El puente
Aún recuerda como las hojas rodaban por el suelo y lo guiaban hasta el camino de rocas.
- No corran. - Logró oir, bajó la intensidad de sus pasos y se detuvo en el césped, sin embargo, su hermana avanzó sin prestar atención y quedó atontada por las flores que crecían en el puente.
Su madre los llamó a ambos, pero su hermana solo accedió a la segunda orden; el viejo puente no era parte del camino a casa.
- Chanyeol... - Escuchó que su hermana le llamaba.
- ¿Qué pasa? - Respondió con somnolencia y limpiandose los ojos. - Es muy tarde...
- Lo sé, pero no tengo sueño.
- Mamá dijo que no debíamos comer muchos dulces.
- Salgamos un momento...
- No podemos.
- Es solo para tomar un poco de aire, además no puedo ir sola... - Realizó un puchero.
- Si tienes miedo, ¿por qué vas?
- Solo será un momento o no podré dormir en paz. - Dijo subiendo la voz.
- Estás loca.- Resopló y se levantó con cuidado, si su mamá se enteraba estarían en serios problemas.
- Vamos. - Le dijo la adolescente.
Lograron salir por la ventana, Chanyeol solo seguía a su hermana y esperaba con ansias volver a su cómoda cama. Tal vez aún estaba dormido, porque podía jurar que la luna alumbraba su camino y que las raíces de los árboles se cruzaban a sus pies.
Una pequeña mariposa de color plata se apoyó en su mano y, luego huyó, él comenzó a seguirla y terminó en un pequeño jardín de ipomeas albas, unas flores de un blanco puro, que intencificaban el brillo de la luna. Se sentó entre las enredaderas y se dejó proteger por las hojas.
A la mañana siguiente, un grito agudo alertó a todo el pueblo, los hijos de la familia Park habían desaparecido. La ventana no estaba forzada y, tampoco, la puerta.
Una caravana salió en busca de los niños solo para llenar de desolación y dolor a una madre y a un padre; la pequeña había caído del viejo puente, su cuerpo estaba destruido.
Una comitiva especial recorrió el lugar buscando al pequeño y, por fortuna, lo encontraron enterrado entre las enredaderas a varios metros del sitio donde murió su hermana. Los hombres dijeron que el niño no reaccionaba y, en efecto, no lo hizo hasta una semana después del suceso.
Los padres cuidaban con recelo a su único hijo, casi sin esperanzas de que despertara, pero entonces, durante una noche de luna llena el pequeño despertó y llamó con desesperación a sus progenitores.
Desde entonces, todos en el pueblo protegían a sus hijos para que no tuvieran el mismo final que la hija de los Park.
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- ¿Irás a ver a tus padres este año?
- Tal vez, si lo exámenes no me destruyen primero.
- Mis padres quieren visitar a los abuelos.
- Suena a viaje largo.
- No tanto. Chanyeol, ¿creo que tus padres están esperando afuera?
Él joven miró por la ventana y reconoció el auto gris.
- Lo están haciendo otra vez...
- Solo están preocupados, igual que los míos, solo que los tuyos tienen una razón... - Lo último lo dijo en voz baja.
- Se acerca la fecha.
- Mis padres no quieren volver, oyeron rumores... Supuestamente, las cosas han cambiado, pero no quieren poner un pie en ese lugar.
- Solo vuelven porque mi hermana está ahí... A mí me dejan en un hotel a las afueras mientras la visitan.
- Somos adultos, ¿no?, pero aún así están aterrados. - Comenzó a guardar las cosas en su mochila.
- Fue un accidente.
- Todos querían creer eso.
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- Volveremos en media hora, tu madre te dejó todo lo necesario. - Colocó el ramo de flores en el auto.
- Jazmines...
- Sí, a tu hermana le gustaban... - Contestó su madre. - Cuidate, no tardaremos mucho.
Chanyeol solo sonrió y cerró la puerta como sus padres le habían dicho. Aún después de volver, seguía sintiendo que algo de él faltaba. No estaba despierto, no completamente.
Se sentó sobre la cama y miró la pantalla de su celular, las fotos de su hermana eran los únicos recuerdos que tenía. Cuando despertó esa noche no recordaba a sus padres, ni a nadie. La curandera del pueblo les aconsejó que dejaran el pueblo por el bien de su hijo; unos meses después, en una nueva casa, comenzó a recuperar pequeñas cosas que no tenían sentido para él.
