Capítulo 1 «Dato interesante»
—¡Ayuda! —grita Ginger, aterrada, escondiéndose debajo de mi manta.
Me levanto de la cama abruptamente y flamas de fuego aparecen en mis manos al instante en señal de lucha. Por el rabillo del ojo veo que la ardilla es un pequeño bulto temblando debajo de la manta.
—¿Qué ocurre? —pregunto alarmada.
—No dejes que me encuentre —contesta con temor.
—Ginger, ¿de quién estás...?
—Ginger —grita Ellie en el pasillo—. Gingerrrr —grita nuevamente mi hermana y suspiro más relajada.
—Ah, ya entiendo. —Las flamas desaparecen, dejando un leve rastro de humo y me siento en la cama—. ¿Te estás ocultando de mi hermana de nuevo? ¿Qué fue esta vez? ¿Moda? ¿Maquillaje? ¿Revistas?
—¡Manicura! —contesta asustada y se quita la manta de encima—. Mira la barbaridad que me hizo. —Extiende sus patas hacia adelante y veo sus garras pintadas de rosa fucsia. Aprieto los labios para evitar la carcajada que quiere brotar de mí al ver sus ojos aterrados—. A mi hermano le encantan estas cosas. No sé por qué siempre me elige a mí.
—Ginger —grita mi hermana menor una vez más y la ardilla vuelve a colarse bajo la manta.
—Dile que no estoy —habla apenas audible. Sonrío divertida y la puerta de mi habitación es abierta
—Allie, ¿has visto a Ginger?
—Dice ella que no está —respondo, con burla.
—Arg —protesta la ardilla bajo la manta.
—Ginger, al fin te encuentro.
—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah! —grita la aludida, se quita la manta de encima y sale volando por la ventana. Sonrío por lo bajo al ver lo gracioso de la situación.
—Cariño, creo que a ella no le gustan esas cosas.
—Buenos días —interviene Tony con voz cantarina al subir a mi cama—. ¿Dormiste bien?
—¿Qué tienes puesto? —pregunto al ver que una tela blanca en forma de...—. Ellie, en serio. ¿Una ardilla con sudadera?
—A mí me gusta —intercede Tony, tocándose la sudadera en su pecho con orgullo.
—Dudo que a tu hermana sí —añado con sorna.
Tony y Ginger son dos ardillas de la especie Varázsbarát. Hace casi dos meses, hice la prueba final de mi primer año en el colegio Elements. Esta consistía en atravesar la Isla Amat hasta la cima de la montaña y rescatar un huevo. De ahí nacieron estas dos pequeñas bolas de pelos revoltosas de color rojizo. Faltan dos días para entrar al colegio, y ya llegaron a su tamaño natural, 4 pulgadas y media.
—¡A desayunar! —grita mi madre desde la planta baja.
—Es hora de alimentar a la bestia —comento divertida, y salgo de mi habitación con Ellie y Tony.
—¿Dónde está Ginger? —pregunta papá.
En la encimera coloca una enorme fuente con pancakes rebosados de sirope. Cuatro platos para nosotros y dos pequeños para las ardillas parlantes.
—Salió volando por la ventana —explica Tony y relame sus labios con la pequeña lengua—. ¿Tenemos jugo de almendras?
Mi madre coloca a su lado un bowl del tamaño de la palma de mi mano con un líquido color ámbar.
—Gracias, Anne. —Tony rasga la servilleta, la coloca en el cuello y toma un cubierto de Barbie para pinchar el pancakes.
—No sé cómo vas a sobrevivir en el colegio —le digo a la pequeña ardilla sonriendo.
—Uno se adapta, querida —contesta señalándome con el mini cubierto. Su hermana llega al rato. Se había quitado el esmalte de sus pequeñas garras.
—Estas sí son patas de una ardilla —habla ella, caminando hasta su pequeño plato mirándose las garras con orgullo. Todos sonreímos. Para ser hembra, Ginger es mucho más peculiar. Tony... es Tony.
—Chris llamó temprano. Dice que pasará a buscarte mañana —explica mamá.
—¿Javier también viene? —pregunta Ellie.
—No —contesta papá, dándole un sorbo a su café. El rostro de mi hermana menor se entristece y frunzo el ceño—. Javier llega esta noche.
Las últimas dos palabras surgen efecto. Los ojos verdes de mi pequeña hermana se iluminan y yo sonrío. Esta pequeña tiene buen ojo.
—¿Y eso que Javier viene hoy? —pregunta Ginger.
—Dijo que tenía que hacer unas gestiones por la ciudad —responde mi madre y unos toques en la puerta detiene nuestro desayuno.
—Yo voy.
Limpio el borde de la boca con una servilleta y camino hacia la puerta principal. Al abrirla, unos ojos verdes me miran fijamente.
—Hola, Javier. Adelante. ¿Ya desayunaste?
—Sí. ¿Ellie está levantada? —El grito de alegría de mi hermana interviene—. Hola, peque. —Los brazos de mi hermana rodean la cintura de Javier—. ¿Cómo pasaste las vacaciones?
