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Capítulo 17 «Amenaza»

Al llegar al patio trasero veo un tumulto de estudiantes. Pasar no será fácil. Soy demasiado pequeña para estos larguiruchos londinenses. Alguien me agarra por la muñeca y abre camino frente a mí: Javier. En el centro están moliéndose a golpes Chris, y por supuesto, Da Silva.

—¡Chris! —exclamo, apartando a Javier de mi vista, pero los abucheos de los chicos y sus ansias de ver pelea sobrepasan mi grito—. ¡Christopher! —grito con todas mis fuerzas y él se detiene.

Tiene el labio partido y en su pómulo se está formando un cardenal. Agarra a Thiago por el cuello de la camisa y ambos jadean por la pelea. Gotas de sudor recorren el rostro y cuello de mi novio. Un duelo de miradas penetrantes recae sobre ellos. De la boca de Thiago corre un hilo sangre hasta perderse dentro de su camisa escolar. Una de sus cejas también está partida.

—¡¿Qué rayos es esto?! —Los ojos de Gray se enfocan en mí con la rabia burbujeando en sus iris oscuros—. Por favor, detente. —Me acerco a él y toco las venas sobresalientes de sus brazos con suavidad—. No te hagas más daño. Él no lo vale.

Sus ojos van tranquilizándose y suelta a Thiago dándole un pequeño empujón hacia atrás. Sus fuertes brazos me rodean a penas se levanta del suelo. La tensión a nuestro alrededor puede cortarse con un cuchillo por el silencio que embarga a los estudiantes.

—No puede ser cierto. Tú no harías algo como eso —dice pegado a mi cabeza y me alejo confundida.

—¿A qué te refieres?

—Si algo pasa entre tú y Thiago.

—¡Qué! —exclamo y miro a Da Silva en el suelo del patio sonriendo de soslayo—. ¿Eso fue lo que te dijo? Claro que no pasa nada. ¡Maldita rata! —espeto, furiosa y voy hacia él, pero unos brazos me levantan del suelo—. Juro que te mato. ¡Bájame, maldita sea! —Forcejeo contra los brazos fuertes que me sostienen. Golpeo y pataleo dejándome llevar por la rabia en mi interior—. ¡Dije que me sueltes! Maldito seas, Thiago. Juro que te mato. —El muy sinvergüenza se levanta limpiando la sangre de su rostro pero sin dejar de sonreír—. ¡Eres una rata mentirosa!

—Pequeña, detente —susurraron en mi oído y me detengo en contra de mi voluntad.

Mi respiración está agitada y mi pecho sube y baja con rapidez. Si mi mirada matara, Thiago estaría tres metros bajo tierra en estos momentos.

—Puedes soltarme. —El agarre a mi alrededor cesa y cierro mis manos en puños.

Emma sale del tumulto de estudiantes y ayuda a levantar a Thiago del suelo polvoroso. Doy un paso en su dirección, pero mi novio me agarra del brazo.

—Tranquilo —digo, mirando a mi objetivo. Chris me suelta y yo me acerco a Thiago—. Otra calumnia más, y saldrás más golpeado que ahora.

Él sonríe con cinismo y mi puño impacta en su mentón haciendo que gotas de su sangre salpiquen en mi camisa.

—¡Allison! —espeta León, en reprimenda.

El sonido de asombro de muchos estudiantes llega a mis oídos. El dolor que atravesó mi brazo fue insoportable.

«Javier lo hace ver más sencillo. Joder, como duele pegarle a alguien», pienso mientras sacudo mi mano.

Los ojos azules de Emma se oscurecen y me taladran con tanto odio que me asusta por un instante. Me acerco a Chris y salimos de allí en dirección a su habitación. Al salir del cuarto de baño con un balde lleno de agua, lo veo sentado en el borde de su cama. Tomo la silla más cercana y me siento frente a él dejando el balde a un lado. Elevo pequeñas burbujas de agua en el aire y las convierto en hielo al tocar el pañuelo en mi mano. Con mucha delicadeza, acaricio el rostro lastimado de mi chico con el pañuelo.

—Lo siento por lo ocurrido. —Hace un gesto de dolor y lo separo al instante. Lo acerca nuevamente a su cara, colocando su mano sobre la mía—. Lo siento mucho

—No te disculpes. Ese imbécil se lo tenía merecido.

—¿Por qué le golpeaste?

—Me enseñó unas fotos donde te tenía agarrada por la cintura. Auch.

—Perdón. —Había apretado demasiado fuerte en su cara—. ¿Recuerdas que te conté que hoy fui al invernadero? —Asiente con lentitud—. Thiago me encontró ahí. —Noto como aprieta su mentón—. ¿Por qué crees que hay rumores en los pasillos que alguien le marcó la cara?

—¿Fuiste tú? —Sonríe y hace un gesto de dolor—. Tenía que haberlo sabido al momento. Eres la única chica que se le resiste y para colmo le golpeas—. Sonríe y mira mis nudillos enrojecidos—. Eres increíble, pequeña. ¿Te duele?

