Ivy llegó más temprano de lo normal a la cafetería, trató de escribir en su cuarto del hotel, pero simplemente las ideas no fluían. Dedujo que su trabajo se había vuelto más fácil si observaba por ligeros ratos al castaño que ahora no dejaba sus pensamientos. Al entrar la campanilla indicó que alguien había entrado al lugar, Josh levantó su cabeza y se encontró con la mirada azul de la chica.

—Hola, viniste más temprano —dijo el castaño tratando de ocultar el libro que leía, pero Ivy ya lo había notado. 

 —¿Te está gustando? —preguntó refiriéndose a su libro.

—Sí, eres muy buena escritora, el misterio es tan grande que todos los personajes se me hacen sospechosos — respondió.

—Gracias, me alegra que te guste. ¿Desde cuándo lo lees? 

 Josh rascó su nuca nervioso.

—Me dio curiosidad sobre tus libros, se ve que te esfuerzas mucho por escribir y quise leer una de tus obras —dijo con un ligero sonrojo —. Verdaderamente, eres muy buena, Ivy. 

 —El misterio y la fantasía son mi fuerte.

—¿Es de misterio el libro que escribes?

Negó.

—Romance, es por eso que se me hace difícil —contestó la rubia—. No creo saber del amor lo suficiente como para escribir sobre él.

—Nunca se sabe lo suficiente del amor, es diferente para cada persona, estoy seguro de que el libro te quedará genial — exclamó acercándose a ella—. Deja que tus instintos te guíen, el amor no se basa en reglas, sino en emociones y en dejarse llevar. Ningún amor es perfecto o sigue normas.

Josh colocó un rebelde cabello tras la oreja de la rubia. 

 —Puede ser instantáneo, lento, desenfrenado o incluso efímero, pero aún seguirá siendo amor —dijo acercándose cada vez más —. No dejes que alguien te imponga lo que es el amor, porque solo tú defines el tipo de romance que deseas. 

 Los rostros estaban a escasos centímetros, estaban a nada de unir sus labios, hasta que el sonido de la campanilla los separó. El segundo cliente del día ingresó al lugar. Ivy se dirigió a su mesa de siempre con las mejillas sonrojadas, pero con la inspiración al máximo.