Capítulo 49
—Ven a verme cuando puedas, aunque sean dos minutos. Me moriré sin ti... O Antonio, uno de los dos seguro que muere –aseguró Grindewald con impostado dramatismo.
—Más te vale que no –advirtió Bellatrix—. Lo intentaré.
—Te quiero, preciosa.
—Yo también, creo, pero tienes que irte a trabajar...
Pese a que era verdad, estuvieron besándose y metiéndose mano diez minutos más. Al final, el mago se separó y se acercó a la chimenea. Tras una semana conviviendo juntos, el viernes había llegado y debían separarse.
—Escríbeme mañana para saber que ha ido bien con tus padres, ¿de acuerdo?
Bellatrix asintió agradecida de que se preocupase por ella. Le aseguró que el reencuentro esa tarde iría bien, aunque no tenía ninguna fe en ello. E hizo bien en no tenerla...
Sus padres, antes de volver a casa, pasaron por la estación para recoger a Narcissa y Andrómeda del expresso de Hogwarts. No obstante, cuando llegaron a la mansión y entraron al salón donde Bellatrix estaba estudiando, solo eran tres. A Druella y Cygnus no debían haberles sentado bien las vacaciones, porque se les veía profundamente iracundos. Narcissa, por su parte, estaba más pálida y descompuesta que los polvos flu.
—¿Y Andy? –preguntó Bellatrix.
Sus padres la ignoraron, tampoco es que esperase un recibimiento más cálido...
—Siéntate ahí –le ordenó Druella a su hija pequeña.
Narcissa se apresuró a sentarse junto a su hermana con rostro atemorizado. Sus padres se quedaron frente a ellas, de pie, para reforzar la sensación de poder. Cuando Cygnus empezó a hablar, Bellatrix se enteró de que Andrómeda había decidido marcharse de casa. Amaba a un sangre sucia y no quería que nada los separara. Como eso le supondría ser repudiada, prefería marcharse ella. Había tenido el valor de notificárselo a sus padres en la estación, pero en cuanto ellos hicieron amago de obligarla a volver a casa, echó a correr. No fue un gran espectáculo, pero aún así, varias familias vieron la maniobra y cuchichearon.
—Y si solo tuviésemos una decepción de hija –suspiró Druella...
"Venga, me toca" pensó Bellatrix aunando paciencia.
—Los Lestrange nos ha comentado el bochornoso espectáculo que diste en tu graduación –comentó Cygnus.
—¿Cuál? ¿Ganar todos los premios que no había ganado nadie en décadas? No creo que eso os lo comentaran, dado que a su inútil hijo le llegó justo para aprobar —se burló Bellatrix.
—¡No! –exclamó Druella airada— ¡Lo de besar otra vez a esa...! Y encima su madre tuvo la desvergüenza de...
—¡No!— bramó Bellatrix más alto que su madre.
Sentía una rabia inmensa, le hubiese gustado contenerse y mantenerse impasible, pero fue imposible. ¿Pensaban que iba a permitir que criticaran a Eleanor y a su madre? Los mataría antes. Realizó un accio no verbal y un ejemplar del Profeta de la semana pasada voló a su mano. Lo blandió ante ellos y espetó furiosa:
—¡No tuvisteis ni la decencia de venir! ¿¡Qué problema tenéis, qué falla en vuestras cabezas!? Mirad, salgo en la portada: "Bellatrix Black, la bruja más prometedora desde Albus Dumbledore, gana el Premio Extraordinario". Cuando esta semana he ido al Callejón Diagon, un montón de desconocidos me han felicitado, alguno ha comentado que mis padres debían estar muy orgullosos... Pero no, ¡lo que están es gilipollas!
—¡Bellatrix! –bramó Cygnus.
—¡Ni se te ocurra hablarnos así! –amenazó Druella sacando la varita.
Bellatrix rio con ganas. Tenía la varita bajada y no respondió, pero aún así, miró a su madre con gesto desafiante, como animándola a que se atreviera a atacar. Fue su padre el que, con ánimo más sosegado, comentó:
—Si no asistimos es porque teníamos asuntos más urgentes. Además, temimos que nos avergonzaras, como con esa tontería que dicen los Lestrange de que tienes dudas respecto al casamiento...
Lo dijo con tono casual, intentando aparentar desinterés; pero Bellatrix notó miedo en sus palabras y una mirada nerviosa de Druella. Sabía quién era el único que producía semejante efecto en ellos: Voldemort. Debía haber hablado con los Lestrange. Estos les habrían comentado algo a sus padres y ahora ellos la tanteaban a ver cómo podían arreglarlo.
