Capítulo 63
—Deberíamos prepararnos ya para el concierto.
—Faltan tres horas, Nellie.
—Exacto, ya vamos tarde. Tenemos que ser las más guapas, ¡y me hace ilusión ponerte las piedrecitas que te he regalado! Eso nos llevará un rato.
—Vale, pero tengo que pasar por casa. Tengo que dejar todos los papeles que me ha dado el Ministro y también me gustaría ducharme... Y mi ropa está ahí... ¡Vente! —decidió Bellatrix—. Coge la ropa que te quieras poner y nos cambiamos en mi casa, la tengo para mí sola. Y así visitas la mansión, que siempre has querido.
—¡Uy, genial! —exclamó Eleanor levantándose con rapidez.
Mientras revolvía su vestidor y su joyero, Eleanor le recordó que todavía tenía botellas del elixir de vida eterna en su despensa. No le molestaban, pero quizá prefería tenerlas en su casa. Bellatrix casi había olvidado que las preparó durante el curso cuando tuvo la piedra filosofal. Examinó la despensa y vio que casi había llenado una treintena. Decidió llevarse la mitad y dejarle las otras a Eleanor (porque la vida eterna siempre puede ser útil).
—Espera, aviso a Duler, es el mejor transportista —comentó Eleanor—. Siempre recoge los envíos de la tienda. ¡Duler!
El elfo acudió de inmediato y aceptó el encargo sonriente. Con un chasquear de sus dedos, la mitad de las botellas levitaron junto a él. Eleanor cogió su ropa y Bellatrix sus papeles del Ministerio. Se dieron la mano los tres y los apareció en la Mansión Black.
—¡Halaa! —exclamó Nellie contemplando el jardín delantero, los bosques y la mansión que se alzaba al fondo— Es como en las novelas góticas, ¡me encanta!
—Sí, decadencia no nos falta, desde luego... —murmuró la bruja mientras entraban— ¡Didi!
La elfina apareció al momento y saludó a Eleanor, le cayó bien cuando les arreglaba su habitación en Hogwarts. Bellatrix iba a pedirle que llevase las botellas a su cuarto, pero Didi se le adelantó:
—¿Quién es este caballero tan apuesto? —preguntó con ojos chispeantes.
—Duler, orgulloso elfo de los Selwyn durante tres generaciones, para servirla a usted, mi hermosa dama.
—Didi, elfina de los Black durante cuatro generaciones.
"Creo que han ligado" susurró Eleanor tremendamente divertida. Bellatrix los contemplaba sin saber qué decir. Cuando le prestaron atención de nuevo, le indició a Didi a dónde debía llevar las botellas. Al momento Duler se ofreció a ayudarla. Como Bellatrix se sentía generosa, comentó:
—Tómate la tarde libre, Didi, no volveré hasta mañana por la tarde.
La elfina le dio las gracias en bucle e hizo tal reverencia que su nariz casi tocó el suelo. Duler se ofreció a hacerle compañía y las dos chicas prefirieron no enterarse de más.
Bellatrix le enseñó la mansión (la parte habitable) y después subieron a su habitación. Su vestidor interesó a Eleanor en grado sumo. Estuvo investigándolo todo mientras ella se duchaba y le eligió un conjunto para esa noche. Consistía en un minivestido negro hasta la mitad del muslo de un tejido brillante que se adaptaba al cuerpo. Bellatrix lo miró con cierta duda.
—Nunca me lo he puesto, me lo regaló mi tía Walburga que siempre ha sido bastante... peculiar. No sé si tengo ánimo para ponerme algo tan sexy...
—¡Al menos pruébatelo! —pidió su amiga.
Por complacerla, Bellatrix se lo puso. Efectivamente le quedaba extremadamente sexy, pero sin perder la elegancia (con su porte y sus rasgos, en un Black todo quedaba elegante). Aún así, seguía sin estar del todo convencida.
—¡Tritones empanados, Bella! —exclamó su amiga— ¡Te lo tienes que dejar, te queda perfecto!
—No sé, es que...
—¿Sabes con qué quedaría muy bien? Con estas botas —aseguró su amiga señalando uno de los doscientos pares de botas de combate que tenía Bellatrix.
