Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 43

El viernes Bellatrix se levantó de mala gana. No tenía ninguna gana de que llegara la tarde y con ella su ceremonia de graduación. Lo único positivo era que podría irse a casa esa misma noche y, con un poco de suerte, su profesor favorito acudiría también. Terminó de preparar su equipaje y avisó a Didi para que lo llevase directamente a la Mansión Black. La elfina estaba muy emocionada por volver a tener a su ama en casa.

—Te voy a echar de menos –murmuró Eleanor a medio día mientras comían juntas en su habitación por última vez.

—Es solo una semana, Nell. La siguiente acabarás los exámenes, tendrás vacaciones e iré a verte todas las semanas.

—Todos los días –la corrigió su amiga frunciendo el ceño.

—Todos los días, escarbato, todos los días.

Eleanor asintió satisfecha. Cuando terminaron, la ayudó a vestirse y peinarse. Los alumnos debían llevar las túnicas del colegio, lo cual a su compañera le parecía una aberración estética.

—Yo no pienso ir a la mía si no puedo ponerme un vestido bonito –aseguró Eleanor mientras la peinaba.

—Igual hacen la excepción por ti –sonrió Bellatrix.

Se despidió de Eleanor que se preparó para ir al coro y se reunió con sus compañeros. Rose y Dolohov estaban visiblemente nerviosos, mientras que Rodolphus y Mulciber tenían el rostro exento de toda emoción, como si una situación tan infantil no fuese con ellos ahora que eran adultos. Ninguno se presentaría a los EXTASIS, así que no tenían esa responsabilidad. La ceremonia iniciaba con Hagrid yéndolos a buscar y conduciéndolos a los botes que los llevó al castillo durante su primer año. Una vez en las embarcaciones, rodearon el castillo mientras de fondo se escuchaba entonar al coro.

Contemplando el reflejo del castillo sobre el agua, Bellatrix rememoró lo vivido durante aquellos siete años: las clases, los exámenes, las discusiones, los compañeros... y no sintió nada. Algunos alumnos, como Rose, intentaban camuflar las lágrimas de emoción; otros lloraban abiertamente por la tristeza de abandonar el que había sido su hogar durante casi la mitad de su vida. Pero Bellatrix no, ella no logró experimentar emoción alguna. Nunca llegó a ser feliz en Hogwarts; solo en el último curso y no por motivos académicos... Deseaba marcharse y empezar una vida de verdad, una en la que pudiera ser realmente libre.

—Muy... muy bien –indicó Hagrid más emocionado que nadie sonándose con un pañuelo del tamaño de un mantel—. Ya hemos llegado, id saliendo con cuidado. No queréis daros un baño el último día, ¿eh?

"Qué poca gracia ha tenido siempre este hombre" pensó Bellatrix subiendo a tierra firme. Estaban en los terrenos exteriores de Hogwarts, junto al lago y cerca del Bosque Prohibido. Entre los árboles, thestrals y centauros contemplaban la ceremonia. Había largas hileras de sillas blancas repletas de brujas y magos —familiares de los graduados— y al frente un amplio escenario decorado con los estandartes de las cuatro casas. Al frente estaban McGonagall y Dumbledore y tras ellos el resto de profesores. En otra tarima lateral se situaba el coro dirigido por Flitwick. Bellatrix aguzó la vista, pero no distinguió a su amiga.

Los alumnos se pusieron en fila por orden alfabético y recorrieron el pasillo central hasta ocupar las primeras filas, reservadas para ellos. Una vez sentados todos, Dumbledore tomó la palabra:

—Otra promoción que se nos va, otra nueva generación de brillantes magos y brujas que llevarán para siempre con ellos una parte de Hogwarts. Tenéis por delante toda una vida de éxitos y también de luchas, para las que, espero, hayamos contribuido a prepararos.

El discurso siguió varios minutos y, de nuevo, varios alumnos lloraron, también algunos familiares (los que no eran de sangre pura, esos mantenían la sonrisa hipócrita y las joyas tintineando). Bellatrix apenas lo escuchó. Se entretuvo mirando a Grindelwald. Pese a que se hallaba al fondo del escenario junto al resto de profesores, destacaba sobre todos ellos, era sin duda el más elegante. Lucía un exquisito esmoquin oscuro en contraste con su pelo rubio platino y sus ojos azules como el hielo. Si eso fuese el Olimpo, Zeus le cedería su trono. Su postura y su expresión eran perfectas, pero Bellatrix no dudó que se estaría aburriendo incluso más que ella. Cuando sus miradas se cruzaron él le guiñó el ojo discretamente y ella notó una manada de hipogrifos revoloteando en su interior.

