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Capítulo 35 «Solo una oportunidad»

En la clase de Historia...

—Muy bien, muchachos, eso es todo por hoy —finaliza Camille recostada a la mesa—. ¿Tienen alguna pregunta? —Levanto la mano y ella asiente.

—¿En qué consiste la ley de los primogénitos? —pregunto y los labios de la profesora se fruncen en una línea fina.

—Antes de responder, encontrarán una hoja en la parte baja de sus mesas. Deben firmarla.

Frunzo el ceño y hago lo que dice. Una vez firmada cada una de las hojas, estas desaparecen de nuestras mesas por lianas largas que descienden del techo y se las llevan consigo. La profesora se levanta de su lugar y comienza a caminar frente a los estudiantes.

—La ley de los primogénitos consiste en que todos los chicos al llegar a los dieciochos años y tenga un hermano menor, debe de morir.

—¡¿Qué?! —exclama Cameron levantándose de su asiento—. Dígame que eso es una broma. ¿Por qué Christopher nunca dijo nada?

—El papel que ustedes acaban de firmar se los prohíbe también a ustedes. —El silencio se hace en salón, y la tensión aumenta—. Si uno de ustedes tiene un hermano menor, jamás deben decirle esto. Lo siento mucho, señor Gray, pero la ley fue impuesta por Raquel cuando Dorian, su hermano mayor, se rebeló contra ella.

—¡Pero eso es injusto! —insiste Cameron con voz quebrada—. Mi hermano no tiene por qué morir. ¡Joder! Solo le falta un año y es posible que no lo vea nunca más.

—¿No hay forma de revertir eso? —pregunta Talia, temerosa.

—Tiene que existir alguna manera —pido, levantándome de mi asiento, colocando las manos en la mesa e inclinándome hacia adelante.

—La hay, pero es considerada un mito. Si hubo alguna prueba de su éxito, Raquel se lo llevó a la tumba. Lo siento mucho, señor Gray. La clase terminó.

Camille sale por la puerta más cercana.

—¡Cameron! —espeta Talia, y se escucha un portazo al final del salón—. Maldita sea.

—No me creo lo que ella acaba de decir —insiste Brenda entre espanto y asombro.

—Y yo pensando que no era cierto. Tengo que ir con Chris.

Salgo corriendo de la estancia en su busca. En el camino me encuentro con Cam completamente angustiado sentado en el suelo recostado a una columna.

—¿Qué pasa? ¿Dónde está Chris?

—Él no puede morir, Allie. No él. Es un idiota, pero sigue siendo mi hermano —murmura con voz quebrada mientras su novia le abraza con fuerza.

—¿No saben dónde pueda estar? —Ambos niegan con la cabeza ante mi pregunta–. Vayan a clase. Necesito que me cubran. Voy a encontrarlo. No debe de estar muy lejos.

—Vamos, amor —insita Talia con dulzura—. Encuéntralo —gesticula con sus labios y yo asiento.

Recorro todo el colegio y al llegar la noche, aún no tengo noticias del mayor de los Gray. La desesperación llena mi alma y Cameron sigue con el rostro entristecido. En la cena ni siquiera pruebo un bocado.

—¿Aún sin noticias de él? —pregunta Brenda y yo niego con la cabeza—. Pobre Cameron. Está devastado.

—No es nada fácil escuchar que tu hermano morirá en un año —añade Tommy con preocupación.

—Su cabeza debe de estar como un bombo chino retumbante ahora mismo – murmura Lilith revolviendo su comida con el tenedor—. ¿Dónde estará Christopher? Desapareció como una estrella fugaz sin dejar rastro.

—Estrella fugaz —murmuro y me levanto de la mesa.

—¿A dónde vas? —grita Brenda, pero yo ya estoy en la puerta del comedor en dirección a la torre de Fuego.

—¿Está arriba? —le pregunto de sopetón a Tina, la recepcionista. Ella sonríe de soslayo, pero asiente. Suspiro, aliviada—. Gracias a Dios. Llevo buscándolo el día entero. Su hermano está angustiado.

—Está en la última planta como siempre. Imagino que ya saben sobre la ley —más que una pregunta, fue una afirmación—. Es mejor dejarlo solo.

