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Cantico Funerario

"Dios perdona mis pecados."

"En tus manos, Señor."

"En tus manos."

"Perdoname."

"He pecado."

"Perdona mis pecados."

"Hazme según tu voluntad. "

"Ayudame."

"Protegeme, ruego tu protección."

"No temo porque sé que estoy contigo."

"Lo merezco y acepto."

— ¡Ruego por tu misericordia, Padre! — grito la muchacha levantando sus manos al cielo, a la figura de cristal de Jesús en su segunda venida.

La chica siguió con la mirada en el suelo, girando en círculos sobre sus rodillas, tallando poco a poco un circulo de sangre. Algunas partes de sus rodillas carecían por completo de piel, otras comenzaban a perder la carne y su boca sabia a pastel de manzanas. 

"Ten piedad de mi alma."

"Me arrepiento, me arrepiento."

"Ruego perdón."

"Dame sabiduría."

"Quiero ir, realmente quiero ir."

"Llevame al cielo, contigo, Dios, llevame contigo."

Suplicaba la joven entre lamentos, la chica cayo en medio de un circulo tallado de su propia sangre y contemplo en cuerpo de Adán colgando detrás del escenario en el auditorio. Todavía de rodillas e implorando por su salvación se arrastro hasta el frente del escenario, se levanto y poco a poco, con las rodillas desgarradas subió las escaleras que daban al balcón donde el pastor Colleman daba algunos sermones al aire libre. El cielo estaba blanco, totalmente blanco, la chica llego al balcón, observando a su amigo sobre el barandal, Mustafá miraba hacía abajo, hacía el verde césped prefabricado.

— Esto es el purgatorio, ¿verdad? — pregunto el moreno, dando un paso más al frente.

— Sí — respondió la joven volviendo a arrodillarse, notando a una sombra sangrante acercarse —, debemos arrepentirnos de nuestros pecados e implorar misericordia.

Séfora apretó los ojos, entendiendo que sus errores eran las causas de su tormento. Su pecado. La niebla comenzaba a asentarse, dejando a la vista extrañas formas entre la bruma. La muchacha siempre considero que tenía una vida buena, una vida justa, pero nunca se pregunto si era una buena persona, ahora en penurias debía recordar todas las veces en las que no fue paciente, no fue amable, cordial, benevolente, gentil o agradable, todas esas veces en las que ignoró el sufrimiento ajeno, mirando de reojo a la persona en necesidad, esas ocasiones en las que no dio la otra mejilla u obedeció a sus mayores, las ocasiones en las que humillo a Moisés y no puso en practica el arte de perdonar. Sí, Moisés era impulsivo y a veces cruel, pero era un hombre, un chico en desarrollo y ella nunca supo verlo, no supo comprender que en medio de tanto caos habían sentimientos sinceros. A pesar de la diferencia de edad el hijo varón del pastor era alguien cuya belleza se podía apreciar, su sonrisa intoxicante causaba amor en todos los demás, todo el mundo quería un pedacito de él, de su amor y sabiduría, pero ella no supo entenderlo, se dejo llevar por los comentarios externos y pensamientos indebidos de personas de internet que malinterpretaron sus acciones como acoso. Ahora afrontando las consecuencias de sus acciones se daba cuenta de lo equivocada que estaba, lo equivocados que estaban.

Séfora solo quería saltar de un lado a otro, girar sobre si misma luciendo sus botas militares con su vestido rojo, portando la chaqueta que Adán prometió regalarle. Era una noche de abril en una fiesta de la escuela. Séfora ondeaba su cabello de un lado a otro saltando sin gracia ni orden, respirando agitadamente en medio de sus dos amigos que no dejaban de contornearse al ritmo de la música, la joven parpadeaba de forma coqueta hacia un grupo de chicos de su edad, preguntándose si era verdad que una doncella baja y adorable como ella podría conseguir a cualquier chico que quisiera como la teoría de sus amigos sugería, estaba lista para poner a prueba dicha teoría cuando las manos de Moisés se interpusieron en su camino, <<Será mejor que pases la fiesta conmigo>> dijo el chico intentando llevarla a otra parte o por lo menos bailar con ella, <<No me toques, dejame>> la muchacha paso de largo y volvió a saltar al lado de sus amigos, bajo la mirada furiosa del hijo del pastor, cuando llego el tiempo de irse la chica seguía saltando, ahora por el camino hacía su casa, sintiéndose tan pesada como una pluma y lista para devorar el mundo, y todo aquello que lo habitara, Moisés la alcanzo un par de minutos después, en su auto deportivo, con desolación la chica lo vio obligarla a subir al auto con la ordenanza de su madre como sentencia <<Que él te lleve a casa>> fue lo que dijo Astrid cuando su hija intento pedirle ayuda para librarse de tan molesto acompañante, al subir el muchacho comenzó a darle un sermón sobre como debía ser una dama recatada y centrada, no exponerse de esa manera porque ningún hombre querría a una mujer usada, fue entonces cuando Séfora se cubrió los oídos y comenzó a hacer bocaquiusa a todo pulmón, el chico intentaba sacarle los dedos de los oídos mientras seguía con su discurso y conducía, <<Debes entender que no esta bien que una hija de Dios haga eso, no deberías ni siquiera salir sin la compañía de un hombre a tu lado>> pero con cada palabra la chica tarareaba más fuerte hasta comenzar a gritar. Frustrado Moisés apago las luces de su auto, pisando a fondo el acelerador del auto, en un camino irregular y terroso, gritando que si no lo escuchaba chocarían y todos asumirían que fue un accidente. Ahora entendía que eran palabras de un enviado de Dios, la chica apretó los labios entendiendo que ese era el valle de sombra y de muerte.

— El pastor Colleman tenía razón — susurro Séfora contemplando el cuerpo destrozado de Mustafá sobre el verde césped.

La chica bajo del balcón y se arrodillo de nuevo, continuando con sus oraciones, rogando por la salvación de su alma, cansada ver esas sombras y de oír esas voces. Adán y Mustafá ya habían salido del purgatorio, pero ella sentía que debía depurar su alma, solo un poco más, Séfora se sentó en la esquina de las escaleras hacía el balcón, abrazando sus torturadas piernas, la joven miro hacía detrás del escenario notando la soga de la cual colgaba el cuerpo de su amigo, luego miró hacía las escaleras sabiendo que el patio trasero yacía el cuerpo de su otro amigo, se pregunto si ellos habrían logrado llegar al cielo o si estarían quemándose en el infierno.

El pastor sabe como guiar a sus ovejas.


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