Ese argumento venció finalmente. "¡Y ahora a peinarte!" decidió Eleanor que disfrutaba mucho con aquello. Su amiga asintió sonriente. Nunca lo hubiese creído, pero la embargaba una sensación muy agradable cuando su amiga la peinaba, la maquillaba y le hacía carantoñas. Estuvieron un buen rato entretenidas colocando las piedras preciosas en la melena de Bellatrix. El resultado fue espectacular: su melena oscura centelleaba en tonos azules, verdes y dorados y las piedrecitas producían un agradable tintineo al chocar entre ellas.
—Déjame ponerte algunas a ti, no hemos usado los rubíes.
—A mí me queda peor, tú lo tienes liso, pero mi pelo es mucho mas caótico —respondió Eleanor revolviendo sus rizos.
—Mm... Entonces tendremos que compensarlo poniéndote más joyas. Mira, las guardo en ese armario.
Cuando lo abrió, hubo veinte minutos de Eleanor babeando y probándoselo todo. Llevaba un vestido verde oscuro y juzgaba que todas le quedaban bien. Bellatrix estuvo de acuerdo y le prestó las que quiso. Después, la joven las maquilló a ambas. Bellatrix disfrutaba con aquellos momentos: era la adolescencia con una mejor amiga para cotillear, ponerse (todavía más) guapas e ir a fiestas que nunca tuvo. Tampoco la deseó, pero ahora lo estaba gozando. "Mejor tarde que nunca" pensó mientras Eleanor le aplicaba la máscara de pestañas.
—Vale... Estamos demasiado bien, nadie va a prestar atención a la banda —murmuró la más joven cuando dio su trabajo por terminado.
—Tienes razón —sonrió Bellatrix—, pero que se jodan. Espera, vamos a hacernos una foto, mi padre tiene una cámara en el despacho.
Con un accio, la maquina mágica llegó a su habitación. Se hicieron varias instantáneas posando y haciendo tonterías y se las repartieron para aumentar su colección. Después, se aparecieron.
El concierto tenía lugar en un polígono a las afueras de Londres. Los muggles veían una nave abandonada cuando en realidad se trataba del club mágico de moda. Era una sala del tamaño del Gran Comedor, con dos plantas, todo tipo de encantamientos de luces de colores y varias barras con alcohol. Pese a que faltaban todavía cuarenta minutos para que empezara el concierto de las Banshees, ya estaba bastante lleno. Las dos brujas entregaron al portero sus entradas y accedieron.
Bellatrix casi se asustó al ver las luces estroboscópicas alumbrar la oscuridad de la sala mientras la gente chillaba y reía intentando hacerse oír por encima de la música. No estaba acostumbrada y le desagradaba. No iba a un concierto desde los quince años. Por suerte, su acompañante era feliz en esos ambientes...
—¡Vamos! —comentó Nellie cogiéndola de la mano y arrastrándola dentro— Yo no tengo un rubio buenorro esperándome en la cama, tenemos que buscarme uno.
—Primero necesitamos alcohol —gritó Bellatrix intentando hacerse oír.
No supo si la había escuchado o es que pensaban igual, pero la primera parada fue una de las barras. Pidieron sendos whiskys y brindaron entre risas.
—¿Y tus amigos? ¿Cómo has quedado con ellos? No va a ser fácil encontrar a nadie aquí —murmuró Eleanor mirando a su alrededor.
—¡Ah sí! Le dije a Dol que le avisaría.
Con un gesto de su varita, su loba traslucida surgió sobre ella. Varios de los asistentes exclamaron asombrados al ver el patronus. Funcionó: un minuto después Dolohov y Rose acudieron junto a ellas. Las saludaron y bebieron juntos, pero Dolohov se separó pronto: había acudido con un amigo especial, en esos lugares tan ruidosos y concurridos podía ser gay libremente. Eleanor también se había alejado para bailar con un mago que la miraba casi babeando. Rose le contó a Bellatrix que Rodolphus no había querido acudir:
—Ahora se hace el interesante, como es mortífago considera que esto son pasatiempos de críos... —comentó burlona— ¡Eh, mira, la profesora de Arte! Voy a darle las gracias, me ha recomendado para un trabajo en la Galería de Retratos.
A la profesora de arte Bellatrix no la conocía, pero a Slughorn y a Vector que charlaban sin dejar de beber sí. "Vaya... Los profesores son humanos, tienen hobbys reales y vida fuera del colegio..." pensó sorprendida. No fueron las únicas caras conocidas. Una rubia que no dejaba de observarlo todo se acercó a ella. Bellatrix se apoyó en la barra para seguir bebiendo y Rita Skeeter se colocó a su lado.
