Capítulo 42 «Batalla ganada, inicio de guerra»
Al día siguiente
Los sollozos de los padres son tan fuertes que llegan a mi habitación en la última planta. Todo este desastre causado por una estudiante con ansias de poder y un amor obsesivo. No le importó las vidas a sacrificar en el camino para obtener algo imposible. El vacío en mi ser es inefable.
¿Cómo decirles esa noticia a sus padres? Ninguno está preparado para ver a su hijo en un ataúd. ¿Eso es lo que sentirán mis padres y Ellie cuando yo no esté? ¿Me culparán los padres de ahí abajo por no haber salvado a sus hijos? Sé que eso no estaba en mi poder, pero no dejo de pensar que algunos tendrán ideas como esas en la cabeza y que yo podría haber hecho algo más.
—¿Estás lista? —pregunta Brenda y niego con lentitud—. Todo va a estar bien.
—No sé si pueda hacerlo, Brenda. Al menos no sin ... —Un nudo se forma en mi garganta y las lágrimas comienzan a acumularse en los ojos, de solo recordar esa noche tan dolorosa.
Ella me atrae hacia ella pasando un brazo por mis hombros y acaricia mi brazo.
—Tenemos que ser fuertes, compañera. Los chicos te apoyamos —dice, uniendo su cabeza con la mía y sonrío amargamente.
—Gracias.
Salimos de la habitación y en el pasillo nos esperan Tommy, Lilith y Javier. Este último se acerca y me dio un abrazo de oso como hacía a principios de este curso.
—¿Estás bien? —pregunta Lilith cuando Javier se apartó y toma una de mis manos entre las suyas.
—Lo mejor que puedo. —Tomo una bocanada de aire—. ¿Están todos abajo? —Asienten al unísono.
—Estamos contigo. Lo sabes, ¿no? –añade Tommy—. Siempre te apoyaremos.
Con paso lento bajamos las escaleras. En el patio están reunidos un grupo de padres molestos. La algarabía es intensa y me detengo al escuchar sus sollozos y reclamaciones.
—Por favor —suplica la directora Smith alzando la voz—, es necesario que se calmen.
—¿Cómo pueden pedirnos calma? —espeta una madre furiosa con ojos enrojecidos—. Mi hija murió gracias a las locas ideas de una adolescente. La seguridad de este colegio no es la misma.
—Si no hay comunicación, este tema nunca será resuelto —explica la directora Carlisle con cara de cansancio. El solsticio de invierno dejó a todos los profesores muy débiles.
—No hay necesidad de comunicación, Rebeca. La estudiante tiene que ser enjuiciada —opina un padre y mi pecho se aprieta. Las discusiones comienzan nuevamente—. Esto fue demasiado lejos.
—Es una adolescente, por Dios. ¿Se están escuchando? —intervino un hombre de voz grave y traje de marca caro—. Si no es por ella, nuestros hijos no hubieran llegado a finales de año.
—Señor Gray —protesta—, sea la razón que sea, algunos murieron anoche y otros estuvieron en peligro de muerte.
—Discúlpeme, señor Kirov, pero ¿no crees que mis dos hijos estuvieron aquí anoche? Ellos decidieron quedarse por voluntad propia. —No sé si sentirme orgullosa por la defensa del padre de Cameron o querer desaparecerme del planeta y vivir en Marte.
—¡Eso es mentira! —intervino una mujer—. A mi hija la obligaron a quedarse.
—Un momento, madre —interviene Talia y los ojos de todos los padres se posaron en la alta pelirroja—. Eso no es cierto. —Los ojos negros de la señora Sprouse taladran a su hija ante semejante represalia en público.
—Ilumínanos, jovencita —dice un hombre recostado a la columna, de piel trigueña y ojos café.
«¿Dónde lo he visto?», pienso intentado hacer memoria.
—Señorita McKenzie —habló la directora de nuestro colegio y doy un pequeño respingo en mi lugar—, acérquese, por favor.
Todas las miradas, algunas incrédulas, otras de curiosidad, se posan en mí. Una persona me abraza y sentí tranquilidad por su cercanía y apoyo.
—Perdón por llegar tarde, pequeña —murmura mi chico en mi oído—. Amelia quería asegurarse que el último examen de sangre fuera negativo.
Deja escapar una sonrisa, me gira hacia él y sus labios impactan en los míos con un beso casto. Al separarme, miro a mis amigos y todos asienten. Creer que existía la posibilidad de perderlo esa noche, terminó por romperme esa noche. Ni siquiera quiero recordar lo ocurrido en la capilla.