—Y recordad que Hogwarts nunca dejará de ser vuestro hogar –terminó el discurso Dumbledore.

Bellatrix aplaudió con ganas, principalmente para asegurarse de que así el director no volvía a abrir la boca. Este se retiró unos pasos y Minerva se adelantó. Felicitó también a toda la promoción y dio las instrucciones:

—A continuación, leeré los nombres de cada alumno. Sus padres o padrinos, colocados en los laterales, subirán al escenario y le entregarán el título al joven mago o bruja.

Todos asintieron y los familiares se prepararon junto al escenario. McGonagall fue leyendo los nombres por orden alfabético:

—Giffard Abbott. Le entrega el diploma su padre, el señor Thomas Abbott, ganador de la copa quidditch con Hufflepuff en su etapa escolar, Premio Fin de Estudios de su promoción y Premio al Mago mejor vestido de Gran Bretaña.

McGonagall leyó el último galardón con cierta vergüenza y varios alumnos rieron entre dientes. Pese a eso, el título era real y todos querían presumir de sus logros. El señor Abbott le entregó el diploma a su hijo con un abrazo y una inmensa sonrisa de orgullo. A él le siguieron el resto de alumnos apellidados con A. Algunos de los padrinos acreditaron diversos logros y reconocimientos, pero lo que los igualaba a todos era la satisfacción que mostraban por sus hijos o ahijados. Bellatrix sintió envidia. Aunque sus padres no tuviesen muchos méritos, a ella le hubiese hecho ilusión que acudieran. Sobre todo porque le daba mucha vergüenza ser la única que no iba a tener a nadie...

—Bellatrix Black –la llamó McGonagall sacándola de su ensoñación.

Se levantó avergonzada. Alzó la vista y vio que junto a McGonagall había una mujer muy guapa: alta, esbelta, con una larga melena caoba adornada con pasadores de esmeraldas y un vestido largo verde oscuro que sin duda estaba confeccionado para ella. Bellatrix no la reconoció. Debía ser de sangre pura, porque su aspecto y su atuendo eran probablemente los más exquisitos del lugar. Se preguntó si sus padres habrían pagado a alguna bruja para que fuese su madrina, sería un gesto muy bonito...

Entonces vio que en un lateral, con el vestido que ella misma le regaló en Navidad, estaba Eleanor mirándola emocionada. Y Bellatrix supo quién era. No la había reconocido sin el pelo recogido y el atuendo de cazatesoros. Lo primero que le vino a la mente fue Ryan Brocks, el sangre sucia que se burló del boggart de Eleanor diciendo que su madre vestía como una vulgar saqueadora de tumbas. No pudo equivocarse más.

—Le entrega el diploma su madrina –continuó McGonagall—, Madame Sabrina Selwyn, Premio Extraordinario fin de Carrera, Premio Barnabus Finkley de Hechizos Excepcionales, Orden de Merlín de Segunda Clase por sus contribuciones en el campo de los artefactos misteriosos, reconocida como Bruja Predilecta en El Cairo y en la Amazonia y Premio de Reconocimiento a la Valentía contra Animales Fantásticos por su lucha activa contra las momias y espectros malditos.

Era, con diferencia, la persona que más títulos poseía de los ahí reunidos (exceptuando a Dumbledore y a McGonagall). La subdirectora casi se quedó sin aliento al presentarla y la mayoría de los espectadores también. La única que aplaudía emocionada era Eleanor, enormemente orgullosa de su madre. Pero Bellatrix ni siquiera la oyó mientras recorría los metros que la separaban para aceptar el título. Tuvo que repetirse mentalmente que los Black no lloran y menos en público, pero no recordaba que nada la hubiese emocionado tanto. Eleanor y su madre estaban ahí para que ella no estuviese sola, para que no pasara un mal rato ni recordara ese momento con vergüenza toda su vida. Sintió una clase de gratitud que jamás creyó que existiese.

—Enhorabuena, Bellatrix, el mundo es tuyo –susurró Sabrina mientras le entregaba el título.

La chica asintió con ojos llorosos incapaz de decir nada. Posaron para la fotografía que el encargado tomaba a cada alumno y bajaron por un lateral en el que estaban el resto de alumnos y familiares. Eleanor abrazó a su amiga completamente emocionada.

