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2.0

El Punto de Vista de un Protagonista Omnisciente.

Hay momentos en la vida que cambian tu rumbo para siempre.

Para Yoo Joonghyuk sería aquel cuando interiorizó que su vecino le observaba secretamente. Todos los días.

Bien. Le cabreó enormemente ser el objeto de diversión de alguien más. Pero sinceramente, lo menos que le preocupaba en ese momento era que un loco le espiara.

Sus padres se habían ido hace unas semanas y no les pudo importar menos dejar a sus hijos a la deriva.

A Yoo Joonghyuk tampoco le importará lo que suceda con ellos...

...

... Joder.

¿Por qué mentir? A Joonghyuk le preocupa sus padres, mucho. Pero tenía que aprender a levantar sus defensas frente a ellos.

No le dañarían más. Ni a Mia.

Para este punto, era más que obvio que su vida va cuesta abajo.

Se sentía descendiendo una montaña sin protección alguna, mientras todos sus esfuerzos estaban en proteger a su hermana de las rocas en el camino.

Yoo Joonghyuk odiaba decirlo. Pero estaba cansado.

Agotado.

Hacía un tiempo se vio en la necesidad de participar en peleas callejeras, porque el salario de su empleo a medio tiempo no le bastaba para los gastos de la casa.

Era difícil esconder sus moretones de Mia. Que ella se preocupara era lo menos que deseaba.

No sólo su cuerpo estaba hasta la médula, también su estado mental decaía cada día.

Se encontró preguntándose:

¿En serio Mia estaba mejor con él?

El objetivo principal, protegerla, flaqueaba de a poco irremediablemente.

Su hermana, por estar a su lado, no podía vivir en la comodidad que seguro le proporcionaría su familia materna.

No es falso que su relación con ellos nunca ha sido perfecta. Pero quizás, tan sólo por hipocresía, la cuiden mejor.

Mientras más se repetía la idea más se odiaba a sí mismo.

"Deja las excusas Yoo Joonghyuk, sólo quieres desacerte de tu hermana."

Una voz le repetía.

Sólo le hablaría al respecto... Nada más.

**********

- Mia... ¿Quisieras pasar un tiempo en casa de los tíos? - La pequeña dejó de golpe lo que tenía en sus manos y le miró con los ojos agitados.

- Hermano... - En seguida corrió y abrazó la cintura del mayor. - ¡Por favor! ¡No me dejes sola! ¡Voy a ser una buena niña! ¡Quiero estar con el hermano Joonghyuk!

- ... Mia. - A Joonghyuk se le apretó el pecho de dolor. Abrazó a la niña de inmediato.

Mia no quería separarse para que él la pudiera calmar y decirle que todo fue una broma de mal gusto.

Sólo pudo disculparse.

- Perdóname, perdóname. Prometo que no te voy a dejar sola. ¿Sí? - Ella se separó, solo un poco y le miró con sus grandes ojos aguados. Él tomó las mejillas de su pequeña hermana con las dos manos. Secó el pequeño rastro de lágrimas.

- ¿Lo prometes en serio?

- Claro. Sabes que nunca rompo mis promesas.

- ¡Jum! - Le volvió a abrazar.

Se quedaron en esa posición hasta que ella se durmió.

Yoo Joonghyuk, ¿en qué carajos estabas pensando?

Se acabó la caída. Aguantar.

Agarra esa rama de árbol que sobresale de la pendiente.

Hasta que te sangren los huesos.

Se lo debes a tu hermana.

Inesperadamente Yoo Joonghyuk se encontró visualizando la ventana apagada del edificio del frente.

Sí, podían con esto. Tenía que demostrarlo.

Después de todo, tenían un espectador.

****************

Yoo Mia estaba sentada en una silla. Movía sus pies intranquilamente de un lado a otro mientras miraba el reloj. Cada minuto para ella era interminable.

Yoo Joonghyuk sabía qué estaba esperando. Oh, mira que sí.

A las seis en punto un toque en la puerta rompió el silencio. Mia corrió a abrir con rapidez. Miro a ambos lados del pasillo, pero no encontró a nadie.

Su rostro mostraba decepción. Seguro pensó que esta vez lo atraparía.

En el piso había el familiar paquete rojo. Lo recogió y entró en la casa.

- ¡Hermano, el hada nos volvió a dejar un regalo! - La niña habló emocionada. Dejó el paquete frente a Yoo Joonghyuk.

- El... ¿hada? - Yunghyuk se sirvió agua y empezó a tomar.

- Entonces. ¿El Sugar Daddy? - Casi derrama el contenido de su boca.

- Olvídalo, hada está bien. - Yoo Mia sonrió con picardía, siempre tenía la razón.

Era tarde ese día cuando Joonghyuk arropó a su hermana. A pesar de que no solían agradarle, Mia tenía en sus manos un pequeño peluche que le regaló su "Hada".

Una bola blanca con cuernos. Vaya gustos.

No era la primera vez que Joonghyuk había tratado de comprar en la tienda algún muñeco de felpa a la pequeña. Pero ella siempre decía que ya era grande para esas cosas. No llamaban su atención.

Por eso, no pudo evitar sentir celos cuando atesoró preciadamente aquella esfera cubierta de pelos.

- Sabes que si abres la puerta más temprano puede que encuentres a tu hada.

- ... - Yoo Mia se quedó callada. Joonghyuk se sintió algo incómodo bajo el escrutinio de su mirada.

- Lo digo porque has querido sorprenderle estos días.

- Hermano. - Yoo Mia suspiró. Cuando habló de nuevo, ya no parecía la infante que era. - Sé que te preocupas porque no soy como las demás de mi edad. Haces todo lo posible porque mi infancia sea común. Por eso, pensé que si pretendía jugar al escondite con esa persona, te sentirías mejor.

- Mia... - Un nudo se empezó a formar en la garganta del mayor.

- Yo no quiero conocer al hada. Es mejor de esa manera. Temo que cuando me vea... se decepcione y no venga más. O que se sienta traicionado. Si mantiene su identidad en secreto es por alguna razón.

Yoo Joonghyuk no supo que hacer para consolar a su hermana. Mia había madurado antes que el resto, eso lo sabía. Pero siempre trataba de tener presente que aún era una niña.

Como conocía también que el abandono de sus padres había dejado una cicatriz imborrable en su alma.

Aunque hiciera todo lo posible, el amor que le brindaba nunca sería como el de los progenitores.

- Pequeña. Eres perfecta como eres. No deseo que cambies y estoy seguro que el hada le encantarás.

O le pegaría bien fuerte en el rostro.

- Hermano. ¿Puedes abrazarme? - Yoo Joonghyuk se mostró sorprendido ante la petición. No obstante, nunca se negaría.

Abrazó con fuerza a la pequeña y ambos durmieron así la noche.

************

Cuando Yoo Joonhyuk descubrió por primera vez el misterioso paquete frente a su puerta, se sintió intrigado.

Cuando lo abrió y encontró dinero, más otras cosas dentro de él, por algún motivo ya supo quien era el remitente de estos objetos.

Kim Dokja.

Su orgullo le decía que saliese por esa puerta y le estampase los estúpidos billetes en el rostro. Nadie necesitaba su compasión.

Pero la parte racional le decía que necesitaban ese dinero.

Y esa, fue la que ganó.

Se sintió como si estuviera vendiendo su vida. Qué ilógico, nunca pensó que eso fuera posible.

Sólo con la cura del tiempo que pasaba, fue que entendió que Kim Dokja no era una mala persona. Tampoco pretendía burlarse de su situación.

Con el cotilleo del vecindario, descubrió que Dokja incluso ha sufrido los azotes de la vida más fuerte que él.

La pérdida de su madre frente a sus ojos. Y la parca, su padre.

¿Quién puede sobrevivir a eso?

Aparentemente Kim Dokja. Pobre alma desdichada.

Puede que se haya sentido por primera vez identificado con alguien, debido a que ellos también perdieron a sus padres, y por eso decidió ser un espectador de esta rota historia.

Kim Dokja parece ser incapaz de relacionarse correctamente con los demás, por lo que solo les ha observado.

La única forma de mostrarle su apoyo sería a través de sus obsequios. Incluso escribía pequeñas cartas, con una letra pulcra y delicada. Realmente fue entretenido verle tratar de expresar sus sentimientos en palabras.

Incluso Mia preguntó si su hada se había emborrachado.

Una vez, subía hacia su apartamento. Terminaba de salir de su trabajo y debía apurarse para llegar a su próxima pelea.

Casi se tropieza con Dokja dejando el habitual empaquetado rojo frente a su puerta. Fue mucho más temprano que lo usual.

Con rapidez se escondió detrás de una columna. El otro ya venía hacia su dirección.

- Mmm. No he suministrado correctamente los ahorros de este mes. - Sus cejas se encogieron. - Creo que necesito otro trabajo más. - Siguió rebuscando en su vacía billetera. - Ah...

Y aunque no tuviera para comer esa noche, salió con una sonrisa de satisfacción.

Misma sonrisa que nubló la mente de Joonghyuk.

Era la primera vez que veía tan cerca a Kim Dokja. Incluso divisó un brillo especial en sus ojos, que unido a su blanca piel le daba un aspecto etéreo.

Tal vez Mia no se había equivocado y Kim Dokja sí era un hada.

Esa día faltó a la pelea nocturna debido a su estado de disociación. Lo que conllevó a que la noche siguiente el combate fuera el doble de trabajoso.

Tampoco ayudaba que la imagen de Kim Dokja no se despegará de su cerebro.

¿Se había quedado sin dinero a principios de mes?

¿Es porque se lo dio a ellos?

Esto es inaceptable. Nunca pensó que Dokja llegaría a tal extremo.

Sus pensamientos no cesaban, lo que le distraía de la pelea. Y así fue como terminó con una puñalada en su cuerpo.

Por obvios motivos no podía regresar a su casa. Mia se asustaría. Por eso, decidió entonces acercarse a tal ávido lector.

Sólo está vez, Yoo Joonghyuk dejaría entrar a alguien más en su vida.

A pesar que costara derribar el pedestal que le mantenía inalcanzable para Dokja. Joonghyuk era obstinado, su hermana se lo repetía constantemente.

Por lo que no se rendiría como con sus padres. Kim Dokja valía la pena.

**********

El sonido de una notificación despertó a Yoo Joonghyuk del sueño. A su lado Dokja se levantó y escribió un mensaje. Con una sonrisa apagó el teléfono y se envolvió de nuevo con sus brazos.

- ¿Quién era?

- Han Sooyoung.

- Ah. Siempre entrometida.

Kim Dokja se rió ante el comentario y plantó un beso en los labios de Joonghyuk.

- Tranquilo. Fue para avisarme de un nuevo libro que había escrito.

La silueta de Dokja a la luz de la luna fue una imagen que dejó a Joonghyuk embobado. Kim Dokja era la única persona que podía hacer un desastre de él.

Era su constelación.

- Te amo, Dokja. - El nombrado abrió los ojos y un sonrojo cubrió sus orejas y cuello. En un segundo todo su ser estaba hirviendo. Respiró tres, cuatro veces. Sólo para poder responder correctamente.

- También te amo Joonghyuk.

Se acostaron nuevamente, sin un milímetro de espacio entre ellos.

Unidos.

Y si hay algo que Yoo Joonghyuk nunca le ha dicho a Kim Dokja es que sin saberlo, él también le había salvado.

Creía que su existencia en el mundo era nula. Cada día pasaba igual que el anterior, nadie escuchaba sus gritos de auxilio.

Kim Dokja le demostró que aún alguien tomaba en cuenta su ser. No era sólo otra estampa en el periódico.

Era especial. Para Kim Dokja.

Así las horas transcurrieron.

Ya Mia terminará la Universidad dentro de unos meses.

Y Yoo Joonghyuk vive y vivirá feliz siempre con su observador.

Su salvador.

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