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Capítulo 39 «Solsticio de invierno»

Después de salir de la enfermería hace una semana, fui en busca de la directora Rebeca y la directora Smith. Mi petición era quedarme en el colegio para el solsticio de invierno. Como es lo normal, ambas se negaron a mi súplica. Convencerlas no fue nada fácil.

Les expliqué mi plan para encontrar la tumba de Raquel, pero ellas se negaron. Que podía ser muy peligroso y bla, bla, bla. Después de estar reunida con ellas casi una hora y mandarlas a freír espárragos por su tonta ética laboral, dimitieron y me dieron por incorregible. Sabían que yo me quedaría sí o sí.

Ese mismo día hablé con mis padres. También se negaron rotundamente e incluso me dijeron que si era necesario sacarme a rastras del colegio, ellos lo harían. Al final de la llamada, también se rindieron. Sabían que si me llevaban a casa, yo encontraría la manera de regresar y seguir con lo que tenía planificado.

Lo otro más difícil fue convencer a mis amigos que yo haría esto sola. Talia, Cameron y Chris casi me queman viva con la mirada. Brenda y Austin se negaron al instante. Él tenía que quedarse de todas formas y Brenda dijo unas mentiras muy convincentes a sus padres para poder quedarse en el colegio.

Tommy y Lilith dijeron que se irían, pero regresarían un día antes del 21 para no levantar sospechas en sus casas. ¿Cómo lo harían? Pues ni idea. Javier dijo que también se quedaría sin dar más explicaciones.

Convencer a mis amigos de lo contrario.... fue imposible. Así que, ahora mismo me encuentro en la parte alta de la torre de Fuego junto a Chris. Brenda y Austin están en la torre de Tierra, en el ala de las chicas. Cameron y Talia en la torre de Agua, y Tommy y Lilith en la de Viento. Javier está dentro del colegio esperando la mínima señal.

¿De verdad creíste que te dejaríamos hacer esto sola? —protesta Brenda y escucho su resoplido.

Ella tiene que estar demente si pensaba eso de nosotros —añade Talia por el intercomunicador.

Tommy nos había provisto a todos de intercomunicadores auriculares, una de sus nuevas invenciones. Estos son aprueba de calor y agua, y se recargan con el calor corporal o al tocar uno de los cuatro elementos.

—Muchas gracias, chicos —agradezco.

Somos tus amigos, McKenzie. Estamos en las duras y en las maduras —la voz grave de Javier me tranquiliza.

—Todos estamos contigo en esto, pequeña —añade Chris, rodeándome con sus brazos y besa mi mejilla de forma sonora.

Por favor, búsquense un cuarto —protesta Brenda.

¿Eso que escucho son celos? —comenta Cameron con ironía.

Esa palabra no está en mi diccionario, corazón —se defiende mi amiga y le siguen las carcajadas de mis amigos—. Además, ellos no me dan envidia. Yo también tengo un chico que me abraza, ¿verdad, Austin?

Concentración, muchachos —intervino Javier—. ¿Cómo está el frío allá fuera?

¡Qué clase de amigo eres, Javier! —protesta Tommy—. Estamos a -5° grados bajo cero. ¿Cómo crees que está el frío?

¿Creen que dolerá tanto como dicen? —pregunta Lilith—. Dicen los profesores que es un poco doloroso si no se está preparado.

—Si creen que no puedan resistir, pueden retirarse. Con los profesores del consejo estarán seguros —añado mirando las nubes oscuras pasar ocultando las estrellas. Aún no es la medianoche, momento exacto en el que comienza todo. Faltan solo unos minutos.

¿Chris, puede golpearla por mí? —habla Brenda—. Allie, somos tus amigos. Pase lo que pase, no voy a dejarte sola.

Yo pienso igual —secunda Austin.

Talia y yo también –esta vez habló Cameron.

Yo tampoco —dice Lilith con más confianza.

Yo no pienso echarme para atrás —añade Tommy, tiritando por el frío—. Talia, me debes un viaje a Kavala.

Ya te dije que sí, Valent —recalca la pelirroja.

Ya sabes lo que pienso en relación con eso, McKenzie —protesta Javier.