—¡Has visto como mi mamá es la mejor! –exclamó orgullosa— ¡Y ahora es tu madrina!

Bellatrix asintió todavía sin la certeza de poder hablar sin llorar. Se centró en contemplar a Eleanor, que llevaba el vestido con piedras preciosas que le regaló por Navidad. Por si el brillo y el lujo de la prenda no fueran suficientes, lo había rematado con una tiara de diamantes y varias pulseras a juego. Optó por hablar de eso:

—Eres la más guapa de todo el castillo, Nellie.

—¡Lo sé! –respondió la chica aún más feliz, dando una vuelta sobre si misma mientras las piedras precisas resplandecían bajo el sol de la tarde.

—He intentado que se pusiese algo más discreto –se disculpó su madre—. Pero me ha dicho que se lo tiene que poner todo hoy, porque probablemente se escape del colegio antes de la su graduación, así que esta va a ser la única. Ante tal lógica, no he podido replicar.

Eleanor asintió con una sonrisa satisfecha mientras su madre se preguntaba en qué se había equivocado con ella.

—¿No ibas a cantar con el coro?

—Sí, pero ya te dije que me obligaban a llevar una túnica feísima –explicó Eleanor como si fuese lo más evidente del mundo—. Cuando le conté a mamá que tus padres no iban a venir, se ofreció a venir ella.

—Muchas gracias –susurró Bellatrix incapaz de superar la emoción—, siento las molestias de...

—No es ninguna molestia –la interrumpió Sabrina—. Siempre me gusta volver a Hogwarts y... No pongas esa cara, Nellie, no todos lo consideramos una cárcel ponzoñosa. Y es un honor ser tu madrina, Bellatrix.

—Si yo llegase a terminar el curso que viene... cosa que dudo, no te emociones, mamá –empezó Eleanor—, prefiero que el título me lo entregue papá. ¡Tiene un montón de premios a mejor pastelero del país! Son mucho más divertidos que los de mi madre.

Sabrina alzó los brazos con dramatismo y Bellatrix se echó a reír. Adoraba a Eleanor, era de lo mejor que le había sucedido ese curso. Juntas, contemplaron al resto de alumnos subir a por sus títulos (mientras la más joven criticaba el atuendo de cada uno de ellos). Cuando terminaron, fue el momento de los reconocimientos: Dumbledore entregó la copa de la Casa a Slytherin, que por poco superaba en puntos a Hufflepuff. Después, el de mejor jugador de quidditch que lo ganó un ravenclaw y, por último, el Premio Extraordinario de Fin de Estudios.

—Este premio reconoce el mérito no solo a este último año, sino a toda la etapa escolar del mejor alumno o alumna de la promoción. Está dotado con mil galeones y con una invitación del Ministerio de Magia para acceder a cualquiera de sus Departamentos sin necesidad de ÉXTASIS.

Se escucharon murmullos de admiración entre los alumnos, sin duda era un gran premio. "Si no ganas tú, es que hay tongo" le susurró Eleanor al oído. "Con la de problemas que he causado no me darán ni las buenas tardes" respondió con sorna Bellatrix.

—Si bien los casi cien alumnos que hoy nos dejáis habéis crecido como magos y como personas durante estos siete cursos, hay alguien que ha destacado especialmente por su constancia y su tenacidad. Por ello, me enorgullece entregar el Premio Extraordinario de Fin de Estudios a la señorita Bellatrix Black.

La aludida sabía que sus notas eran las mejores, pero había creído que valorarían el comportamiento: ella había pasado muchas horas castigada y mandado a decenas de alumnos a la Enfermería. Pero o no lo hicieron o Dumbledore pretendía otorgarle un voto de confianza. En cualquier caso, se quedó paralizada. No contaba con aquello y le daba vergüenza que la felicitaran delante de tanta gente.

—¡Vamos, cielo! –apremió Eleanor empujándola.

Sin más remedio, Bellatrix se acercó al director que con una amplia sonrisa le entregó el diploma, el cheque y la invitación de pluma del Ministro de Magia. Dumbledore le estrechó la mano y se inclinó sobre su oído. "Todo esto lo has conseguido por ti misma, Bellatrix, tenlo presente" susurró. La chica asintió de forma casi imperceptible. Supuso que lo que le estaba diciendo era que no permitiera que Voldemort la reclutase, pero estaba tan sobrepasada que no le dio muchas vueltas. De nuevo, el fotógrafo les tomó una instantánea y la chica se apresuró a retirarse.

