Gleestory 14: La Isla Bonita
Título: "La Isla Bonita"
Cantantes: "Santana y Ricky Martin"
Temporada: 3
Capítulo: 12, "The Spanish Teacher"
@LoveJaceandPeeta y @FlorDai
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El café quema mis manos mientras miro a mí alrededor, impaciente. Todos hablan entre sí y meriendan con la música clásica sonando en tonos bajos, impulsando la lectura en la librería. Aunque, técnicamente, no es solo una librería. También cafetería y sala de lectura. Tres cosas que amo en esta vida, unidas en un solo lugar.
Pero lo que amo aún más no ha llegado todavía. Mi pie golpea con frenesí el suelo por el nerviosismo, aunque no sé por qué, si nunca hago lo que quiero cuando la veo. Las palabras siempre quedan atoradas en mi garganta al contemplar sus bellos ojos color miel escondidos detrás de esas gafas y me ocultó tras la portada de un libro, si por casualidad llega a verme. Solo me quedo como ahora, observando pacientemente la ventana de la cafetería, esperando su llegada.
Ya van a ser tres años de esta rutina tan preciosa. Tres años de cobardía y amorío en silencio.
Miro mi reloj, ya pasaron quince minutos de las tres, y ella siempre llega en punto. ¿Le habrá pasado algo? ¿No vendrá hoy? ¿Qué voy a hacer entonces? Suspiro y dejando el café en la mesa, me dirijo a las estanterías repletas de maravillosos libros, algo encontraré para distraerme...
Suspiro, observando al hombre que tengo en frente y que insiste en todo momento de venderme alguno de sus artículos. Sus ropas desprolijas y barba grisácea, me hace suponer que podría ser un moribundo, sin embargo, eso no quiere decir que no deba escucharlo.
Observo de refilón mi reloj, y el alma se me va al piso al notar que ha pasado un cuarto de las tres. Hoy no llegaré a mi horario habitual por más que me apresure.
-Esta bien, muéstreme los artículos -digo bajo su insistencia.
El hombre saca un balón desinflado, una caja de lápices y por último, un libro viejo y gastado.
Se lo pido, con cierta fascinasión.
-Aquí tienes querida -dice amablemente. Sin embargo, mientras examino el libro, él me habla-. ¿Cómo es tu nombre?
-Nerea -digo, pasando las hojas amarillentas de "Cuando cae medianoche"
-No eres de aquí ¿Cierto?
-Soy española.
El hombre solo se limita a asentir, pues nota mi concentración en examinar el libro. Estoy casi segura de que ha preguntado porque mi acento no es tan frecuente en República Dominicana. Una vez que cierro el libro con decisión, recuerdo unos ojos verde esmeralda y la sensación de apresurarme vuelve a mi organismo.
-Lo llevo.
-Son quince dolares.
-No está en muy buen estado para ese precio.
-Diez dolares.
Acepto y saco mi billetera con la rapidez suficiente, depositando el dinero en su mano. El hombre agradece y se marcha. Mientras guardo mi nueva reliquia, recuerdo que tengo que llegar con máxima rapidez a la librería para poder volver a verlo una vez más, así que me hecho a correr por la acera, perdiéndome entre la multitud.
''La Isla Bonita'', excelente nombre para un lugar como éste en el centro de San Pedro, República Dominicana. No es por presumir, pero aquí tenemos las playas más hermosas. La mayoría de los turistas eligen este bello lugar para descansar, al igual que ella.
Recuerdo la primera vez que la vi. Parecía ayer cuando entraba por la puerta, haciendo sonar a campana y obteniendo la mirada de todos en la sala. ''La Isla Bonita'' recién se inauguraba, y hacía unas semanas que me había convertido en un cliente habitual. Pasaba mis días allí dentro, lejos de casa y los problemas, disfrutando del placer de sentir que estaba rodeado de personas que podían entenderme.
Eran las seis de la tarde, faltaban dos horas para que el local cerrara y Berny, el dueño, bajara las cortinas, cuando apareció. Esbelta, de tez pálida pero bronceada, y un cabello castaño que se movía al compás de sus pasos. Sus ojos color arena se clavaron en mi por unos segundos, hasta que volteó su bella mirada para posarla sobre la cafetería. No podía escuchar bien lo que decía por la lejanía, pero pude reconocer al instante que era española en su forma de hablar.
Llevaba puestos unos jeans claros, bastante sueltos, una remera color perla y unos delicados zapatitos del mismo tono adornaban sus pies. No era muy alta, de seguro yo la pasaba por al menos diez centímetros. Pero sin importar su aspecto físico, su aura era pura. Es decir, emanaba tranquilidad y bondad; parecía de aquellas personas que al solo verlas quisieras hacerte amiga.
Pero para mi desgracia, la timidez era uno de mis más grandes defectos, y cuando pasó por mi lado para sentarse a disfrutar de su taza de café a la mesa de tras mío, ni siquiera me atreví a mirarla. Solo hundí mi cabeza en el libro que lería, ni siquiera recuerdo cuál era. Jamás me había sentido así por una mujer de la cuál ni siquiera sabía su nombre, y eso me resultaba extraño y divertido a la vez. Mis manos sudorosas y mi pulso acelerado no me decían otra que, el amor a primera vista si existía.
Ese mismo día al salir, observé como ella se iba por la misma vereda del café mientras yo cruzaba la calle, y en mi descuido de contemplar tamaña belleza caminar, casi consigo que un auto me atropellara. Esa noche a penas pude conciliar el sueño, aún podía oler el ároma de su perfume que había dejado al caminar por la librería, recordaba esa mirada intensa y al mismo tiempo tan tierna que tenía. Sus manos de princesa sosteniendo la taza de café. Si supiera dibujar habría retratado su hermoso rostro en un lienzo, y lo hubiera admirado hasta caer dormido.
Me quedan unos cuantos metros, bastantes a decir verdad para llegar a "La isla bonita" pero diviso la vidriera de la cafetería y los recuerdos llegan.
Hacía bastante que había oído de parte de unos colegas españoles hablar sobre "La isla bonita", pues decían que la inauguraban en ese mismo día, e incluso me la recomendaron especialmente a mí, pues amo leer. Así que no lo dudé y me dirigí hacia ella, con un horario erróneo. Llegué cuando estaban cerrando la librería, sin embargo me dejaron pasar solo para checar un rato.
Mis ojos se posaron sobre un joven, sentado en una de las mesas con un libro en sus manos. El chico me observó perplejo, con aquellos ojos celestes que encandilaban a pesar de la distancia, pero al instante corrió la mirada, como si realmente hubiese pasado alguien por delante de nosotros. Fue extraño, pero estimulante a la vez, pues mi estómago cosquilleó. A paso lento, me senté en la mesa trasera, observando a sus espaldas directamente al libro él que estaba leyendo. De todas formas, solo pedí algo de tomar y saqué un libro de por allí, prometiendo que solo leería un par de capítulos.
-¿Eres española? -preguntó el hombre, una vez que dejó mi taza en la mesa.
-Sí -afirmé cordialmente.
El hombre solo me sonrió y se marchó, dejándome a mí sumergida en un bonito libro.
No pasó demasiado cuando tuve que marcharme. Aquel lugar había sido demasiado bonito y relajante, sin embargo, el único contacto que había tenido con ese chico, fue cuando entré por la puerta. Realmente algo había producido en mí, pues además de atractivo, tenía algo misterioso en su mirada que me hacía querer conocerlo. Una locura, lo sabía.
Cuando la brisa golpeo sobre mi cabello al salir de la cafetería, aproveché para irme por la vereda de "La isla bonita". Sabía que el chico estaba destrás de mí, pues el hombre nos había pedido marcharnos por ese día, para poder cerrar el negocio. Sin embargo, reuní el valor necesario y observé disimuladamente hacia la vidriera, mostrándome el reflejo de él. El valor de marchó y el miedo de que él lo notara me invadió, así que lo último que pude ver en el reflejo, fue su mirada en mí.
Me marché con el corazón latiéndome fuertemente durante todo el camino.
Al día siguiente fui a horario a "La isla bonita", esta vez se sentaba en la mesa donde había estado yo el día anterior, así que tomé su lugar. Pedí un café con suma timidez, como si por primera vez me avergonzara por mi acento único en aquel lugar, para que no pensara que era diferente, aunque saqué ese pensamiento de mi cabeza y lo único que hice fue continuar con el resto del día... No conocía a ese chico, y no podía volverme paranóica.
La luz del semáforo cambia a rojo, haciendo que corra entre las personas y me introduzca con suma prisa dentro de la ciudad. "La isla bonita" ya no está tan lejos, así que aumento la velocidad a la vez que observo mi reloj.
15:20 pm.
Esa es la hora en cuanto abro la puerta de la librería, jadeando. Berny, el dueño aparece para saludarme.
-Nerea ¿Qué te ha sucedido con la tardanza?
-Vendedor ambulante -murmuro caminando hasta el taburete de la barra. Me detengo a mirar a Rafael, y cuando cruzo miradas, me siento en mi lugar.
-¿Qué te ha vendido? -pregunta Berny, sirviéndome un vaso con agua.
-Un libro, aunque no se de que se trata -lo saco de mi bolsa, y se lo muestro. Berny es un experto en todo lo que tenga hojas y palabras.
-"Cuando cae medianoche" ¿Cómo olvidarlo? -murmura.
-¿Tienes idea de qué es?
-¿Por qué no lo lees y luego me dices tú de que trata? -responde él, enigmático.
-Bien -respondo simplemente.
Tendré que hacerle espacio a mi cronograma para poder leer ese libro. Me volteo ligeramente, y puedo notar que Rafael está observando con curiosidad hacia ambos. No le miro a los ojos, pues se que si lo hago, correrá la mirada, por lo tanto, observo a mi taburete de al lado con timidez y sonrío a la nada. No se si lo ha hecho o no, pero oigo como cierra su libro y se sienta a unos cuantos taburetes de mí... No al lado, pero con eso me basta.
De todas formas, no cruzamos miradas, pero al menos no estamos tan lejos.
No puedo creerlo, ¿De dónde salió el coraje para venir hasta aquí y sentarme a solo unas banquetas de ella? No siquiera lo pensé, actué sin razonar. La pregunta crucial es qué haré ahora. Berny me mira sonriendo de costado.
-Es raro verte en estos lares de la cafetería, Rafa.
-Lo sé, solo en ocasiones especiales. -respondo. Las comisuras de sus labios se curvan lentamente.
-Me imagino. Bien, ¿Qué te sirvo mi buen amigo?
-Un café cortado está bien.
Berny sonríe una última vez antes de darse vuelta y preparar mi pedido. Al mirar hacia mi derecha, puedo ver que ella se ha acercado una banqueta más de mi.
Pienso. ¿Qué hago? Han pasado tres años de solo observarla en la lejanía, y ahora, todo sucede muy rápido.
Llevado por mis impulsos, me muevo al siguiente asiento. Al pasar unos segundos, ella hace lo mismo y se ríe por lo bajo. Me cambio al siguiente puesto sin despegar mi mirada de la espalda de Berny, y ella se sienta en el último asiento que quedaba, aquel que nos separaba. No Contengo la risa y una graciosa carcajada escapa de mi boca.
-Parecemos dos adolescentes alborotados -ríe.
Escuchar su voz siempre ha sido hermoso, pero ahora, a tan solo unos centímetros, experimento la gloria más grande.
-¿Me estás diciendo viejo? -pregunto fingiendo estar ofendido. Ella se tapa la boca con las manos, negando -¿Cómo te llamas?
-Nerea.
Nerea, hermoso nombre para una hermosa mujer.
-¿Sabes? Creo que Nerea significa ninfa, proviene de las hijas del dios del mar Nereo.
-¿En serio?
-De verdad, incluso se dice que son quienes mandan en el mar.
-Bueno, eso sí lo creo, soy muy mandona... -dice sin pensarlo y de sopetón. Me mira con los ojos abiertos de par en par -Eh, ¿Qué más sabes sobre mitología?
Trato de no reírme ante su intento de cambiar de tema, y pasamos casi tres horas hablando. Le cuento casi todo lo que sé, y seguiría de no ser porque el lugar ya va a cerrar y debemos irnos.
Al salir del local nos quedamos un momento enfrentados, hasta que se me ocurre algo para decir, con tal de estar con ella un tiempo más.
-Hey, vi que hablabas con Berny de un libro antes.
-Eh, sí, es uno que compré en la calle a un vendedor ambulante. La verdad lo dije para que me dejara ir de una buena vez -dice riendo-, pero tiene apariencia de ser un buen libro.
Abre su cartera y me tiende el libro. Lo tono con mucho cuidado y paso mis dedos por la tapa.
-"Cuando cae medianoche ", parece interesante.
-Sí, me da curiosidad, pero no sé cuando lo voy a leer.
-Y si... No, olvídalo -termino rascándome la nuca. Detesto mi inseguridad.
-Vamos, dime, ahora quiere saber -Se lleva el libro al pecho y me mira con brillo en sus ojos.
-Pensaba que tal vez... Podríamos leerlo juntos, en la cafetería.
Creo que mi propuesta le sorprende porque parpadea y mira al suelo.
-Es una pésima idea, acabo de conocerte, perdona...
-Me encantaría -replica sonriendo.
-¿En serio?
-Sí, será divertido. Nos encontraremos todos los días a la misma hora, ¿Qué tal?
-Me... Me parece genial.
-Bien, nos vemos mañana, Rafael -se despide con un beso en la mejilla y sale caminando por la misma calle que ayer.
-Adios, Nerea -susurro al viento mientras vuelvo a mi edificio. Finalmente le hablé a la chica que roba mis sueños cada noche.
No puedo creerlo, hablé con Rafa, realmente lo he hecho y estoy extremadamente feliz. Pienso en lanzar un gritito, pero me contengo a reírme sola por la acera. Esto ha sido estupendo y no puedo dejar de pensar en que me ha visto y que esta vez estoy segura de ello.
Todo el camino me lo paso pensando en él, incluso cuando llego a mi departamento, pues Elba, mi vecina me dice algo sobre la renta pero ni me inmuto, solo tengo la imagen de Rafa.
Cuando al día siguiente me acerco a "La isla bonita" lo único que puedo pensar es que lo volveré a ver, pero esta vez, para hablar con él. Me estanco frente a la puerta y unos nervios corren por mis venas. Me niego a dejar que me inhiban, aprieto la correa de mi bolsa, y la puerta se abre antes de que yo lo haga. Me quedo en mi lugar, esperando que alguien aparezca desde adentro, pero una mano esta empujando la puerta baibén, a mis espaldas. Me doy la vuelta y veo directamente a Rafa.
-Buenos días -dice.
Le respondo con un movimiento de cabeza, pues de repente me golpea la chica tímida. Entro sin pensarlo dos veces, pues de seguro su brazo se está acalambrando y me dejo caer en su mesa habitual, como si estuviera entrando a su habitación. Saco el libro y lo dejo sobre la mesa en cuanto él se sienta a mi lado. Berny, con la mirada menos disimulada que puede elegir, viene a nuestra mesa y nos ofrece el café que a cada uno nos gusta, pues él ya sabe cual es.
-Hoy leeremos juntos "Cuando cae medianoche".
-Eso es estupendo, estoy seguro que les gustará... ¿Desde cuando están saliendo? -pregunta sonriente.
Solo me limito a mirar fijamente la mesa, intentando disimular mi incomodidad. Es Rafa el que habla, con voz queda.
-No... Solo compartimos el libro...
-Oh, lo siento... -dice limpiando con incomodidad su delantal con nerviosismo-. Iré a traerles su pedido.
Se da la vuelta y se pierde detrás del mostrador. No se qué decir y comienzo a desesperarme.
-¿De quién crees que fue el libro? -pregunta, dándome un gran alivio.
-Del hombre que me lo vendió supongo -digo.
-Sería genial poder saberlo.
Inclino el rostro hacia un lado, y lo tengo pegado, mirándonos a los ojos, así que en ese momento de nerviosismo puro donde la sangre se traslada a mi rostro, me aparto y quedo sentada con las manos en el regazo.
-Deberíamos comenzar -dice aclarándose la garganta.
Él comienza a leer en voz alta, y me entretengo observándolo, pues mira fijo el libro y no sabe lo que estoy haciendo. Mientras oigo lo que dice, observo sus largas y preciosas pestañas, luego su perfecta mandíbula, que se mueve a la par que habla, y su bonito color de piel, bronceado. Claro que no puedo dejar el cabello, tan cuidado y brilloso del color del carbón, pero a mi no me engaña, puedo notar que es un castaño muy oscuro.
Él no me atrapa observándolo, sino que lo hago yo. Lo estoy adulando, y para colmo, pienso que es perfecto.
Durante una semana completa estuvimos de charlas en charlas. Solo hablábamos del libro, pues ya habíamos llegado casi al final y la curiosidad nos estaba carcomiendo el alma, por lo tanto decidimos ir a la playa el domingo para terminarlo en un bonito lugar.
No se que es lo que ha pasado conmigo durante esta semana, pero desde que había llegado a República Dominicana, no me había relacionado tanto con una persona como lo había hecho con él. Mi corazón latía cada vez que lo veía, e incluso lo hace ahora, mientras espero de pie en la entrada de mi edificio. No se cual es el coche que tiene, pero cuando lo vea a él, lo sabré y ambos iremos a la playa. Jamás hubiera imaginado una situación como esta hace una semana, me hubiera resultado descabellado.
Mi mente se pone en blanco cuando un Impala modelo 67 de color negro se estaciona frente en la entrada. Rafa, baja del coche, combinando su color de cabello con el de la pintura del auto.
Saluda con la mano, abriendo la puerta del acompañante, así que me dirigo rápido a su lado y le beso la mejilla. Luego se sienta en su asiento.
-¿Lista?
-Claro -respondo.
Arranca el coche, y nos dirigimos en un hermoso día, a la playa.
Aquí estamos, a la orilla del mar, caminando tan cerca que puedo sentir el calor de sus brazos. Es un momento hermoso, de esos que se quedarán grabados para siempre en mi memoria y el día que muera y toda mi vida pase delante de mis ojos, allí estará brillando como nunca antes. Algo de lo que jamás me olvidaré, porque lo recordaré cada vez que entre en la cafetería, o tome café.
-Debo contarte algo... -dice con la voz ronca, como si fuera a llorar de repente.
-¿Qué ocurre? -pregunto asustado.
-Sé que a penas nos conocemos, pero siento que si sigo guardando esto estaría mintiéndote.
-Dime qué sucede, Nerea, no temas -respondo sonriendo, esperando algo horrible.
-Sufro de una enfermedad muy rara. El nombre es Encefalitis de Rasmussen o más fácil, Síndrome de Rasmussen -El shock me paraliza y no puedo mover los pies. Nerea se detiene conmigo y respirando hondo, sigue hablando-. Es una enfermedad neurológica inflamatoria poco frecuente, suelo tener convulsiones muy fuertes, horrendas en verdad. Y mis habilidades motoras cada vez son peores.
-¿Hace cuánto te diagnosticaron? -pregunto cuando encuentro mi voz.
-Unos meses.
-No puedo creerlo... en verdad lo siento -digo, tragando duramente y las lágrimas luchando por salir. Nerea ha comenzado a llorar sin siquiera hacer ruido, y al verla así, tan indefensa, lo único que puedo hacer es abrazarla.
-Lamento no haberlo dicho antes, es que...
-¿De qué hablas? No tienes que pedir disculpas por nada, absolutamente nada...
No dejo de culparme por tardarme tanto en hablarle. Si tan solo lo hubiera hecho desde el principio. Tres años, tres años de oportunidades que desperdicié. Podrían haber sido los tres años más maravillosos de mi vida, y sin embargo uno se da cuenta de que ha perdido el tiempo cuando ya le queda tan poco.
Es el error más común del ser humano, reconocer las cosas en el momento más tardío.
-¿No hay un tratamiento? ¿Una medicación? ¿Algo? -las preguntas salen disparadas de mi boca sin pensarlo, mientras seco sus lágrimas con mis dedos.
-Sí, pero el tratamiento solo resulta si se descubre a tiempo. Y no es mi caso.
-¿Sabes... sabes cuánto tiempo te queda?
-Unos meses -responde ya sin llorar. Creo que se ha hecho a la idea de que pronto partirá.
-Haré que esos meses sean los mejores de tu vida.
La realidad choca de nuevo contra mí. He pasado todo este tiempo intentando quitarme de la cabeza toda mi realidad, y casi que lo había conseguido, pues mis padres me habían permitido venirme a vivir sola a República Dominicana, para poder despejarme, incluso vendrían dentro de unos meses, cuando mi cuerpo deje de combatir, pero no imaginé encontrarme con él para que cambiara mi mundo en un abrir y cerrar de ojos.
Me sostiene la mejilla con una mano, con esa mirada dolorida que tanto quiero evitar, pero que es imposible, pues él sabe lo que me espera en poco tiempo. Quiero borrarle esa expresión, así que me inclino y le abrazo ligeramente, aún con un poco de distancia. Pero es tierno, relajante y tranquilizador. Me acaricia el cabello, seguramente con preguntas atascándose en su garganta, pero que tiene miedo de hacer. Le responderé, pero prefiero hacerlo en otro momento.
Nos la pasamos en silencio durante un largo rato, ninguno de los dos habla y ni siquiera leemos el final del libro, solo miramos el mar.
Durante un mes estamos en contacto, ya un poco más animados que antes y supongo que para él, asimilándolo. Estuvimos en muchos lugares, pasándola realmente bien, excepto algunos días en los que tuve que quedarme en casa.
Veo con un nudo en el pecho aquella ventana, pues todos estos recuerdos de lo que fue mi vida se han arremolinado en mi interior, produciéndome ganas de luchar, pero ya es tarde ¿Cuanto tengo? ¿Semanas? ¿Días? No, probablemente horas, pero agradezco que ya no lo veo hace tiempo. Cuando comencé a sentirme enferma, le devolví el libro e intenté no contactarme otra vez con él sin decirle absolutamente una palabra. Supuse que era lo mejor para ambos.
Sé que lo hizo por mi bien, pero no puedo evitar sentirme fatal. La última vez que la vi, aquella tarde que dejó el libro sobre la mesa y a me dedicó la mirada más profunda que jamás me había dado, en el fondo lo supe. Pero me negaba a aceptarlo.
La esperé por semanas. No continúe la lectura, pero ya no soporto esta incertidumbre de desconocer qué le pasa a la mujer que amo.
Me dirijo a su apartamento, y al llegar a la puerta comienzo a llamar repetidas veces. Una, dos... nada. Espero y espero, pero nadie sale a mi encuentro. Me arrancó los pelos de la cabeza de la desesperación, no puede ser que no me haya dejado nada.
-Disculpa joven, ¿A quién buscas? -la voz de una anciana me sorprende.
-Hola señora, me llamo Rafael, busco a Nerea, ¿Sabe si se encuentra en casa?
La mujer me mira un segundo con confusión, y finalmente dice -Lo siento mucho, Nerea... falleció.
¿Han sentido como su mundo se paraliza en un instante, cómo el vacío bajo sus pies comienza a atraerlos a un oscuro final? Me derrumbé contra la puerta, preso del dolor y las lágrimas. Sabía que esto pasaría, pero no pensé que lo haría de esta forma. Quería despedirme de ella .
Ahora solo me queda el recuerdo del amor de mi vida.
Recuerdo mis últimos momentos, los que pasé con Rafael cuando intentan reanimar mi pulso cardíaco. Lo único que deseo, es que lea aquella nota que dejé en el final del libro, una simple inscripción de lo que jamás le pude decir y de lo que jamás llegaré a decirle.
"Te amo"
Mis ojos se cierran y siento que mi cuerpo se relaja, ya sin dolor. Esta vez me he ido, pero mi corazón se quedará junto a él.
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