—Súper bien.
León saca de su mochila una pequeña cajita del color crema y se la entrega a mi hermana.
—Esto es para ti. Es un regalo atrasado.
Los labios de Ellie se ensanchan y toma la cajita en sus manos con timidez.
—Ábrelo —le incito, pero más por saciar mi curiosidad.
La cajita tiene una pequeña cinta en uno de los lados. Agarra la fina cinta y la despliega hacia afuera. En el interior hay una pequeña pulsera de eslabones infinitos con un corazón donde está inscrito el diminutivo de mi hermana en cursiva.
—¿Te gusta? —Javier se agacha hasta la altura de ella y le acaricia su cabeza.
—¿Gustar? Me encanta. —Mi hermana le abraza por el cuello con euforia—. Muchas gracias, Javier. —Le entrega la pulsera a Javier y este se la coloca en la fina muñeca. Sale corriendo en dirección a la cocina—. Mira el regalo de Javier por mi cumple.
—No tenías que hacerlo —añado mirando por donde se había ido.
—Le prometí un regalo y pensé en eso todas las vacaciones. Encontré una joyería en la ciudad e hice el encargo.
—¿Viniste hasta aquí para el regalo de Ellie? Es un detalle muy lindo por tu parte. —Él sonríe—. ¿Listo para el nuevo curso?
—Si es como el anterior, pues claro. ¿Y tú?
—Un poco. Extraño estar entre las paredes del colegio.
—¿Las paredes o los chicos?
—Yo creo que ambos. ¿Por qué no te quedas? Chris va a pasar a buscarme mañana para ir al colegio. Karen le aprobó el traslado.
—Me encantaría, pero tengo que recoger el equipaje. Salúdame a tu hermana de mi parte. Puede que pase por aquí en la noche. —Besa mi mejilla y se retira.
Cuando regreso a la mesa, sonrío al ver a Tony y Ginger durmiendo plácidamente en la encimera. Tony con las patas hacia arriba y su hermana con la cabeza encima de la punta de su cola.
—¿Y Javier? —pregunta Ellie mirando detrás de mí.
—Tuvo que irse. Tenía que recoger el equipaje. —Una sombra de tristeza se aloja en su rostro. Luego de un largo suspiro, se retira por las escaleras—. ¿Qué tiene?
Mis padres sonríen cálidamente ante mi inocente pregunta.
—Javier le gusta.
Comienzo a toser. Me he atragantado con un pedazo de pancakes gracias a la respuesta de mi padre.
—¡¿Qué?! —Toso nuevamente y papá me acerca un vaso con agua—. Pero si solo tiene 14 años.
—Como crecen de rápido —añade mamá mirando hacia las escaleras y deja escapar un largo suspiro— Ella está en esa edad. Desde que Javier vino para Navidad, está como alelada. Nunca le preguntes, porque lo va a negar rotundamente.
—¿Y yo cómo no me di cuenta? —pregunto casi ofendida.
—Porque solo tienes ojos para tu querido novio —rebate mamá y le da un sorbo a su café.
—¿Esa es una indirecta? Mamá, sabes que me gustan las cosas claras. —Ella suspira y deja caer sus hombros en señal de cansancio.
—No es solo eso. Estoy preocupada por ella —añade con un tono de tristeza—. Ya tienes 17 años, Allie, y no tengo ni idea de cómo explicarle a tu hermana lo que pasará cuando tengas 18. —Trago en seco y papá resopla. He intentado no pensar en eso pero ahora que mi madre lo saca a relucir, la tristeza me embarga—. Ellie está muy unida a ti. Solo tienes dos años antes que ocurra lo peor.
—¿Dos años? —pregunto confundida y ambos asintieron—. ¿Qué hay de la Ley de los Primogénitos?
—Eso no ocurre exactamente a los 18 años de edad —explica papá—, pero es necesario tener mucho cuidado antes de los 19 años.
«Tengo más tiempo para encontrar a Dorian y salvar a Chris», analizo, más aliviada y con menos presión.
—¿Saben si alguien logró romper esa ley? — pregunto, a pesar que sabía la respuesta.
—Que yo sepa, no.
—¿Steve, recuerdas la vez que John, el padre de Austin, nos habló de esa ley? Él había hecho un estudio y si mal no recuerdo, comentó que solo una persona logró romperla hace siglos.
—Sí. Él mencionó algo, pero nunca más se habló del tema. Fue una teoría de su parte, pero no se llegó a nada concreto.
«Perfecto. Tengo que preguntarle a Austin sobre las investigaciones y estudios de su padre», pienso relajada. La esperanza regresa a mi cuerpo con este descubrimiento.
—¿Necesitas ayuda con las maletas? —pregunta mamá y niego con la cabeza.
—Ya me las arreglo yo.
—Yo también te quiero —murmura Tony durmiendo y moviendo la pata de atrás como si estuviera corriendo.
—Mejor me los llevo. —Tomo a las ardillas y subo a la habitación.
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