Guardó su teléfono y se inclinó para mirar debajo de la cama; el vaso con sal estaba ahí, como siempre. Era una indicación que le había dado esa vieja mujer hace años, lo mantendría a salvo. ¿Por qué? La bruja decía que Chanyeol estaba siendo atraído hacia la oscuridad. Todas las noches, desde ese hecho, soñaba con flores blancas que brillaban a su alrededor y que le alumbraban un camino, que su pobre hermana no podía seguir. Muchas veces le había gritado en sueños y, aunque ella no podía llegar a él, soltaba gritos agudos que enviolentaban a las enredaderas. En una ocasión, había visto como una raíz había aplastado la imagen de su dulce hermana hasta desvanecerla.
- Algo te está persiguiendo. - Le dijo ella. - Ella no es tu hermana, no debes oírla.
- Ella...
- Ella murió, y estoy segura de que no estaba ahí cuando te guío hasta ese puente.
- ¿Cómo? Era nuestra hija. - Replicó su madre.
- No, su hija estaba poseída y se quería llevar a su hermano con ella.
Escapó del recuerdo y caminó hasta la puerta, quería un poco de aire fresco. La puerta se abrió y, a sus espaldas, la sal del tazón se volvió completamente negra.
Hizo una caminata hasta el pequeño parque y se sentó en una de los bancos. Miró hacia el cielo y se llevó una galleta a la boca, su madre las había hecho esa mañana. Frente a él, una madre le tomaba fotos a su hijo, la mujer estaba embarazada y parecía interesada en comer algo del puesto de comida que estaba a unos metros. Chanyeol observó como el niño miraba sus juguetes y asentía a los dichos de su madre; ella tomó su bolso, le sonrió a su hijo y caminó solo unos pasos hasta el puesto.
El cuerpo de Chanyeol se heló cuando vio como el niño caminaba hacia unos matorrales, perdiéndose de la vista de su mamá.
- ¡Jeno! - Oyó el gritó, se levantó.
- ¡Voy por él! - Les gritó. Podía escuchas los quejido que la mujer soltaba hacia su celular.
Cómo un niño tan pequeño puede ser tan rápido, pensó y avanzó entre los arbustos y yuyos. A solo unos metros estaba el acantilado, lo que había allí lo recordaba muy bien.
Con una mano sosteniendo su pecho, llegó hasta el puente; el niño estaba allí, subiendo a los bordes de la construcción.
- ¡Niño, espera! - No había reacción alguna. Corrió con las fuerza y se lanzó para poder atraparlo; su intento desesperado, estúpido y suicida, pero noble, lo dejo colgando de una rama con el pequeño en brazo. - Todo estará bien... solo espera un poco. - En esos instantes lamentaba no ser tan atlético. En su pecho podía sentir los lamentos del pequeño. - Escuchame... - Los movimientos se detuvieron. - ¿Eres un bueno niño? ¿Quieres volver con mamá? Bien, entonces sostente de mí y, por ningún motivo, me sueltes. - La cabecita se movió de arriba hacia abajo y Chanyeol comenzó a escalar con ambas manos, pero sin soltar del todo al niño.
Cerca del final y en un último impulso, tomó al pequeño y lo ayudó a caer sobre el puente. Sus brazos estaban cansados y su cuerpo aturdido, el mareo se apoderó de él y se sintió sin peso alguno.
- ¡No! - Logró oir a la vez que alguien le tomaba de los brazos y lo subía con algo de torpeza al puente. - Dios, ¿estás bien?
Chanyeol asintió y dejó que el hombre lo acompañara hasta la salida del puente.
- ¿El niño?
- Está bien, mi esposa se lo llevó. - El hombre lo sentó en el suelo. - ¡Gracias! - Escuchó mientras el sujeto se desarmaba frente a él; le recordaba a su padre.
Su mente viajó a ese entonces... Preso de un deseo de venganza caminó hasta un punto ideal y con su celular tomó un par de fotos.
- Haré que clausuren esta mierda.
