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Gleestory 20: Mean

Mean Proyecto Glee 2

@LightOfAStar y @AnnaGinebra

Nombre de la canción e intérprete original: Mean - Taylor Swift

Personaje(s) que la interpreta(n): Shannon y Pucks

Episodio: Props. Vigésimo capítulo de la tercera temporada

.

Toda historia tiene un comienzo, y si preguntan por esta, lo recuerdo como si hubiese sucedido ayer.

Junio de 1991.

Apresuraba la jarra de cerveza para terminarla antes que todos. De eso se trataba la competencia, y el premio mayor eran los lascivos labios de Ryan. Los deseaba y no había mejor manera de obtenerlos que ganándole a la locura del reto.

El último trazo amargo se disolvió en mi boca y grité. Lo había logrado.
Mi hermana tomó mi antebrazo y lo levantó aullando, orgullosa de mi valentía.

Con el dorso de mi camisa limpié el resto de la espuma y me dejé caer de la mesa sobre ambos pies. Era la triunfadora. Ahora cobraría mi premio.

─Déjame un poco Annie, que la próxima vez gano yo ─susurró Lucy en mi oído, provocándome soltar una sonora carcajada.

Justo en ese momento la puerta del bar se abrió violentamente, dejando a todos los borrachos visitantes atónitos y desconcertados. Y por supuesto, eso incluía a mi hermana y a mí.

Frente a las puertas del bar se hallaba la notable figura de mi padre, quien tenía el rostro enrojecido por la furia. Miraba de un lado a otro, inspeccionando los rostros que lo miraban asustados. Sin duda, buscaba algo. A alguien, y ese alguien éramos dos: Lucy y yo. Nuestras miradas se cruzaron, y podrías jurar que al hacerlo, su mirada se tornó más oscura de lo normal. Entró sin decir una palabra, y en silencio apremiante llegó hasta nosotras. Sin embargo, en cuanto su mano azotó la mejilla de Lucy para luego dar con la mía, el miedo se esfumó, dando paso así a la impotencia que estos golpes nos causaban.

─¿Qué creen que hacen en un lugar como este? ─demandó con un rugido desquiciado, tirándonos al suelo de un manotazo. ¿Qué más quería? Fuera de la taberna quedábamos mucho más expuestas e indefensas

─¡Solo no divertíamos, solo eso! ─abogué ofuscada en nuestra defensa.

─No las eduqué para que terminaran de borrachas en un bar de mala muerte como un par de prostitutas ─Sus palabras se volvían cada vez más ofensivas.

─¡Y qué hay si en verdad queremos divertirnos de esa manera? ─le desafió Lucy, pero su valor no hizo más que empeorar las cosas. El viejo hombre que cumplía el rol de nuestro padre, había perdido la cordura, la vergüenza y sin medir sus actos golpeó nuevamente a mi hermana.

─¡Basta! ─grité forcejeando para evitar otro golpe hacia ella. Ya no podía más con esto, ya no. Sus reglas estrictas y poca moral a la hora de juzgar. Dieciocho años de mi vida habían sido suficientes, y no pensaba tolerar que pusiese sus asquerosas manos sobre mi hermana nuevamente─. Se acabó.

Los ojos grises de mi padre parecieron oscurecerse durante un momento, haciendo que mi valentía desapareciera completamente.

─¡No te atrevas a tocarla! ─Lucy se había levantado del suelo y ahora me abrazaba─. ¡Ya estoy cansada de tus abusos! Si no puedes tolerarnos, pues entonces olvídate de que alguna vez fuimos tus hijas ─su voz lloraba con desesperación.

─¡No te atrevas a faltarme el respeto, puta!

─¡Cállate viejo desquiciado! ─chillé entonces llena de coraje, tomando la mano de mi hermana y corriendo en dirección a casa.

─Vámonos Lucy. Huyamos, ya no lo aguanto más ─supliqué.

