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Gleestory 30: My life would suck without you

Esta es la trigésima y última Gleestory, que desarrolla la canción número 1, "My life would suck without you", original de Kelly Clarckson y cantada por Rachel, Finn, Quinn, Puck, Artie, Tina, Santana, Brittany, Mike, Mercedes y Kurt  en Glee.

Aquí adjunto la historia escrita por @Perlsxoxo inspirada en esta canción.

*        *        *

Pensativa, me derrumbé en el sofá de mi salón. Las imágenes cruzaban en mi televisor, y yo sólo fingía que entendía el programa que estaban pasando en la misma. Pero mi mente, andaba en la deriva, recordando con dolor los acontecimientos de aquel día. Inevitablemente, volví a ese día, a esa tarde, a esa hora.

—No tiene por qué importarme.

Sus palabras se clavaron en mí salvajemente. Me obligué a mí misma a no llorar estando frente a él. No permitiría que se diera cuenta de que sus palabras me afectaban. Me sonrió, cínico. Y se dio la vuelta para marcharse, pero yo no permitiría que se fuera así sin mas.

—Ambos sabemos que eso no es verdad —hablé en voz alta. Él se detuvo, pero no se dio la vuelta—. Ambos sabemos que yo te importo.

—Pues te equivocas —Seguía de espaldas hacia mí, y a pesar de que no me miraba sentía como si cada palabra fuera una bofetada en mí—. No me importas en lo más mínimo.

—¡Date la vuelta! —rugí. Y ahora la furia me embargaba. Sabía que me quería tanto como yo a él. Él tenía que admitirlo, este era su último día en California. Mañana se iría a Nueva York. Y hoy era el momento en que quería escuchar esas palabras salir de su boca—. ¡Date la vuelta y dime eso a los ojos!

Se volteó bruscamente y se acercó a mí con grandes zancadas. Se detuvo a pocos centímetros. Y pude admirar sus ojos color ámbar, y ligeros mechones de cabello desordenados por toda su frente. Observé cada rasgo, cada plano, cada línea de su rostro. Tratando fervientemente de que se implantara con fuego en mi mente. Porque no quería olvidarlo.

—No me importas —Mi corazón se hizo añicos al oír esas palabras—. No te quiero —Esto último lo dijo en un susurro.

Sus ojos no se apartaban de los míos. Analicé su rostro, buscando, anhelando encontrar algún indicio de mentira en ellos. Pero no veía nada. Estaba inexpresivo.

Esta vez sí me dieron ganas de llorar. Me di la vuelta y empecé a alejarme de él. Lo más rápido que pude. Teniendo en cuenta de que esa era la última vez que lo vería y esas serían las últimas palabras que escucharía de él. Ese era el adiós definitivo.

Un trueno me trajó a la realidad. Contemplé las gotas cayendo en mi ventana. Suspiré con pesar.

Tal vez fui estúpida por decirle adiós.

Tal vez fui estúpida por tratar de iniciar una pelea.

Sacudí mi cabeza. ¿De qué valía ya seguir torturándome? Habían pasado trece días.

Trece días desde que se fue a vivir a Nueva York.

Trece días desde que sucedió la pelea.

Trece días desde que no sé nada sobre él.

Trece días desde que lo vi, desde que escuché su voz.

Suspiré nuevamente. Me levanté desganada, apagando la televisión. A lo mejor él ya había conocido a otra chica. A lo mejor él ni pensaba en mí.

Arrastré mis pies y mi miseria, dispuesta a ir a mi habitación a leer un rato, cuando escucho que tocan la puerta.

Me detuve.

Afuera estaba lloviendo. Muy fuerte. Quien sea que estuviera ahí afuera, se estaría empapando. Me volteé y me dirigí a la puerta, dispuesta a abrirla. Pero al agarrar el pomo, algo me hizo detenerme. No sabía qué era con exactitud. Pero algo me gritaba que lo que sea que estuviera del otro lado de la puerta sería...

—Abre, por favor —Me interrumpió su voz, la cual sonaba rota.

No podía ser él.

Abrí la puerta de un tirón y antes de poder reaccionar al verlo a él, ya tenía sus labios en los míos. Y sólo al sentir su contacto, fue como si mi cerebro se encendiera otra vez luego de días de estar muerto. Fue como si sintiera un latir en mi pecho, el de mi corazón despertándose luego de días de estar durmiendo. Fue como sentir una chispa explotando en todo mi cuerpo, corriendo con fuerza a través de todas mis terminaciones nerviosas.

Y ahí se encontraban nuestros labios. Moviéndose con fiereza. Sus manos aferraron mi cintura, me acercó a él, manteniéndome pegada a su cuerpo, y no me importaba en lo absoluto que me estuviera empapando la ropa de agua. Me acorraló contra la pared, mientras delineaba con su lengua mi labio inferior. Mordí su labio como sabía que le encantaba. Y el gimió en los míos.

—Perdóname —suplicó. Se apartó lo suficiente para lograr verme a los ojos—. Fui un imbécil, sólo pensé...

—Pensaste que decirme aquello, haría tu partida menos dolorosa —mi voz salió entrecortada. Sentía un nudo en la garganta. Sin saber con certeza si era debido a la felicidad que me producía verlo de nuevo, o si la tristeza y el miedo de que se marchara otra vez.

—Lo cual fue algo totalmente estúpido —Su mirada bajó hacia mis labios, y luego subió a mis ojos otra vez—. Me fui. Y estar allá fue de lo peor, no había un día, un minuto, un segundo en el que no pensara en ti —susurró, sin apartar la mirada de mis ojos—. Realmente no debería extrañarte, pero no puedo dejarte ir.

—Entonces... —titubeé—. ¿Te quedarás?

—No podría irme de nuevo —Me dedicó una sonrisa un poco triste—. Tienes una parte de mí, y honestamente —hizo una pausa para observarme. Se acercó más a mí, y susurró en mis labios—, mi vida apestaría sin ti.

Iba a decir algo más, pero no le di tiempo ya que lo había acercado de nuevo a mi boca. Susurró algo que no pude escuchar, y aquellas palabras se ahogaron en nuestros suspiros, caricias, disculpas y besos.

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