—Golpear a un chico en el mentón duele. —Sus labios se curvan en una leve sonrisa—. Ya lo sé. Demasiada agresividad. La inflamación está bajando. Déjame ayudarte con eso. —Obviamente se niega—. Solo un poco. Si quieres, no curo el cardenal completamente.

Suplico y él resopla. Unos minutos después, solo se notaba en su cara el moretón en su mejilla.

—Esto nos va a salir caro.

—Ya lo sé. Mis primeras semanas y ya pasé por enfermería, casi me muero, he golpeado a un chico, y la mitad de las chicas de este colegio me odian por ser tu novia. Muy divertido, ¿no?

Una hora después somos citados a la oficina de Karen

—¿Qué ocurre? —pregunto al escuchar dos voces chillonas dentro de la oficina de la directora Smith.

—La madre de Thiago y Chris están como locas —responde Isaac y la puerta se abre.

—Fantástico —protesta la madre de Chris al verme—. Esta chica siempre buscando problemas.

—Mamá —interviene Chris en reprimenda.

—Mamá nada, Christopher. Mira como quedaste —dice ella ofendida.

«Si supiera que curé la mayor parte», pienso evitando por todos los medios no poner los ojos en blanco.

—Nunca habías peleado con tu primo. Llega esta y...

—Mucho cuidado como hablas de ella en mi presencia —interviene Chris una vez más—Esta, a la que te refieres es mi novia y tiene un nombre. Se llama Allison McKenzie. —Ella deja escapar una sonrisa amarga.

—De tal palo, tal astilla —añade con desprecio.

—Señora, puedo soportar lo que sea, menos que hable de mi familia de esa forma tan despectiva en mis narices —digo un poco molesta—. Le pido de favor que los respete.

—¿Respeto? ¡Qué muchacha tan impertinente! —protesta la otra mujer—. Karen, esto no puede quedarse así.

—Por favor, entren todos —dice la directora en tono calmado.

A la enorme oficina de la directora Smith entramos la furiosa madre de Chris, la madre Thiago, Thiago, Chris y yo. Cada uno se acomoda en una de las sillas de la enorme mesa. La madre de Chris queda frente a mí, a su lado Thiago y la madre del mismo. Mi chico usa la silla a mi lado. Por debajo de la mesa aprieta mi mano con suavidad. Le miro y gesticula un "Te quiero".

—Veamos. Señorita McKenzie, según el relato del señor Thiago Da Silva, usted se acercó a él en el invernadero.

Aprieto la mano de Chis con fuerza. Un viento recio entró por los ventanales de la oficina. Miro a Karen y gesticula con sus labios que me tranquilice Respiro hondo y los latidos de mi corazón comienzan a bajar. El fuerte viento cesa.

—¿Es eso cierto?

—No —contesto tajante—. No es cierto.

—El señor Thiago nos ha provisto de una foto un poco... comprometedora —comenta ella en tono imparcial.

—Thiago me acercó a él por la cintura y le di una bofetada por atrevido. —Chris casi suelta una carcajada. Esta vez fui yo la que aprieto su mano para que se controle.

—Eso es mentira. Mi hijo no sería capaz de...

—No conozco a Thiago lo suficiente para dar ese juicio de él, señora Da Silva —le interrumpo lo más respetuosa que puedo—, pero eso fue lo que pasó.

—Pero...

—Si quiere defenderlo, está en todo su derecho. Es su hijo, y usted como madre pelearía contra cualquiera por él. Pero hay algo de mí que todos mis amigos conocen, e incluso la directora Smith tiene conocimientos. A los McKenzie no nos gustan las mentiras o las verdades a medias tintas. Chris y la directora Smith están de testigos. Aunque que lleve un castigo, la verdad siempre va por delante, pese a quien le pese. Y cuando supe por oído de él que alguien esparcía cosas sin sentido, le pegué otra vez pero con el puño.

—¡Que desfachatez! —espeta la madre de Thiago indignada. El aludido solo me mira fijamente.

—No obstante, señora Da Silva, le pido perdón a los tres por lo ocurrido —añado—. A las madres por enzarzar a sus hijos en una pelea, y a Thiago por haberle abofeteado. Pero de esto último no me arrepiento. —Él sonríe de soslayo. ¿Será cínico? Chris me atrae hacia él y besa mi cabeza.

—Bien hecho —susurra con disimulo.

—¿Y bien? —insiste la madre de Thiago—. ¿Qué harás con respecto a esto, Karen?

—Nada —responde la directora con calma.

—¡¿Nada?! —espeta la señora, enfurecida—. Pero eso no puede quedarse así. Esta muchacha...

—Estaba en todo su derecho —interrumpe la directora con voz neutra—. Es verdad que lo ocurrido más tarde no estuvo bien. Pero déjeme hacerle una pregunta. ¿Qué hubiera hecho su esposo si estuvieran difamando de usted por los pasillos de tu empresa?

—Mi esposo no entiende cuando estamos mi hijo y yo en el medio —responde ella con una sonrisa.