Cuando finalmente vencimos a Jessie, por la puerta de la capilla entraron los profesores del colegio aún agotados por el proceso. Deben habernos escuchado por el intercomunicador. Austin estaba a la cabeza y se detienen en la puerta. En ese momento pensé que sería demasiado tarde.
—Ayúdame, Rebeca —le ruego a la directora—. Él no puede morir, por favor.
No aguanto más. El dolor es insoportable. Los sollozos retumbaban en mi pecho y Javier sigue aferrado a mí.
—Oh, no —susurra Camille y Brad le abraza. Rebeca, Karen y Amelia se acercan. Los ojos de la tercera me miran alarmados.
—¿Qué ocurrió aquí? —pregunta Clarissa—. ¿Esa es la tumba de Raquel?
—Ha estado todo este tiempo en nuestras narices —susurra Jackob, y hace un gesto de dolor cuando ve el ambiente lúgubre. Mis amigos se apartan para darles espacio a las directoras y a Amelia.
—¿Dónde está la gema? —pregunta la directora Karen Smith.
—La destruyó —responde Tommy y mis sollozos golpean mi pecho dejándome sin aliento.
Cameron aún sigue llorando en los brazos de Talia y Lilith tampoco logra controlar sus lágrimas.
—Por favor —ruego con el alma en la mano—, ayúdenme.
Amelia y la directora Carlisle se miran y asienten como si se hubieran leído el pensamiento.
—Necesitamos que todos salgan de aquí —ordena la enfermera.
Brenda intenta protestar, pero Clarissa la interrumpe sacándola casi a la fuerza de la lúgubre y desolada estancia. En la capilla nos quedamos la directora Carlisle, Amelia, Karen y yo junto al cuerpo de Chris. Javier no se separó de mí por más que le insistieron.
—No tenemos tiempo —susurra Rebeca—. ¿Lista, Amelia?
—Todo listo, querida amiga —responde la enfermera y comprendí. En la directora Rebeca está el espíritu de Syryna—. No queda mucho tiempo. Todos pongan las manos encima del cuerpo del señor Gray. Usted también, señor León. Lo único que tienen que hacer es darle un poco de su poder. Allison y yo nos encargamos del resto. ¿Listos?
Todos asentimos y ella me mira fijamente. La tristeza y mis sollozos cortan toda represalia que tiene contra mí. No paro de hipar y llorar.
—Destruiste la llave y fuente de poder más pura en la tierra, Allison. Ahora solo te queda creer. A la cuenta de tres... tres.
El ambiente a nuestro alrededor camba de forma repentina. Las ramas que entraban por la puerta y las ventanas nos cubren en una jaula circular. Agua del cielo comienza a caer y por las vidrieras rotas entraban muchas gotas corriendo una detrás de las otras en finas líneas hacia nosotros. El viento sopla en el interior de la capilla levantándonos a unos centímetros del suelo y el fuego comienza a quemar las ramas a nuestro alrededor.
Los ojos de Amelia se vuelven violetas, así que los míos deben de estar igual. El sonido del viento es sutil a mis oídos y eleva mi cabello. Agua, hojas secas y rastros de humo nos rodean en un ambiente cargado de luces y poder. Mi poder se desprende de mi cuerpo y fluye hacia él. Es algo extraño de describir. Como si algo una cuerda estuviera saliendo de mi interior por cada poro de mi piel.
Así como el agua recorre el cuerpo de Chris hace solo unos minutos, las cenizas de las ramas quemadas ni siquiera nos tocan, todas van hacia su cuerpo. La magia fluye a través de mis dedos en finas líneas que van cambiando de color desde verde a marrón, azules, blancas.
Tiempo después, todo explota como una burbuja chispeante. Regresamos al suelo y toco el rostro de Chris con desesperación.
—Por favor, que haya funcionado —digo acariciando su rostro llamándole por su nombre, pero no obtengo respuesta. «No funcionó», pienso y recuesto mi cabeza en su pecho angustiada mientras las lágrimas salen nuevamente de mis ojos
—Dime que no me perdí la mejor parte —habla una voz ronca conocida.
—¡Chris! —grito con emoción al levantar mi cabeza—. ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! Ha funcionado.
—¡Qué emoción la tuya! —dice con ironía y escucho esa sonrisa ronca que tanto me gusta de él.