—Ah sí, mi maestro y yo lo hablamos –comentó Bellatrix con desinterés— y hemos decidido que mejor no me caso. Soy una guerrera, voy a dedicar mi tiempo a servir a la causa del Señor Tenebroso, ya que ningún otro habéis tenido el valor de hacerlo y eso sí que es una vergüenza para la familia...
—Debes casarte. Hemos pactado este matrimonio prácticamente desde que nacisteis.
—Y eso, padre, me resulta absolutamente repugnante –apuntó Bellatrix.
—¡No ves que tu hermana se ha fugado, no existe humillación más grande! –exclamó Druella— Ahora sí que debemos esforzarnos por mantener el prestigio, nos vamos a hundir si se sabe que hemos perdido a una hija y que encima tú no te quieres casar...
—Seguimos teniendo dinero y poder, no nos hundiremos –aseguró Bellatrix.
—Es tu deber, Bellatrix, lo sabes –le recordó Cygnus—. Has tenido una vida muy cómoda y lo único que te pedimos a cambio es que mantengas el prestigio familiar.
—No lo estoy manteniendo, lo estoy elevando. ¿¡Es que no lo veis!? –exclamó señalando el periódico— ¡He sido la mejor del colegio! ¡Me han ofrecido trabajo en todos los Departamentos del Ministerio! ¡El mundo mágico me admira! Llevo ganando torneos de duelo desde los seis años, he publicado artículos en un montón de revistas sobre Artes Oscuras, ¡el propio Dumbledore se interesó en mí!
—Dumbledore es solo un mestizo que...
—Es mestizo, sí. Pero el día en que tengas la mitad de poder y reconocimientos que él, empezaré a respetarte, madre.
Nunca creyó que defendería a un mestizo, pero por contrariar a sus padres, Bellatrix hubiese defendido hasta a los muggles. Su madre respondió con saña, pero su hija simplemente la escuchó apática. Intentó pensar en otras cosas, como que en ese mismo sofá había tenido sexo guarro con su profesor de Defensa el día anterior. No se dio cuenta de la sonrisa involuntaria que se formaba en su rostro.
—¿Encima te hace gracia? –inquirió su madre— ¡Vaya suerte tenemos! ¡Incapaces de lograr que nuestras hijas hagan un matrimonio digno!
—Yo sí, yo me casaré con Lucius –intervino Narcissa—. Me han invitado a pasar el verano con ellos, ya lo sabéis, me iré pasado mañana a su casa de verano en Gales.
Bellatrix miró a su hermana con desprecio. Narcissa no se atrevió a devolverle el gesto, mantuvo la vista fija en sus padres. Fue en ese momento cuando Bellatrix supo que, si eso le reportaba cualquier beneficio, Narcissa la traicionaría. No se pondría de su parte. "Estupendo, mis dos hermanas son unas traidoras" pensó con amargura.
—Por supuesto, Cissa, eso está bien –aseguró Druella—. Tu padre y yo iremos contigo, así no tenemos que pasar la vergüenza de hablar con los Lestrange...
Lo habían planeado de antemano: Bellatrix no podría acompañarlos, tenía los ÉXTASIS la semana siguiente y eso alegarían ante sus conocidos. Le alivió que fueran a dejarla sola de nuevo, pero una parte de ella se sintió herida por lo poco que les importaba.
—Me alegro mucho, mamá –respondió Narcissa servil—. Los Malfoy son una familia muy noble y yo tengo claras mis prioridades, así que...
—Tú eres incapaz de sacar más de un aprobado raspado, así que tampoco te erijas aquí de orgullo nacional –la interrumpió Cygnus perdiendo la paciencia.
Narcissa se calló avergonzada y Bellatrix sintió una cruel satisfacción. Aunque también le dio rabia lo hipócritas que eran sus padres: a cada una le pedían lo que no tenía. Deberían contentarse con que Narcissa quisiese ser una dama de sangre pura y Bellatrix una bruja excepcional. Pero no, nunca era suficiente.
—Bellatrix, o te casas o te desheredaremos y tendrás que irte de aquí.
Pese a que la mera idea se le antojó como un abismo insondable, mantuvo la calma:
—Muy bien. Pero se lo comunicáis vosotros al Señor Oscuro, yo ya estoy cansada de hacerle perder el tiempo con vuestras tonterías.
Cygnus y Druella se miraron. Al final el padre claudicó:
—¿Qué quieres a cambio? Te aumentaremos la herencia, podrás quedarte toda la parte de Andrómeda.
—¡Eh! –protestó Narcissa— ¡Y yo qué!
—Tú te callas –le espetó su padre.
—Dádselo a Cissy –comentó Bellatrix con desinterés—, es evidente que ella jamás será capaz de ganar un solo galeón...
—¡Eh! ¡Pues tú estás muy fea en esa foto! –protestó Narcissa señalando el Profeta.
