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El Converso

Si Dios no existiera, no existirían los ateos.

                                            G.K.Chesterton.

PERSONAJES

 

DIOS, Narrador, Dios mismo.

JESUCRISTO,  La Voz que todos escuchan.

SAULO,  Perseguidor de los Cristianos.

PABLO,  El converso.

SOLDADO PRIMERO, soldado romano que acude en primer lugar al auxilio de Saulo.

SOLDADO SEGUNDO, soldado que acude en segundo lugar en ayuda de Saulo.

Comerciantes.

Campesinos.

                                                                                        ****

ACTO ÚNICO

A las afueras de la ciudad de Damasco

 

 

DIOS. –Polvo y tierra, calor desértico.  Entre la asfixia de la atmósfera irrespirablemente seca, un grupo de soldados romanos se propone cumplir una importante misión. Están llegando a su destino, la ciudad, se vislumbra a lo lejos… Pero he aquí algo inaudito, que sucede de manera inesperada, para todos los hombres que andan mercadeando en el lugar. Se escucha un tumulto. Hay  ruido de muchedumbre a la entrada de Damasco. Los soldados romanos se inquietan ante lo que sus ojos están contemplando. Su venerado jefe, cae repentinamente del caballo sin motivo aparente.

¿Estará deshidratado por el ardiente sol, y el largo camino? El leal soldado, que ha cabalgado a su lado muchos kilómetros, grita su nombre y bajando rápidamente de su montura, intenta ayudar a su superior:

SOLDADO PRIMERO. –“¡Saulo!, ¡Saulo!, ¡Saulo!... ¿Qué te ocurre? ¡Despierta hombre!”

DIOS. –Grita el soldado romano.

SOLDADO SEGUNDO.  –“¡Parece que se ha desmayado!  ¡Traed agua, rápido!”

DIOS. – Sigue otro del grupo, asustado por el inesperado acontecimiento.  Pero Saulo, el perseguidor, el azote de los cristianos, yace cual bestia asustada en el suelo. Farfulla  palabras incoherentes.

 SAULO. –“¡No puedo ver, estoy ciego! ,

DIOS. –Grita Saulo, con desesperación. Ha caído del caballo, golpeándose fuertemente en el suelo. Está retorciéndose entre el polvo y las piedras.

SAULO. – “¡No puedo ver, estoy ciego!”

DIOS. –Vuelve a gritar, ahora desconsolado.  Lágrimas abundantes brotan de sus ojos, recorriendo ríos por sus mejillas.  Las fuertes manos de Saulo tapan su rostro contraído, como huyendo de algo o de alguien, que le causa terror.

JESUCRISTO. – “¡Pablo!, ahora es cuando puedes ver.”

SAULO. –“Pero, ¿Quién eres y qué quieres de mí? ¡Una luz  infinita me ciega!...”

DIOS.  –Gime el impío.

JESUCRISTO. –  “Dime, Pablo: ¿Por qué me persigues?  Si sabes quién soy”.

SAULO. –“¿Cómo puedo saberlo, si no puedo verte?”

DIOS. –Bramaba Saulo, mirando al cielo, como buscando algo. Ante los demás hombres, se produjo un fenómeno milagroso: Los ojos del hombre al que llamaban Saulo, quedaron cegados, se velaron, aparecían  sin color. Las pupilas y el iris se cubrieron de un manto blanco, y su ceguera se hizo patente a los ojos de los demás. Todos sus soldados asustados retrocedieron, pues también ellos oían nuestra Voz, una Voz que procedía, como la luz, de todas direcciones a un mismo tiempo. Sin embargo miraban y buscaban alrededor, y no veían a nadie…

JESUCRISTO. – “Yo soy la Luz. La Luz que te ciega. Has perseguido a mis Apóstoles sin piedad. Pero la duda siempre ha inundado tu corazón. Dudaste, cuando viste a Esteban enfrentarse a tus amos, sentiste miedo porque oíste de su boca, la palabra de Cristo. Ha llegado pues, la hora de disipar todas tus vacilaciones. Esta es la hora en la que pasarás de perseguidor a perseguido”

DIOS.– Le reprendimos, como buen padre.

SAULO. –“¿Pero quién eres, y por qué me ciegas con este resplandor?”

DIOS. –Lloraba Pablo, ya sin lágrimas.

JESUCRISTO. –“¡Soy el Verbo,  el Hijo de Dios,

DIOS.  – Sentimos que su cuerpo se tensa y tiembla, con insondable temor, por los graves pecados por él cometidos.

JESUCRISTO. – ¡Soy al que tú persigues con tanto celo! Sin embargo, no estás ciego Pablo, ahora es cuando puedes ver. ¡Entra en Damasco y obedece lo que allí se te ordene! En el futuro tendrás nuevas señales de mí, ellas te guiarán. ¡Debes anunciar mi palabra por todo el mundo y a todos los hombres, sean judíos o gentiles!”.

DIOS. – Fue entonces cuando Saulo se convirtió en Pablo, y entendió.

PABLO. –“¡Jesús…, Jesús! ¡Perdóname! ¡Quise ser fiel a la Ley de Dios, y creí cumplirla cuando perseguía a tus discípulos!”

DIOS. – Respondió Pablo de Tarso.

JESUCRISTO. –“Me hablas con el corazón Pablo”

DIOS.  –Le dijimos.

JESUCRISTO. – “Sigue mi palabra y serás libre de todo yugo. Sigue mi camino, compadeciéndote de tus semejantes, y tu destino será el de ser un hombre verdadero, pues no es el hombre el que posee a la verdad sino ella la que posee al hombre. Y Yo, amado Pablo, soy la VERDAD. Obra con caridad y todo lo dado te será devuelto pues, solo la compasión por los hombres te acercará a mí. Predica en mi nombre, para que el Espíritu Santo se haga en la tierra. Eres Apóstol por mandato directo del Padre.  Ve a Roma,  solamente a través de la conversión de ese imperio pagano, podrás difundir mi Palabra a todos los hombres de la tierra…”

DIOS. – Quiso responder a nuestras palabras, pero tuvimos que dirigir nuestra atención hacia otro hombre  impío. Los sueños de Pablo, le guiarían en el futuro.

 La Conversión había sido lograda.

JESUCRISTO. – Yo os pregunto, hombres del mundo:

 ¿Qué sería de mí, sin San Pablo de Tarso?

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