—¿Qué tal va la cosa? —preguntó Bellatrix.
—Estupendamente. Provisionalmente, de Sociedad se encarga la jefa de Cultura y como esa sección no le interesa, prácticamente me deja ocuparme a mí. Se fía de mi criterio, así que estoy encantada.
—Me alegro. ¿Os han dicho algo nuevo de Page?
—Es noticia pasada, ya nadie se acuerda de él —respondió Rita con un gesto despectivo—. En un periódico enseguida pasamos página.
—¿Y estás aquí por trabajo?
—Sí, he venido a ver qué caras conocidas hay, por si me entero de algún cotilleo... Y si no me entero, me lo inventaré.
—Ese es el espíritu —convino Bellatrix.
—Me han asignado hasta un fotógrafo, mira es ese, me lo llevo a todas partes, ¡es divino!
A Bellatrix le hizo gracia que hablase del fotógrafo como un complemento más. Rita le dio las gracias de nuevo y se despidió para seguir husmeando. La morena se terminó su segundo whisky y buscó a Eleanor. No estaba lejos, pero se había deshecho de su pareja y miraba embobada hacia otra de las barras. Bellatrix siguió el rumbo de su mirada y vio a un mago bastante apuesto tratando —sin éxito— de invitar a una chica a una copa. Bellatrix se acercó a su amiga y susurró en su oído:
—¿Ese te gusta?
Eleanor negó con la cabeza y se inclinó también sobre su oído.
—Me gusta ella.
Bellatrix examinó a la chica, que definitivamente había declinado la copa. Tenía el pelo de un rojo brillante y la piel muy pálida, llevaba un vestido ajustado algo anticuado que aún así le sentaba bien. No le pareció mal, pero notó algo extraño en ella. Pronto comprendió qué era.
—Nellie, esa chica no es bruja.
—¿Qué? —preguntó Eleanor riendo— ¡Qué va a ser! ¿Muggle? No pueden entrar aquí, la puerta se bloquea.
Su amiga negó con la cabeza.
—Vampira —susurró.
—¿Cómo lo sabes?
—Su aura mágica. En los vampiros es diferente.
—¡Hala! ¿Cómo lo distingues?
—Estudiando mucho.
—Bah, no merece la pena —decidió Eleanor—. ¡Entonces mejor! En los vampiros la bisexualidad es muy común y yo siempre he querido estar con uno, dicen que es mucho más intenso.
Bellatrix no lo tenía tan claro. Los vampiros no eran de las especies que peor le caían, pero aún así desconfiaba de ellos. Eleanor también debía estar meditando, porque no daba el paso para acercarse.
—Parece muy triste...
—Y muy borracha —apuntó Bellatrix que distinguía los síntomas.
—¿Crees que no le gustaré? —preguntó Eleanor empezando a dudar.
—Creo imposible que no le gustes a alguien —declaró la bruja—. Vamos a ver si merece la pena o tengo que matarla para protegerte.
Eleanor sonrió ilusionada mientras su amiga la volvía a coger de la mano. Se acercaron a la barra y se presentaron a la chica. Se llamaba Julia y le sorprendió bastante que la hablaran. Todavía le sorprendió más cuando comprendió que sabían que era vampira y aún así la miraban sonrientes. Mientras Eleanor le hablaba de música y alababa su ropa, Bellatrix se metió en su mente; pese a no ser bruja, mientras se tratase de un ser racional, podía desentrañar sus pensamientos. Julia acababa de sufrir un desengaño amoroso con otro vampiro que intentó matarla, sufría mal de amores y se sentía sola.
Respecto a Eleanor, Julia consideraba que era peculiar, pero le emocionaba que quisiera hacerle compañía. Además le parecía guapa y divertida. No tenía malas intenciones. Bellatrix decidió darle su aprobación porque su amiga estaba muy ilusionada.
—Voy a hablar con Rose —comentó para dejarlas solas.
—¿Pero me podrás encontrar luego? —preguntó Eleanor.
—Nell, llevas una corona y tres collares de diamantes, brillas más que las puñeteras luces estas. Te encontraría hasta un cíclope ciego.
Su amiga rio y asintió.
—Cuida a Nellie —le indicó Bellatrix a Julia—, es la mejor del mundo... y yo soy muy buena torturando.
