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Capítulo 25 «Extraña confesión»

A la mañana siguiente me levanto mucho mejor y con lentitud me acomodo en la camilla. El pecho no me duele tanto, pero la sed que tengo es horrible y mi cabeza tiene gana de estallar como si estuvieran tocando un bombo chino en su interior.

«¿Qué cosa había en ese brebaje?», pienso mientras toco el colgante con mis manos y recuerdo a mis padres.

Necesito hablar con ellos. Han pasado muchas cosas en estas últimas semanas y necesito hablar con alguien.

—Buenos días —habla Amelia con voz cantarina—. ¿Cómo te sientes?

—Gracias a ti y a esa cosa asquerosa, mucho mejor. Lo que tengo es mucho dolor de cabeza y la sed es casi inaguantable.

—Voy a darte algo para ese dolor de cabeza. —Esta vez me entrega un vaso de agua con un par de cápsulas—. ¿Tienes otros síntomas? ¿Mareos? ¿Náuseas?

—Por Dios, Amelia, ni que estuviera embarazada —bromeo y doy otro sorbo. Cuando tomo el agua, el alma me regresa al cuerpo.

—Es que no es algo normal, Allie. Los elegidos siempre se han caracterizado por salud inquebrantable. En un momento te quito ese vendaje. Voy a buscar más vendas y alcohol para limpiar la herida por si quedó algún resto.

—¿Me darías más agua? La sed que tengo es terrible. —Ella asiente, confundida. Esta vez trae una botella un poco más grande y la deja a mi lado junto a un vaso.

—Ahora regreso.

Desaparece detrás de la puerta del fondo donde una vez curé a la directora. Vierto un poco de agua en el vaso y la punta de mis dedos toca el líquido transparente. El agua comienza su recorrido. Ya ni siquiera cierro los ojos. El agua se nueve hacia donde yo lo deseo. No puedo curarme completamente o Amelia sospecharía.

Después de unos minutos, me detengo al sentirme mucho mejor, pero aún no estoy curada por completo. Tendré que aguantar hasta que llegue a mi habitación. La puerta se abre y Amelia regresó con vendas, gasas y una botella transparente en las manos. En la etiqueta dice "Alcohol".

—Muy bien. Vamos a ver cómo está esa herida. —Con delicadeza fue quitando poco a poco la venda—. Puede que te asuste o te impresione la primera vez. Incluso existe la posibili... —deja de hablar y sus ojos me miran con asombro.

—¿Qué ocurre? ¿Todo está bien? —pregunto y miro mi pecho. Apenas hay una cicatriz en forma circular un poco irregular con el borde oscurecido—. ¿Es malo?

—Al contrario. Cicatrizó de una manera muy rápida. Casi perfecta. —Sus pestañas parpadean de forma rápida, como si no entendiera—. Ni siquiera necesitas otro vendaje. Está curado casi al máximo. —Suspiro aliviada—. La zona oscura se debe al impacto. No te preocupes. En un par de días se te quitará. La alocada de Clark te dejó unas prendas para que te cambiaras. Puedes hacerlo en mi oficina si lo deseas.

—Gracias, Amelia.

Con mucho cuidado me bajo de la camilla. Me alcanza la mochila y me dirijo hacia su oficina. Una vez cambiada con los shorts negros cortos, la sudadera gris y mis queridas vans, estoy lista para retirarme de la enfermería cuando algo en la oficina llama mi atención.

Hay un cuadro nuevo. No estaba cuando pasé por aquí la última vez. La pintura es de la iglesia abandonada donde ocurrió el ataque hace unos días. Más que una pintura, era una fotografía bien detallada. Se puede ver una parte frontal, pero la mayoría de la fotografía refleja el lateral. Por la secuencia de las vidrieras, puedo decir que es el lado derecho.

—Hermoso, ¿verdad? —dice ella desde la puerta y doy un pequeño salto en el lugar—. En sus inicios, la capilla de Raquel como se conoce actualmente, siempre estaba llena de esplendor. Sus vidrieras llenas de colores cobraban vida en su interior. Era casi mágico.

—¿Qué le pasó?

