Capítulo 31 «Cita a la medianoche»
Parece mentira que después de tanto tiempo, estoy resfriada por jugar en la nieve. Uno de mis pasatiempos favoritos después de surfear. Si me lo dicen, no me lo creo. Mamá y papá casi atraviesan el teléfono al escucharme con la voz tan quebrada. Ellie solo pudo burlarse y hacer chistes, y yo... pues yo intento no maldecir la generación futura de Christopher solo porque su hermano me cae muy bien.
—Ugh. Hasta me parece gracioso —comenta Brenda sentándose a mi lado rompiendo mis pensamientos asesinos hacia los Gray—. No me has contado como te fue hoy con el señor Gray.
—Súper divertido. Patinamos, reímos, comimos e hicimos muñecos de nieve. —Soplo la nariz nuevamente. Está roja como tomate.
—Te llevó al lago. —Asiento mientras sacudo mi nariz de nuevo—. Ahí es donde llevas a sus conquistas.
—Chris sabe que entre él y yo no hay nada. Ni tampoco lo habrá. Solo somos amigos.
—¿Has escuchado lo de amigos con derecho a roce? —ironiza Brenda y estornudo otra vez.
—Te digo que no. Yo se lo dije y él lo tiene claro. Lo menos que se me pasó por la cabeza es eso. Es verdad que está muy bueno y todo eso, pero... no quiero ser una más de la lista, Brenda. Ya me conoces.
—Te entiendo. —Coloca su mano en mi rodilla y le da un leve apretón—. Esperemos que él también lo entienda.
–—Has sabido de Javier hoy? —Ella fue a hablar, pero tocan la puerta—. Adelante. —Estornudo y sacudo mi nariz nuevamente. Unos ojos verdes me miran divertidos desde la puerta y sonrío—. Hola, Javi. Puedes pasar.
Está vestido con una sudadera color esmeralda, unos vaqueros y botas oscuras altas. Su cabello negro cae descuidado en su frente y trae las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros.
—Solo quería saber cómo estabas.
—Voy a... salir un momento. Austin me pidió ayuda en la biblioteca —explica Brenda de forma sospechosa cuando llega a la puerta, dejándonos a Javier y a mí en un silencio un tanto incómodo.
—Estoy bien. Es solo un resfriado. Puedes sentarte si quieres. No creo que sea contagioso.
—Es un poco extraño que te enfermes. —Se siente en el bordillo de mi cama—. Los usuario vida son los más saludables... genéticamente.
—Seguramente con todo el problema de las marcas en el techo, la inmunología bajó un poco. Esto se me quita en un par de días.
Ayer fue un completo caos. Brenda y yo descubrimos unas escrituras extrañas en el techo. Pasé por todas las habitaciones de los chicos cold, y cada uno, encima de su cama tenía una igual a la mía.
Nuestra hipótesis es que de esa manera se iban formando los cold en el interior del colegio. La directora Smith y Javier fueron los siguientes en saber que era del elemento vida. Austin, el protegido de la directora, fue el primero en darse cuenta.
—Ese chico no te conviene, Allison.
—¿Otra vez, Javier? —Este tema me está cansando un poco—. ¿Por qué todo el mundo da su opinión cuando yo no la he pedido? Yo decido lo que me conviene o no. Además, Chris y yo no estamos saliendo, así que puedes dejar de preocuparte. —Sueno mi nariz nuevamente.
Cuando mis padres se enteren de esto, se volverán locos. Frunzo el ceño al analizar mis propias palabras. Si ningún usuario agua puede curarse, ¿cómo puede ser posible que ellos me hayan enseñado?
—Christopher es mi amigo, y como le conozco, sé que no te conviene.
—Te lo vuelvo a preguntar. ¿Me metí en tu relación cuando volviste con la hurraca insoportable de Alice? ¿Te he dicho algo de las cartas que le envías desde que se fue? —Abre los ojos, asombrado. Había descubierto su pequeño secreto—. Lo supe todo este tiempo y nunca te dije nada. —Boto la toalla sucia en el cesto debajo de la mesa y tomo otra limpia—. ¿Para qué? El hombre no aprende por cabeza ajena. Si hay algo que admiro de mis padres es que apoyan mis decisiones. Si me sale bien, pues bien. Si sale mal, me dan una palmada en la espalda y continúo mi travesía. Solo uno aprende de los errores propios.
Muerde su labio inferior como si estuviera aguantando las ganas de zarandearme.
—No quiero que salgas herida, Allie. —Sus ojos verdes no dejan de mirarme. Se han aclarado como nunca los había visto.
—Si no siento nada, ¿cómo voy a salir herida? —Sonrío ante mi mentira y estornudo una vez más—. La gracia de hoy me costó un resfriado en el segundo día de diciembre. —Gruño por lo bajo. Me enfermo en mi época favorita del año—. Él solo está de pasada, Javi. No le gusta estar anclado a nadie —insisto, intentando convencerlo a él y a mí.