—Bienvenido al mundo de los vivos otra vez, compañero —interviene Javier y abrazo a mi chico con emoción.
—Ustedes los Gray sí que son revoltosos —añade la directora Karen sonriendo.
Así terminó mi noche del solsticio de invierno. En solo cinco meses lloré, reí, luché, y con ayuda de mis recientes amigos, salvé al colegio de una batalla por algo que no se puede controlar o tocar. Terminé golpeada, envenenada y pasé parte del semestre en enfermería. ¿Quién dice que no hay diversión cuando el amor, la amistad y la magia se juntan en el mismo lugar?
Me cuadro de hombros y atravieso el círculo de padres que rodean a las directoras en el patio del colegio. Unos me miraban curiosos, otros con dolor, y algunos con resentimiento. A mí nunca me ha gustado llamar la atención, y en estos meses he conseguido mucho de eso. Es como dice el refrán cubano: Al que no le gusta el caldo, le dan dos tazas. Eso lo aprendí de Javier.
Yo soy un poco bajita, por lo que tuve que subirme en el borde de la fuente para verlos a todos. Al fondo, mis amigos están reunidos uno al lado del otro. Lilith, Tommy, Cameron, Chris, Brenda, Austin y Javier. Este último asiente y respiro con profundidad antes de hablar,
—Sé que muchos quieren mi cabeza en este momento. Unos por haber herido de muerte a sus hijos, y otros, por pedirle a sus hijos que se quedaran para ayudarme. Les pido perdón por eso. Yo nunca tuve la intención de lastimar a nadie, pero eran ellos o mis amigos. No sé qué opción hubieran tomado ustedes en mi lugar
Me detengo al escuchar a dos madres sollozar. Estoy es demasiado fuerte para ellos y para mí. Ni siquiera sé cómo saldré de todo este enredo. Mis ojos se posan en Chris y gesticula con sus labios la palabra «Tranquila». Respiro hondo y continúo:
—No puedo devolverles a sus hijos. Lo desearía, no saben cuánto. Todos eran muy buenos chicos, ya sea como personas o como usuarios de sus elementos. Estoy a su disposición de lo que quieran hacer conmigo. Pero si tuviera la oportunidad de repetirlo, mi decisión hubiera sido la misma. No me arrepiento de nada.
La calma y el silencio que le siguieron a mis palabras causaron que mi cuerpo se estremeciera.
«Estoy perdida», pienso mientras observo las emociones que pasan por los ojos de los diferentes padres. Indignación y repudio son los sentimientos negativos que predominan. Sin embargo, algunos me miran con lástima y otros con dolor. No sé cuál de los cuatro sentimientos es peor. Con todos ellos me siento fatal.
—Allison me salvó de uno de los ataques de los cold —interviene Austin desde atrás y algunos padres se giran para verlo.
—Ese mismo día llegaron los estudiantes y la directora de "Mary Weathers" al colegio —esta vez explica Talia—. Todos saben lo que eso significa para mí. Salí a tomar un poco de aire y fui atacada por uno de los cold. Allison me salvó.
—Nos salvó a ambos —explicó Austin—. Esa noche, la chica que están acusando, luchó sola contar cuatro cold por salvarme.
—Una estudiante casi la mata en el campo de entrenamiento y Allison la defendió sin saber si era culpable o no —añade Javier, y aprieto los labios. El nudo en la garganta aumenta a pasos agigantados.
—Alice Winter no fue a juicio porque esta chica no nos dejó y nos imploró buscar otra opción —la voz de la directora Smith se da a escuchar.
—Pueden decir lo que quieran, pero Allison no merece ser difamada —esta vez intervino Cameron.
—Salvó mi vida de muchas formas desde que llegué a este lugar —habla Chris caminando en mi dirección, atravesando a los padres en mi dirección—, y se lo agradeceré eternamente. —Me agarra por la cintura y me coloca en el césped nuevamente—, o lo que queda de ella —susurra en mi oído y trago en seco.
—Hay que recalcar una cosa —añade Lilith con seguridad—. Ella no quería que nos quedáramos. Es más, quería hacer todo esto sola. Nosotros decidimos quedarnos
Todos mis amigos comienzan a caminar en mi dirección y el corazón se me encoje de felicidad.
—Allison prefirió exponerse ella sola antes que ponernos en peligro —explica Brenda y las lágrimas se acumulan en el borde de mis ojos una vez más—. Ella fue la que descubrió el plan de Jessie Carmington y ayudó a todos los estudiantes del colegio.