Algo sorprendida por la amenaza pero sin enfadarse, Julia asintió con convicción. Bellatrix las dejó charlando y se alejó unos metros. Tuvo la mala suerte de que Slughorn la descubriera. Por mucho que lo intentó, no pudo esquivarlo:
—¡Bellatrix, querida!
"Otro que ya está borracho" pensó forzando una sonrisa y devolviéndole el saludo. Séptima Vector, la profesora de Aritmancia, la saludó también, mucho más sobria y comedida. La chica les preguntó si les gustaba el grupo y de inmediato Slughorn se lanzó a explicarle que la guitarrista fue alumna suya y le apreciaba mucho.
—Siempre me invitan a su estudio para que escuche sus canciones antes que nadie, está muy cerquita de mi casa.
—Tienen el estudio en Canadá, Horace —murmuró Vector que sí era fan del grupo.
—Oh... Yo... —balbuceó el mago— Es que tienen varios, ¡es el grupo de rock mágico más de moda!
Bellatrix asintió de mala gana, intentando retroceder lentamente. Tras unos minutos de conversación, apareció Eleanor para salvarla. De su mano iba Julia, que parecía mucho más contenta que antes.
—Bella, ¿sabías que los vampiros no mueren si les da el sol? Solo les molesta un poco, pero nada más.
—Sí, Nell, lo sabía. Y si prestases atención en Historia, en Defensa o en Criaturas Mágicas tú también lo sabrías.
—Bah, prefiero descubrirlo por mi cuenta. Julia está en prácticas para ser sanadora mental —le contó Eleanor sonriente— Podrá atender a locos y trastornados, ¡suena superdivertido!
—Con mi familia te harías millonaria —murmuró Bellatrix.
—Mientras seas consciente, está bien. El problema es toda esa gente que piensa que está bien y muy centrada —sonrió Julia.
—¡Yo lo estoy! —aseguró Eleanor— Aunque hay quien piensa que la bisexualidad es una enfermedad... ¿tú lo piensas?
Bellatrix se echó a reír ante la falta de sutileza de su amiga; sus técnicas de ligar eran igual de especiales que ella. Julia respondió que en absoluto y que, como vampira, el sexo de una persona le resultaba irrelevante para sentir atracción. Eleanor debió juzgar que era la respuesta correcta, porque sin esperar más, la besó. Julia se sorprendió y Bellatrix se atragantó con el whisky, pero la vampira la besó también y Bellatrix se alegró por ambas mientras se sentía incómoda de nuevo. Tardaron bastante en desenroscarse: Julia no precisaba respirar y eso eliminaba la necesidad de separar sus bocas. Pero como Eleanor sí, tuvieron que hacerlo.
—Por mí no os cortéis, ¿eh? —bromeó Bellatrix.
—Cuando os he conocido he pensado que erais pareja —comentó Julia sonriente.
—Somos las mejores amigas del mundo —explicó Eleanor—. Aunque a veces dormimos juntas y también nos besamos porque es divertido.
—Por mí no hay problema, los vampiros somos muy liberales. Puedes besarla, mientras no me dejes sola...
—Uy, cielo, vampira o no de mí ya no te libras —aseguró Eleanor cogiéndola de la mano—. Y respecto a Bella, la besaría para que no se sintiera excluida, pero... alguien que no es tan liberal se pondría celoso...
—¿A qué te refieres? —preguntó Bellatrix frunciendo el ceño.
Se giró en la dirección que señalaba su amiga y vio que acababa de entrar otra cara conocida. Al verlo en medio de toda esa gente, Bellatrix se sintió como si volviese a ser su primera cita. Tras toda la semana en pijama, en la cama del hospital, se le hacía raro volver a verlo con uno de sus impecables trajes y con su pelo rubio perfectamente peinado. Se había quedado un poco más pálido y delgado, pero seguía siendo —con mucho— el mago más atractivo del mundo. O al menos lo era para ella (y para varias personas más que habían parado de bailar para contemplarlo). Grindelwald la miraba como si fuese la única persona en aquella sala atestada, como si nadie más importase. Nadie más lograba hacerla sentirse así.
Se acercó a él lo más deprisa que pudo sin derramar el whisky (pese al amor, existían prioridades). El mago la abrazó con fuerza, como no había podido hacer desde que su cuasi muerte. Sin separarse, Bellatrix le preguntó qué hacía ahí, no era el tipo de fiesta a la que acudiría Grindelwald. "He conseguido que me den el alta antes, me dijiste que te haría ilusión que viniera. Aquí estoy" susurró en su oído. Bellatrix sintió un escalofrío de emoción.
