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Capítulo 26

El lunes Bellatrix salía de su dormitorio para ir a la primera clase cuando Eleanor volvió del desayuno y la saludó con alegría.

—¡He recibido una carta de mi madre, quiere que vayamos a verla lo más pronto posible!

—¿En serio? ¿Pasa algo? –inquirió Bellatrix preocupada.

Le extrañaba mucho que Sabrina les hiciera esa petición urgente, para ella lo primordial eran los estudios de su hija. Eleanor respondió que no era grave, pero repitió que tenían que ir pronto. Entonces llegaron al pasillo fuera de las mazmorras y descubrieron a una lechuza esperando a Bellatrix. "Mierda" masculló Eleanor. La mayor la miró frunciendo el ceño mientras aceptaba la carta.

Querida Bellatrix:

Te escribo a ti también porque seguro que mi taimada hija te intenta engañar para que la saques de Hogwarts cuanto antes. Me gustaría que vinierais a verme el fin de semana o cuando os sea posible y SOLO EN CASO DE QUE LO SEA y no os ocasione ningún riesgo. Si os supone el más mínimo problema, puede esperar al verano.

Un abrazo fuerte,

Sabrina Selwyn.

—Maldita sea, qué bien me conoce... —masculló Eleanor viendo frustrados sus planes de huida— Pero iremos con tu armario mágico, ¿verdad?

Bellatrix lo meditó mientras contemplaba su cara de ilusión y al final murmuró:

—Pregúntale si le viene bien esta noche, podemos ir justo después de la cena.

La joven dio un saltito de felicidad y se marchó a clase con su cuaderno bidireccional para informar a su madre. Esa noche Eleanor se llevó su mochila a la cena y dentro de ella su capa de invisibilidad. Bellatrix la esperó en el primer piso y utilizó el encantamiento desilusionador. Cinco minutos después estaban en la tienda de Borgin y salieron al callejón. La pastelería de la familia de Eleanor también había bajado ya la persiana, así que subieron directamente al piso donde Sabrina tenía la oficina.

—¡Mami! –exclamó Eleanor abrazándola— ¡Qué alegría estar aquí!

—Cielo, me alegro de verte, pero vinisteis hace menos de dos semanas...

—Tengo que aprovechar cada segundo fuera de esa cárcel a la que me mandas –comentó mirándola con reproche.

Bellatrix se echó a reír mientras Sabrina daba a su hija por perdida.

—Sube a casa y así saludas a tu hermano, ha venido con Wendy y están con papá mostrándole las fotos de sus viajes.

—¡Bieeen! –exclamó Eleanor echando a correr escaleras arriba— ¡Hasta luego, Bella!

Cuando su hija se marchó, Sabrina comentó:

—Su hermano no es así. El fue Premio Anual, consiguió cinco ÉXTASIS y lloraba cuando acababa el curso... Y su mujer Wendy es una de las mejores medibrujas de San Mungo.

—Pero seguro que son menos felices que Nellie.

—Todas las personas son menos felices que Nellie, incluso cuando está en la cárcel esa a la que la mando... —suspiró— Pero ven, no perdamos más tiempo, quiero enseñarte algo.

La joven asintió con interés. Sabrina parecía entre expectante y emocionada así que sentía mucha curiosidad. Se dirigieron a una de las mesas del fondo y la bruja extendió con mucho cuidado un tapete para proteger libros. Después, acarició el plumaje de una figurita de un hipogrifo, realizó un encantamiento revelador sobre una de las piedras de la pared, murmuró una contraseña, apoyó la palma de su mano durante un minuto y al final, en un ángulo de la pared exacto al resto apareció una caja fuerte. Sabrina la abrió con dos contraseñas más y extrajo un libro. Bellatrix no había visto tal sistema de seguridad ni en Gringotts.

—Soy un poco paranoica después de tantos años recuperando tesoros malditos –reconoció Sabrina colocando el libro sobre la mesa—. Toda protección es poca... Sobre todo si es algo de oro y diamantes y Nellie anda cerca.

