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Capítulo 34 «La cazadora»

El hambre que tengo esta mañana es atroz. Es como si no hubiera comido en una semana y mi estómago no tuviera fondo. El hambre es insaciable. Para cuando levanto la cabeza del plato, mis amigos me miran con los ojos bien abiertos. Si fuera yo, mi expresión sería la misma que la de ellos.

—¿Se puede saber qué hiciste para que estés tan famélica? —pregunta Lilith apuntándome con el tenedor.

—Les voy a ser sincera. —Limpio el contorno de los labios con una servilleta y la lanzo la mesa—. No tengo ni idea de lo que me pasa. Es como si mi estómago no tuviera fondo.

—Eso podemos verlo —dice Brenda con ironía y se acercó a mí—. ¿Segura que solamente vieron las estrellas anoche? —susurra bien bajito y la empujo juguetonamente.

—Cotilla —hablo por lo bajo.

—Si sigues así, a este paso vas a rodar por las escaleras del dormitorio —añade y sonríe.

—Eso lo dudo. Chris la tiene sin aliento en las clases de Defensa —me defiende Tommy y chocamos las palmas de las manos.

—¿Ven? Ese es un amigo de verdad —aclaro y le guiño el ojo.

—Eso me ha dado directo en el corazón, pequeña —habla una voz a mis espaldas.

—Chris —digo con emoción. Demasiada emoción... creo.

—Puedo sentarme? —pregunta, con dudas.

Lilith y Tommy se miran, y a regañadientes le hacen espacio. Se acomoda frente a mí y ahogo un grito al verlo.

—¡¿Qué rayos te pasó en la cara?! —No sé si pregunté o exclamé.

Lo que si sabía es que estoy molesta. En el pómulo derecho de Chris está naciendo un cardenal recién hecho y tiene el labio partido.

—Me golpeé con la puerta a la hora de salir —contesta y le da un sorbo a su vaso.

—Sí, claro —digo con ironía—. Mi madre es la directora del colegio y mi primo es Jason Momoa.

—¿De verdad? —pregunta Lilith con inocencia y Tommy golpea su frente.

—¿Quién te hizo eso, Christopher? —insisto.

—Tranquila, pequeña. Se me quita en unos días —responde y bufo por lo bajo.

—Buenos días —saluda Austin, cantarín—. Wow, eso es un buen derechazo, Chris. —El aludido gruñó por lo bajo mientras Austin se coloca entre Brenda y yo.

—¡Oye! —protesta la asiática—. Ese es mi puesto.

—Yo también te quiero. —Austin le planta un beso a Brenda y ella se deja.

—Vamos, chicos, estamos desayunando —protesta Tommy y cubre sus ojos.

—Búsquense un lugar privado —secunda Lilith mirando hacia otro lado con sus mejillas enrojecidas.

Chris sonríe al verlos. Toda la rabia que tenía hace un momento se esfuma cuando curvó sus labios en ese gesto tan cariñoso mostrando sus hoyuelos. Sus ojos negros no dejan los míos cuando coincidimos y su risa no desaparece a pesar del gesto de dolor que hizo.

—Chicos, en serio, será mejor que dejen el morreo para otro momento o voy a terminar en enfermería por un coma diabético —digo, y finalmente mis amigos se separaron. Brenda tiene las mejillas rosadas y Austin está henchido de alegría.

—¿Chris te dio mi mensaje? —susurra él en mi oído y yo asiento.

—Después de clases, paso por la biblioteca. Por alguna casualidad, ¿no tendrás alguna fotografía de Syryna en algún lado?

—Tendría que buscar, pero me parece que en los archivos de mi padre había una fotografía. Más que una fotografía, una pintura. En ese tiempo no creo que existieran las cámaras fotográficas.

—¿Podrías hacerme el favor de buscarla? Sería de mucha ayuda. —Él asiente a mi petición—. Gracias.