—Los cold. Mientras la capilla estuviera habitada, ella se mantenía fuerte. Pero con la disminución de los elegidos en el área, los ataques de los cold fueron en aumento. Llegó un momento donde nadie pudo hacer nada. Cuando el colegio se asentó finalmente en este lugar, conseguir restaurarla fue muy difícil. Esta es una de las pocas fotografías que quedan de los tiempos de su esplendor. —Mira la fotografía con añoranza—. ¿Ya estás lista? Los chicos te esperan en el pasillo.

Salgo de la enfermería y casi fui lanzada al suelo por el abrazo de Brenda.

—Muchacha, ten cuidado, se acaba de recuperar. —protesta la enfermera.

Hago un pequeño gesto de dolor pero la alegría de Brenda es muy contagiosa.

—Vaya, veo que me extrañaste —digo sonriendo.

—No sabes tú cuanto, pesada —replica la asiática.

—Deja que se levante del suelo o va a regresar a la enfermería. —Esa es la dulce voz de Lilith. Tom y Chris nos levantaron del suelo.

—Me alegro que estés bien, pequeña. —Mi hombro choca con su pecho cuando me atrae hacia él y besa mi cabeza.

Su olor almizcle ya es familiar para mí. Los vaqueros ajustados a sus caderas y la camiseta debajo de la cazadora es su vestimenta habitual. Esta vez tenía unas zapatillas converses.

—Es un hueso duro de roer —comenta Javier con voz grave—. Me alegro que estés recuperada, McKenzie.

Me aleja de Chris para abrazarme por completo. El calor que había sentido ayer, me recorre una vez más cuando inhalo el olor de su polo.

—Vamos, León. Deja algo de cariño para el resto —protesta Chris sonriendo. Javier gruñe, pero se separa.

—Hola, Talia. —Ella está abrazando a Cameron por la cintura.

—Compañera. Me alegro que estés fuera de esa camilla.

—No más que yo. Créeme —hablo sonriendo y mi estómago ruge con fuerza.

—Hasta su estómago canta de la alegría —añade Tommy y todos reímos. Lilith lo golpea por el hombro en señal de recriminación.

—Muy bien. Hora de ir a clases —intervine la enfermera sonriendo—. Allison, nada de clases de Defensa o Rendimiento durante una semana.

—Dudo que ella se moleste por eso, Amelia —aclara Brenda y todos reímos, incluyendo la enfermera.

—Vamos —Chris pasa su brazo por mis hombros—, hay alguien que quiere verte.

—¿Quién? —pregunto y minutos después aparece una silueta frente a mí—. Austin.

Me suelto del agarre de Chris y corro hacia mi amigo. Le abrazo con fuerza olvidando en el camino mi herida en el pecho. El impulso fuie demasiado y terminamos los dos rodando por el suelo.

—Al fin sales de ese lugar. Juro que te demorabas un día más, y yo mismo buscaba algo para sacarte de ahí. Amelia no me dejó verte ni un instante y yo estaba muy complicado con todo lo de Alice. ¿De verdad que le perdonaste? —Pongo los ojos en blanco y asiento—. Eres muy buena.

—Vamos, tórtolos —intercede Javier y me ayuda a levantarme del suelo—. Hay un estómago que alimentar. —Mi puño impacta en el estómago de León y este se dobla por el dolor—. Auch, ¿y eso a que vino?

—No lo sé. Solo quería que recordaras la paliza que te di ayer —respondo y él suelta una carcajada seguido de un gesto de dolor,

—Has avanzado mucho. Chris es mucho mejor profesor que yo por lo que veo.

—Si. —Miro hacia atrás y veo como Chris hablaba de forma emotiva con Brenda–. ¿Todo está bien entre ustedes?

—Después de todo lo ocurrido ayer, Chris me buscó y me explicó lo ocurrido con Alice. No te digo que las cosas serán como antes, pero al menos sé que no perdí a mi amigo como había pensado.

—Me alegro mucho que se entendieran.

—Señorita McKenzie —La directora Carlisle nos intercepta en el camino—, me alegro que esté bien y casi recuperada.

—Muchas gracias, directora.

—¿Ocurre algo, Rebeca? —pregunta Austin.

