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Capítulo 1 «Una carta»

Dos años antes...

—Por favor, pásame la mantequilla —digo emocionada como cada mañana de verano.

—A este paso vas a terminar como Katie —añade mi padre sonriente.

—Steve —le regaña mi madre, pero su sonrisa pícara sale a relucir—, no le digas eso a la niña.

—¡Ay, mamá! Ni que tuviera 5 años. Mañana cumplo 16 y estoy un poco emocionada.

—¿Solo porque cumples 16? —pregunta mi padre con sorna y protesta masajeando la nuca con suavidad—. ¿Y eso a qué vino?

—No se habla con la boca llena —recalca mi madre y papá le saca la punta de la lengua.

Tuve que reír por lo bajo. Llevan casi 25 años casados y siguen siendo unos adolescentes.

—Anne, disfruta. No se puede estar peleando todo el santo día. Te van a salir más arrugas antes de tiempo.

Papá ríe a carcajada limpia y yo me sumo. Mamá no pudo aguantarse y también comienza a sonreír. Se toman de la mano y se miran fijamente, sonrientes. El amor de ellos no había menguado con los años y les tengo una envidia enorme.

Los McKenzie siempre hemos sido alegres y contentos. Mis padres tienen alrededor de cuarenta y seis años. Steve McKenzie es un hombre de pelo negro con algunas canas sueltas. Sus ojos verdes son de un color claro al igual que los de mamá. Su testarudez es tan alta como él.

Mi madre se llama Nanneth, pero todos le dicen Anne. Su pelo rubio, ahora corto por los hombros, también tiene algunas canas salteadas. Ella los llama mechones de color blanco. La pobre apenas le llega al pecho a papá. Si me oye diciéndole enana, me mata. ¡Es que mide un metro con sesenta y no puedo evitar burlarme! Ambos son de sonrisa amplia y fuertes valores morales.

Yo soy simplemente Allison. Una chica que en menos de 24 horas va a cumplir sus 16 años. Cabello color miel y mis típicos ojos verdes muy normales. Gracias a mi padre, y pese a mi madre en estatura, soy una chica ordinaria.

—Hola —chillan al bajar las escaleras.

—¡Ellie, no grites! —reprende mamá.

—Solo tiene 13 años. Deja que disfrute un rato —intercedo y luego sonrío—. ¿Dónde está mi pequeña favorita?

Mi pequeña hermana se lanza a mis brazos con una sonrisa amplia. Sus brackets, ahora de color verde esmeralda, sobresalen en su enorme sonrisa.

—Hola, pequeñaja. —Le doy un pequeño beso en la frente—. ¿Dormiste bien anoche?

Asiente fervientemente su cabeza. Sus enormes ojos verdes, nariz pequeña y labios finos le hacen parecer un ángel. Si le sumamos su pelo rubio, ahora trenzado, pues está perfecta a pesar de estar en pijamas.

—¿Lista para desayunar? —pregunta papá.

—¡Sí! —grita Ellie de nuevo elevando los brazos.

—Ya me encargo yo —dice mamá y Ellie se sienta a mi lado.

Al terminar de desayunar, tocan el timbre de la puerta. Papá y mamá se miran al unísono, y un sentimiento extraño pasa por sus ojos de manera veloz. Fue algo casi imperceptible, pero puede notarlo. Se toman de la mano nuevamente por encima de la mesa, y mi padre se levanta de su asiento. Mamá queda a mi derecha, así que me acerco a ella un poco preocupada.

—Mamá —Noto que sus ojos verdes se oscurecen mucho más de lo normal. «Algo no anda bien», pienso mientras estudio su rostro—. ¿Qué ocurre? Y quiero una respuesta ahora.

Si hay algo que tenemos los McKenzie, es que nos gustan las cosas claras y sin tapujos.

—Esperemos que no sea nada, cariño —murmura y mira hacia el pasillo por donde papá viene con un sobre blanco en las manos.

—Ellie, cariño, sube a tu habitación un momento —dice papá acariciando la cabeza de mi hermana con suavidad.

—Sí, papá —murmura con tristeza y sube los escalones no muy emocionada.

—Muy bien. —Me cruzo de brazos y enarco una ceja—. ¿Me van a explicar que está pasando ahora? —Papá solo ocupa su lugar en la mesa y mamá mira el sobre con los labios fruncidos en una línea fina—. ¡Por Dios, hablen ya! —increpo, pero aún se mantienen en silencio.

—Allie, cariño —finalmente habla papá y traga en seco—, tú sabes que nosotros somos diferentes al resto de los humanos.

—Nosotros estamos familiarizados con el elemento agua. No veo la razón de tanta angustia.