—En momentos como este es cuando más se necesita a un amigo. ¿Ya comió? —Ella asintió.

Tomo el ascensor hasta la última planta y me dirijo hacia el estante del pasadizo. Me cercioro que no hay nadie en la planta y corro un poco el libro de cuero oscuro y el estante se abre frente a mí. Subo las escaleras y al salir de la trampilla vislumbro a Chris cubierto de nieve recostado al muro con los brazos cruzados y la cabeza gacha. Aún tiene la misma ropa del entrenamiento en la tarde, pero ahora con una camiseta sin mangas.

—Chris —susurro y corro a abrazarlo.

—Hola, pequeña.

Sus brazos me envuelven y el calor llena mi cuerpo al instante. El olor tan familiar me reconforta. Me separo y le golpeo con fuerza en el pecho.

—¿Sabes lo preocupada que estaba por ti? Cameron te ha buscado todo el día y yo casi me vuelvo loca al no tener noticias tuyas. —Agarra mis muñecas y me pega a él nuevamente.

—Lo siento mucho, pequeña. Yo lo acepté desde hace tiempo. —Le abrazo una vez más—. Ver a mi hermano me rompió por dentro.

—¿Por eso hiciste aquello con Alice? ¿Preferiste alejar a Talia con una mentira por miedo a su dolor en un futuro? —Asiente—. ¿Cómo lo supiste?

—A lo lejos veo a mi hermano gritando mi nombre como loco desquiciado. Cameron no muestra sus sentimientos hacia mí desde lo ocurrido con Alice. Fue suficiente para saber que ya sabe la verdad.

—No quiero perderte, Chris. —Una lágrima recorre mi rostro hasta llegar al cuello—. No es justo. ¿Quién me va a ayudar a molestar a Brenda o a dejar en ridículo a León en las peleas?

—Yo tampoco quiero perderte, pequeña. —Me separa y eleva mi mentón con el dedo.

El aire azota su cabello y la nieve se arremolina alrededor de nosotros. Sus ojos negros me observan con detenimiento y yo no puedo apartar los míos de él tampoco. Deja mi mentón y agarra mis manos con las suyas. Su piel está caliente a pesar de estar con una camisa sin mangas y unos pantalones cortos de mezclilla.

Chris baja su cabeza y nuestros labios quedan a unos milímetros. Mi respiración se vuelve agitada y mis manos me pican por tocarlo, pero a mi mente vino el rostro de Talia y me alejo soltando mis manos de su agarre. Me levanto y él hace lo mismo.

—¿Allie? —pregunta, confundido.

—Discúlpame. Yo no... —Doy dos pasos hacia atrás, pero agarra mi brazo cuando intento alejarme y me atrae hacia él.

—Ni se te ocurra escapar. —Con una mano agarra mi brazo y con la otra mi cintura

—¿Qué pasa con ella?

—La pelirroja quedó atrás, pequeña. Te lo he dicho desde que te vi esa noche cerca de la mesa del ponche. Solo tuve ojos para ti. —Acuna mi rostro con la mano. —No sé qué hiciste esa noche. No sé si fue tu bravuconería o el agua que lanzaste a mi cabeza cuando te besé. —Mira hacia mis labios y luego posa su mirada en mis ojos—. Solo sé, que desde ese momento, no tengo ojos para nadie más. Déjame intentarlo, Allison. Solo una vez. —Sus labios impactaron con los míos

«Santa madre del verbo hermoso. Quiero matarme por ser inexperta en besar. ¿Cómo rayos hago esto bien?», pienso mientras abro mis labios por inercia. Chris sonríe con sus labios pegados a los míos al ver mi indecisión.

—No pienses más y déjate llevar, pequeña —susurra cerca de mis labios y suelta mi cintura. Coloca su otra mano en mi rostro y me besa una vez más.

«Pero que bien besa», con torpeza lo acerco a mí por su cintura o más bien me acerco yo a él. Es demasiado grande y moverlo de su lugar es muy complicado.

—¿Ya puedo presentarme a tus padres como tu chico? —pregunta, al separarse de mí. Frunzo el ceño, confundida—. Pequeña, me queda solo un año y quiero pasarlo con la chica que me gusta. —Sus manos aún siguen en mi rostro—. Quiero conocer al huracán de su hermana y a los padres que dieron a luz a esta belleza que tengo frente a mí.

—No, Chris. —Me alejo, dejando que el frío corra entre nosotros, pero me agarra nuevamente por el brazo.

—¿Qué pasa? —Niego con la cabeza con vehemencia—. Me gustan las cosas claras, Allison. ¿Qué ocurre?

—No quiero ser una más de tu lista —murmuro—. No quiero ser una chica que ilusionas al principio y a la mínima oportunidad, la dejas en una esquina por otra con más experiencia. —Me zafo de su agarre, alejándome. La vergüenza me embarga y la voz se me rompe—. Si la ley de los primogénitos es cierta, solo me quedan un par de años y no quiero pasar ni un solo momento sufriendo por un chico que no supo apreciarme desde el principio.

—Detente, por favor. —En dos zancadas se acerca y me atrae hacia él. Cierro los ojos por su exquisita cercanía y siento su frente pegada a la mía—. No hables más. Desde que te conocí, supe que eras distinta al resto.

—No me hagas reír, Chris. —Me separo de él y apoyo la palma de las manos en el bordillo de la torre. Tomo una larga bocanada mientras intento enfocarme en el bosque que se expande frente a mí—. ¿Sabes la cantidad de veces que he escuchado esa frase ahí fuera? Los chicos de hoy solo buscan una cosa y una vez que la consiguen, abandonan a las chicas y van por la siguiente en su lista.

—¿Por qué eres tan desconfiada? —Me gira y puso sus manos a cada lado mío para que no pueda escapar—. ¿Quién te hizo daño? —Sus ojos negros estudian mi rostro con cautela.

—No fue a mí. —Miro hacia la izquierda y bajo la cabeza—. Tengo una amiga. Su nombre es Katie. Su novio después de... ya sabes, la dejó a su suerte. Ella quedó devastada, y yo... Yo no quiero terminar así. No quiero pasar mis últimos años pensando que cuando tomé una decisión, fue la equivocada.

—Sé que no soy un chico digno de confianza, pequeña. Como dijiste cuando nos conocimos: mi reputación me precede. Pero en verdad te quiero. Déjame intentarlo, por favor.

—Solo una oportunidad, Chris. Solo una. Trata de no arruinarla. —Él sonríe con amplitud—. Una cosa más, Christopher Gray. No me gustan las mentiras o verdades a medias. Si pasa algo con alguien, prefiero que me lo digas tú, antes de enterarme por una tercera boca. Dime la verdad. Yo decido si duele o no. —Él asiente sin dejar de sonreír—. Una pregunta.

—Pregunta lo que quieras saber.

—¿Cómo lo hice?

—¿Eh? ¿A qué te refieres? —El calor comienza a inundar mis mejillas por hacer la pregunta más estúpida de la historia. Parpadea, confundido, sin entender los nervios detrás de mis palabras.

«¿Por qué será tan complicado?», pienso avergonzada.

—Allie, no comprendo.

—¿Te pregunto cómo lo...? —Resoplo, frustrada. Esto es más vergonzoso de lo que pensé. Él abre los ojos y ríe a carcajadas.

—No me lo puedo creer. De tantas cosas por las que puedes preocuparte en este momento, ¿de verdad me estás preguntando si besaste bien? —Detiene su risa y acuna mi rostro entre sus manos—. Eres adorable, ¿sabías? Para ser una chica que nunca ha besado a alguien, lo hiciste bien. —Le empujo, pero no logro moverlo ni un milímetro.

—¿Qué pasa si hago algo mal? Yo nunca he...

—Ya estaré yo para ayudarte —interrumpe y me acerca por la cintura—. En este camino, crecemos y aprendemos al mismo tiempo, pequeña. Siempre vamos a cometer errores, solo nos queda superarlos juntos. —Entrelaza sus dedos con los míos y enseña una sonrisa cálida mostrándome que todo estará bien. O al menos es lo que esperamos.

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