—Exactamente. El señor Gray solo defendió el honor de su novia, y si hay algo que las mujeres de este siglo no soportan es que la obliguen a algo. Allison McKenzie lo abofeteó. Si hubiera sido yo, lo hubiera ahogado ahí mismo.

Doy pequeños saltos de victoria en mi interior. La madre de Chris no ha dicho una palabra, pero sigue atravesándome con la mirada.

—Allison es una menor de edad, pero tiene la suficiente inteligencia para pararle los pies a cualquiera.

—Una chica que mató a seis cold en un día, puede pararle los pies a cualquiera —murmura Thiago.

—¿Esta es la muchacha de la que se habla en el consejo? —pregunta la madre de él, mirándome entre sorprendida e insultada—. Así que eres la hija de Erick y Mía Adams. Perdóname, Alexa, pero tu hijo cada vez se junta con personas más peligrosas. —Gruño por lo bajo.

—Ten cuidado como hablas de los McKenzie, tía —interviene Chris con los dientes apretados—. Allison... —Aprieto su mano para que no siga y le suplico en silencio que no diga nada—, es la chica que amo y no permito que nadie la ofenda mientras yo esté presente.

—Creo que todo está aclarado —determina la directora Smith—. Esta reunión ha terminado.

Se levanta de su asiento y extienda su mano hacia ambas señoras. La madre de Thiago se levanta con furia y sale de la oficina dando un sonoro portazo.

—Pido disculpas en nombre de mi madre —dice Thiago avergonzado y sale de la oficina dejándome muy confundida.

—Necesito hablar con la señorita McKenzie... a solas —aclara Alexa Gray finalmente.

—Mamá...

—Tranquilo —intervengo y ambos nos levantamos—. No hay problema.

—¿Estás segura? —Acuna mi rostro entre sus manos. Asiento, pero mis piernas son pastas precocinadas— Nos vemos fuera.

Besa mi frente y sale con la directora dejándonos a solas, no sin antes darle una mirada penetrante a su madre.

—Usted dirá, señora Gray.

—Aléjate de mi hijo.

—No —contesto tajante.

—¿No? —Sonríe con burla—. No te estoy dando a elegir, niña.

—Con todo el respeto, señora Gray, no pienso hacer eso.

—Ah, ¿no? Escúchame, muchachita...

—No, escúcheme usted a mí. —Apoyo mis manos en la superficie de la mesa intentando que mis piernas no flaqueen justo ahora—. Esa decisión nos corresponde solo a Chris y a mí. No sé qué tiene usted en mi contra o de mi familia. No le he hecho nada.

—¡Mi hijo casi muere! —rebate, exaltada, levantándose de su lugar con ira.

—Ocho de nosotros casi morimos esa noche, señora Gray —explico intentando calmarme. No puedo alterarme o ella se daría cuenta de lo que soy—. Cada uno sabía el riesgo que corría y aun así decidieron quedarse. Si quiere culparme, está bien. Pero no pienso dejar a Chris. Eso solo puede decírmelo él y de frente.

Su sonrisa de lado me atemoriza un poco.

—Mi hijo va a saber la verdadera mujer que eres.

—Su cinismo no tiene límites. ¿Y usted ya lo sabe? Solo me ha visto un par de veces. No hay forma alguna que sepa como soy.

—Conozco las de tu calaña. —Abro los ojos por su respuesta.

—¿Mi calaña? —Dejo escapar una sonrisa amarga—. ¿Por qué tanto rencor en contra de mi familia?

—Aléjate de Christopher o pagarás las consecuencias, McKenzie.

Rodea la mesa con paso firme. Se detiene cerca de la puerta cuando hablo:

—¿Esa es una amenaza? —pregunto, aún de espaldas a ella.

—No, niña. Es una advertencia.

Sale de la oficina y cierra la puerta tras sí. Dejo escapar un largo suspiro. Me recuesto a la mesa y me cruzo de brazos.

—¿Por qué me odia tanto? No lo entiendo —murmuro al silencio de mi alrededor—. Tengo que llamar a mi madre. Ella debe saber algo.

—¿Estás bien? —dice una voz desde la puerta.

—No —contesto con voz quebrada.

—Pequeña. —En dos segundos, soy rodeada por la calidez del cuerpo de Chris. Todas las preocupaciones y dudas en mí comienzan a desaparecer.

—No sabes cómo necesitaba ese abrazo. —Aspiro el olor que proviene de su camisa de colegio.

—¿Quieres hablar?

—Ahora no. ¿Más tarde?

—Más tarde te prometí una cita y pienso cumplirla.

—Con todo lo que ha pasado, ¿aún se mantiene en pie?

—¿En verdad dudas de eso? —Me separo de él y veo que sonríe haciendo notar sus hoyuelos en las mejillas—. Mi novia hizo un acto heroico el día de hoy. Dos actos, mejor dicho. Primero golpeaste a mi primo dos veces, y te enfrentaste a mi madre y a la madre de Thiago. Eso se merece una recompensa. ¿No lo crees?

—Amo tus recompensas, pero me causa curiosidad esa famosa sorpresa.

—Ya verás, mi pequeña. Ya verás. Sé que te encantará.

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