qué cosas?
—Dijo que cuando te dieras cuenta que yo no te doy lo de otras chicas, me dejarías y te irías con una más... experta.
—¿De verdad le creíste esa burrada?
—Te dije que era una bobería. Javier me hizo entrar en razón.
—No sé lo que me hiciste esa noche, pero entiende una cosa. Solo tengo ojos para ti, pequeña. Te quiero mucho. Nunca lo olvides y tampoco dudes de eso.
—Ya lo sé. —Se levanta y extiende su mano.
—Vamos. Tengo otro lugar al que llevarte hoy.
—Pero si esto es perfecto.
—El siguiente será mejor, te lo aseguro.
Caminamos un poco y entramos a una tienda. Chris asiente hasta el joven de la caja y camina hasta una puerta al fondo. Saca la llave y le da nuevamente dos vueltas al cerrojo. El fuerte viento y la oscura noche nos recibe al otro lado.
—Bienvenida.
El río Sena fluye con lentitud cerca de la Torre Eiffel. Estoy encima de 300 metros de altura de puro hierro con una vista increíble. Miles de luces doradas están incrustadas en el suelo. Es como si muchas estrellas fugaces doradas hubieran caído del cielo a la tierra. Estoy en la cima del mundo. Unos brazos me atraen hacia un cuerpo que tranquiliza mi cuerpo.
—¿En verdad eres feliz conmigo?
—Mucho. —Me gira por la cintura, y al quedar frente a él levanta mi mentón con el dedo índice—. Nunca, escúchame bien, nunca pienses que puedo dejarte por otra más. Eres mi adicción, Allison McKenzie. Nadie se iguala a ti. ¿Recuerdas esos tiempos donde estaba locamente enamorado de Alice o Talia? —Asiento, tragando en seco—. No es nada comparado a lo que siento por ti, pequeña.
—¿A pesar que...?
—No hay necesidad de eso. —Acuna mi rostro entre sus manos y acaricia mis mejillas con sus pulmones—. Yo te amo. No quiero que esa inseguridad cree una barrera entre nosotros.
—Muchas gracias.
—Pequeña —Me atrae a su pecho y acomodo mi cabeza lo más cerca que puedo de su corazón—. Siempre estaré aquí para ti.
—Se siente bien estar aquí.
—¿En París?
—en tus brazos, bobo. Nunca me había sentido tan feliz y en las nubes.
—Vaya. Veo que mis brazos te traen una buena sensación
—Ahora estaba hablando de París. —Siento su sonrisa retumbar a través de su pecho.
—Eso hirió mi orgullo, pequeña.
—Pero si orgullo es lo que a ti te sobra, Christopher Gray. —Él niega con la cabeza.
—¿Quieres intentar algo? —Frunzo el ceño ante su extraña pregunta.
—Chris, no debemos hacer locuras. Ante el resto, somos humanos comunes y corrientes—. Él se encoje de hombros y se aleja de mí para acercarse al borde de la torre—. ¿Chris? ¿Qué estás...?
—¡Allison, te amo! —grita con todas sus fuerzas y sonrío. Se gira hacia mí con los brazos extendidos y el viento mueve su cabello hacia todos lados—. No necesito regalos ostentosos, mujeres refinadas o lujos económicos. Para mí eres suficiente así como eres.
Un nudo se forma en mi garganta. Las lágrimas ansían salir de mis ojos y nublan mi campo de visión. Mi lengua no puede ni moverse y mi cerebro solo me dice recalca una y otra vez que mi única elección en el amor fue la indicada.
—Aunque no fueras un usuario vida, seguirías siendo perfecta para mí. Aunque no fueras hija de dos leyendas en nuestro mundo, seguirías siendo la indicada. —Se acerca una vez más a mí y toma mis manos entre las suyas—. Mi amor por ti es infinito aunque yo perezca. —Mi corazón se encoge con esta última frase—. No importa la distancia, las dificultades o el tiempo, yo soy tuyo y de nadie más.
—¿Lo prometes? —Unimos nuestros pulgares.
—Lo prometo. —Sus labios se curvan en una hermosa sonrisa y sus hoyuelos surgen otra vez—. Es hora de regresar. Mañana tenemos clases.
—¿Ya? Pero si es muy pronto.
—Yo también quisiera quedarme un rato más. Podemos regresar otro día si quieres.
—¿De verdad? —Asiente—. ¿Cómo funciona exactamente esa llave?
—Piensas en el lugar exacto donde quieras estar y giras la llave en la cerradura.
—¿Solo eso? Es muy sencillo.
—A veces, las cosas sencillas y simples son las más útiles. Vamos, seporta curiosidad. Es hora de regresar.
Entramos al elevador y Chris introduce la llave en la cerradura.
—No quiero regresar —protesto con un puchero en los labios, y las puertas metálicas se cierran.
—Y yo pensé que estar a mi lado era suficiente para ti.
—Y es así. Este lugar se hizo especial porque te tuve a mi lado.
Las puertas del elevador son abiertas y aparecemos en el pasillo principal del colegio. De vuelta a la realidad.
—Muchas gracias por esta noche. Fue muy divertido, Chris.
—Te quiero. —Me abraza con fuerza a su pecho—. Te amo, pequeña.
—Yo también, entrenador.
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