La clase de Defensa la hicimos nuevamente al aire libre. El frío es horrible. Chris me abraza por detrás y el calor inunda mi cuerpo. Las preguntas que tenía ayer en mi cabeza acaban de ser respondidas. Que sea un chico de fuego tiene sus cosas buenas. Chicas y chicos de fuego hicieron lo mismo. Increíblemente, Talia abrazó a Brenda y Cameron a Javier.

—En serio, profesor, este frío no nos deja ni mover una pierna —habla un disgustado James, un chico de tierra.

—Según cuenta la historia, una de las grandes batallas entre Dorian y Raquel fue en invierno —explica Brad. Las protestas y exclamaciones comenzaron.

—Vamos, profesor. Los estudiantes que tenían síntomas de cold fueron puestos en cuarentena —protesta un chico árabe usuario de aire.

—Kalhib, hay peligros mucho más grandes que los cold.

Con esas palabras de Brad, el silencio reina entre nosotros. A mi mente llegaron las palabras de Syryna. «Los cold son el menor de tus problemas».

—Cuando ustedes salgan de estas paredes, serán puestos como guardianes, y los cold van a ser el mínimo de sus problemas. En tercer año, van a tener que elegir una carrera y dependiendo de eso, se les asignara una persona. Aunque algunos ya lo tengan desde nacimiento —dice mirándome a mí... o a Chris—. Ahora, no sé dónde los pondrán o junto a quién, pero es mi trabajo tenerlos preparados para todo tipo de lugares o ambientes.

—Pero, este frío es insoportable —replica Kate, una de agua.

—Si sufren en invierno, no quieren saber lo que es pasar un verano en Texas —añade Brad con sorna—. Es hora de trabajar. Como ven, todo está congelado. La complejidad de este ambiente dificulta el trabajo de los usuarios de agua.

—Eso significa que es imposible que nos manden a un trabajo en un ambiente como este —protesta Kenya, una chica de agua. Creo que ella es de Sudáfrica. Brad sonríe de soslayo.

—Algunos recordarán el ataque que tuvo Allison hace unas semanas.

Todas las miradas de mis compañeros se posan en mí. Me siento pequeña debajo de su escrutinio y trago en seco. Chris debe haber sentido mi vergüenza, porque me abraza mucho más fuerte

—Ese ataque fue hecho con hielo. Agua lo suficientemente fría como para congelarla y casi matarla. Alice ya no está entre nosotros, pero como pudieron apreciar ese día, el ataque dejó muy malherida a la señorita McKenzie. Con eso les digo que este ambiente es el mejor para ustedes. —Escucho una pequeña sonrisa proveniente de Chris—. Es posible que sean el elemento más poderoso en este campo de batalla. Espero que las clases de química del profesor Partner no se les haya olvidado. Las van a necesitar.

«Esto va a ser para largo», pienso y suspiro.

—Si no hay más protestas, discusiones o malentendidos, es hora de quitarse sus bonitos guantes y defenderse.

—¿Estás lista, pequeña? susurra Chris.

—Cuando quieras, entrenador.

Una hora después, solo quedábamos en pie Brenda y Vincent, este último agarrado desde el suelo con ramas de sauce y sin poder moverse. La cara de celebración a Brenda nadie se la quitará en una semana al menos. Cameron y Talia no lo tienen tan fácil. A la pobre se le quemó un mechón de cabello. Chilló por todo lo alto al ver aquello. Javier era el otro que luchaba sin parar. Sus parejas no duraban ni cinco minutos con él. Parecía molesto. Muy molesto.

Chris y yo...bueno. Esa es otra historia. Al entrenar desde hace un mes con él, conozco todos sus movimientos y posiciones de combate. Él casi no me había tocado y ninguno de mis ataques le había rozado la piel al menos. Sí, porque esa es la otra.

Como el muchacho es de fuego, fue a entrenar con unos pantalones cortos de mezclilla y una simple sudadera, que para colmo, se la arremangó hasta los codos. Yo creo que las chicas perdían a posta solamente para verle sus piernas y brazos torneados. Este chico es la felicidad y el dolor para la vista de cualquier mujer.

—Te tengo.

Me había acercado lo suficiente para lanzarle agua fría y que esta impactara directamente en su esternón, lanzándolo por los aires. Doy un pequeño grito al ver como Chris cae con peso sobre un montículo de nieve.

Corro hasta él lo más rápido que puedo y quito la nieve que estaba en su cabeza. Creo que me excedí

—¿Chris? Responde, maldita sea —protesto y acerco mi oreja a su nariz.

—¿Qué ocurrió? —pregunta Brad a mi lado.

—No sé. Él simplemente... —dejo de hablar cuando el olor a quemado llega a mi nariz.

Mi cazadora se estaba quemando. Brad me la quita rápidamente y la lanza a la nieve. La aplasta con el pie y yo lloro por lo bajo. Ellie me la había regalado el año pasado por mi cumpleaños. De esas ya no quedan por ser edición limitada. Un quejido llegó a mis oídos haciendo que olvidara la cazadora arruinada.

—Chris. —Unos ojos negros me miran divertidos y en su mano izquierda hay una pequeña flama de fuego—. La madre que te parió, maldito tramposo.

Él comienza a reír a carcajadas y le miro estupefacta. Formo una bola de nieve y se la estampo en la cara. La sonrisa de él se detiene por un instante, pero sigue sonriendo a carcajadas cuando quita la nieve de su rostro. Al final, termino riendo con él. Brad nos mira a ambos como si nos hubiéramos vuelto locos y niega con la cabeza. Miro a mis compañeros y todos nos observan con curiosidad, menos uno.

Los ojos verdes de Javier se habían tornado oscuros y su mano derecha estaba dañada. Su mentón está apretado y sus labios se habían convertido en una fina línea. Mi corazón se encoge y detengo mi risa.

—Perdóname por la cazadora —murmura Chris en mi oído.

La piel se me eriza por el frío, o eso creo. Él debe haberlo notado porque se quitó la sudadera y la coloca por encima de mí, dejando su torso completamente desnudo. No sé si mi cabeza me jugó una mala pasada, pero creo haber escuchado suspirar a todas las chicas de primero y sonrío.

El olor de Chris está impregnado en ella. Casi respiro profundamente e inhalo su olor. Pero mejor lo dejo en el "casi".

—Dejémoslo por hoy. Nos vemos en unos días —ordena Brad y recoge del suelo la cazadora arruinada para entregármela. Chris y yo nos levantamos también—. No creo que tenga mucho arreglo. Buen trabajo los dos. Has avanzado mucho, Allison. —Palmea mi espalda y se retira.

—Puedo conseguirte otra si quieres –añade Chris a mis espaldas

—Lo sé, pero fue un regalo de mi hermana. Puedes conseguir una igual, pero el sentimiento no será el mismo. —esto último lo dije con un nudo en la garganta—. No sería lo mismo. Ellie ahorró durante un año para comprármela. Y ya no quedan en el mercado.

—Lo siento. —Me atrae hacia su pecho desnudo para abrazarme—. Por lo visto es irremplazable. ¿Cómo es ella? —Nos separamos y caminamos hacia el colegio.

—¿Te refieres a Ellie? —Asiente con lentitud—. Esa niña es pura energía con solo trece años. Cuando crezca, va a ser la envidia de todas las chicas en este colegio. Su pelo es tan rubio como el sol y sus ojos verdes son dos esmeraldas incrustadas en su precioso rostro angelical.

—Cuando hablas así de ella, significa que le quieres mucho.

—Adoro a esa pequeñaja. Si un día la conoces, la adorarías al instante. Es puro amor. Te lo digo yo.

—Si es como su hermana mayor, me encantaría conocerla. Caería enamorado.

Al llegar al colegio hago el amago de quitarme la sudadera de Chris, pero me detiene.

—Quédatela. No la necesito. Ve rápido, que tienes clases. Nos vemos en la tarde.

—Adiós, entrenador.

Beso su mejilla y camino en dirección al dormitorio, echo la cazadora arruinada en la basura y tomo los apuntes para la clase de Historia.

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