—Al menos yo he hecho algo digno de una portada. Soy la primera de la familia que aparece ahí por algo que no sea abrir las piernas y expulsar un hijo...
De la rabia que le dio ese comentario, Druella se abalanzó sobre el periódico y lo destrozó con sus propias manos. Eso sí que le dolió a Bellatrix. No tanto por el desprecio de su madre, sino porque quería guardar ese ejemplar, era su primer mérito reconocido con su nombre y apellidos... En un nuevo acceso de rabia, arrojó una cuerda de fuego que se dividió en una decena de segmentos. Al momento se convirtieron en serpientes y empezaron a sisear arrojándose furiosas contra los magos. No era fuego maldito, podrían desintegrarlas y no destrozarían la casa... pero pasarían una tarde entretenida.
Bellatrix se marchó corriendo para que no la vieran llorar. Se apareció en el Callejón Diagon porque no sabía a dónde ir. No llevaba encima dinero ni nada, pero no pensaba volver a casa hasta estar segura de que sus padres y su hermana se habían marchado con los Malfoy. Era la hora de cenar y tenía hambre... Y encima empezaba a llover.
—Enhorabuena por los premios, señorita Black –la felicitó el dueño de Flourish y Blotts que acababa de cerrar la tienda.
Bellatrix respondió con un gesto incómodo, no deseaba saludar a desconocidos. Ella solo quería una familia normal, una que estuviese orgullosa de sus logros... Eso no tenía solución, pero quizá lo de la cena y cobijarse de la lluvia sí. Se encaminó al Callejón Knockturn y se detuvo ante la fachada de Bloody Wonders. Dudó si entrar. Eleanor ya habría vuelto del colegio, pero ella captaba sus emociones solo con verla. Sabría que estaba triste y la obligaría contárselo y no tenía ningunas ganas de debatir sus problemas... Aún así, no pudo elegir.
—¡Señorita Bellatrix! –la saludó Duler saliendo de la tienda— El ama Eleanor la ha visto desde su ventana y me ha ordenado que baje y la obligue a entrar.
—Dale las gracias, pero...
—¡Bella! –exclamó Eleanor que había bajado a toda velocidad— ¡Has venido! Mamá dice que te invitó, pero creía que no vendrías, ¡qué alegría! ¡He terminado por fin en la cárcel! Había olvidado lo bien que hueles...
A esas alturas la joven ya la había abrazado, esnifado y obligado a entrar. Bellatrix se dejó querer. Eleanor le comentó al subir en el ascensor que estaba deshaciendo su baúl mientras su padre hacía la cena y su madre terminaba con una cita. La mayor asintió y subieron juntas. Ya en su piso, su amiga le preguntó:
—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste?
—Mis padres... —murmuró Bellatrix vagamente— No tengo muchas ganas de hablar.
—Bah, tus padres son tontos. Cuéntame mejor cómo ha ido la semana con tu novio. ¿Os habéis conocido ya en sentido... en sentido de estar desnudos y uno dentro del otro?
—¡Nellie! –protestó Bellatrix incómoda.
—¡Lo sabía! –exclamó Eleanor dando saltitos de alegría— ¡Dame detalles! ¡Pooor fi, dame detalles!
Bellatrix se negó mientras la ayudaba a deshacer su equipaje a golpe de varita, pero media hora después, la joven había conseguido sonsacarle —casi— cada detalle.
—De todas maneras es igual, en una semana volverá a su país y ya no nos veremos, así que...
—Pero hasta entonces que te quiten lo foll...
—¡Nellie! –la cortó de nuevo Bellatrix.
Su amiga rio divertida. Poco después, llegó Duler para avisarlas de que ya estaba lista la cena. Subieron al piso de sus padres y Sabrina y Paul recibieron a Bellatrix con calidez. Le contaron que al día siguiente se iban de vacaciones a la Riviera Francesa, Eleanor estaba muy emocionada:
—¡Me encanta el mar! De mayor me gustaría vivir junto al mar.
—Podrás abrir una sucursal de Bloody Wonders –sugirió su padre.
—¡Eso! Y pagar a otros para que trabajen por mí. Me gusta mucho ser pastelera, pero solo un rato, que si no me aburro.
—Eso te sucede con todo, Nellie –suspiró su madre.
—No es cierto, de acumular cosas brillantes nunca se cansa –sonrió Bellatrix.
—¡Es verdad! Eso me recuerda a que debemos ir a comprar mi regalo de fin de curso, mami. He visto en la revista Corazón de Bruja una pulsera con forma de calavera, creo que quiero eso.
—Gracias por darle ideas, Bellatrix –masculló Sabrina—, era justo lo que necesitaba.
La joven sonrió contagiada por la eterna alegría de Eleanor.