—Necesito a Allison unos minutos —responde con voz cálida—. Se las devuelvo inmediatamente.

—Nos vemos en la entrada del comedor —habla Brenda.

Lilith y Tom se despiden. Javier me observa preocupado y yo asiento. Austin se retira con él y Chris apretó mi mano con suavidad.

—Te esperamos, pequeña. —Besó mi sien y se va detrás del resto.

—Acompáñame a mi oficina.

En nuestro camino nos encontramos con Jessie

—Hola. —Me da un caluroso abrazo y me mira—. ¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor. Amelia es excelente.

—Me alegro mucho. Nos preocupamos ayer.

—La señorita Carmington fue la primera en avisarme sobre lo ocurrido ayer —explica Rebeca.

—Muchas gracias.

—No tienes nada que agradecer —dice tomando sus manos entre las mías—. Me alegro verte recuperada. —Besa mi mejilla y se retira.

«¿Desde cuándo Jessie Carmington me quiere tanto? A lo mejor que Alice regresara a "Elements" disminuyó sus ganas de aniquilarme», pienso mientras subimos los escalones hasta la oficina de la directora. En el interior está Karen Smith parada cerca de la silla de la directora y Alice Winter sentada frente al enorme buró.

—Puede entrar, señorita McKenzie —habla la señora Smith con voz cálida. Con lentitud me adentro en la oficina—. Podemos dejarlas solas, Rebeca.

Ambas salen de la oficina cerrando la puerta detrás de sí. Alice se levantó con brusquedad de la silla y se coloca al lado de la ventana detrás del buró.

—Lo siento, Allison —murmura, casi de manera imperceptible.

—No hay problema. El daño no fue grave.

—¿Por qué lo haces? —pregunta y se gira para verme. Sus ojos están enrojecidos por llorar.

—No sé a qué te refieres.

—Primero, me quitas a Javier, luego a Chris, y ahora ni siquiera puedo pisar este lugar.

—Alice, las personas no se obligan a alejarse. Se van solas. —Me acerco a ella— . Javier aún te ama.

—No me hagas reír, Allison. En el momento en que los vi bailando la semana pasada supe que lo había perdido completamente. Y después, Chris no deja de hablar de una chica peculiar. Mira que coincidencia. Eres la misma persona.

—Alice, yo solo soy una amiga de Javier, y Chris es mi entrenador y pareja en Defensa. No ocurre nada entre nosotros. Esa es la verdad. Pero los perdiste a ambos el mismo día hace casi un año atrás.

—Lo sé —dijo con pesar—. Gracias por no dejar que me expulsaran.

—En estos momentos no sé cuál de los dos es el peor: si la suspensión o el proceso por el que estás pasando.

—No te preocupes. Pero debo decirte una cosa. Yo no fui la que te atacó.

—¡¿Cómo?! —No sé si exclamé o pregunté—. Si no fuiste tú, ¿por qué no dijiste nada?

—Nadie me hubiera creído. —Levanta las manos al cielo, histérica.

—Alice, mis padres me enseñaron que una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

—¿Me hubieras creído si te lo contaba? —Asiento—. Solo puedo decir que quien te haya atacado, estaba cerca de mí, pero te juro que no fui yo. Todo fue muy rápido. Primero tú y luego el ataque directo de Chris hacia mí. Casi no tuve tiempo a reaccionar. —Me enseña su brazo izquierdo. Está un poco dañado por el ataque de fuego del mayor de los Gray.

—Lo siento mucho. Si hubiera sabido esto...

—No te preocupes. Necesitaba un comienzo después de todo. Cuida de Javier y Chris. Son buenos chicos. Ten cuidado. No todos son buenos en este lugar.

Sale de la oficina y yo miro a través de la ventana.

«Si Alice no fue, ¿quién me atacó? En ese lugar solo estábamos los estudiantes de primero de ambos colegios, algunos de Mary Weathers y el profesor Brad. Es imposible que nadie haya visto nada», esa duda comienza a formarse. Pensaba que los ataques hacia mí eran fortuitos. Ya veo que no. Alguien no me quiere aquí y tengo que saber quién es.

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