—Pues bien. Nosotros fuimos entrenados en una escuela. —Frunzo el ceño más confundida aún.

—Papá, no me gustan los rodeos —insisto.

—Allie, lo que estamos queriendo decirte es que cuando entres al instituto, no va a ser aquí, sino en el instituto "Elements".

—¿Qué rayos es Elements? —pregunto, pero no hay que ser adivino para saber la respuesta a eso.

—Es una escuela donde chicos como tú y tu hermana estudian hasta cumplir los 18 años.

—¿Por qué la angustia, mamá? No debe ser tan complicado. —Ambos se miran entre sí.

—Se suponía que entraras desde que tenías 8 años —explica mamá.

—¡Qué! —No se si pregunté o exclamé. De mi boca solo salió un chillido y coloco las manos encima de la mesa.

—Ya sé que tienes muchas preguntas. Intentaremos responderlas todas —añade ella, colocando su mano encima de la mía.

—¿Y por qué me entero de esto justo ahora?

—Porque... —la voz de mi madre se quiebra y sorbe su nariz—, nosotros hemos estado... intentando alejarles de eso. —Una lágrima recorre su rostro y mi corazón se encoge.

—Teníamos la esperanza que se olvidaran de ti o tu hermana —añade papá.

—¿Ustedes también fueron a esa escuela?

—Nos conocimos ahí. —Un atisbo de sonrisa aparece en los labios de ella.

—¿Por qué nunca me contaron de eso?

—Después de terminar el instituto, tu padre y yo nos casamos. Desde el momento que lo vi, supe que era amor. Estuvimos trabajando como guardianes, pero nos retiramos.

—Espera un momento. ¿Guardianes? —Mi cabeza comienza a latir. Demasiada información para procesar.

—Una vez que terminas el instituto, te asignan como un guardián —aclara mamá—, o te dan un trabajo normal en cualquier parte.

—Dios mío, eso se siente como si fuera la película de "Vampire Academy". Rose siendo la guardiana de Lissa Dragomir. ¡Pero si ustedes están en un trabajo normal! Papá trabaja en abogacía y tú a través de Trust Investing.

—Nosotros tuvimos que buscar esos trabajos... por necesidad —explica mamá y veo como aprieta los dientes—. Nosotros fallamos en nuestra misión como guardianes. Así que nos retiramos. Creímos que al hacerlo e irnos, se olvidarían de ustedes.

—¿De qué era la misión?

—Eso no podemos decírtelo hasta que llegue el momento —intercede mi padre con tristeza. Sus ojos están inyectados en sangre. Quiere llorar pero no puede. Mejor acabo con este tipo de preguntas.

—La carta que tienes en la mano es del instituto, ¿verdad? —Más que preguntar, yo estoy afirmando, por lo que ambos asienten con la cabeza.

—La entrada al instituto es obligatoria a los 16 años. Por más que quisiéramos escondernos, siempre nos encontrarían —habla mi madre con dolor.

—¿Cuándo tengo que entrar?

—En una semana —responde papá y un nudo se forma en la garganta.

—¿Una semana? —murmuro más para mí que para ellos—. Pero...

—Lo sentimos mucho, Allie —interrumpe mamá tomando mis manos entre las suyas—. Quisiéramos haberte contado mucho antes, pero... —deja de hablar y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.

—No llores, mamá. —Me levanto y le abrazo son suavidad—. Voy a estar bien.

—Lo sabemos, cariño —interviene papá—. Pero debo decirte una cosa. Las personas que abandonan no son muy bien vistos por esos lugares.

—No me tienen que explicar. Tuvieron sus razones para tomar esa decisión. —Mamá sigue llorando entre mis brazos—. Ustedes nunca abandonan. Siempre me lo han enseñado. Hay que luchar hasta el final, pase lo que pase. Si ambos tomaron esa decisión, no voy a juzgarlos.

—Gracias —gesticula mi padre a espaldas de mamá. A cambio le doy una sonrisa.

—Muy bien. Tenemos una fiesta que preparar. —Me separo un poco de mi madre y limpio el rastro de lágrimas de sus mejillas—. Voy a estar bien. Si les tengo a ustedes y a la peque, nada puede quebrantar esto que tenemos. —Tomo a mi madre con la mano derecha y a papá con la izquierda—. Esta familia es lo mejor que puede pasarle a cualquiera que nos conozca, y nada ni nadie me hará cambiar la opinión que tengo de ambos. Errores los comete cualquiera. Nadie es perfecto. —Ambos me envuelven en un cálido abrazo.

Soy una chica del elemento agua, que está punto de entrar a un instituto donde posiblemente odien a sus padres. ¡Qué bien! ¿Qué puede salir mal?

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