—Pero... —murmuró dudosa separándose ligeramente.
—Te dije que si me necesitabas, siempre vendría a buscarte. Y creo que me necesitas. Francamente, el mundo entero me necesita, pero te prefiero a ti —aseguró él con su sonrisa de superioridad.
Sin pensarlo, Bellatrix le besó. Le besó en una sala con miles de personas en medio de un concierto que acababa de empezar. Él la apretó junto a su pecho acariciando su cintura sin dejar de besarla. "Estás preciosa" susurró cuando al fin se separaron. "Lo sé", sonrió ella, "Tú tampoco estás mal". Volvieron a besarse ajenos a todo... hasta que escucharon un carraspeo a su lado.
—Gellert, me temo que esto es muy inapropiado —masculló Slughorn—, Bellatrix es una alum...
—Era una alumna —le atajó Grindelwald—. Siento que tú no hayas logrado hacer contactos con los Black, Horace, mala suerte.
—Tiene dieciocho años, Grindelwald —le espetó Vector con frialdad.
—¡Diecinueve en menos de un mes! —protestó Bellatrix fingiéndose ofendida.
—¿Diecinueve? Te estás volviendo demasiado mayor para mí... —murmuró Grindelwald con impostado desprecio.
Ellos dos rieron mientras Slughorn y Vector rabiaban de envidia por diferentes motivos. Bellatrix le cogió de la mano y se escabulleron entre la gente para disfrutar del concierto. Se colocaron en un lateral, donde la chica por fin centró su atención en las Banshees que siempre fueron su grupo preferido. Grindelwald la abrazó por la espalda y la contempló a ella, que le interesaba más.
—Vaya, vaya... Mi profesor favorito... —comentó Eleanor con petulancia— No pensé verlo aquí.
—Yo no pensé que usted aprobara. La vida es una eterna sorpresa —ironizó Grindelwald.
—¡Qué va, si fui la mejor alumna! Y que sepa que si le dejo a Bella es solo porque ahora tengo novia, esta es Julia. Julia, este es Grindelwald, un profesor que fingía odiarme pero me amaba y se lió con Bella porque se parece a mí.
Bellatrix sacudió la cabeza, Julia le miró con suma curiosidad y Grindelwald ignoró la puya y saludó a la vampira con amabilidad. Él, por supuesto, también había notado la naturaleza de la pelirroja y comentó:
—Sé que los vampiros hoy en día se alimentan de sangre sintética...
—Sí, sabe casi igual que la normal —aseguró Julia.
—No lo dudo. Pero de todas maneras, si una noche se levanta usted con sed, no dude en drenar a su novia, el mundo mágico podrá sobrevivir sin su sapiencia.
—¡Eh! —protestó Nellie mientras las dos chicas se reían— ¡A mí nadie me va a robar mi sangre, es deliciosa! Me caes mal, Grindelwald... Pero te permito vivir porque me prometiste que me regalarías un palacio.
Antes de que Grindelwald repitiera que aquello nunca sucedió, Bellatrix los mandó callar porque sonaba su canción preferida. Y quería disfrutar de ella con sus personas preferidas. Así lo hicieron. Cuando terminó el concierto, Grindelwald tuvo que saludar a un par de admiradores y mientras, Bellatrix se despidió de Eleanor y de Julia. Después apareció su otra amiga.
—¡Te has ligado a Mr. Sexy, cabrona! —exclamó Rose con los ojos muy abiertos— ¡Le has comido la boca al tío más guapo del mundo!
—Y le he comido más cosas —respondió Bellatrix sonriente—. Te dije que lo haría.
—Joder... —murmuró Rose que seguía sin creérselo— Enhorabuena, Bella, eso sí que es el verdadero ÉXTASIS.
Bellatrix rio y le dio las gracias. Le prometió quedar otro día para describirle las dotes amatorias de su novio y se despidieron también. Después, buscó a Grindelwald que se deshizo de sus interlocutores y volvió junto a ella.
—¿Quieres venir a casa o tienes que marcharte?
—Puedo quedarme un par de semanas más, aún tengo promesas por cumplir. Vamos a casa.
Bellatrix asintió con una enorme sonrisa y los apareció a los dos.
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