–—Muy conmovedora su plática, pero estén atentos —intercede la directora Carlisle. Había olvidado que ella también estaba en nuestra línea—. Cuando la luna comience a oscurecerse y se vuelva completamente roja, van a sentir un leve cosquilleo. El resto de los síntomas es diferente para cada uno.

Algunos no sienten casi nada. Para otros, el dolor es inaguantable, pero el cansancio corporal es letal para todo aquel que se encuentre entre las paredes del colegio —explica Amelia con voz pausada.

Sigo pensando que dejar a estos chicos aquí fue una mala idea —interviene Jackob, el profesor de Rendimiento

¡Quién dijo algo de dejarlos! —comenta Clarissa con ironía.

Ellos iban a estar aquí, lo quisiéramos o no —añade Brad, en tono divertido.

Eso me recuerda a nuestros tiempos, amor —habla Camille, la profesora de Historia.

Díganmelo a mí. Ustedes fueron los que más trabajo me dieron —protesta la directora Carlisle.

¿A ti sola? —intercede la directora Smith—. Brad, Camille, Erick y Mía, casi destruyen la mitad de mi colegio detrás de un Cerbero.

¡No fue nuestra culpa! —exclaman Brad y Camille al mismo tiempo.

Mía se encariñó con el cachorro —defiende Brad a mi madre–. No es nuestra culpa que el cariño fuera mutuo, y que a esa bestia le gustara jugar fuera del sótano.

Vamos, Karen. La destrucción de tu colegio te fue de maravilla. Esas paredes les caerían encima a ustedes un día de estos —añade nuestra directora con sorna y todos los profesores comienzan a reír. La armonía entre ellos me recuerda a mis amigos.

Atención —interrumpe Javier—. Ya comenzó .

Elevo mis ojos hacia la oscura noche y veo como la luna comienza a oscurecerse. Una vez oculta, los quejidos y gritos llegaron a través de los intercomunicadores

—¡Dios, cómo duele! —espeta Brenda adolorida.

Escucho el grito desgarrador de Cameron y Talia. Detrás de mí, Chris comenzó a retorcerse del dolor y se hace un ovillo. Asustada, me acerco a él.

­—Chris —digo con preocupación. Yo no siento nada. Ni siquiera un cosquilleo.

—Pequeña, mira hacia dónde señala la... Arg —murmura—. ¡Ve! —grita y se retuerce una vez más.

Me quito la sudadera y la coloco debajo de su cabeza. Me levanto y me acerco al bordillo de la torre. Toda la nieve que está en el patio del colegio se ilumina como esquirlas de cristal, como si miles de diamantes cayeran del cielo y se incrustaran en la nieve.

Las vidrieras toman vida y se mueven, formando remolinos de aire y viento con sus colores. Los muros del colegio se tornan de diferentes colores: azul, rojo, verde, marrón y púrpura. El bosque alrededor del colegio comienza a cambiar. Los colores eran los mismos que en los muros, pero en diferentes matices.

Allison —habla Javier con voz quebrada—. Allison, ¿estás bien?

—Estoy bien, Javi.

¿Puedes ver algo? —pregunta con preocupación, pero los quejidos de mis amigos y profesores que perforan mis oídos no me dejan pensar.

—No veo nada.

Concéntrate, McKenzie. —Deja escapar un quejido—. Recuerda las palabras de Arthur. —Asiento como si él me viera.

«En el solsticio de invierno, mira hacia arriba. Tierra, mar, cielo y fuego indicarán el camino al corazón eterno», esas son las palabras que dijo Arthur antes de morir.

Miro hacia arriba pero solo veo la luna completamente roja. Las estrellas desaparecieron al igual que las nubes. Las palabras de Syryna fueron las que llegaron a mi mente: «En el solsticio de invierno mira hacia los cielos, desde las alturas encontrarás el camino».

—¿Qué pasa si uno las dos rimas? —susurro intentando que los gruñidos quejidos en mis oídos no me desconcentren—. Muy bien. Cielo, tierra, mar y fuego indicarán el camino —digo con un hilo de voz—. ¿Qué quiere decir? La fuente. —Miro hacia ella y parte de la luz blanca proveniente de la luna roja, se refleja en ella y la desvía hacia un punto en la parte central del colegio—. Javier, ¿puedes caminar?

Más o menos —contesta y escucho un quejido—. ¿A dónde tengo que ir?

—La enfermería. Necesito que me digas en que parte de la enfermería se refleja.

Entendido —responde y me acerco a Chris. Aún se retuerce del dolor.

—Ya falta poco. —Paso mi mano por su cabello y su frente—. Solo un poco más, Chris.

—Tranquila, pequeña. —Escucho su gruñido y su fuerte respiración—. ¿Qué viste?

—La luz de la luna se refleja en la fuente y se desvía hacia la enfermería. Javier va en camino.

Allie, como esto no funcione, juro que almorzarás con Lilith y Tommy los próximos dos años en el colegio —añade Brenda con voz grave.

Ni que eso fuera tan malo, Brenda —protesta Tommy y escucho su gruñido.

Por Dios, Tommy, cuando hablas de unos de tus proyectos, nos vuelves locos –espeta Talia.

Pero si son divertidos y entretenidos —se defiende nuestro amigo.

La única que te dice eso es Lilith —ataja Cameron entre una sonrisa y un quejido de dolor.

Pero si soy sincera cuando lo digo. Uno de esos esos inventos nos permite comunicarnos entre nosotros —se defiende Lilith y suelta un grito de sufrimiento.

Es verdad, chicos, denle un poco de crédito a Valent —intercede Javier—. Ya casi llego a la enfermería.

«Voy a extrañar esto», pienso abatida.

—¿Estás bien? —pregunta Chris y yo asiento.

McKenzie, ya estoy en la enfermería —reporta León y escucho su gruñido.

—¿Qué ves?

Esto está completamente iluminado, pero nada fuera de lo normal. Voy a entrar a la oficina. —Se escucha un quejido y después como si algo se rompiera.

—¿Javier? ¿Javier, estas ahí? ¿Qué ocurre? —Lo único que recibí como respuesta fue silencio–. ¡Javier, por Dios, contesta!

¡Estoy bien! Deja de gritar como perico borracho. Choqué con una mesa y todo cayó al suelo. —Escucho como abre una puerta—. McKenzie, está señalando directamente a una pintura o un cuadro en específico. ¿Esto te dice algo? —Escucho su gruñido y respiración entrecortada. Está intentando aguantar todo el dolor que puede.

—¿Un cuadro? —Frunzo el ceño y recuerdo el que vi la última vez que estuve ahí—. Ya sé a qué se refiere.

McKenzie —recalca Javier con falta de aire—, ten cuidado.

—Siempre.

¿En qué estás pensando?

—¿Y tú cómo sabes que estoy pensando en algo? —contesto sonriendo.

Te conozco demasiado bien, y esa sonrisa afirma mis sospechas.

¿Qué tienes en mente? —pregunta Brenda casi en susurros.

—Ya sé dónde está la tumba de Raquel —respondo.

La luna comienza a ponerse blanca otra vez. El solsticio está terminando y poco a poco el colegio va quedando en la oscuridad, iluminado solamente por las antorchas en los pasillos y las luces del patio central. Las vidrieras dejan de moverse en espiral volviendo a su estado normal y los muros del colegio se tornaron de su color oscuro natural.

¿En serio? Ilumínanos, por favor —pregunta Talia casi sin fuerzas.

—Voy a dirigirme a la capilla de Raquel. Si tienen la fuerza suficiente, encuéntrense conmigo allá.

—No voy a dejarte ir allá sola —insiste Chris, levantándose del suelo y apoyándose en la pared del muro. Con la mano, seca las gotas de sudor que recorren su cuello.

—Estás muy débil. La persona que está detrás de estos ataques no va a parar hasta encontrarlo y yo tengo al menos una pista. Necesito adelantarme.

—No, pequeña. —Niega con la cabeza—. Esperemos hasta mañana.

—Es nuestra única oportunidad. —Me acerco a él y lo abrazo por la cintura. Me separo y acuna mi rostro entre sus manos.

—Ten cuidado, pequeña.

—Siempre, entrenador. —Me da un largo, cálido y lento beso. Con dificultad me separo de él.

—Nos vemos en unos minutos —comenta sonriendo y aparecen esos los hoyuelos en sus mejillas que tanto me gustan. Le doy un último beso y bajo en dirección a la iglesia abandonada.

Allison —es la voz de Rebeca—, ten cuidado.

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