Capítulo 14 «Recuerdo doloroso»
Jamás en mi vida me he sentido tan inútil. No sé qué paso después de aquella atrocidad. Todo ocurrió muy rápido, pero yo estaba completamente ida. No tengo ni idea de cómo me levanté del suelo, o si me levantaron, qué hicieron con el cuerpo de Lissa y si por alguna casualidad me hicieron preguntas, respondí de forma monótona. Solo sabía que había matado a una compañera y yo estaba en shock.
A la mañana siguiente me siento aún peor. Los padres de Lissa llegaron, y la madre al verme, rompió a llorar. Quise acercarme a ellos, pero ni siquiera puedo mover mis piernas del lugar. Ella era una chica fantástica, alegre y muy jovial. Era la mejor de su elemento en tercero. Me siento la peor persona del mundo. Bien temprano en la mañana llamo a mis padres para contarles lo ocurrido. No debería de haberlo hecho. Por la voz de mi madre, les había dejado muy preocupados.
—Señorita McKenzie —habla la directora desde la puerta de su despacho—, puede pasar. —Con las pocas fuerzas que tengo, me adentro en la oficina.
El olor a lavanda inunda mis fosas nasales. Al entrar, notas un enorme escritorio con varias carpetas apiladas, el nombre de la directora tallado en acrílico, y detrás un ventanal que va desde el suelo hasta el techo por el que se observa el campo detrás del instituto. Las paredes estaban cubiertas de cuadros de certificados y premios del colegio a lo largo de los años. A la izquierda hay una estantería llena de libros y carpetas.
Frente a mí, están los padres de Lissa sentados. La madre llora desconsoladamente en el hombro de su esposo y él tiene sus ojos cristalizados y enrojecidos de tanto llorar.
—Puede sentarse —añade la directora en tono formal. Me siento en la silla al lado del hombre. Está vestido con unos jeans oscuros y un polo negro. La madre tiene un vestido negro y en el borde tiene como adorno círculos plateados—. Señor y Señora Kent, esta es Allison McKenzie. Fue la estudiante que... —La directora deja las palabras en el aire. Este es un momento difícil para todos.
—Yo... lo siento mucho —susurro con voz queda. El nudo en mi garganta aumenta con cada sollozo que llega a mis oídos—. De verdad, yo no... Lissa era una buena chica —dejo de hablar. «¡Dios, que difícil es esto!», pienso apretando los labios para no llorar.
—Gracias —murmura el hombre.
Frunzo el ceño, muy confundida.
«¿No se supone que deberían de estar molestos conmigo o con ganas de matarme por haber asesinado a su hija?», fue el pensamiento que pasó por mi mente.
—¿Disculpe?
—Dije gracias, Allison —repite él un poco más fuerte—. Lissa nos hablaba mucho de ti.
—Cuente lo ocurrido, señorita McKenzie —interviene la directora en tono neutro.
—¿Es necesario? —Ella asiente con lentitud.
Miro a los padres de Lissa y ambos me observan con ojos llorosos, pero también asintieron así que trago en seco. «Esto va a ser difícil. Yo queriendo olvidar y ahora tengo que contarlo... nuevamente», pienso con al corazón contristo.
—No te preocupes —habla la madre de Lissa con voz cálida—. Solo queremos saber lo ocurrido.
Relatar lo ocurrido abrió la herida otra vez. Los sollozos de los padres de Lissa retumban en mi cabeza y rompen mi corazón en pedazos. A medida que cuento lo ocurrido, mi cuerpo tiembla y mi lengua comienza a pesarme. Un nudo se forma en la garganta y las lágrimas se acumulan en el borde de mis ojos.
Los nudillos de la directora están de color blanco. Intenta mantener su postura imparcial, pero esto también le afecta. Todos queríamos mucho a esa chica. Saber que ya no estará entre nosotros, no es nada fácil de digerir. Miles de agujas penetran mi pecho con cada lágrima de los Kent.
—Lo siento mucho, señor y señora Kent.
—Puede retirarse —comenta la directora y me levanto de asiento.
Los sollozos de la mujer me rompieron el corazón. Salgo de allí y me desplomo en la banca frente al despacho.
—¿Qué he hecho? —Entierro la cabeza entre las manos con frustración—. He matado a mi compañera y he dejado a una familia sin su hija.
Ya no soporto más tanto dolor en mi pecho. Dejo que las lágrimas salgan sin control y cubro mi boca para que amortigüen los sollozos que pugnan por salir.