—Eso podría cambiar, y lo sabes, McKenzie
«Su corazón está unido solamente a Talia. Entiéndalo de una vez», pienso.
—No lo conoces como yo.
—Chris solo quiere disfrutar de la vida. Él es un buen chico. Es una lástima que pocos sepan verlo.
—Es mi amigo y conozco el pie por el que cojea.
—Deberías decirle lo que piensas. Si es tan mala influencia, ¿cómo puedes considerarlo tu amigo? Es más, si es tu amigo y no está aquí para defenderse, deberías hacerlo tú por él, aunque después quieras romperle su cara bonita en privado.
—¿Cara bonita?
—¿Es en serio? —protesto y sonríe con picardía—. De todo lo que te dije, ¿eso fue lo único que se te grabó? —Niego con la cabeza y tomo otro klenex cuando desecho el anterior—. Definitivo. Los hombres tienen solo dos neuronas que siempre están en corto circuito. Es solo un amigo, Javier —aclaro una vez más—. Salimos hoy del colegio para disfrutar de la nieve y respirar un poco de calma. Aunque pasara algo entre ambos, nada puedes hacer.
—Con amigos como tú, ¿para qué quiero enemigos, León? —habla una voz grave desde la puerta. Javier miró en dirección a la puerta. Mis ojos chocan con dos pupilas oscuras y un mentón demasiado relajado si escuchó parte de la conversación.
—Chris —susurro, apenada.
—Lo que más me gustó de todo fue que pensaras que tenía una cara bonita, pequeña —dice con ironía y yo pongo los ojos en blanco—. No sabía que pensabas tan mal de mí, Javier —Chris está recostado al marco de la puerta con los brazos cruzados en el pecho—. Deberías ser como Allison. Le encanta decirme todo en mi... cara bonita. Si me gusta lo que me dice, bien y si no... también me tiene que gustar. Tengo que cuadrarme y callarme.
Javier cierra sus manos en puños y aprieta el mentón.
—¿No te enseñaron que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación?- espeta Javier de mala gana. Yo le aprieto el brazo y me mira. Sus ojos verdes se habían oscurecido, tornándose de un verde musgo.
—No es el momento —hablo para que solo él escuchara. León aprieta los labios y el mentón. No quiero tener una guerra en la mitad de mi cuarto—. Es mejor que hablemos más tarde.
Él respira con profundidad, relaja sus manos y sus ojos toman su tonalidad verde natural.
—Nos vemos luego, McKenzie. —Coloca su mano sobre la que yo tenía en su brazo. La aprieta levemente y besa mi mejilla—. Espero que te mejores.
Se levanta de la cama y pasa cerca de Chris sin mirarlo. Suspiro, apenada, cuando se retira. Chris cierra la puerta sin moverse de su posición.
–Gracias –dijo.
—¿Por qué? —Sacudo mi nariz nuevamente. Maldito resfriado. La nariz y la garganta me duelen como nunca.
—Por ser mi amiga. Nadie me había defendido en años. Ni siquiera Javier o mi hermano.
—Eso es porque no te conocen —explico sonriendo y estornudo otra vez.
—¿Ah sí? ¿Y usted me conoce bien, señorita McKenzie? —pregunta, acercándose a la cama pero sin sentarse.
—¿Más que la mayoría? Creo que sí —añado y ambos sonreímos—. ¿Qué haces por aquí? Pensé que estarías con Kate Reinhart. Esa chica no te quita la vista desde que llegamos en la tarde. Es más, creo que no te ha quitado la vista desde que llegaste. Chico afortunado.
Él sonríe y aparecen unos hoyuelos que antes no había visto y se ven muy tiernos en él.
—Mira que eres perspicaz. Están más al tanto de mi vida amorosa que yo mismo —ironiza y se sienta en el borde de la cama un poco más cerca de mí que Javier.
—Ofende mi inteligencia, señor Gray —añado y sacudo mi nariz—–. Además, creo que todo el mundo lo sabía menos tú. Has estado con medio colegio antes de entrar a los 16 y la otra mitad babea por ti. ¿Qué se siente?
—¿El qué? ¿Ser monitorizado las 24 horas del día o la parte que me gusta una chica y soy completamente ajeno a ella? —Enarco una ceja y sacudo mi nariz.
—Eso te pasa por romperle el corazón a cierta chica de fuego. Ahora está con otro y es obvio que le eres ajeno. Cameron es bien guapo y ambos hacen una linda pareja. —Estornudo nuevamente. Tomo otro kleenex limpio y desecho el anterior en la papelera. Él negó con la cabeza—. ¿Qué? Tú fuiste el que metió la pata. Ahora te toca asumir las consecuencias.
—¿Qué harás mañana?
—Tengo clases, señor inteligente. —Estornudo y respiro por la boca—. Si esto me deja, claro está. —Señalo la toalla en mis manos.
—Te preguntaba después de clases. Austin quería verte. Dice que descubrió algo más de la tumba de Raquel.
—¿No puede ser hoy?
–Dudo que te dejen salir de esta habitación. Brenda no deja que nadie pase a verte. Está media chiflada, pero se nota que te quiere bastante. Ellos hacen una linda pareja.
Sonreí al imaginarme a mis dos amigos con un par de retoños. Si, ya sé que estoy un poco lejos, pero serían monísimos.
—¿Cómo sabías lo de Javier?
—¿Te refieres a las cartas? —él asiente y sacudo mi nariz—. No lo sabía. Simplemente lo intuí. —Sus labios se curvan en una sonrisa—. León no es de escribir mucho, ni siquiera en clases. La última semana, me di cuenta que el puño de su camisa siempre tiene carboncillo.
—Son solo conjeturas. A lo mejor le gusta pintar en su tiempo libre.
—Los lienzos no abundan mucho por aquí, Chris. Además, cuando entré ayer en su habitación para revisar el techo, en su mesa vi varios sobres apilados. Uno de ellos decía: "Para mi querida A "
—Pequeña, esa inicial puede hasta ser de su madre. Su nombre es Adriana.
—No viste sus ojos cuando se lo dije. El remitente era Alice. Por cierto, en el lago me preguntaste si tenía la noche ocupada. ¿Se mantiene en pie?
—Se mantiene si la señorita Clark te deja salir de la cama —aclara, con sarcasmo—. Tiene que ser después de las 12 de la noche.
—¿Por qué siempre es a la media noche? —Estornudo nuevamente—. ¿No puede ser a las 9 o a las 10 como un horario normal? —Sacudo mi nariz y gruño. ¡Qué asco de resfriado!
—Ahora que lo dices, nunca he ido antes de las 12, pero lo que quiero mostrarte ocurre entre las 12 y la 1 de la mañana. —Gimo por lo bajo.
—Brenda siempre cae rendida como una roca. Nos vemos a las 11:30 en el pasillo —explico y estornudo otra vez. ¡Qué ganas que esto se me quite!
—Trae algo para cubrirte. Lo vas a necesitar.
—¿Vamos a salir del colegio a esa hora?
—El lugar donde vamos es dentro del colegio, pero como no te cuides ese resfriado, Brenda es capaz de enterarme vivo —añade y sonríe, haciendo relucir los hoyuelos de nuevo. La puerta se abre y Brenda entra con un plato humeante.
—¿Cómo sigue el paciente? —pregunta ella en tono juguetón.
—De la misma forma desde que te fuiste —ironizo, y ella sonríe mostrando su dentadura blanca.
—Hola, Chris. Mira como la dejaste. —Coloca el plato en la mesa entre las dos camas y pone sus brazos en forma de jarra—. Nada más se te ocurre a ti sacarla con este tiempo. —Negó con la cabeza como si estuviera regañando a un niño.
—Demasiadas tensiones en el ambiente, Brenda. Allison necesitaba un respiro.
—Ya lo dijiste, Gray. Un respiro, no un resfriado —protesta la asiática. Pongo los ojos en blanco y Chris ríe por lo bajo—. Esto te lo manda Austin. —Señala con el mentón hacia el plato—. No me preguntes cómo la consiguió porque no tengo ni remota idea.
Sonrío por lo bajo. Al parecer, Brenda aún no sabe que Austin tiene vía libre en la cocina.
—¿Has tenido fiebre? ¿Mareos? ¿Has tomado bastante agua?
—Brenda, por Dios, eres peor que mi madre y Amelia juntas —digo y sonrío.
—Ya quisieras tú conocer a mi madre —añade ella divertida.
—Mi misión aquí ha terminado. —Chris se levantó de la cama—. Solo pasé a ver como seguías, pequeña. Nos vemos mañana. –Asentí–. ¿Entrenamiento?
—Dime que estás bromeando —intercede Brenda—. Chris, tiene un resfriado.
—Y si el cuerpo está en movilidad es mucho mejor. El reposo y la cama acaban con el sistema inmune de los elegidos. Hoy lo dejé pasar ya que es el primer refriado de Allison en toda su vida. Algo que es muy inusual en nosotros, si me permites decirlo.
—Chicos, chicos —interrumpo. Odio la voz extraña que tengo. Siento que tengo una burbuja atorada en la garganta—, estoy aquí. No soy sorda. Si mañana me siento mejor, entreno. No me gusta estar encerrada en estas cuatro paredes. —Sacudo mi nariz nuevamente y respiro por la boca de nuevo.
—Esa es la actitud —dice Chris con sorna y me guiña el ojo.
Sabe perfectamente que a Brenda no le gusta y él adora molestarla. Sus labios se curvaron en una sonrisa, así que había conseguido su objetivo. Se acerca y besa mi cabello.
—Nos vemos en la noche, pequeña —susurra bien bajito cerca de mi oído. Me atraviesa con sus ojos negros una última vez y sale de la habitación.
«¿Qué querrá hacer esta noche?», pienso mientras tomo otro kleenex.
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