Bellatrix asintió observando el volumen con curiosidad. Debía datar de la Edad Media, pues parecía realmente viejo. Eran unos doscientos pergaminos cosidos en una encuadernación de madera posteriormente cubierta con piel. Tenía adornos metálicos en las esquinas y dos pares de piedras preciosas incrustados en la portada. El cierre era un intrincado broche también con joyas. Sin embargo, no había título. Sabrina se puso unos guantes de nitrilo para no dañarlo y le pasó otros a Bellatrix. "No te los pongas todavía" le indicó. Con mucho cuidado abrió el cierre y levantó la tapa. En las primeras páginas tampoco había nada escrito; en la tercera, un único párrafo. La caligrafía era tan antigua y retorcida que Bellatrix consideró imposible descifrarlo. Sabrina apartó la vista y la miró.

—Esto, Bellatrix, este libro... llevo toda mi vida buscándolo y creí que moriría sin encontrarlo. El mes pasado uno de mis contactos me ha habló de un libro que había encontrado un cazatesoros en los Bosques Sagrados de la isla de Anglesey. Yo sabía que era el lugar indicado, así que hice una oferta antes que los duendes. En teoría este libro está vacío, este es el único texto que hay y muy pocos saben lo que significa. Por supuesto ninguno de los implicados lo supo, lo valoran porque es un volumen muy antiguo con joyas incrustadas, pero nada más, así que pude conseguirlo por poco precio.

Le temblaban la voz y las manos, había conseguido poner nerviosa a Bellatrix, que sin poder esperar más le preguntó qué era y qué ponía.

—Son las memorias perdidas de Morgana Le Fay –sentenció sintiendo un escalofrío—. Mi padre tenía una tienda de libros raros y de niña yo leía casi todo lo que recibía. En una ocasión le llegó el cuaderno de bitácora de un cruzado de las Guerras Artúricas. Ahí se mencionaba que Morgana dedicó sus últimos años a volcar sus conocimientos en un libro que escondió antes de morir. Encontré un par de menciones más en otros diarios de la época, así como el nombre de la isla donde supuestamente murió ella, pero eso era todo lo que tenía. Durante décadas he comprado cualquier libro de la Edad Media que hayan encontrado en Anglesey y en este, por fin, aparece el primer texto que el cruzado refirió en su bitácora.

—¿Y qué pone? –preguntó Bellatrix que también temblaba ya de emoción.

—Es un dialecto que utilizó ella para que solo quienes de verdad la conocían pudieran descifrarlo. Me ha costado unos días, pero básicamente dice que solo una digna heredera, una bruja lo suficientemente poderosa (e insiste en lo de bruja, acabó muy harta de magos gracias a Merlín) podrá leer y conservar su legado. Por eso el libro está en blanco: yo no lo soy.

Bellatrix chasqueó la lengua con fastidio. Si Sabrina no había podido... La consideraba muy buena bruja y sobre todo increíblemente inteligente y así se lo transmitió. La mujer le dio las gracias con una sonrisa.

—No basta con ser poderosa e inteligente. Hay que tener el deseo, la voluntad... y ser una digna heredera. He consultado decenas de libros de genealogía mágica, por supuesto gran parte es invención, a todas las familias de sangre pura les gusta aparentar más de lo que son... ¿Pero sabes cuál es la única que se dice que podría descender de Morgana?

—Bueno... Sí, me gustaría creerlo, pero viendo cómo inventan mis padres y mis tíos no puedes fiarte de la palabra de un Black.

—De un Black cualquiera claro que no, pero de ti... Mira, tu varita, es casi igual que la suya –murmuró mostrándole otro libro con un retrato de Morgana—. Acerca tu mano al libro.

Bellatrix temblaba más que un sauce boxeador, pero obedeció. Trató de disimular, pero sintió una profunda decepción cuando no ocurrió nada. A Sabrina le sucedió lo mismo. La mujer examinó el cierre y murmuró algo para sí misma.

—Podría ser un cierre de sangre... ¿Te importa si probamos?

—Claro que no.

—Espera, que busco una aguja para...

—¡Bah, al cuerno! –exclamó Bellatrix sacando una pequeña daga de su mochila y haciéndose un corte en el dedo

Un par de gotas cayeron sobre el cierre y de nuevo no pasó nada. Sabrina suspiró con decepción y murmuró:

-Teníamos que intentarlo...

Le curó la herida a Bellatrix y... entonces pareció que el libro se iluminaba con una luz dorada. Comprobó la tapa con cuidado. En grandes letras doradas había aparecido el título de "Memorias de Morgana Le Fay". Lo abrió de nuevo. Todas las páginas se habían llenado de textos perfectamente legibles. Ambas mujeres pasaron las páginas con sumo cuidado completamente extasiadas, temblando, sin ser capaces de decir nada. Quince minutos después, se secaron las lágrimas de la emoción y se abrazaron. Pocas personas lo habrían comprendido, menos aún habrían sentido lo mismo que ellas.

