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Gleestory 16: Let's have a kiki / It's Turkey Lurkey time

Nombre del artista: Scissor Sisters

Cantada por: Kurt Hummel, Rachel Berry y Isabelle Guij.

Episodio: Thanksgiving, cuarta temporada.

Érase una vez, en una ciudad en la que aspirar una bocanada de aire era más o menos como inhalar humo de un cigarrillo, (la polución nos matará a todos uno de estos días. No lo olviden, niños) ocho ataúdes comenzaron a agitarse en noche de Halloween, tal como rezaba el oráculo, para que los vampiros que allí dormían y acababan de cumplir cien años al fin probaran la sangre humana.

El primer ataúd de la derecha se abrió violentamente. Una chica de cabello violeta enmarañado, vestida de negro de pies a cabeza, estiró un pie extremadamente pálido antes de salir completamente del lugar donde había descansado un año completo.

La siguió la propietaria del ataúd del medio, Annabelle. Usaba un vestido negro lleno de polvo, realzando los rizos rubios que caían como una cascada por su espalda.

Por los de la izquierda salieron Dylan y Dan, dos chicos idénticos; gemelos.

Larissa y Clark, los novios del grupo, despertaron casi al mismo tiempo y montaron una empalagosa escena de reencuentro plagada de besos, omitiendo el hecho de que ponían extremadamente incómodos a los otros.

Moon estuvo a punto de tropezar cuando trató de salir de su ataúd, y Dylan corrió a ayudarla gentilmente.

-¿Y Travis?- preguntó la chica, luego de agradecer al gemelo menor.

Annabelle abrió el último ataúd, pero no había rastros del chico. Sólo encontró una nota.

-"Miren arriba"- leyó en voz alta.

Automáticamente todos lo hicieron.

-En la ventana, tontos- se escuchó una voz grave. Ahí estaba el chico, encaramado en la ventana más alta. Se lanzó y cayó elegantemente en el suelo.

-Deja de lucirte con Lila. No tenemos tiempo- regañó Annabelle. La susodicha se sonrojó, complacida.

-Esto es lo que vamos a hacer: iremos de puerta en puerta por turnos, cuando les abran, ustedes entran disimuladamente, y cuando estén fuera de vista lo muerden en el cuello. No maten a nadie, sólo cinco sorbos. Ni más ni menos. No quiero que alguno se quede sin sangre por culpa de un goloso, ¿entendido?- Annabelle era prácticamente la jefa, astuta y seria. Todos la respetaban. Todos menos...

-Entendido, bombón- Travis guiñó el ojo a la ahora iracunda rubia.

-No vengas con idioteces. Esta noche es la más importante de nuestras vidas.

*****

Primero partió Travis, con la excusa de que en cuanto la sangre entrara en su boca, maduraría al haberse convertido oficialmente en vampiro.

-Dulce o truco- dijo con voz sensualmente ronca en cuanto una chica con toda la pinta de nerd le abrió la puerta.

Ella se quedó con la boca abierta. Había que admitir que Travis era sexy, sobre todo para las humanas.

Él lo sabía tan bien, que se recargó sensualmente en la puerta para provocarla.

-¿No me invitas a pasar mientras buscas los caramelos?

La pobre chica asintió.Travis sonrió y se acercó a ella.

Sus colmillos hicieron el resto.

-¿Lo lograron?- se reunieron dos horas más tarde.

-Sí- respondieron todos a coro. Todos excepto Moon.

Dan no lo pasó por alto.

-¿No bebiste sangre de humano?- le preguntó, perplejo.

-No... ¿qué tal si me paso y lo mato?- Moon se veía aterrada de tan solo pensar eso.

-Moon, si no bebes la sangre esta noche no serás una vampira real. Debes hacerlo. Ahora.

-¿Qué pasa?- Dylan se acercó a ellos de improviso.

-Moon no quiere beber sangre. Teme matar al humano.

La chica parecía estar asesinándolo con la mirada. No quería que todo el mundo se enterara de su debilidad.

-Si quieres te acompaño- titubeó Dylan, nervioso de improviso. Moon se mordió el labio.

-Dan... ¿podrías...?

-Seguro- el chico sonrió para tranquilizarla.

Se fueron, olvidando completamente a un herido Dylan.

El chico vagó por ahí, furioso con su hermano, confundido por la preferencia de la castaña al ser, vamos, gemelos. ¿Qué tenía Dan que no tuviera él?

Tocó una puerta, por el simple placer de sentir la cálida sangre de un humano. De todos modos, podía hacerlo: le había faltado un sorbo.

Una humana sexy hasta decir basta le abrió la puerta. Dylan la miró atontado por sus enormes pe... penthouse, por su enorme penthouse.

-Hola -saludó ella con voz demasiado sensual al baboso vampiro-. ¿Vienes solo?

-Yo... -antes de que Dylan pudiese estructurar una frase con un correcto orden gramatical en su mente, se vio arrastrado al interior de la vivienda sin tener oportunidad de negarse.

La volptuosa muchacha -sí, esa era una bonita manera de decirlo- lo guió hacia el jardín trasero y luego escaleras abajo, al sótano de la casa. Y lo que Dylan vio ahí abajo...

***

Dos horas, veintiocho minutos, treinta y cinco segundos y aproximadamente cinco vasos de vodka después, una dulce voz se hizo oír por sobre la atronadora música, llegando a oídos del vampiro que se tambaleaba e intentaba coquetear con las chicas en cortísimos disfraces que meneaban sus caderas en la pista de baile, obviamente, sin éxito.

-¡Dylan! ¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¿Sabes cuánto tiempo hemos estado buscándote?

-Moon -el aludido no pareció notar el tono cargado de ira y preocupación de la chica, porque solo le regaló una sonrisa de idiota y se acercó cada vez más a ella, poniéndola incómoda.

-¿Dylan? -Moon frunció el ceño al sentir el fuertísimo hedor proveniente de la boca del muchacho-. ¿Estás... ebrio?

-Oh, ya sabes -respondió Dylan, expulsando las palabras con dificultad de su adormilada boca-. Puede que esté ebrio, o fumado, o drogado, o simplemente, vivo. Llámalo como quieras, ¡me la estoy pasando de maravilla! Al momento de escuchar el grito del vampiro, todos los humanos a su alrededor gritaron en aprobación, levantando sus vasitos de plástico en el aire y dejando a Moon boquiabierta. La chica estaba a punto de decir algo cuando Dylan se adelantó.-Baila conmigo, Moon.

-¿Qué? -respondió la aludida, arrugando casi imperceptiblemente la nariz. Dylan lo notó.

-Moon, por favor. Por una vez... escógeme a mí -su mirada cargada de dolor y lágrimas acumuladas desde hace siglos acabó derribando las defensas de la chica.

-Dylan, yo... no sé bailar -intentó jugar su última carta y el borracho vampiro sonrió ampliamente.

-¿Y acaso yo tengo cara de saber hacerlo? Sólo vamos a vivir un rato, no te hará daño -Dylan ofreció el vaso que sostenía hacia Moon y ella lo tomó con ambas manos temblorosas.

-Media hora -zanjó.

No pasaría un minuto más de lo necesario para que Dylan volviera satisfecho a su ataúd al haber bailado con ella. ¿Por qué no podía aceptar su preferencia por Dan y olvidarla de una vez?

-Media hora será, princesa -la sonrisa del vampiro podría haber iluminado el pueblo entero de no haber estado bajo tierra.

***

Tres horas, siete minutos, diecisiete segundos y cuatro vasos de vodka compartidos entre ambos después.

-¿Dylan, Moon? ¿Qué hacen aquí? -los recién nombrados se separaron bruscamente y la menuda chica volteó para toparse de frente con Annabelle, Lila y Dan, que los miraban con sonrisas traviesas en sus rostros.

-¿Pues qué te parece que hacemos, Lila? ¡VIVIR! -exclamó Moon y se tambaleó sólo un poco, lo que la delataba era su graciosa dificultad para hablar.

-¿Se te cayó un pedazo de lengua? -preguntó irónicamente Annabelle, levantando una ceja.

-¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? -Moon sonaba casi ofendida por el comentario de la chica-. Estoy borracha, Annie. BO-RA-CHA, ¿vale?

-Oh, cariño. Te aseguro que lo noté -la aludida soltó una carcajada-. Pero qué más da, ¡nosotros también lo estamos! -exclamó y nuevamente todo el mundo levantó sus vasos en señal de aprobación.

Y así, los cinco vampiros continuaron tambaleándose a través de la pista de baile mientras intentaban imitar los movimientos de los humanos a su alrededor. Entre tanto, Travis se revolcaba con una humana con baja autoestima y Larissa y Clark se deboraban el uno al otro en algún rincón donde no llegaba la luz.

A medida que pasaban las horas, los ocho vampiros se daban cuenta de que la proximidad corporal con los humanos ya no les producía ese ardor en la garganta que llevaban siglos sintiendo. Mientras bailaban y se dejaban llevar por la pésima música que inundaba toda la habitación, se sentían vivos.

Se sentían humanos otra vez.

Y así bailaron, gritaron, besaron a desconocidos y conocidos, rieron como idiotas y algunos lloraron sin razón... hasta que la música se detuvo y todo quedó en silencio. Todos los presentes se voltearon hacia la escalera que guiaba a la puerta de salida, por donde entraba luz y se veía una silueta femenina sosteniendo una enorme bandeja.

-¡Hora del pavo! -gritó la chica desde la parte más alta de la escalera y encendió la luz. Los vampiros se cubrieron los ojos, notablemente afectados por la excesiva iluminación. Fue el primer síntoma.

La chica bajó la escalera y se abrió paso hasta el centro de la pista de baile, a un par de pasos del grupo de chupasangres. Dylan se veía realmente confundido cuando la muchacha puso un cuchillo del tamaño de su antebrazo en su mano.

-Oye, guapo. ¿Quieres partirlo? -le susurró seductoramente en el oído.

-Y-yo... ¿Partirlo? -tartamdeó el chico.

-¡Parte el pavo! -se escuchó un grito detrás de él, seguido de varios más que lo apoyaban.

-Oh, ahm... Claro -titubeó Dylan y se acercó lentamente a la bandeja, no muy segura de lo que estaba haciendo -. Partir el pavo, vale.

Se detuvo frente a la enorme bandeja de plata sobre la que reposaba el enorme pavo asado y, lentamente, levantó la mano que sostenía el cuchillo y la detuvo en el aire. El aroma de la carne recién salida del horno se introdujo en sus fosas nasales y el vampiro arrugó la nariz.

¿Qué diablos era eso? Su olor era repugnante, Dios.

Inhaló otra vez y el hedor del pavo volvió a atormentarlo. ¿Los humanos de verdad comían esa mierda? Los humanos... Los humanos...

Una vez más, Dylan olisqueó el aire, pero esta vez no puso atención al olor del pavo, sino a lo que ocurría a su alrededor. Los cuerpos sudorosos de los humanos borrachos. Podía escuchar los acelerados latidos de sus cansados corazones bombeando... sangre.

Sangre.

Sangre.

-¡Sangre! -Dylan exclamó, soltó el cuchillo y se volteó a ver a la chica que lo había recibido al llegar. Sin ningún tipo de advertencia, se le lanzó encima y le mordió el cuello.

La histeria colectiva no se hizo esperar al ver el bonito vestido de la chica manchado de escarlata.

Sangre.

Los demás vampiros tardaron un poco en procesar lo que ocurría, pero al ver que la mancha sobre el pecho de la chica se expandía cada vez más, sus ojos se abrieron como platos y no tardaron en lanzarse sobre el humano más cercano.

La escalera estaba abarrotada de jóvenes presas del pánico intentando salir desesperadamente de ese lugar cuando uno de ellos logró abrir la puerta el tiempo suficiente para salir y cerrarla desde fuera.

Y así fue como ocho vampiros acabaron con la existencia de setenta y cinco personas y un pavo en una noche.

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