—Espere un momento –la frenó McGonagall en voz baja.

—Y, por último, un galardón que nunca había tenido el placer de entregar –continuó Dumbledore—: se trata de un reconocimiento a aquellos alumnos que han destacado en alguna materia muy por encima de los magos y brujas no solo del colegio, sino del mundo mágico. Como comprenderéis, es algo muy inusual, y permitidme la frivolidad de comentar que último ganador fui yo mismo.

Hubo algunas risas y una ronda de aplausos.

—No es sencillo porque ha de proponerlo un profesor y convencernos a todos de que realmente estamos ante un mago o bruja que pasará a la Historia. Durante muchos años no ha habido ninguna propuesta valorar, pero... En esta ocasión, mi estimado compañero, el profesor Grindelwald, nos ha convencido a todos de que es de justicia entregarle el Reconocimiento Especial de la Defensa Contra las Artes Oscuras a nuestra ya famosa Bellatrix Black.

El director le indicó a Grindelwald que se acercara y con un gesto de su varita hizo aparecer una copa dorada de unos veinte centímetros con el título y el nombre de la ganadora. Bellatrix, que ni siquiera sabía que existía ese premio, se quedó inmóvil de nuevo. "Lo que poco que le cuesta a usted sembrar el caos y lo que le cuesta aceptar premios" murmuró McGonagall sin que nadie más la escuchara. La obligó a adelantarse y ella se acercó al centro del escenario.

—Mis más sinceras felicitaciones, Bellatrix –la agasajó Dumbledore.

El director se apartó ligeramente y permitió que fuese su compañero quien le entregara el premio. Grindelwald sonrió de tal forma que los suspiros embelesados del público se escucharon perfectamente. Bellatrix creyó que podía desmayarse ahí mismo. Él le entregó la copa acercándose a ella como antes había hecho Dumbledore y susurró: "Enhorabuena, campeona". Le pasó un brazo por la espalda y el fotógrafo disparó de nuevo. "Esta foto tengo que conseguirla" fue lo único que pensó Bellatrix. Tras eso, pudo retirarse por fin.

—¡Has ganado tantos premios que podrás entregarme tú misma mi diploma! –la felicitó Eleanor que estaba más ilusionada que ella misma— ¿Me dejas la copa? ¡Hala, es oro macizo! Yo diría que elaborado por elfos de los bosques del siglo XIV.

—Mi hija no sabrá nada de ninguna materia, pero en metales preciosos no la gana nadie –comentó Sabrina sonriente—. Felicidades, Bellatrix, estoy orgullosa de ti.

—Al final no ha estado tan mal la graduación, ¿eh? –comentó Eleanor mientras se contemplaba en el reflejo de la copa dorada.

Bellatrix tuvo que reconocer que tenía razón, había estado mejor de lo previsto. Mucho mejor.

—Finalizada la entrega de premios, mi parte favorita, ¡que comience el banquete al aire libre! –proclamó el director.

Con una palmada suya, apareció todo el equipo de elfos de las cocinas, que depositaron varias bandejas con canapés en unas mesas al aire libre vestidas para la ocasión. Era más un picoteo que un banquete, lo importante era socializar y despedirse. Rose y Dolohov acudieron a felicitar a Bellatrix, también lo hicieron alumnos de otras casas, incluso Longbottom. Y, por supuesto, todos los profesores con los que se cruzó en medio de aquella algarabía de gente.

—Oye, Bellatrix, quería preguntarte una cosa –murmuró Sabrina bajando el tono.

—Dime.

—Creo que conoces a un mago que se hace llamar Lord Voldemort.

Bellatrix asintió con repentino terror.

—Lleva años queriendo hacer tratos conmigo mediante intermediarios, comprarme objetos y cosas así. He oído de su causa, que me es indiferente, pero a él no lo conozco personalmente y no tengo opinión formada. Por eso te quería preguntar qué te parece a ti.

—No –fue lo primero que respondió la chica de forma instintiva.

Por mucho que admirara a su maestro, prefería mantener a Sabrina y a su familia alejados de él.

—Es decir... No lo conozcas personalmente. Véndele cosas a través de intermediarios, si eso te interesa, pero deja claro que tu interés es ese. Si lo haces desde el principio y lo que le proporcionas es útil, te respetará y no precisará conocerte...