—Sé que es solo un libro pero... —murmuró Sabrina.

—Son todos los conocimientos de una de las brujas más poderosas que han existido –completó Bellatrix—. Vale más que todos los manuales de magia de cualquier biblioteca. Esto es la verdadera arma invencible, no la varita de sauco ni ninguna otra reliquia.

—Bendito sea el momento en que te liaste con mi hija –murmuró Sabrina.

La joven sonrió avergonzada.

—Mira, Bellatrix, Morgana te ha elegido como su heredera y entiendo que quieras quedarte el libro pero...

—No, yo... Bueno, claro que querría, pero es tuyo y llevas toda tu vida buscándolo, no sería justo.

La mayor se frotó los ojos y las sienes sobrepasada. Adoraba encontrar tesoros, por eso lo convirtió en su oficio, y aquel era de los mejores que había hallado. Finalmente sacudió la cabeza intentando centrarse y trazó un plan.

—Obviamente tiene hechizos anticopia, habrá que hacerlo a mano. Me daría mucho miedo que te lo llevaras al colegio, no es que no confíe en ti pero...

—A mí también –se apresuró a responder Bellatrix—. Ya tengo de sobra con lo mío –comentó contemplando el anillo de los Gaunt— y tampoco lo querría tener en Hogwarts. Dumbledore y Grindelwald podrían matarme por él.

—Que se atrevan a tocarte un pelo –espetó Sabrina como si hablase de su propia hija—. Lo protegeré aquí, al menos hasta que termines el colegio. A mí no me interesa su contenido para practicarlo, eso te pertenece a ti, pero como objeto es fascinante. Podría llevarnos a muchas otras reliquias... No lo han tratado como merece y es muy viejo, me da miedo que se estropee. Quiero estudiarlo, restaurarlo y comprender la magia que lo envuelve.

—Por supuesto, es lo mejor. Puedo venir los fines de semana y si puedo leer algo sin dañarlo... En la situación en la que me encuentro toda ayuda para mejorar me vendrá bien...

—Sí, sí, claro... —comentó Sabrina con voz febril mientras pasaba las páginas— Lo que podemos hacer es... Mira, la primera parte parece su biografía y la segunda es la práctica: los conjuros que inventó, su forma de batirse en duelo y los rituales que ejecutaba para purificarse y fortalecerse. Vamos a copiar esta segunda parte, empezamos ahora y así te puedes llevar ya algo. Pásame esos pergaminos... No, espera, te ocuparán demasiado, mejor en un libro, será más discreto.

En el mismo estado de excitación, Sabrina rebuscó en sus estanterías un libro encuadernado en tela. Era como cualquier otro, solo que sus páginas estaban en blanco.

—¿Cómo lo hacemos? –preguntó Bellatrix muy ilusionada.

—¿Se te da bien copiar a vuelapluma?

—No lo he hecho nunca.

—Entonces yo me ocupo, tengo costumbre. Cuando me canse continúas tú y nos turnamos. ¿A qué hora querrías volver a Hogwarts?

—Con estar a las nueve de la mañana que tenemos la primera clase, sobra.

—Perfecto. ¡Duler!

—¿Me llamaba? –la saludó el elfo apareciendo de inmediato.

—Sí. Sube a decirle a Nellie que ella y Bellatrix duermen aquí esta noche, por favor.

"Ahora mismo" respondió Duler desapareciendo con un chasquido de dedos.

—No nos molestarán. No les he hablado del libro, pero mi familia sabe que los mantengo al margen de las cosas que pueden resultar peligrosas.

Bellatrix asintió y Sabrina no perdió más tiempo: abrió el libro de Morgana por la segunda parte y el nuevo por la primera hoja. Preparó su pluma automática y conforme comenzó a leer, la pluma fue copiando sus palabras en el libro vacío. Bellatrix invocó dos sillas en silencio para que pudieran sentarse mientras escuchaba fascinada las enseñanzas de Morgana en boca de la mujer. Sabrina tenía costumbre de copiar así libros protegidos: leía muy rápido, sin trabarse y la pluma debía ser de las caras porque tampoco fallaba una letra. Cuando se cansaba, con un gesto le indicaba a Bellatrix que continuara. Ella bebía un té con miel para la garganta y enseguida continuaba de nuevo. Estuvieron así durante horas.

