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Capítulo 26 «El inicio del fin»

—Mira, Allie. —Señala Brenda emocionada hacia la ventana—. Está nevando.

Ambas nos levantamos de la cama y vemos los primeros copos de nieve cayendo del cielo.

—Hoy será la primera noche de diciembre. —Nos acercamos al balcón y acomodo mis brazos en la baranda.

—Eso significa fiesta y baile —comenta, emocionada, dando pequeños brincos.

—¿Cómo llevas lo tuyo con Austin? —Su sonrisa se esfuma al instante—. Ah, no. Puedes mentirle a cualquiera menos a mí, Brenda Clark.

—¿Es tan evidente? —Sus mejillas comienzan a tornarse rosadas.

—No, pero me lo acabas de confirmar. —Ella sonríe. La había atrapado sin darse cuenta.

—Austin es un chico maravilloso. —Entra a la habitación dando vueltas y cae en su cama.

—Ya lo sé. Es muy amable e inteligente —secundo, sentándome en su cama en modo indio.

—Desde que bailamos esa noche, no he parado de pensar en lo divertido que es. ¿Tú como lo llevas?

—No me digas que tú también. —Bufo mientras agarro una botella de agua y me tomo todo el contenido. ¡Qué sed más horrible!

—Por favor, Allie, tienes a los dos chicos más buenorros del colegio detrás de ti.

—Chris y Javier no están detrás de mí —insisto una vez más—. Simplemente somos amigos. Es la pura verdad.

—Ya. Lo que tú digas. —Se levanta como un resorte de la cama en dirección a su armario. Abre las puertas y mete la cabeza—. Casi lo olvido. —Me entrega una enorme caja de su interior forrada de blanco adornado con un lazo color esmeralda—. Esto llegó para ti en la mañana. Como estabas durmiendo, te lo guardé.

—¿De quién es? —pregunto y coloco la caja en la cama.

—Ni idea. No tenía remitente.

Con curiosidad quito el lazo con cuidado y abro la caja. Aparto unas telas blancas y aguanto el aliento al ver el contenido.

—Dios mío. Sácalo, sácalo.

Con delicadeza, saco el vestido color champán con pequeños diamantes incrustado. Brenda me ayuda a ponérmelo. La tela es extremadamente suave. Se ajusta hasta mi cintura y cae hasta el suelo sin mangas. La espalda está casi descubierta por completo, pero finas cintas del mismo color de la tela van de un extremo al otro en forma de corset. Una cinta dorada delimita entre la cintura y la larga falda, y una abertura a la izquierda muestra mi pierna hasta la mitad del muslo.

—Es precioso. —Brenda rebusca en la caja—. Allie, también hay unos zapatos de muerte. Esto debe haber costado mucho.

Eleva ambos zapatos blancos de aguja en la mano derecha y en la izquierda una caja unos pendientes largos con pequeñas piedras incrustadas, deja los accesorios encima de su cama y sacó una tarjeta.

—Es para ti. —Tomo el sobre color marfil con mi nombre en letras doradas—. ¿De quién es?

Este regalo te lo debía por arruinarte el vestido anterior. Recibí mucha ayuda. Gracias por salvarme esa noche. Talia.

—¡¿Talia te regaló este vestido?! —exclama Brenda—. Tiene buen gusto.

—Ahora que lo recuerdo, esa noche el vestido fue confeccionado por ti y Clarissa. Perdón por los zapatos. —La asiática hace gesto de despreocupación con la mano.

—Era hermoso y los cold lo arruinaron por completo, pero mírate. —Me señala—. Estás divina.

—¿No crees que es un poco extravagante?

—Tonterías. Ese vestido es perfecto para esta noche. Ya me estoy imaginando el peinado. Vas a estar preciosa.

—Dime de ti. ¿Tienes algo para esta noche?

Ella asiente emocionada. Con mucho cuidado me quito el vestido. Con el pijama puesto, me lanzo a la cama boca arriba. Frunzo el ceño al ver algo raro cerca de la lámpara

—¿Qué es eso?

—¿De qué hablas? —murmura Brenda colocándose en la misma posición que yo—. Eso no estaba ahí.

Me levanto en la cama para ver mejor, pero no soy lo suficientemente alta.

—Alcánzame la silla.

—Allie, no quiero que tengas un accidente en la primera noche de navidad.

—Anda, boba. Alcánzame la silla. —Miro con detenimiento una especie de escritura antigua—. No tengo ni idea de lo que dice.

—¿Qué idioma es?

—Parece muy antiguo. ¿Sabes de alguien que pueda leer esto?

—Creo que Tommy tiene un decodificador de esas cosas. Austin debe de tener algún diccionario regado por ahí.

—Dame una hoja. Voy a copiarlo. —Cuando termino de transcribirlo se la entrego a Brenda—. Dáselas a Tommy. Dos cabezas piensan mejor que una.

—¿Tú que harás?

—Es una intuición.

Me cambio los pantalones de dormir por unas leggins blancas, una camiseta negra y mis vans grises. Recojo el desastre de mi cabello en una coleta alta y salgo corriendo por el pasillo hasta la segunda planta. Con urgencia, toco la puerta de Clare, la compañera de cuarto de Lissa. Ella abre casi al instante.

—¿Allison? ¿Qué ocurre?

—¿Puedo entrar un momento? —Asiente confundida y me adentro en la estancia—. ¿Cuál era la cama de Lissa? —Señala hacia la derecha—. ¿Me alcanzarías esa silla?

Al observar alrededor la lámpara, mis sospechas toman forma. Como había presentido, encima de la cama de Lissa está la misma escritura que en nuestro cuarto.

—¿Todo bien? —pregunta Clare preocupada.

—Sí, perdóname. —Me bajo de la silla con lentitud—. En los pisos superiores hay filtraciones y solo quería saber hasta dónde había llegado. ¿Sabes cuál era la habitación de Lilian?

—Dos a la derecha.

—¿Y la de Jenna y Amy?

—La última del pasillo. ¿Allie, en verdad todo está bien?

—No te preocupes.

Las tres chicas siguientes tenían escritura encima de sus camas con excepción de la compañera de Lilian. Estaba limpia. Tengo que ir al ala de los chicos.

—Javier. —Toco su puerta con desespero—. Javier, abre la puerta.

Unos minutos después me recibe un torso desnudo y un chándal gris. Unos ojos verdes me observan somnolientos.

—¿Allie? ¿Qué ocurre? —Pasa la mano por su rostro adormilado.

—Necesito entrar a tu habitación. —Con esas palabras, todo su sueño se había esfumado.

—No. Ni hablar.

—Por favor, Javier, es urgente. —Me mira con dudas y al final se aparta a un lado. Theo duerme con la boca abierta y en bóxers—. Alcánzame esa silla —ordeno, quitándome las zapatillas y me subo en su cama.

—¿Se puede saber qué estás haciendo?

—Confía en mí y dame esa silla. —De mala gana, hace lo que le digo y la coloca encima de su cama—. Gracias. —Con cuidado me subo en ella y reviso la lámpara. Suspiro aliviada ya que no había nada. Al bajarme, pierdo el equilibrio.

—¡Allison!

Javier me agarra con rapidez y los dos caímos en su cama. La silla cae al suelo con un sonido estruendoso, despertando en el camino a Theo y tumbándolo de su propia cama con la sábana envuelta en sus piernas.

—Chicos, por Dios —protesta el chico desde el suelo y escucho un gruñido de frustración—, si quieren hacerlo, y yo estoy en la cama de al lado, denme los tapones para los oídos y ya. —Entre protestas y resoplidos, sube a su cama, cubre su cuerpo con la manta y sigue durmiendo.

Todo esto hubiera sido muy gracioso si Javier León no se encontrara encima de mí. Su respiración se hizo un poco más entrecortada y siento su corazón retumbar en mi pecho. Sus ojos verdes no se apartan de los míos y noto como sus pupilas se agrandan.

Observo con detenimiento sus rasgos marcados. Sus brazos me aprisionan a su cama y la corriente eléctrica recorre mi cuerpo con el toque de sus codos. Si le sumamos sus labios tentadores entreabiertos, mi cabeza está completamente revuelta.

—¿Estás bien? —pregunta con voz grave.

Asiento con lentitud porque ni siquiera puedo decir una palabra. Las alarmas suenan en mi cabeza. Un montón de neuronas tocan cazuelas con fuerza avisándome de lo raro, incómodo y peligroso del momento.

—Mejor me levanto. —Asiento otra vez. El aire corre entre nosotros y me siento en el borde de su cama–. ¿Me puedes explicar que estás haciendo en mi habitación un sábado a las 10 de la mañana?

—Te explico afuera.

Salgo de la habitación y pude respirar de forma normal. Ni siquiera sabía que estaba conteniendo el aire. El calor en mi rostro no me deja pensar con claridad. «¡Qué extraño sentimiento cuando es el primer día de invierno!», pienso confundida. La puerta sonó a mis espaldas.

—Muy bien. Ya puedes explicarme. —Javier estpa vestido con un polo negro y unos vaqueros claros, unas botas y el cabello despeinado.

—Esta mañana, Brenda y yo encontramos algo raro encima de la lámpara de mi habitación. Era una escritura muy antigua.

—McKenzie, ¿sabes la cantidad de años que tiene este lugar?

—¿Y justamente esa escritura estaba encima de las chicas que se habían convertido en cold? —Su cuerpo se tensa—. No lo creo. Las coincidencias no existen. Además, a principio de curso eso no estaba. Brenda y yo nos encargamos de pintar nuestra habitación. Necesito ir a la habitación de Mat y Keith.

—Voy contigo. Ni loco te dejo rondar los dormitorios de los chicos sola.

—Puedo cuidarme sola, León.

—Ya lo sé, pero quiero ir de todas formas.

Entramos a la habitación de Mat y en efecto. La lámpara de él también tenía la escritura antigua. Reviso la de su compañero. Limpia.

—¿Quieres ir a la de Keith también? —Asiento ante la pregunta de León.

Las mismas letras en el mismo lugar. La lámpara de su compañero también está limpia.

—Oliver, ¿tienes una botella de agua cerca? —El chico afro abre la nevera y me regala una botella—. Gracias.

Salimos de la habitación y yo no dejé ni una gota en el envase.

—¿Estás bien?

—Desde hace unas semanas tengo una sed insoportable, Javier —comento y abro los ojos—. Vamos a la enfermería.

En el camino me encuentro con Amelia que va de salida.

—McKenzie, León, ¿qué les trae tan temprano por aquí?

—Necesito hacerte varias preguntas. —Nota el miedo en mis ojos y se asusta.

–¿Qué ocurre? ¿Te sientes bien?

—Todos los chicos que fueron diagnosticados como cold, ¿pasaron por aquí? —Ella frunce el ceño, pero asiente—. Déjame adivinar. Los principales síntomas eran dolores de cabeza, fatiga, mareos y una sed horripilante. —Su respuesta afirmativa me golpea.

—¿Qué está pasando, Allison? —pregunta en tono preocupado.

—¿Dónde pasó Mat las vacaciones de verano?

—Aquí en el colegio. Sus padres estaban de misión —explica Javier.

—Allison, respóndeme de una vez. ¿Qué está pasando? —insiste la enfermera tomándome del brazo con suavidad.

—¿Dónde está la directora? —inquiero. Cierro los ojos ante las punzadas que atraviesan mi cabeza.

—En su oficina —responde ella y corro hasta el sitio indicado de la directora Carlisle con Javier en mis talones. Toco la puerta con desenfreno y la directora me recibe con el ceño fruncido.

—Sé cómo se están propagando los cold en el instituto. —Ella da un pequeño salto en su lugar y la otra directora se levanta de su asiento con rapidez.

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