En la casa de Anastasia me encontraba frente a frente con ella.

-¿Por qué lo hiciste?- Cuestioné.

–Mira Rafael, esa mujer era una basura y se lo merecía, no has sido el único prostituto que ha entrado en esta casa, yo no he sido tu única clienta pero esto ha llegado más lejos de lo que pensé y no hubiera estado tranquila hasta no ver a esa mujer pagar, esa mujer encontró al hombre que...que creo que podría ser el ultimo en mi lista por eso no sufrió al momento de su muerte pero ya había tocado a ese hombre y no tenía salvación.

Me quedé viéndola y ella a mí, entonces caí en cuenta que hablaba de mí, el prostituto blanco que nadie quería había conquistado a una dominatrix de Florida. Mi ego se me subió un poco, me acerqué a ella y comencé a subir mis manos por sus muslos e introduje mis dedos por su vagina y esa vez fue la primera vez que la escuché gemir suavemente. Al sacar mis dedos estaban todos húmedos, solo quería metérselo, pero ella era la que mandaba, me tomó de la mano y me llevó a mi cuarto favorito de todo el mundo. Allí me había comprado ropa en cuero que me mandó a poner y comenzó a reproducir una música sensual y me puso a que le bailara en el tubo. Señor ayúdame porque yo no sé bailar.

Comencé a moverme con el ritmo de la música mientras ella al otro lado de la cama se tocaba su vagina, yo veía como tenía los pezones duros y estaba loco por mordérselos, pero ella solo quería ver mi pene todo apretado en el bóxer de cuero. Junto a ella tenía un látigo que se lo frotó por su vagina y se acercó hacia mí a pasármelo por su pecho, la monte sobre mí y la tiré sobre la cama, Me quité el bóxer y sin darle tiempo a nada, se lo metí y comencé a darle duro hasta venirme, mi leche cayó por sus tetas ya que salió disparaba y veía como la probaba, la habitación solo olía a puro sexo.

-Tienes una manera increíble de hacerme correr Rafael, y ahora no te quiero con nadie- me dijo.

-Creo que eso no será posible- Le respondí mientras me vestía.

-PERDÓN, ¿QUÉ QUIERES DECIR?- Dijo encabronada.