Las dos estudiantes habían llegado al Callejón Knockturn a las siete y media de la tarde; Bellatrix y Sabrina comenzaron a copiar el libro sobre las ocho. A las dos de la mañana toda la segunda parte –con conjuros, rituales y técnicas de duelo— estaba copiada por completo. Terminaron extenuadas y casi afónicas, pero con una inmensa sonrisa. Después de felicitarla y darle las gracias, Bellatrix comentó lo que habían leído mientras copiaba:

—Jamás había oído ninguno de esos conjuros, no son como los actúales, no utilizan palabras, ni siquiera es magia no verbal... Es como si fuese una con la magia que hay en el ambiente, como si conociera la forma de dominarla...

—Por eso podía derrotar a sus más poderosos enemigos casi sin esfuerzo: era capaz de volver su magia contra ellos. No los conjuros, sino la propia magia inherente a ellos y la que los rodeaba... —apuntó Sabrina.

—Y los rituales para fortalecerse no parecen complejos... Son más como una forma de profundizar en ti mismo y estimular tu alma. Es parecido a lo que mis maestros me han enseñado, solo que mucho más crudo, como si fuesen las bases mismas sobre las que se cimenta la magia.

Sabrina asintió lentamente en silencio.

—Serás la bruja más poderosa del mundo, Bellatrix, nadie podrá... ¡Ah, por cierto! Tengo tu piedra, se me olvidaba con todo esto.

La joven frunció el ceño desconcertada. No lo recordó hasta que Sabrina le entregó una piedra de ónix negro exacta a la del anillo de los Gaunt. Así Bellatrix podría conservar la piedra de la resurrección cuando le devolviese el anillo a Voldemort.

—¡Muchas gracias! –exclamó la joven— Pero creo que no la voy a cambiar hasta que lo tenga que devolver, así llevo la piedra encima, si no no sé dónde guardarla...

—Mm... Déjame tu colgante.

Bellatrix le tendió el colgante de la calavera de plata de esfinge que por dentro estaba hueco. Sabrina cogió la piedra de ónix y con un par de movimientos la encajó dentro. Ahora se veía un brillo negro a través de los ojos huecos de la calavera, pero salvo eso no había ningún cambio.

—Esta piedra es del mismo tamaño y forma que la del anillo, así que encajará igual –comentó sacándola de nuevo—. No se caerá, puedes guardarla aquí.

—Ya te lo dije una vez, pero... ojalá fueras mi madre —murmuró Bellatrix avergonzada.

—Como si lo fuera. Cualquier persona que consiga que mi Nellie apruebe Transformaciones es hija mía.

—Mi hermana me contó que McGonagall le puso un Extraordinario a cambio de que dejase de llenarle la clase de ratones y sapos –sonrió Bellatrix.

Sabrina sacudió la cabeza sonriente.

—Sube a dormir, aún te quedan unas horas. Sé que es difícil con los nervios, pero si no mañana estarás muy cansada y estoy segura de que querrás empezar a poner en práctica todo esto cuanto antes...

La joven no replicó pese a que era verdad que se subía por las paredes de excitación. Guardó en su mochila su nuevo libro con sumo cuidado (ya lo habían protegido con varios maleficios) y Sabrina ocultó el original en su inexpugnable caja fuerte. La acompañó al piso de Eleanor, le prometió que cuidaría bien del libro y Bellatrix le dio las buenas noches aún conmocionada. Después entró procurando no hacer ruido al dormitorio donde su amiga ya dormía. Se puso un camisón que Eleanor le había dejado sobre la cama y se acostó junto a ella.

—Mm... Qué bien hueles –murmuró Eleanor que pese a estar casi dormida seguía esnifándola.

—Duerme, escarbato –respondió acariciándole el pelo.

Su amiga ronroneó y obedeció. Bellatrix creyó que con la excitación no sería capaz de dormir, pero estaba tan exhausta y se sentía tan feliz que pudo descansar mejor que nunca.

A las ocho sonó el despertador. Las estudiantes se despertaron y se ducharon.

—Como al desayuno no llegamos, podemos comer algo en la tienda –sugirió Eleanor mientras se vestían.

—Perfecto –comentó su amiga incapaz de borrar la sonrisa.

Había comprobado que no hubiese sido un sueño nada más abrir el ojo: no lo fue, el libro que habían copiado seguía en su mochila. Cogieron sus cosas y bajaron a la pastelería. Tras el mostrador estaba el padre de Eleanor sirviendo a los primeros clientes mientras charlaba con un chico de veintipocos años. Tenía el pelo castaño claro, de estatura y peso medio, gesto vivaz y mirada inteligente.

—¡Mira, Jason, esta es Bella! –exclamó Eleanor al verlo— ¡Es mi mejor amiga! Él es mi hermano Jason.

—Encantado de conocerte, Bellatrix –sonrió el chico estrechándole la mano—. Mi hermana y mi madre me han hablado tanto de ti que temo que me expulsen de la familia para hacerte hueco. Hasta mi mujer quería conocerte, pero ya se ha ido al trabajo.

Bellatrix sonrió algo violenta sin saber qué responder. No estaba nada acostumbrada a esa clase de cumplidos. Todo el mundo la valoraba como bruja, pero como amiga o familia ya era una historia muy diferente...

—Sentaos en esa mesa –les indicó el padre mientras levitaba varias bandejas rellenas de dulces.

—¡Aquí se desayuna mucho mejor que en la cárcel! –comentó Eleanor alegremente.

—¡Pero cómo puedes llamar cárcel a Hogwarts! –protestó Jason— Yo lo echo de menos cada día.

—¡Te cedo mi puesto, ve por mí! –exclamó su hermana de inmediato— Solo nos hace falta poción multizumos...

Ninguno de los dos se esforzó en corregirla.

—Yo tengo varios litros –comentó Bellatrix divertida—. Mi madre se pone a fabricar filtros de todo tipo cuando no quiere vernos... así que se pasa el día haciéndolo.

Los dos hermanos rieron y entre bromas similares desayunaron. A diferencia de Eleanor, Jason se parecía más en intereses a su madre que a su padre. Pero era igual de simpático y divertido que toda la familia. Les contó muchas anécdotas de los viajes que hacía con su mujer para ayudar a su madre a localizar tesoros y ambas lamentaron tener que volver al colegio. Jason las acompañó a la tienda de Borgin que acababa de abrir. En cuanto vio a Bellatrix ni siquiera preguntó: le dio la espalda para que hiciera lo que quisiese y desapareciesen de su vista.

Una vez en la Sala de Menesteres, salieron del armario evanescente y empezaron a recorrer los pasillos repletos de objetos mágicos para abandonar la sala. Bellatrix iba sumida en sus pensamientos mientras que Eleanor siempre lo observaba todo con curiosidad:

—¡Mira, una tiara de oro con joyas! –exclamó Eleanor— Vaya estupidez abandonar algo así. Seguro que me queda superbien.

Bellatrix salió de su ensoñación para ver como la joven tomaba en sus manos una hermosa diadema de oro con una esmeralda en el centro y dos diamantes en forma de lágrimas. Había algo extraño, atrayente y muy poderoso en aquel objeto...

—¡Quieta, Nellie! –gritó un segundo antes de que la chica se la colocara.

Sobresaltada, Eleanor le pasó el objeto a Bellatrix que lo examinó. Tenía forma de águila y varias joyas incrustadas. Tras unos segundos palpando el objeto, descubrió en su interior el emblema de Ravenclaw. Y entonces, notó un suave latido.

—Me lo voy a quedar, Nellie –susurró.

—Bueno... —concedió su amiga enfurruñada— ¡Pero me debes una diadema!

Bellatrix guardó el objeto en su mochila con sumo cuidado. Sin más conversación, alcanzaron la puerta. Eleanor se colocó su capa invisible, Bellatrix se volvió transparente y dos pisos más abajo se mezclaron con sus compañeros. La mayor se dirigió a su habitación y guardó la diadema en un cajón oculto de su mesilla; decidió posponer ese asunto, tenía otros temas pendientes. Le costó muchísimo prestar atención en clase y pensar que nada que no fuese su maravilloso manual. Como quedaba ya muy poco para los exámenes finales los profesores no les mandaban deberes, de sobra tenían con estudiar. Así que en cuanto a las cuatro de la tarde terminó sus clases, Bellatrix subió de nuevo a practicar en la Sala de Menesteres y no salió hasta doce horas después.

Era como aprender de la mano de la propia Morgana, como reconectar con alguien a quien no eras consciente de cuánto habías echado de menos. Y sobre todo era la sensación de poder más intensa que Bellatrix había conocido jamás.

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