—Se lo merece, ha sacado muy buenas notas y este año no hemos sobornado a nadie –presumió su padre.
—¡Es verdad! ¡Mira mis notas, Bella! Espera, que bajo a por ellas.
Su amiga iba a aducir que valía con un accio, pero Eleanor ya corría escaleras abajo. Sabrina pensó lo mismo:
—Es una guerra perdida, su varita no le interesa. Tengo que mirar si existen fundas de diamantes o algo así para que le despierte más interés...
Bellatrix sonrió y coincidió en que era un buen plan. Al poco su amiga regresó blandiendo su boletín de notas. Había aprobado todo: tenía Aceptable en Encantamientos, Historia de la Magia y Cuidado de Criaturas; Supera las Expectativas en Transformaciones, Pociones y Herbología y para sorpresa de todos...
—¡Mi niña ha sacado un Extraordinario en Defensa! –presumió Paul.
—He oído hablar de dioses e ídolos de decenas de culturas –comentó Sabrina dando un sorbo a su copa de vino—, pero ninguno tan poderoso para obrar semejante milagro.
Bellatrix se mordió el labio inferior y no pudo ocultar la sonrisa.
—Fue curioso –comentó Eleanor mirando a su amiga—, durante el examen fue como si las respuestas aparecieran en mi cabeza... No he tenido ocasión de darle las gracias al profesor... ¿Podrías hacerlo tú por mí, Bella?
La chica se sintió acalorada hasta que su amiga añadió:
—Le verás la semana que viene durante los ÉXTASIS, supongo.
—Ah, sí, supongo... Lo haré...
—Perfecto, ¡ahora volvamos a mi regalo! –exclamó Eleanor.
Estuvieron charlando y bromeando durante horas. A Eleanor le gustaba tomarle el pelo con Grindelwald o con cualquier asunto, pero no hacía ningún comentario hiriente y no paraba de repetir que había sido su mejor curso gracias a ella. Era la hermana que Bellatrix desearía tener. Y Paul y Sabrina... Eran los mejores padres del mundo, al menos los mejores que había conocido. Querían y adoraban a su hija y, por extensión, a Bellatrix también, le estaban muy agradecidos por haber cuidado a Eleanor. Era ya tarde cuando se dieron las buenas noches.
—Tengo que hacer la maleta para la playa, ¿me ayudas, Bella?
—No aceptes, es una trampa –le advirtió Paul.
—Se lleva equipaje como para vestir a toda Francia –suspiró Sabrina—, no hay manera de que sus maletas cierren ni de hacerla entrar en razón...
—Pues usamos un encantamiento de fondo infinito y ya está... —murmuró Bellatrix.
Paul y Sabrina se miraron con dolor: habían estado ocultándole esa posibilidad para evitar todavía más carga. Pero ya era tarde. Eleanor abrió los ojos como bludgers.
—¡Por qué nunca se me había ocurrido! ¡Vamos, Bella! Te sorprenderá, pero yo no sé hacerlo.
Su amiga sonrió y bajaron de nuevo a su piso. Efectivamente, no hubo manera de convencerla de que en la costa azul en julio no necesitaría un gorro de esquiar. Pero se lo pasaron muy bien en el proceso. Al terminar, Eleanor ni siquiera preguntó: dio por hecho que se quedaba a dormir con ella.
—Dúchate si quieres y coge lo que necesites de mis cosas (excepto mis joyas, claro). Tengo que subir un momento a por la lechuza de papá para mandarle una nota a Jasmina, hemos quedado en vernos en agosto.
Garabateó un par de frases en un pedazo de pergamino y subió a enviarlo mientras Bellatrix se acomodaba. Eleanor volvió enseguida, se acostó junto a ella y la abrazó sin dejar de esnifarla. La mayor sintió cosquillas e hicieron el tonto bastante rato. Adoraba a esa familia, ni siquiera le daban tiempo a sentir tristeza, lograban que casi olvidara sus problemas... Lástima que a la mañana siguiente tuvieran que despedirse.
—Te escribiré cada semana y te traeré el mejor regalo que encuentre –aseguró Eleanor abrazándola.
—Mucha suerte en los ÉXTASIS, aunque no la necesitas, harás historia igual –se despidió Sabrina.
—Nuestro hijo Jason y su mujer vendrán aquí la semana que viene, si necesitas algo, puedes contar con ellos –aseguró Paul.
Bellatrix les dio las gracias a los tres. Eleanor volvió a abrazarla y se marcharon junto a su alborozado elfo que portaba la jaula con la lechuza que ya había regresado. En cuanto desaparecieron con el traslador y la chica se vio sola en el Callejón, sintió una tristeza tremenda. Seguía lloviendo y pensó que, como en cualquier drama que se precie, era un buen momento para echarse a llorar.
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