─Hagamos nuestras maletas y huyamos a ningún lugar ─sus manos sostenían las mías y nuestra frentes estaban juntas.

─No nos atemos a ninguna cosa, seamos soberanas de nuestras vidas ─sugerí con esperanza.

La libertad estaba ahora a solo un par de pasos de nosotras. Caminaríamos sin rumbo alguno durante mucho tiempo, disfrutando del camino y la vida nómade, de los placeres simples y calor del sol de verano en nuestra piel dorada. Seríamos completamente libres y solo nosotras dos como compañía, la una de la otra, y nada ni nadie nos detendría.

Así fue como comenzó todo, el principio de nuestra infinidad...

Durante la oscura noche fue fácil escabullirse; nuestra rebeldía y la creciente adrenalina de nuestros corazones hicieron más fácil el continuar por la carretera desierta.

El primer vehículo apareció cuando ya casi amanecía, y subimos en él apenas el conductor nos ofreció llevarnos.

Peligroso, sin duda alguna, pero eso no importaba ya para nosotras.

+++

Robbin, el conductor, había parado media hora después de habernos recogido a Annie y a mí. La idea de seguir con él no era desagradable, pero tampoco agradable, y sé que mi hermana pensaba lo mismo.

Me acomodé y me incliné hacia el asiento del copiloto.

─Tengo una idea ─susurré, y ella me sonrió maliciosamente.

Robaríamos el auto bajo sus narices y él ni si quiera lo notaría.

─Bien, pero yo conduzco ─dijo girando la mano en círculos. Era un mustang convertible del año sesenta y siete.

Accedí riendo. Si alguien iba a seducir a ese hombre para hacerlo caer era yo. Pues ambas sabíamos que mi capacidad de seducción surtía efecto más rápido que cualquiera.

Me bajé decidida del vehículo y acomodé mi insinuante escote.

La campanilla de la tienda sonó detrás de mis pasos. Lo divisé en la fila para pagar. Llevaba unas sodas y unos cigarros, así que ahora no eran solo las llaves las que me interesaban. En silencio me acerqué al hombre por la espalda, esperando a que la vendedora desapareciera en busca de algún suministro para poder actuar.

Robbin me llevaba por lo menos una cabeza en altura, pero si me inclinaba podía alcanzarle perfectamente.
─¿Por qué tardas tanto? ─ronronee melosa en su oído, abrazándole por sorpresa. Metí una de mis manos en uno de sus bolsillos delanteros con total promiscuidad, y él me sonrió. Seguramente pensando que aquella era la razón, pero mi intención estaba lejos de ser esa.

─Vaya, si que eres impaciente. No te preocupes, no falta mucho, bonita ─se oía sorprendido, pero más que aquello, ansioso─. Solo debo pagar esto y la gasolina.

─Dime, ¿a dónde iremos? ─Con cada palabra me acercaba más a su cuello, distrayéndole de mi principal objetivo: el bolsillo izquierdo de su americana de cuero. El lugar en donde debían estar las llaves, según mi memoria indicaba.
En ese momento apareció la vendedora, por lo que bruscamente me separé de él. Cuan inoportuna...
Entregó los cigarros, la dependienta de la caja los registró y continuó con las latas de Dr. Pepper. Yo tomé la cajetilla y dos de las sodas, y le insinué una coqueta mirada a Robbin.

─Ok, te estaré esperando ─accedí de mala gana, con el tono más convincente que pude, esperando a que se tragara mis palabras como agua de miel. Y en cuanto crucé el camino hasta el convertible, mi semblante cambió.

El idiota había caído justo en la trampa.

Abrí la puerta del copiloto y me acomodé.

─¿Conseguiste las llaves? ─preguntó mi hermana, mientras se arreglaba el cabello castaño caoba usando el espejo retrovisor.
─Mejor que eso ─le tendí las llaves, la lata de bebida y a demás la cajetilla de Marlboro.

Annie escogió un cigarrillo y encendió el motor. Me reí. Quisquillosa como siempre, no podía simplemente elegir uno cualquiera.