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Perdió el aire cuando la fotografía salió de su impresora; entre las numerosas enredaderas podía verse una luz gris, casi blanca, difuminada y levemente inclinada hacia la izquierda. Tomó la imagen en sus manos y la posicionó como lo hizo con la cámara. Esa cosa estaba en un ángulo recto hacia él. Chanyeol juntó todas las fotos y las acomodó en una secuencia. La luz aparecía inmóvil e inclinada; luego, más inclinada; y, finalmente, fuera de las plantas.
- ¿Qué demonios?
Esa noche tomó una decisión, ese lugar tenía que ser destruido.
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Sacó los explosivos de su mochila y los repartió por todos los puntos que consideraba importantes de la estructura.
- Esto se ve muy estúpido... - Escuchó a sus espaldas y lamentó ser descubierto.
- Este lugar... es el infierno.
- ¿Estás loco?
- No, yo y muchos más estamos destruidos.
- No fue mi culpa.
- ¿Qué?
- Yo no tengo la culpa de eso. - Chanyeol no le prestó atención y continuó. - Vas a lastimarte.
- Eso no importa.
- No será el único.
- ¿Qué? - Se dio vuelta dispuesto a soltar toda la mierda posible para sacarselo de encima.
- El niño que salvaste, no será el único en morir...
- ¿Por qué dices eso?
- Ellos no terminan aquí por culpa de una maldición, lo hacen por el dolor y el daño que le provocan otros humanos.
- ¡Escúchame, mí hermana murió aquí! Ella no estaba herida... - Comenzó a llorar.
- No, estaba enferma.
- Tenía quince años... - Soltó con fuerza.
- Ella... quería matarte, el que iba a morir esa noche eras tú.
- ¡Eso es mentira!
- Ese niño sabe que no es hijo de su padre... ella se los dijo estando ebria.
- ¡Cállate!
- ¿Por qué crees que el hombre lloraba?
- ¡Basta!
- ¡Porque es un pedófilo que quiere tener a su hijo... - Chanyeol lo empujó contra el suelo y le cubrió la boca. El chico miró hacia el cielo y cerró los ojos. A los pocos segundos, se escucharon dos detonaciones. - Se ha disparado, ya no podía vivir con eso.
- ¿Qué eres?
- Tienes que volver a tu casa, ella está enojada...
- ¿Quién?
- Tu hermana. Ella te quería muerto, serías el segundo niño al que rompería... el primero fue un ensayo.
- ¿Por qué se arrojó? - Soltó sin fuerzas.
- Yo la empujé... Tenía que salvarte. - La figura del muchacho se desvaneció.
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- ¿Qué eres? - Dijo mientras arrojaba las fotos al vacío.
- Soy este puente y todo lo que crece en él. - Dijo recogiendo algunas flores.
- Soy Chanyeol...
- Lo sé.
Chanyeol se sentó en el puente y observó al espíritu; sus facciones eran delicadas y filosas; su vestimenta era antigua, medieval; su cabello era castaño y sus ojos cafés; su piel era blanca y sus pies no estaban vestidos con zapatos.
- No saben que estas aquí.
- No.
- Debes volver.
- Aún no es de noche, estoy viejo como para huir... ¿Cómo te llamas? - No lo miró.
- Sehun...
- Este puente no tiene nombre.
- Me nombró un turista...
- ¿Turista?
- Sí, le gustaba la arquitectura. Se llamaba Suho.
- Ya veo.
- Se casó aquí. - Sonrió. - Y su esposo vino a dejar flores el día que Suho murió. Lay era muy dulce y, en verdad, lamenté su pérdida.
- ¿Se casaron aquí?
- Sí, cuando yo tenía diez años, hace... trescientos años.
- Entiendo.
- Lay era un caballero que pasó por aquí y encontró a Suho escribiendo, fue amor a primera vista... ¿Tus padres?
- Están bien, supongo.
- No saben lo que harás...
- No...
- No debe hacerlo.
- Ya no quiero seguir, tendré que volver y no podré...
- No debes verme... - Sacudió algunas flores. - Maté a tu hermana.
- Quiero devolverte el favor...
- ¿Quieres quedarte? - Sehun se acercó al borde y le tendió la mano. - Entonces, ven.
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El pequeño niño corrió hasta el lugar y miró hacia abajo.
- Ya no puede lastimarte. - Escuchó a sus espaldas, volteó su rostro y vio como dos figuras caminaban por el puente y desaparecían en el aire.
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