Unos minutos después, la puerta frente a mí se abre. Levanto mi cabeza y con el dorso de la mano, limpio las lágrimas. Los Kent me miran fijamente, no con odio, sino con pena y tristeza. La mujer se acerca a mí y se agacha hasta mi altura.
—Muchas gracias, Allison —expresa ella en tono triste—. A pesar de lo ocurrido, salvaste a mi niña de algo peor. Yo y Edward te lo agradeceremos.
–¿Cómo están molestos conmigo? —pregunto con timidez y ella sonríe con amargura.
–Lo desearía pero por lo que escuché, fuiste muy valiente. Eras tú o ella. Y prefiero que ella haya vuelto a la normalidad antes que... —deja las palabras en el aire.
—Señora Kent, yo... —Coloca un dedo sobre mis labios.
—No te disculpes —interviene el padre y se arrodilla al lado de su mujer—. A veces, debemos tomar decisiones que nos duelen. Salvaste a nuestra pequeña en el último instante, señorita McKenzie. Muchas gracias. —Ambos se levantan y caminan por el pasillo. Él colocando su brazo por los hombros de su mujer y ella recostando su cabeza en su esposo.
—Lo hiciste bien, Allison.
—Maté a una estudiante, directora —hablo con voz trémula.
—Hiciste lo correcto. Te salvaste a ti y a ella.
—¿Qué está pasando? Han sido dos ataques en un solo día.
—Cuando fuimos al bosque, nos encontramos con tres estudiantes. Estaban igual que Lissa y Mat. ¿Te acuerdas de él? —Asiento—. Todos estaban desquiciados. Hasta ahora, la única que estaba consciente de su incapacidad era Lissa.
—Solo fueron tres estudiantes, y desde el colegio parecía que eran más que ustedes. ¿Qué estarán buscando? ¿O quién? Cuando nos encontramos en el bosque hace unas semanas, ustedes le preguntaban a Mat por alguien.
—Sabes que dentro de poco se unirán dos colegios, ¿no? El colegio de Inglaterra ha tenido los mismos problemas que nosotros. Han estado bajo ataque desde principios del año pasado. Esa fue la razón que un conjunto de nuestros estudiantes se quedara allá. Los de segundo año.
—Recuerdo que usted lo comentó en la cena de bienvenida.
—Lo dije en forma de broma, pero esos chicos se han sacrificado mucho. El último reporte que recibí habla sobre una oleada de cold. Se están agrupando, pero han eliminado a la mayoría. En Europa, los ataques han cesado desde lo ocurrido con Mat aquí.
—Tengo entendido que ellos son un poco... agitadores y revoltosos.
—Tienes razón. —Entramos en su oficina—. Al parecer, alguien encontró una forma de organizarlos. Según el informe, la líder se llama Alana.
—¿No sabe qué buscan?
—El corazón de Raquel. —Frunzo el ceño con dudas—. Ese es trabajo de Camille.
—¿En serio? –protesto, malhumorada—. Ni siquiera va a darme una pista, ¿verdad?
—El problema es que no se sabe dónde está.
—Raquel murió hace siglos. Es imposible que su corazón siga latiendo. —Nos acercamos a la ventana detrás de su buró y miramos a través de ella.
—No sabemos qué ocurrió cuando Raquel murió, ya que su último diario nunca fue encontrado. Algunos dicen que su alma nunca se separó de su cuerpo. —Recuesta su hombro izquierdo al marco de la ventana—. Otros, que se encerró a sí misma en un corazón de cristal esperando a que el elegido llegara a él y lo tomara.
—¿Tomarlo para qué? —Ella se encoge de hombros.
—A Raquel siempre le han gustado los acertijos y Arthur Carrington sentó las bases de este colegio en base a esos acertijos.
—Sí, me he leído la historia y de todos los elegidos de vida que pasaron por aquí. Él dijo que los restos de Raquel están aquí.
—Se dice que Arthur escondió los restos de Raquel en el colegio, pero nadie ha logrado encontrarlos. A ese viejo también le encantaban los acertijos y túneles. Raquel fue el primer usuario de vida. Las leyendas dicen que en el interior del corazón fluye magia total y pura. Si Alana está buscando algo, debe ser eso. Lo preocupante es que tenemos a uno de ellos en el colegio.
—Puede ser cualquiera.
—Confío en muy pocas personas, McKenzie. Tú eres una de ellas. Si ese corazón está dentro del colegio, hay que encontrarlo ya. Los ataques están siendo más seguidos, y más estudiantes de tercero están siendo infectados.
—¿Por qué los de tercero? ¿Cómo se infectan?