─¿Cuál es nuestro destino? ─me miró esperando a que sugiriera lo mismo que ella pensaba. Lo veía en sus ojos.

─Las Vegas. Apostar un poco no nos iría nada mal.

Esa era la respuesta que esperaba. Sonrío como una desquiciada y cambió de dirección, haciendo un derrape que jamás habría logrado hacer. Esa era la razón por la que ella conducía. Yo me limité a tomar un cigarro y encenderlo. Era lo mejor que podía hacer por el momento.

Las horas pasaron rápidas, y nosotras ya estábamos viendo las esplendorosas luces de colores de la Ciudad del Pecado. La emoción era inmensa. Queríamos demostrar lo buenas que éramos apostando al azar. Tantos años jugando en los bares nos había enseñado la técnica, y ahora aprenderíamos a llevarla a cabo en el mismo infierno, y mejor aun, para nuestro beneficio.

Nuestra parada fue el Luxor Hotel. Casi al final de la calle caminando hacia el sur. Aunque había muchas otras posibilidades, habíamos elegido este por su peculiar forma de pirámide. Annie creía que nos traería suerte, y que el poder egipcio nos ayudaría a ganar. Era una estupidez, ella también lo sabía, pero qué podía importar al momento de atravesar las puertas al maravilloso y peligroso mundo de las apuestas.

Día tras día, noche tras noche durante un mes buscamos el amanecer dentro de los casinos, y al poco tiempo otra rutina se nos sumó: el seducir hombres para conseguir lo que no ganábamos en apuestas, o a veces por el simple capricho de tener compañía y no pagar una habitación de hotel. Pero todo era cuestión de una noche.

Me senté en el sofá de la sala de estar, encendiendo un cigarrillo que había sacado de la billetera de Lucas, mi víctima de hoy, y poco después sentí el cerrojo de la puerta de la habitación que ocupaba mi hermana. Sus pisadas llegaron hasta donde estaba yo y se abrazó juguetona de mi cuello, zarandeándome de un lado a otro.

─¡Joder Annie, que me ahorcas! ─me soltó y se acomodó en el sillón pasando por arriba de este. Solía comportarse como una niña la mayor parte del tiempo, pero de inocencia no le quedaba ni la edad─. ¿Te entretuviste con Declan? ─pregunté suspicaz, consiguiendo un "por favor, no seas ridícula" de su parte. Aunque sospechaba que dos semanas seguidas para mi querida hermana, habían sido suficientes para despertar algo de cariño en ella por él.

─Está demasiado ebrio como para si quiera mantenerse despierto. Lástima, parecía ser el tipo de hombres que admiro, y puede que incluso estuviese dispuesta a entregarme a él completamente ─rió burlona. Ese era nuestro estilo, seducíamos hombres en los bares de las vegas, asegurándonos de que fuesen los más prometedores, fingíamos emborracharnos junto a ellos para ser llevadas a sus lujosos hoteles y para cuando llegábamos a la habitación, estaban lo suficientemente borrachos como para quedarse dormidos. Esperábamos a que amaneciera y tomábamos la mayor parte de sus bienes, para marcharnos sin dejar rastro alguno, más que una nota. Éramos unas putas vírgenes, sonaba contradictorio, sí, pero no estaba entre nuestros planes entregar más de lo que necesitábamos. Sin embargo esta vez nos había tomado un poco más de tiempo convencerles. Dos semanas para ser exacta─. ¿Quieres un poco de Whisky? cortesía de la casa ─levantó la lujosa botella de cristal y vertió el líquido sobre ambos vasos, poniendo además, un par de hielo en ellos.

─Amanecerá pronto, debemos irnos ─sugerí tomando el vaso y dándole un trago. Annie dio una calada a su cigarrillo y luego soltó el humo dentro del suyo, para luego beber del líquido ámbar oscuro.

─Iré por nuestra recompensa. Mientras tanto, tú deja la nota ─me guiñó un ojo y entró nuevamente en la habitación de Declan.

Más tarde volvíamos a estar dentro de un casino. Había caído la noche, por lo que Lu y yo teníamos que volver a nuestra rutina.

+++

Tiré de los dados una vez más, pero en ese momento escuché una voz susurrante en mi oído, y la presión de un cuerpo contra el mío cortó mis movimientos.

─Así que se van sin decir nada ─un escalofrío recorrió mi espina. Reconocía a la perfección aquella voz─, tomando todo nuestro dinero ─continuó─, y dejando ¡solo una maldita nota!

La voz de Declan retumbó por toda la sala de juego, provocando que las miradas de los jugadores se posaran en nosotros. Me tomó del brazo y me arrastró hacia la entrada del edificio, y al mismo tiempo, Lucas tiraba de Lucy, gritándole también.

─Suéltame, imbécil! ─grité tratando de soltarme de su agarre, pero mi fuerza era nada comparada con la suya.

Los visitantes nos contemplaban aterrados e impotentes.

─¡Ayuda, por favor! ─grité.

─¡Cállate! Malditas zorras, no tienen idea de con quién se han metido ─rugió Lucas. Lucy le miraba aterrada, mientras yo sentía los penetrantes ojos claros de Declan taladrando en los míos.

Nuestro terror se intensificó. Nunca habíamos sido atrapadas, pero ahora dos hombres reclamaban que acabábamos de cometer el peor error de nuestras vidas. Nos acorralaron en un rincón, mientras Lucas ordenaba que alguien llamara a la policía.

Declan se centró en mi.

─¿Creyeron que con nosotros podrían hacer lo mismo que con sus otros galanes? ─sus manos se posaron firma a cada lado de mi cabeza. Más me pareció escuchar resentimiento en su voz─. El dinero rebosa desmesuradamente de nuestras carteras, pero eligieron correr a escondidas de nosotros, los Rockefeller ─La mirada de Lu y la mía se cruzaron─. ¿Es que no lo notaron cuando abrieron nuestra billeteras? ─El silencio otorgó y ambos hermanos sonrieron─. Bien, ahora pagarán el descuido.

¿Rockefeller? Sentí como el alma se me caía a los pies, pero sin embargo el coraje habló por mi.

─Oh, por favor ─solté tajante─ ¿Tan tontas crees que somos? No me digas que de verdad piensas que nos creeremos esas palabras. Estás en Las Vegas, amigo.

─¡Suéltame! ─gritó Lucy cuando Lucas la apresó contra si. Y mi reacción fue instantánea, me levanté para socorrerla, pero Declan me tomó del vestido, rodeando mi cuello con su antebrazo y me apretó contra su pecho, impidiéndome seguir. Solté un gruñido sordo.

La policía llegó en ese momento.

─Pude haberte convertido en reina ─susurró enfurecido─, solo tenías que pedirlo...

Aquellas palabras no despertaron compasión por él, sino odio mismo.

─Por supuesto, cómo no... ─murmuré y luego mordí su mano, con tanta fuerza que alcancé a sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca.

Declan soltó un alarido, y la distracción que ello provocó nos permitió escapar a mi hermana y a mí de las manos de la justicia, una vez más.

Solo me volví un instante mientras huía, quizá por miedo, o por algo más... y lo que vi en los ojos de aquel hombre, despiertan en mí hasta el día de hoy un profundo sentimiento de culpa. Era la única persona que me había hecho sentir así... el único hombre en el que a veces solía pensar.

+++

─Pronto será mi cumpleaños ─me recordó Annie. Estábamos a fines de Julio y el calor del mediodía se hacía insoportable, a pesar de que manejaba su nuevo Corvette a mas de 100 millas por hora y la brisa llegaba hasta nosotras─ ¿Qué haremos para celebrarlo?

─¿Qué te parece pasar unos días en Los Ángeles? ─sugerí─. Y de paso podríamos robar uno de sus bancos.

─Perfecto ─exclamó entusiasmada. Su cabello caoba brillaba bajo el sol, y sus ojos azules iban cubiertos por unos lentes de sol de estilo más retro, redondos. En eso nos asemejábamos más que en nada, en el color castaño rojizo de nuestro cabello y en los ojos.

Nos detuvimos unas cuantas horas después, casi al atardecer. Nos cubrimos con un par de sombreros y unos anteojos de sol, pues sabíamos que era demasiado riesgoso exponernos. Aunque yo no contaba con el maravilloso escándalo que armaría Annie. Cuando escuché los gritos de mi hermana en el pasillo de una tienda, corrí inmediatamente hacia ella.

─Hey, suéltala, imbécil! ─grité al hombre que la sostenía por la muñeca, para luego golpearle la cara, uniéndome al pleito. El alboroto invadía el lugar, pero solo duró hasta que un muchacho, un poco mayor que yo y al parecer el dueño del local, intervino en la discusión. Tenía el cabello rubio por el sol y unos ojos castaños preciosos.

─¡Basta! ─gritó, tomando al hombre del cuello de la camisa y echándole fuera de la tienda.

─Muchas gracias ─dije seguida de mi hermana. Él solo sonrió serio y cortés, seguramente sin saber a quienes había ayudado. Había estado cerca, un poco más y podrían habernos descubierto.

Más tarde ese día, me topé con él nuevamente en una biblioteca. Me presenté tendiéndole la mano, sin embargo él la ignoró. Su actitud parecía diferente de la de esta tarde.

─Soy Lucy... ─solté, pero sus palabras me interrumpieron.

─Sé quien eres ─me quedé sorprendida pero él continuó sin si quiera mirarme─. Tú y tu hermana, seguro creíste que lo ignoraba, ¿no es así?

Se hizo el silencio, sin embargo la curiosidad me forzó a continuar.

─¿Entonces porqué nos ayudaste?

─Quizá para mi propio beneficio, quizá porque quise hacer de héroe. Te dejaré con el beneficio de la duda ─Sus palabras eran cortantes, dignas de terminar tajantes una conversación. Pero su acción me intrigaba, yo quería saber más.

Nunca nadie se había ganado mi atención de esa manera; parecía interesante y yo quería aprender de él.

Seguí insistiendo en una conversación digna durante horas, y antes de que me diera cuenta, intercambiábamos palabras sin detenernos a pensar. Fue entonces, en ese preciso momento, que supe que mi estilo de vida cambiaría completamente. Y yo quería cambiar con el mío, el suyo también.

+++

Si me lo decían, no me lo creía. Solamente un par de meses habían pasado y ya éramos nacionalmente conocidas. Y hasta teníamos un nombre "The Pretty Mean Sisters". Así nos apodaban nuestros compatriotas. Y a decir verdad, sonaba bastante bien. Aquello me hizo pensar en qué diría nuestro padre...

No, ese hombre ya no significaba nada, solo un pasado violento. Ahora que vivíamos entre grandes ciudades, él era solo un mal recuerdo.

─¡Quién diría que llegaríamos a ser tan famosas! -exclamo.

Tomo un poco de tabaco para luego enrollarlo en un papelillo. Momentos después disfruto del placer de su sabor ahumado y maderoso.

─Dame una calada ─me pide Annie, y se lo tiendo.

─¿Cuánto dinero tenemos? ─pregunto acomodando los pies sobre la mesa.

─Calculo que unos cuantos ciento de miles ─dice sentándose a mi lado─ ¿Qué piensas hacer con tu mitad?

Me vuelvo en seco para mirarla, sorprendida.

─¿Mi... mitad? ─El dinero era nuestro, si estábamos siempre juntas no tenía sentido separarlo... ¿Entonces por qué?

Y sin embargo yo me había dado cuenta de lo que sucedía hace algunas semanas, pero no había querido asumirlo.

─Annie, me he enamorado de Oliver. Quiero quedarme aquí, con él.

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