Capítulo 19
Conforme marzo terminaba el clima entre los alumnos de séptimo se ensombrecía. Quedaban menos de tres meses para los ÉXTASIS y les faltaba tiempo para estudiar. A Bellatrix no, por supuesto: ella no seguía la liga de quidditch, apenas salía con sus amigos y últimamente le resultaba tedioso hasta ir a Hogsmeade. Así que le sobraba tiempo para repasar lo que llevaba años sabiendo.
-Bella, ¿cómo haces para desintegrar un desmaius? –le preguntó Rose releyendo sus apuntes en la sala común- Como mucho consigo desviarlo...
-Es que giras mal la muñeca, mira –indicó su amiga mostrándoselo.
Después le explicó cómo ponerlo por escrito, pues la siguiente prueba que tenían sería teórica. Últimamente de sus compañeros con quien más hablaba era con Rose: como deseaba mantenerse al margen de Voldemort, no había tensiones. Con Rodolphus y el resto mantenía una relación similar a la de antes, solo que más tensa. Bellatrix no podía evitar sentir que era forzado y más por utilidad que nunca. Sabía que practicaban duelo por su cuenta cerca del Bosque Prohibido; intentaban hacerlo en secreto pero nada escapaba a los cotilleos de Eleanor. En ningún momento la invitaron, ella quiso creer que era porque no lo necesitaba. Aunque tampoco le dio muchas vueltas, tenía problemas más graves.
-¿Pero contará para la nota? –preguntó Mulciber que se había rendido con el estudio.
-Creo que algo sí que cuenta –respondió Rose-. O sea, la nota media que tengamos durante el curso se añade a nuestro expediente de estos siete años. Eso cuenta el sesenta por ciento de la nota final y los ÉXTASIS el otro cuarenta.
-Buah, vaya lío. Que nos den el graduado y ya está –respondió Mulciber dejándose caer en el sofá.
Su desgana no impidió que al día siguiente Grindelwald les hiciera el examen.
-Se trata de un control para comprobar su nivel y cuenta para la nota. La parte teórica del ÉXTASIS será similar a las preguntas de hoy –explicó el profesor-. Obviamente si alguien no está a la altura no lo presentaremos, no deseo que dejen al colegio (y a mí particularmente) en mal lugar. Tienen dos horas.
Los alumnos asintieron con cierto temor. Con un gesto de la varita del profesor se repartieron los pergaminos y las cuestiones a resolver aparecieron en la pizarra. Todos se lanzaron a responder frenéticamente. A Bellatrix le costó una hora. Después miró hacia el suelo a ver si había suerte y podía entretenerse con Antonio, pero no estaba, debía haber salido a alimentarse al bosque. Recuperó el pergamino que usaba de borrador y empezó a escribir tonterías para matar el tiempo. Cuando media hora después Grindelwald se paseó entre las mesas, miró de reojo sus notas.
Bellatrix se había dedicado a escribir su nombre con los apellidos que pudiera tener en el futuro: Bellatrix Grindelwald Black o Bellatrix Black Grindelwald. Después había considerado que mejor se lo cambiaba él: Gellert Grindelwald Black o Gellert Black Grindelwald. Su favorita era la última, que había rodeado y subrayado. Miró a su profesor que camufló una sonrisa. Hasta que vio una segunda columna con otras posibilidades: Lady Bellatrix Voldemort Black, Lord Voldemort Black e incluso había probado con Tom Black. Al lado del último había dibujado una carita sonriente, le hacía gracia recudir a un mago tan letal a algo que sonaba casi a nombre de perro.
Con un gesto casi imperceptible de la varita de Grindelwald, el pergamino se carbonizó. No todo, solo la mitad donde Bellatrix había elucubrado sobre su matrimonio con Voldemort. Eso hizo sonreír a la bruja, que se preguntó si conocería la historia de Tom Ryddle. "Bah, aunque lo sepa seguro que no le interesa, se considera muy por encima de él" meditó. Lo irónico era que Voldemort tampoco valoraba a Grindelwald por el mismo motivo. Dedicó el resto del tiempo a contemplar al profesor. Deseaba que su relación fuese como antes, como en los primeros meses cuando sentía un cosquilleo de emoción solo con verlo. No quería que las revelaciones de Dumbledore le afectaran, ni los celos de Voldemort... pero resultaba complicado.
-Tiempo –indicó Grindelwald poco después-. Suelten los exámenes.
De inmediato volaron a su mesa y se apilaron sobre ella. Bellatrix guardó su pluma y su tinta y quemó lo que quedaba del pergamino borrador. Cuando alzó la vista, sus amigos ya se habían marchado. Rose y Dolohov tenían clase de Herbología y el resto... el resto simplemente estarían en otra parte. "Mejor, así no tengo que escuchar sus estúpidas dudas sobre qué han respondido a cada pregunta" pensó levantándose. Cuando pasaba junto a la mesa del profesor, él la detuvo posando suavemente la mano sobre su antebrazo y la miró a los ojos:
-¿Todo bien? –preguntó en voz baja.
Bellatrix asintió levemente forzando una sonrisa.
-Entonces que tenga buen día, Madame Grindelwald.
-Lo mismo, Lord Black.
El profesor le guiñó un ojo y ella se marchó bastante más animada. Le gustaba que se preocupara por ella. En sus clases nocturnas era similar, Bellatrix se esforzaba mucho porque todo siguiera igual y centrarse en aprender. La semana anterior él tuvo que cancelar la clase por exceso de trabajo y ella lo echó de menos. Su relación iba bien... hasta que se cruzó con McGonagall por el pasillo. En cuanto la profesora la vio, rebuscó en su bolsillo y Bellatrix extendió la mano con resignación.
-Siento andar pasándole notitas, señorita Black, pero el director me ha prometido que esta es la última –se disculpó McGonagall.
-No se preocupe, supongo que usted tampoco disfruta ejerciendo de lechuza.
La profesora puso los ojos en blanco y no respondió. Cuando ya se marchaba, la paró de nuevo. Bellatrix la miró frunciendo el ceño.
-Nos ha causado usted innumerables problemas durante estos siete años... -comenzó con voz severa- Pero he de ser justa y agradecerle lo que está haciendo por su amiga Eleanor, ha mejorado mucho gracias a usted. Nos ha llenado la clase con tantos roedores que varios alumnos han salido huyendo.
Bellatrix se echó a reír. Asintió sin saber qué decir y cada una continuó su camino. Cogió aire y desplegó la nota.
Hoy después de comer, si le es posible.
Que disfrute de la primavera,
Albus Dumbledore.
En cuanto leyó la firma, la nota se borró como las anteriores. Esa vez no le daba contraseña, así que supuso que sería la misma. No sabía si le apetecía verlo o no. Por una parte, le prometió que en esa sesión le revelaría algo que la atañía directamente; pero por otra, no estaba segura de poder asumir más cambios en su realidad. Empezaba a odiar a ese hombre, su especialidad debía ser la tortura emocional.
-"Que disfrute de la primavera" –repitió con voz de escarnio-. Pues claro que es gay, ¡el rey de los gays! Cómo le odio... a él y a su estúpida primavera.
Aún así, a la hora acordada ahí estaba, llamando de nuevo a la puerta de su despacho. Tras las cordialidades habituales se dirigió al pensadero.
-Ah no, no tengo más recuerdos para ti –comentó Dumbledore con voz apacible-. Ponte cómoda, por favor.
Bellatrix se sentó frente a él. El director no hizo ningún ademán de conversar. Parecía muy ensimismado escribiendo una carta mientras su fénix canturreaba, pero paró cuando ella carraspeó.
-Discúlpame, las misivas del Ministerio merman mis fuerzas... En fin, a lo que íbamos: hoy quiero que leas este libro.
Con un gesto de su varita un libro grueso, encuadernado en piel marrón y visiblemente antiguo aterrizó suavemente frente a Bellatrix. La chica frunció el ceño.
-¿Me ha hecho venir para leer un libro? Podría haberlo sacado de la Biblioteca.
-Ah no, este no. Es un incunable, un libro de incalculable valor que yo mismo restauré. Se hicieron unas pocas copias que aún circulan por algunas bibliotecas privadas, pero ninguna tan completa.
-Ah... ¿Entonces no debería prestarme unos guantes? –preguntó ella que conocía el protocolo para tratar esos volúmenes tan antiguos.
-No será necesario. Humildad aparte, soy muy capaz con los hechizos de restauración.
-De acuerdo... Pero es un libro muy gordo, ¿me lo puedo llevar? Esto no se lee en un par de horas.
-No será necesario. Versa sobre grandes magos y brujas de la Edad Media y siglos anteriores. Écheles un vistazo a los que más le interesen. Las imágenes son soberbias e inéditas, retratos hechos en cada época, los más precisos que se tienen; nada que ver con las recreaciones que ahora se utilizan.
Bellatrix no entendía de qué le iba a servir aquello, pero ni siquiera preguntó. Ya empezaba a conocer a Dumbledore y no era amigo de dar respuestas directas. Así que abrió el volumen y echó una hojeada al índice. El nombre que más llamó su atención fue el de Morgana, así que buscó la página y empezó a leer. Pese a que era interesante, Bellatrix no halló ningún dato que le resultara sorprendente. Contempló detenidamente la fotografía: pelo oscuro y piel pálida, ojos claros, una belleza apabullante. Hacía girar entre sus dedos una varita combada y parecía que la magia oscura manaba directamente de ella.
"Para que luego hablen de Merlín, Morgana es mucho mejor" pensó la estudiante. Levantó la vista y comprobó que el director había vuelto a enzarzarse en la escritura de su carta, así que prosiguió. Consultó las páginas sobre la hechicera Circe. Siempre se había sentido identificada con ella: vivir aislada en una mansión en una isla y convertir a los hombres en cerdos sonaba muy tentador. En la imagen aparecía precisamente usando su varita en forma de media luna para hechizar a Odiseo. Su artículo tampoco aportaba información que Bellatrix no hubiese leído antes.
Continuó con los textos de las primeras brujas que se asentaron en Salem y después pasó a Merlín y otros magos célebres. Hora y media después no había llegado a nada sólido. Era una guía muy completa, las imágenes sin duda eran lo mejor y estaba bien documentado; pero nada le había llamado la atención. Así que ya con ganas de irse, le indicó al director:
-Ya he mirado todos los que me interesan.
Dumbledore apoyó la pluma en el tintero y la contempló en silencio. Supo que él veía en sus ojos que no le había impresionado.
-Adivino que has empezado con las grandes brujas oscuras, ¿me equivoco? –preguntó el director.
-No –respondió ella.
-¿Y no has visto en ellas nada interesante, nada que tengan en común?
Bellatrix se esforzó en buscar un nexo, pero no lo halló y así lo manifestó.
-Cada una tenía sus métodos, eran buenas en diferentes artes, vivieron en épocas distantes... Salvo que fueron brujas muy poderosas y desafiaron a los magos de su época no creo que tengan más en común.
-No me refiero al texto, hablo de sus retratos –aclaró Dumbledore.
"Ah, eh..." murmuró Bellatrix pasando las páginas hasta volver a la de Morgana. Después hizo lo mismo con la de Circe y por último comprobó a las brujas de Salem. Sí que tenían algo en común, algo en lo que se había fijado pero no le había prestado atención porque no lo consideraba importante. Le sonó algo estúpido, pero aún así se arriesgó:
-¿Todas tienen varitas curvas?
-Así es. Me preguntaste por qué sospecho que Gellert intentará reclutarte. Yo te pregunto a ti: ¿Nunca te ha intrigado que Tom, que jamás ha confiado en nadie, lo hiciera cuando eras tan solo una niña?
-Bueno... Me... me dijo que desde que me vio practicar con mi padre de pequeña supo que sería una bruja excepcional –reconoció ligeramente avergonzada.
-Y así será –aseguró el director-. ¿Pero tanto como para tomarte bajo su protección y enseñarte casi todo lo que sabe?
A Bellatrix le dolió el "casi". Dumbledore insinuaba que Voldemort le ocultaba algo. Pero ahora eso era lo de menos.
-¿Quiere decir que fue por otra cosa? –inquirió ella.
-Sí. Fue por lo mismo que vio Gellert... Y por lo mismo que tú has visto en tus referentes –comentó señalando a la altiva Morgana.
-¿Por tener una varita curva? –preguntó Bellatrix sacando su arma.
-Hasta ahora, ¿habías visto a algún otro mago o bruja que tuviese una varita curvada?
-No... Pero nunca me pareció importante, cada una es de una forma, ¿no?
-Así es, pero también tienen similitudes al elegir a sus dueños. Por ejemplo, todas las varitas curvas han elegido a grandes brujas oscuras –reveló el director-. Por eso Voldemort supo que merecía la pena dedicarte su tiempo: recuperaría su inversión. Y por eso sospecho (y ojalá me equivoque) que Gellert ve en ti más posibilidades que en el resto.
Bellatrix se quedó callada. Lejos de ilusionarse por tener algo en común con tan legendarias brujas, se sintió profundamente decepcionada. Entonces no tenía ningún mérito: no era ella, era su varita. Voldemort jamás la vio a ella, lo que le interesó fue aquel estúpido trozo de nogal. Dumbledore pareció adivinar sus pensamientos.
-La varita elige al mago, Bellatrix, y no al revés. Si esa varita te eligió es porque consideraba que tenías un gran potencial para las artes oscuras... que ojalá sepas controlar y no dejes que te posea, tu vida sería muy dura de lo contrario.
-Pero se acercan a mí por la varita –murmuró ella.
-Eso prueba su falta de inteligencia. Podrías poseer la varita más poderosa del mundo, pero si no eres fiel a ti misma y los caminos que eliges no son adecuados, no servirá de nada. Si solo ven en ti una varita gemela de la diosa Circe, el problema está en sus ojos, Bellatrix. Eres mucho más.
-Pero si la pierdo y...
-No cambiará nada. Si consigues otra (da igual que no sea curva) que se adapte a ti tu magia permanecerá igual. Te repito que la magia está en ti, no en ese pedazo de madera.
La chica asintió. Si Dumbledore lo decía sería verdad...
-¿De qué es la suya? –preguntó para cambiar de tema.
-Acebo con núcleo de pelo de thestral.
-Nunca había oído de ninguna varita con ese núcleo –comentó Bellatrix sorprendida.
-Yo conozco al menos una más –alegó el director sin dar más datos.
Bellatrix asintió lentamente. Intentado olvidar la parte que le afectaba, pensó en lo que Dumbledore había comentado.
-Eso que ha dicho de que si poseyera la varita más poderosa del mundo... No existe tal varita, ¿verdad? Todas son iguales y dependen del mago que las use... ¿O no?
Dumbledore pareció meditar la respuesta y finalmente declaró:
-Hace un par de décadas, un fabricante de varitas austriaco llamado Mykew Gregorovitch se jactó de poseer una varita invencible. Como resultado, un muchacho entró en su tienda y se la robó. Nunca ha podido recuperarla ni supo quién se la robó.
Bellatrix asimiló la información epatada. "Austriaco" pensó recordando quién le confesó haber nacido en Austria.
-¿Usted sabe quién lo hizo? –preguntó con cautela.
-Lo sospecho. Y creo que tú también –sonrió él.
Bellatrix mantuvo el rostro impasible y no respondió. Dumbledore le comentó que era ya tarde y debía volver a clase. Ella asintió. Mientras se levantaba, el director le comentó:
-No creo que tengamos más tutorías, temo que por el momento no puedo ayudarte más.
-Pero solo me ha enseñado un par de recuerdos y un libro... Que no me quejo, me ha servido, pero siendo usted un mago tan poderoso seguro que puede enseñarme técnicas de duelo o algo así.
-Vas a hacer que me sonroje con semejantes cumplidos... No te faltan grandes maestros en la práctica, Bellatrix, pero no es eso lo que te ayudará a derrotarlos. Es tu fuerza, tu instinto y sobre todo tu inteligencia lo que debe guiarte. La información es la fuente de poder más letal que existe. Tom -o incluso Gellert- te enseñarán sus mejores conjuros, a ambos les gusta lucirse... pero ninguno te confiará sus más oscuros secretos, aquellos que ansían mantener ocultos porque podrían hundirles. Y te he dado eso. Te he mostrado lo que son en realidad, o lo que fueron y les llevó a convertirse en quienes son ahora. Tienes que saber valorarlo.
Bellatrix lo meditó. Puede que la estuviera engañando (al hacerlo de forma velada sin ninguna afirmación su colgante no reaccionaría), pero tal vez lo consideraba así de verdad. Quizá era el más poderoso porque prestaba atención a detalles que Voldemort y Grindelwald despreciaban. O tal vez no, pero no pensaba discutir con él. De momento tenía que conformarse con eso. Así que cogió su mochila y se despidió. Antes de abrir la puerta se giró y, optando por no pensarlo, declaró:
-Veneno de basilisco mezclado con sangre de unicornio.
-¿Perdón? –inquirió Dumbledore.
-Hierva la mezcla a doscientos grados en una noche sin luna y sumerja el vial. El pacto de sangre se quemará y ya no tendrá validez.
El director había cumplido (al menos bajo sus términos), así que ella cumplió también su parte como una Black digna de su apellido. Se marchó sin esperar respuesta. No tenía ni idea de cómo conseguiría el director los ingredientes, pero ese era ya su problema. Así como el de ella era decidir cómo influían los nuevos descubrimientos en su relación con Grindelwald. Por las ganas que sentía de llorar mientras apretaba su varita, sospechó que no muy bien.
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