—Brad, Camille y yo hemos estado averiguando algunas posibilidades, pero siempre nos quedamos estancados y encerrados en un callejón sin salida.
—Usted dijo que Mat estaba igual que siempre, con excepción de su locura y el incremento de su poder. —Ella asintió, y a mi mente llegó lo que vi esa noche—. Directora, yo sentí la voz de Mat distinta y sus ojos estaban grises así como le ocurrió a Lissa. —Ella me mira sorprendida—. A lo mejor fue la emoción del momento o la luz o... yo que sé. Solo puedo decirle que la voz de ambos se había vuelto robótica y sus ojos grises así como los cold.
—Interesante —dice masajeando su mentón—. ¿Alguien más sabe de esto?
—Se supone que Brenda lo sabía pero...
—Amelia le dio un soporífero para dormir y para la pérdida de memoria. Señorita McKenzie, no se lo cuente a nadie. No confíe en nadie —añade mirándome fijamente—¿Cómo le va en las clases de este semestre?
«Amo sus formas de cambiar el tema tan rápido», pienso frustrada.
—Por ahora todo bien, pero Javier me está aplastando en Defensa. —Ella deja escapar una sonora carcajada y yo parpadeo estupefacta.
—El señor León siempre ha sido así, pero es un buen chico. Es uno de los mejores que he conocido hasta ahora.
—Fantástico. Usted también —protesto poniendo los ojos en blanco.
—Si Javier te eligió como pareja es que sabe tu potencial. Solo quiere explotarlo y al mismo tiempo hacerse ver como el chico más rudo. Alice... —Se detiene al instante.
—¿Por qué todo el mundo me oculta esa parte de la vida de Javier? —protesto con frustración.
—¿Tal vez porque no somos las personas correctas en contarlo? —contesta, mirando por la ventana—. Él es la única persona que tiene el poder y libertad de contar lo que desee. En este colegio se protege la privacidad de los estudiantes. Todos sabemos algo de alguien, pero siempre se calla. Es para evitar los rumores.
—Esa idea me encanta, pero entonces no dejen al resto de forma curiosa. Si van a contar algo, lo dicen completo. No dejen a una persona a medias.
—Mira que eres curiosa.
—Culpable —digo en mi defensa.
—Tienes que ir a clases. Pude excusarte en la mañana, pero no creo que Brad acepte mi pretexto.
Salgo del despacho con el estómago rugiendo, avisándome que ya es hora del almuerzo. Tenía que encontrarme con Brenda en la puerta. Bajo los escalones y alguien tropieza conmigo.
—Perdóname.
—No tienes que disculparte, Eliza. Yo también tengo la mente en otro lado.
La chica que tengo frente a mí de ojos azules y pelo rizo de un color escarlata es Eliza Shelton. Esta chica tiene ojos y oídos en todas partes. Aún no sé cómo se las arregla, pero si quieres saber algo bueno, malo o vergonzoso de alguna persona del colegio, puedes ir a ella, aunque siempre viene con un precio.
—Me lo imagino —comenta—. Todo el asunto de Lissa dejó desfasado a mucha gente. Sobre todo a ti.
—Era una buena chica. De las mejores, diría yo —añado bajando un escalón.
—Allison —me detengo y la miro—, ¿cómo lo hiciste?
—¿Hacer qué?
—Yo fui la persona que avisó a los profesores lo que ocurría en el patio y vi claramente como unas ramas te apretaban por el torso y te elevaban del suelo como si fueras una pluma.
—No veo a dónde quieres llegar con esto —respondo, cruzándome de brazos.
—¿Cómo lograste zafarte? Nosotros desde afuera hicimos todo lo que pudimos. Para llegar a ti y lograr hacer una abertura de al menos un metro en esa pared, necesitamos 10 persona de fuego. Para cuando todo se detuvo y regresó a su lugar, tú ya estabas cerca de ella. ¿Cómo lo hiciste? —pregunta acomodando sus gafas de pasta negra en el puente de su diminuta nariz.
—Eliza, cuando una persona está en peligro de muerte, la adrenalina entra en acción y haces cosas que ni siquiera pensabas. Soy del elemento agua. Un poco de física me ayudó lo suficiente.
—¿Por qué te acercaste a ella si fue tu agresora? —insiste.
—A pesar de todo lo ocurrido, en el fondo sabía que no era mala. Si me disculpas, Brenda me espera para almorzar —respondo cortante y me retiro.
Si creía que las cosas no podían ir a peor, estaba muy equivocada.
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