—La señorita McKenzie, me salvó una vez y se lo agradeceré eternamente —esta vez fue la directora Carlisle la que me defendió. Le miro y ella sonrió—. Estos chicos prefirieron pasar el dolor y sufrimiento del solsticio de invierno y lucharon con todas sus fuerzas, antes que dejar a su amiga sola en esto. Ella encontró en cinco meses lo que ambas directoras —Se señala a ella y a la directora Smith con el dedo—, no habíamos podido localizar en años.
—Después de todas estas defensas realizadas por estudiantes y profesores, voy a hacerles una pregunta —interviene la directora Karen—. ¿Alguno de ustedes hubiera hecho lo contrario? ¿Algunos de ustedes se hubiera sacrificado por un estudiante o una institución sin tener que darle nada a cambio, salvo su vida? ¿Alguno de ustedes hubiera abandonado a su compañero cuando más lo necesitaba? —El silencio reina y ella sonríe con ironía.
—Claro que no. Prefieren quedarse en la comodidad de su casa a esperar que alguien salve el mundo por ellos —protesta Brenda y resopla.
—Es verdad que no pensaron en las consecuencias de sus actos y tampoco en la responsabilidad tan grande al quedarse en el colegio un día tan importante —Karen sigue con su discurso y nos mira a nosotros—. ¿Ustedes se hubieran quedado, a pesar que no saldrían vivos de aquí en el peor de los casos? —Aguanto la respiración. Mis amigos asienten al unísono y sorbo mi nariz—. Esto les va a llevar una falta bien grande a su expediente. —Mis amigos se encogieron de hombros con despreocupación—. Muy bien. ¿Algo más que decir... padres?
La directora Smith los mira a ver si alguno dice al menos una palabra.
—La chica debe ser castigada –habló la madre de Talia y veo como nuestra pelirroja golpea su frente.
—Yo coincido con ella —dijo una mujer muy elegante de cabello negro al igual que sus ojos.
—Yo no pienso eso —habla con fuerza una voz al final de la multitud. Sonrío al reconocerla—. Me parece que te estás pasando un poco con ella, Alexa.
Mi madre se abre paso hasta llegar a mí. El murmullo de la multitud comienza. El rostro de Brenda se desencaja y el mentón de Austin llegó al piso.
—¡Mamá! —exclamo, emocionada.
—¿Mamá? —preguntan mis amigos al unísono.
Corro hacia ella y me recibe con los brazos abiertos.
—Cómo te he extrañado —murmuro, mientras me aprieta a su pecho.
—¿No hay abrazo para mí? —protesta alguien más.
—¡Papá!
La emoción me embarga cuando nos abraza a ambas. Me separo de ellos y la sonrisa no se aleja de mi rostro a pesar de las miradas inquisitivas sobre nosotros.
—¿Cómo lograron...? —la directora Rebeca deja las palabras en el aire al ver las sonrisa de mis padres—. No sé ni para qué pregunto. Olvídenlo. Hablaremos después.
—¿Mía? ¿Erick? ¿Son ustedes? —pregunta la profesora Camille con temor.
—Por Dios, Millie, ni que hubieras visto un fantasma —contesta mi madre con sorna. Ambas amigas se funden en un abrazo.
—Cuanto tiempo, amigo —comenta el profesor Brad palmeando la espalda de mi padre.
—Así que la chica busca problemas es tu hija —interviene Alexa con tono agrio—. De tal palo, tal astilla.
–Mía de mi vida. —De entre la multitud salió el único hombre que me defendió con los brazos abiertos.
—Héctor —dice mamá con tono emotivo y le abraza—. ¡Cuánto tiempo sin verte!
—¿Héctor? —susurro—. Papá, ¿Héctor Gray era el mejor amigo de mamá? —pregunto por lo bajo y este asintió sonriendo—. ¡Qué pequeño es el mundo!
—Ustedes no deberían de estar aquí —protesta la madre de Talia ofendida—. Están expulsados del...
—Mía y Erick... Perdón —interrumpe la directora Carlisle—. Steve y Nanneth McKenzie están fuera del sistema de magia, pero no de mi colegio.
Miro a la directora con cara de asombro y me guiña un ojo.
—Pero incumplieron con su misión —protesta la madre de Chris molesta.
—Sin importar las vidas que se perdieron esa noche, salvaron mi colegio —intercede la directora Smith—, y el colegio donde sus hijos estudian. Tanto padres como hija.
—Salvaron la vida de muchos aquí presentes —añade Rebeca—. Alexa, es mejor que te retires. —La aludida y la madre de Talia se retiran del colegio agarradas por los codos con los hombros cuadrados y el mentón en alto.
—Sé que no puedo devolverles a sus hijos —Todos los padres me miran cuando comencé a hablar—, y me rompe el alma no haber hecho nada por impedirles semejante dolor. Espero que me perdonen.
—Debo decir una cosa –habló nuevamente el hombre que estaba recostado a la columna—. Mi niña hablaba muy bien de la señorita Allison McKenzie. Lissa era una chica dulce pero no tonta, y también se convirtió en uno de esos monstruos.
Ahogo un grito al recordar su rostro. Es el padre de Lissa, la chica que murió en el patio al lanzarle un chorro de agua bien fría y que casi me mata.
—Yo no sé ustedes, pero Lissa prefirió morir que seguir siendo lo que era. Para mí y mi esposa fue doloroso al principio, pero comprendidos que fue lo mejor para ella. –Se acerca a mí y toma mi mano entre las suyas—. Mi esposa y yo le estamos muy agradecidos, a pesar que nuestra bebé mayor se nos escurrió entre las manos. Piensen ustedes que hubiera pasado si sus hijos mayores siguieran siendo esos monstruos que por tanto tiempo hemos cazado con nuestras propias manos. Hemos roto familias por el simple hecho que uno de ellos era un cold, ¿o acaso ya lo olvidaron? ¿Qué pensarían esos padres o esas familias de nosotros? Yo les voy a decir. Nos llamarían asesinos como mucho de ustedes comentaban entre susurros hacia Allison McKenzie.
—Muchas gracias, señor —digo por lo bajo, y palmea mi mano con suavidad.
—Solo dije la verdad. —Sonríe, y en sus ojos color café veo el amor que emana de ellos—. Sin más que decir, creo que esto ha terminado por hoy. Esta absurda asamblea creo que puede terminar. Las fiestas se acercan y yo tengo muchos regalos que recoger para navidad.
Algunos sonríen y el grupo comienza a dispersarse. Unos brazos grandes me rodearon y el olor almizcle me relaja un poco.
—Eres una anguila babosa —grita Brenda señalándome con el dedo en modo amenazante—. No me lo puedo creer. Tus padres son Mía y Erick. —Austin ni siquiera se había movido de su lugar—. Cariño ¿qué te pasa?
—No lo puedo creer —son las únicas palabras que salen de su boca—. Son ustedes.
—¿De qué estás hablando? —pregunto y mi mirada oscila entre mis padres y el bibliotecario.
—Hola, pequeñajo —dice mi padre y pasa su mano por la cabeza de Austin, despeinándolo—. La última vez que te vi, tenías como 8 años.
Con esas palabras de mi padre, un recuerdo vino a mi mente.
—¿Ustedes eran los guardianes del papá de Austin? —no sé si lo dije como afirmación o como una pregunta. Mis padres asintieron y los ojos de mi madre se cristalizan.
—Lo sentimos mucho, Austin. No pudimos proteger a tu padre como era nuestro deber. —Mi amigo solo niega con la cabeza ante la disculpa de mamá.
—¿Puedo abrazarla? —pregunta él casi en susurros. Mi madre asiente y mi amigo corre a sus brazos—. Muchas gracias por salvarme. —Mamá apoya su cabeza en el hombro de Austin y papá se une al abrazo.
—Creo que estoy un poco celosa, ¿saben? —Los tres sonríen ante mis palabras.
—Ven aquí, Allie —incita papá.
Después de esta cálida bienvenida, Austin se fue con una asombrada Brenda, y yo voy hacia Chris. Escucho un golpe seco en el suelo y unas risas le siguen. Brad y Camille se habían lanzado encima de mis padres como si fueran unos adolescentes.
—Así que eres la hija de Mía y Erick. ¿Quién lo hubiera dicho? Mi novia es una leyenda a los dieciséis y es hija de unas de las mayores leyendas en el colegio. No está mal. —Chris sonríe y le golpeo juguetonamente por el brazo.
—Bobo.
—Si mi madre te odiaba, ahora lo hará mucho más —comenta Cameron a mi lado.
—¿Por qué? —pregunto a los hermanos Gray.
—Larga historia —responde Talia—. Vamos, amor. Hay dos madres histéricas que tranquilizar. —Ella sonríe ante el resoplido de su novio.
Ambos se retiran junto a Tommy y Lilith. Cerca de la fuente, se quedan ambas directoras, Javier, Chris, yo, mis padres, Brad y Camille.
—Estoy muy orgullosa de ti, Allison —opina la directora Carlisle—. Esto llevará un castigo, pero al menos la guerra terminó por ahora. Karen, nuestra ha finalizado. Necesito descansar. Lo del solsticio me dejó completamente exhausta.
—Gracias a ambas —digo por lo bajo y se van.
—Mi tiempo aquí terminó —intercede Javier—. Tengo que ir a ver a mis padres o me matarán si no llego antes de Nochebuena.
—Muchas gracias, León —digo cuando sus brazos me rodean y besa mi coronilla.
—Siempre estaré para ti, McKenzie.
Con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros, se retira en dirección a su habitación. Alguien carraspeó a nuestro lado: mis padres.
—Hola —digo con timidez.
—Muy bien, señorita —Mi madre se cruza de brazos—, ¿me puedes explicar todo ahora con más calma? –Ella enarcó una ceja. Eso significa que yo seré sometida a un tercer grado una vez que estemos a solas, y no se refiere solamente a quedarme en el solsticio de invierno.
—Hola, señor y señora McKenzie —intercede Chris—. Mucho gusto. Yo soy...
—Christopher Gray. Hermano mayor de Cameron y Celine. Hijo de Alexa y Héctor, y novio de mi hija. ¿Me equivoqué en algo? —La sonrisa de Chris se congeló gracias a la interrupción de mi padre con su cara de serio.
—Espera. ¿Tienes una hermana menor? —Mi chico asiente—. Papá —le regaño al ver la cara de pícaro que tiene, disimulada con molestia.
Mis padres se miran mutuamente. Sus caras de padres molestos se transforman en sonrisas amplias y abrazan a Chris. Si soy sincera, esperaba cualquier reacción, menos esa.
—Bienvenido a la familia —habla mi padre pasando su brazo por los hombros de mi chico.
—Un hijo de Héctor es siempre bienvenido entre nosotros ya sea como familia o como un amigo más —añade mamá y Chris suspira aliviado.
—Tú y yo después tenemos la charla —dice mi padre hacia Chris y por primera vez desde que le conozco, las mejillas de mi chico se tornan rosadas. ¡Qué tierno! —. Ahora mismo, necesito disfrutar de mi hija antes que mi mujer la someta al tercer grado tan añorado por ella.
—¡Steve! —le regaña mamá y mi padre sonríe como si hubiera realizado alguna travesura—. Nosotros te esperamos en tu habitación, cariño.
—Es la...
—Es la última puerta del último piso —me interrumpe y ambos siguieron su rumbo. Si Brenda está arriba, van a estar un poco entretenidos.
—A veces creo que me espían, porque es imposible que ella sea mi habitación cuando nunca le dije cuál era.
—Seguramente Rebeca se lo comentó. Creí que sería más difícil.
—Mis padres saben que yo no tomaría una decisión tan importante de una forma tan despreocupada, entrenador.
Acuna mi rostro entre sus manos y acaricia mis mejillas con los pulgares.
—Te voy a estar eternamente agradecido por salvarme, pequeña. Te debo mi vida. Espero hacerte feliz el tiempo que me queda.
—Chris, haré todo lo posible por romper la ley de los primogénitos.
—Eso es imposible.
—Raquel dice que sí y Camille también, aunque ella cree que es un mito. Dice que la única persona capaz de hacerlo es su hermano Dorian, o al menos es el único que lo ha conseguido.
—Sabes que ellos tienen al menos tres mil años, ¿verdad? Dudo que Dorian se deje mostrar tan fácilmente. —Suspira derrotado al ver mi mirada—. No vas a parar hasta encontrarlo, ¿verdad? —Niego con la cabeza y él resopla.
—Soy demasiado cabezota —digo con orgullo y besa la punta de mi nariz.
Pequeña, necesito ir a buscar a mi madre. Cuando se junta con Janet, la madre de Talia, se vuelve insoportable. ¿Nos vemos antes de que te vayas? Solo tienes que mandarme una señal y correré a ti lo más rápido que pueda. Asiento con lentitud, y después de otro beso, se va corriendo.
—Voy a encontrar a Dorian, cueste lo que cueste —murmuro convencida.
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