—Estupendo. Por supuesto cualquier comprador es bienvenido, pero quería estar segura.

—Pero sobre todo no lo conozcas, es muy peligroso –insistió la chica—. Y no le hables de Nellie ni de tu familia a los compradores que te mande...

La mujer rio entre dientes.

—No lo dudo, Bellatrix, he oído historias... No tienes que preocuparte por familia, de eso me ocupo yo. No he ganado todos esos premios por mi cara bonita. Sé defenderme y tengo mucha gente dispuesta a defenderme. Poseo contactos que matarían por mí... de hecho tengo contactos que han matado por mí, pero eso no lo comentes –susurró en voz baja.

Bellatrix sonrió y asintió aliviada. Sabrina perecería en un duelo contra Voldemort, pero Voldemort respetaba a la gente con buena posición y más si resultaban útiles para su causa. Así que ella y su familia estarían bien... o en eso confiaba.

Se acercó a ellas el profesor Binns, el fantasma que enseñaba Historia de la Magia y que casi nunca se enteraba de nada.

—Enhorabuena, Madame Selwyn, tiene usted una hija sobresaliente. Siempre ha sacado Extraordinario en todos mis exámenes...

—Muchas gracias, profesor –respondió Sabrina con corrección—, pero Bellatrix es mi ahijada. Mi hija es Eleanor, que está...

Se giró en busca de su hija. La localizó hablando con el señor Abbott: le estaba preguntando cómo se conseguía el título a Bruja Más Elegante del Año, porque sin duda ella lo merecía. El fantasma se disculpó abochornado y huyó volando. Entonces se acercó un profesor al que Bellatrix estimaba bastante más.

—Madame Selwyn, un placer conocerla –la saludó Grindelwald besándole la mano con galantería—, tenemos amigos en común y todos tienen altas palabras para usted.

Sabrina iba a responder, pero su hija apareció de inmediato.

—¡Pero bueno! ¡Ya está intentando ligarse a mi madre, si es que lo sabía! –protestó indignada.

—¡Nellie! –la regañó Sabrina avergonzada.

—No te puedes fiar de Grindelwald, mamá, usa palabras raras para...

—Ah, cierto, es usted el profesor de Defensa... —comentó Sabrina pensativa.

—Así ha sido este curso, madame –respondió él con una suave sonrisa.

—¿El mismo que le dijo a mi niña que más le valía dedicarse a la repostería porque para la Defensa está totalmente incapacitada? –inquirió Sabrina.

Aquello pilló por sorpresa a Grindelwald, nada acostumbrado a que nadie se resistiera sus encantos y se encarase con él. Bellatrix reprimió una sonrisa mientras Nellie le miraba burlona porque su madre estaba defendiendo su honor.

—Tengo la certeza de no haber utilizado esas palabras para...

—¡Oh! ¿Además de negada mi Nellie es una mentirosa? –replicó Sabrina.

—En absoluto he dicho eso. Intenté estimular su orgullo para que sus capacidades desarrollasen su máximo potencial y quizá utilicé alguna fórmula no muy halagadora... Pero en cualquier caso su hija es... es... es excepcional.

Sabrina sonrió y asintió, optando por tomarlo como un cumplido. Bellatrix decidió salvarlo y le dio las gracias por el premio. Él aseguró que era una causa más que justa. No pudieron seguir conversando porque Grindelwald fue interceptado por varias brujas y magos que habían abandonado a sus hijos para perseguirlo por la zona. Fue McGonagall la siguiente que se acercó a ellas.

—Debo felicitarte por tu hija, Sabrina, su gran trabajo en mi clase y su perseverancia para...

—Te lo agradezco, Minerva –sonrió la bruja—, pero Bellatrix no es...

—Sé de sobra quién es tu hija: la mejor transformadora de roedores que he conocido en muchos años.

Eleanor abrió mucho los ojos ilusionada y abrazó a McGonagall, que no supo cómo reaccionar ante su exceso de emoción. Sabrina también parecía feliz porque la mejor profesora de Hogwarts valorase a su hija. Bellatrix agradeció que las hiciese felices a ambas con un comentario tan simple pero tan importante. Quizá así Eleanor se sentía un poco más motivada para terminar el último curso...

Unos minutos después, Bellatrix se separó de ellas en busca de alcohol. Y ese fue el momento en que se acercaron a felicitarla las personas a las que menos ganas tenía de ver: sus futuros suegros.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro