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Capítulo 14

El día de Navidad Bellatrix no tuvo ningún regalo al despertar. Sus padres siempre le habían dado dinero para que se comprase joyas o vestidos elegantes –las apariencias siempre lo primero-, pero ella solía invertir en dagas y libros de magia oscura. El año anterior le entregaron una llave de la cámara familiar en Gringotts para ahorrarse el paripé de darle dinero en cada fiesta. A ella le pareció estupendo. De sus hermanas tampoco recibió nada: Narcissa era demasiado joven para ir de compras sola (no obstante a Lucius sí que fue con su madre a comprarle un regalo) y a Andrómeda hacía días que no se la veía por la mansión.

A media mañana llegó una lechuza de Eleanor con varias cajas de dulces y poco más tarde un paquete de Rodolphus con el nuevo modelo de escoba. Sus padres patrocinaban al equipo de quidditch inglés, así que tenían jugosos descuentos. "Te compré también una caja de éclairs ya que estoy en Francia" decía la nota de su amigo "Pero me los comí por el camino, lo siento, Bella". La chica sonrió y sacudió la cabeza. Ella le había enviado una enorme caja de empanadas de Bloody Wonders que sabía que le harían llorar de emoción. Por la tarde su hermana mediana apareció por fin:

-¡Bella! ¡Feliz Navidad! –exclamó avergonzada por sus ausencias- Mira, te compré esto. Acaba de salir, espero que no lo hayas leído.

Era un libro sobre la Alquimia como método para prolongar la vida. No lo había leído así que le dio las gracias y le entregó su regalo. Se trataba de un pintalabios mágico.

-Cuando lo llevas tus pasos dejan de hacer ruido y se vuelven más ágiles –explicó Bellatrix-. Te vendrá bien para tus escapadas nocturnas.

Su hermana se ruborizó pero le dio un abrazo emocionada. Entonces, una extraña ave entró por uno de los balcones abiertos. Medía el doble que una lechuza, con grandes alas azul oscuro de mariposa y cuerpo de reptil.

-¡Arg, qué es eso! –exclamó Andrómeda retrocediendo.

-Un mal acechador –murmuró Bellatrix contemplándolo-, en el Callejón Knockturn se ven algunos.

La criatura se acercó a ella, soltó un paquete que portaba entre sus garras y desapareció de nuevo por la ventana. Bellatrix atrapó el objeto al vuelo y se encogió de hombros cuando su hermana le preguntó de quién era. Subió a su habitación y desgarró el envoltorio. Se trataba de un libro encuadernado en cuero verde oscuro con páginas doradas. Estéticamente era precioso, tanto que Bellatrix apartó la nota que lo acompañaba y lo acarició fascinada. En letras también doradas se leía el título: "Los venenos más letales del mundo y dónde conseguirlos". Estaba escrito por una hechicera austriaca especializada en sustancias tóxicas. Lo hojeó y le resultó muy interesante, adoraba ese tema. De hecho le extrañó no conocer ese volumen y comprobó que se trataba de una edición única y muy limitada.

-Esto tiene que ser carísimo... -murmuró mientras recuperaba la nota.

Era bastante breve, apenas una frase con trazo firme y caligrafía exquisita:

Para que siga mejorando sus maleficios.

Con genuino afecto, Gellert Grindelwald.

Bellatrix esbozó una sonrisa excepcionalmente amplia y fue incapaz de borrarla. A su profesor le impresionó el maleficio que inventó y no lo había olvidado. Releyó aquella frase unas doce veces.

-"Con genuino afecto"... Habría sido mejor "Con amor y descarnado deseo"... pero bueno, de momento me vale con el afecto, tenemos tiempo para profundizar –comentó divertida.

Pasó los siguientes días imbuyéndose de aquel soberbio volumen. Hablando de regalos, el que había encargado para Eleanor se retrasó un par de días: se lo habían mandado desde Francia hecho a mano. Le dio pena no dárselo en la fecha, pero supuso que no le importaría, seguro que sus padres le habían regalado un montón de cosas. Decidió dárselo en persona. Pero tuvo que posponerlo porque Voldemort volvió en repetidas ocasiones para entrenar con ella. Seguía igual de inquietantemente amable que el día en que le confió el anillo. Cuando al fin tuvo una tarde libre solo quedaban dos días para volver a Hogwarts, pero aún así se apareció en la pastelería.

Estaba a rebosar como de costumbre, pero en esa ocasión su amiga no atendía tras el mostrador ni tampoco su padre. Estaban Toby, el joven dependiente, y el elfo Duler. Supuso que la familia se había tomado vacaciones. Salió por el lateral que le había enseñado Eleanor para llegar a la escalera de servicio. El ascensor se abrió y salió un hombre con la cara medio oculta por la capa y un paquete bajo el brazo. Bellatrix imaginó que salía de hacer tratos con Sabrina, debía tener también clientes muy peculiares...

Subió al segundo y justo cuando llamó al timbre le entró la duda. ¿Y si su amiga estaba enfadada por no haber recibido nada de su parte?

-¡Bella! –exclamó emocionada al abrir la puerta.

No la dejó entrar sin darle un fuerte abrazo, así que dedujo que estaban bien.

-¡Mira todo lo que me han regalado mis padres! Me han comprado un montón de muebles para que mi piso vaya avanzando. Y mamá contrató a un mago decorador para que arreglara lo que estaba viejo y lo pusiera más bonito.

Le hizo de nuevo un tour por su casa que efectivamente empezaba a lucir como un auténtico hogar. Cuando llegaron a su habitación, Bellatrix le entregó su primer obsequio.

-¡Un peluche de escarbato! –exclamó Eleanor desgarrando el envoltorio- Dormiré con él todas las noches.

-Y también esto. Se ha retrasado, por eso no pude mandártelo el día de Navidad.

Se trataba un vestido de seda negro de estilo victoriano: el corpiño estaba compuesto de piedras preciosas de diversos colores y se ceñía con un delicado cinturón compuesto por rubíes. Por primera vez, Eleanor se quedó sin palabras. Tras un minuto de mirarlo boquiabierta balbuceó:

-Es... es... es... ¡Es el vestido más bonito del universo! Nunca... nunca... nunca había visto nada así...

Con más rapidez que si hubiese usado un hechizo desvanecedor, Eleanor se desnudó. Bellatrix no tuvo tiempo ni de babear, pues su amiga la apremió para que la ayudara a ponérselo. Le sentaba espectacular. Antes de que se lo pudiera comentar, Eleanor salió corriendo para mostrárselo a sus padres.

-¡Qué haces, ven conmigo! –exclamó volviendo a por Bellatrix, besándola y arrastrándola escaleras arriba.

Entró al cuarto piso sin llamar. Sus padres se asustaron al verla tan ansiosa, pero se alegraron cuando les mostró su regalo.

-Quédate a comer, hija –invitó Paul a Bellatrix.

-Oh, no, no quiero... -empezó a disculparse ella.

-No digas tonterías, claro que te quedas –la interrumpió Eleanor-. Y luego salimos por ahí de fiesta.

No hubo negociación. Mientras Eleanor correteaba por todas partes con su nuevo vestido y Paul hacía la comida, Sabrina le enseñó la casa. Esos dos pisos estaban completamente reformados en tonos blancos y grises y gracias a la altura entraba mucha luz. Tenían muebles de época sin duda exclusivos. Había también una cantidad de artefactos mágicos sobresaliente, a Bellatrix le fascinaban. Mientras los curioseaba, reapareció Eleanor.

-¡También yo tenía otra cosa para ti! Pero mi madre tardó en hacer todas las comprobaciones... -murmuró Eleanor rebuscando en un armario.

Bellatrix abrió el paquete y se encontró con el colgante de la calavera de cuervo que tanto le fascinó.

-No puedo aceptarlo, Nell, es una joya única que...

-Tonterías. Yo hubiese preferido comprarte algo de oro, esto me parece muy soso... pero mamá dijo que te gustaría más.

Dio la conversación por zanjada y se marchó a poner la mesa. Bellatrix se acercó a su madre y ella la cortó sabiendo lo que iba a decirle.

-No es un regalo, es un intercambio: te quedas la calavera e investigas su poder. Yo no tengo tiempo y en mi trabajo es más seguro no llevar joyas, pero necesito estudiar ese material. Así que lo harás tú. Se trata de que me cuentes cómo funciona la plata de esfinge: no sé si realmente detecta las mentiras, ni cómo te lo notifica o si en realidad no tiene ningún efecto. Llévalo tú y me lo cuentas.

-¿Seguro? –preguntó aún dudosa- Tú misma me dijiste que nunca has visto una plata así y...

-Bellatrix, he pasado mi vida buscando tesoros, amo mi trabajo y no lo dejaré hasta que sea incapaz de sujetar la varita. Pero el mayor tesoro de mi vida no es de oro ni de plata –confesó en voz baja-. Sé que a Eleanor no le gusta mucho el colegio y no tiene amigos; no me lo cuenta para no entristecerme, pero la conozco. Ahora que te tiene a ti siento una tranquilidad que no podría pagar con las lágrimas de todas las esfinges de Lúxor.

-¿Podría usted ser mi madre? –preguntó Bellatrix avergonzada.

Sabrina rio. "Con dos tengo de sobra, sobre todo con la pequeña" comentó señalando a Eleanor que estaba admirando su vestido en el reflejo de una cuchara. A Bellatrix le pareció un proyecto maravilloso -tanto el de estudiar el colgante como el de vigilar a su escarbato- y aceptó complacida. Después disfrutaron de una agradable cena en familia y seguidamente salieron de fiesta.

-Nell... ¿Vas a entrar en los antros de este callejón con ese vestido? Me alegra que te haya gustado pero...

-Bah, son como mi casa, aquí me conoce todo el mundo –le quitó importancia su amiga-. Además, ahora estoy contigo, puedes matar a cualquiera que me moleste.

No hizo falta recurrir al asesinato porque Eleanor estaba en lo cierto: no tuvieron que pagar en un solo bar.

-¡Ellie! –exclamó un siniestro camarero con dos jorobas- ¿Whisky con piña como siempre?

-¡Cuánto tiempo, Ella! –la saludó una vampira en otro club- Estás increíble con ese vestido.

-Me conocen desde pequeña, cada uno me llama como quiere –le explicó Eleanor sonriente.

Bebieron, bailaron e hicieron el loco al ritmo de música estridente en varios garitos. Ahí si se besuqueaban o metían mano nadie las miraba, cada uno iba a lo suyo. A Bellatrix le resultaba extraño, pero también liberador. Ya borrachas, Eleanor la llevó a un club de duelo clandestino en el sótano de un local de tatuajes. Ese lugar le encantó. Disfrutaba muchísimo observando duelos y analizando la técnica de cada duelista. Y más en ese lugar que no tenía reglas y empleaban todo tipo de maleficios.

-Algunos son muy buenos –apuntó Bellatrix-, pero podría vencerlos a todos sin esfuerzos.

-Dudo mucho que lo hagas esta noche –comentó Eleanor burlona.

-¿Por qué?

-Porque para eso tendrías que sacar tu mano de debajo de mi falda.

Eleanor tuvo razón. Bellatrix no compitió, pero memorizó la ubicación para regresar en otra ocasión. Después volvieron al piso de Eleanor donde ambas se quitaron la ropa, se metieron bajo las mantas y siguieron disfrutando de la noche. Fue el mejor día de las vacaciones de Bellatrix.

El lunes tomaron de nuevo el expreso de Hogwarts. Antes de sentarse con sus compañeros, Bellatrix le buscó una amiga a Eleanor:

-Tú eres Jasmina, ¿verdad? Que fuiste con mi amigo Dolohov al baile –le preguntó a una slytherin de sexto.

-S.. sí... -susurró la chica temblorosa pues todos temían a Bellatrix.

-Bien. Esta es Eleanor, sentaos juntas y cotilleáis sobre qué chicas de vuestro curso son más guapas. Mi hermana no cuenta, tiene mis genes y eso da demasiada ventaja.

Jasmina se ruborizó porque era un secreto del que no quería que sus padres se enterasen, pero a la vez le tranquilizó tener por fin una amiga con quien comentarlo. Así que cuando Eleanor empezó a buscar un vagón libre, la acompañó con una pequeña sonrisa. Bellatrix tomó aire y se sentó en el sitio que le había guardado Rodolphus. Insonorizó el compartimiento con cinco hechizos diferentes y sus amigos supieron que sucedía algo.

-Tengo que contaros una cosa –suspiró.

Así fue como se enteraron de que empezarían a hacer misiones para Voldemort durante los meses escolares. A Dolohov y Mulciber les hizo verdadera ilusión. Rodolphus se mostró igual de alegre, pero Bellatrix sospechó que fingía. A él su hermano mayor le había contado historias de sus percances cuando le fallaban al Señor Tenebroso y estaba más instalado en la realidad. Para intentar animarlo, Bellatrix comentó:

-Al principio supongo que nos costará más... Pero no somos oficialmente mortífagos y la marca hay que tomarla voluntariamente. Así que no creo que sea muy duro con nosotros. Y cuando ya seamos mortífagos ya tendremos práctica gracias a esto.

-Sí... Es verdad, tienes razón –comentó Rodolphus aliviado.

Su pesar se esfumó (al menos temporalmente) cuando pasó el carrito de dulces. Tuvieron que expulsar a Mulciber del compartimiento para que cupieran todas las golosinas que compró. Cuando bajaron del tren y se dirigieron a los carruajes Bellatrix divisó a Eleanor charlando con Jasmina y eso la tranquilizó. Se tomaba muy en serio la misión que le había encomendado su madre.

Durante la cena Bellatrix tuvo una visita inesperada:

-¡Antonio! –exclamó cuando el animal trepó por su pierna- ¡Sigues vivo!

Temía que Grindelwald lo hubiese aniquilado en cualquier momento de exasperación.

-Por Salazar, Bella, ese bicho da muy mal rollo –comentó Rodolphus-. Vas a sacar Extraordinario en Defensa igual, no hace falta que finjas que te gusta la mascota del profe...

-¡Cómo no te puede gustar! Mira, tiene cuatro manos, a ti te sería muy práctico, podrías sujetar cuatro pasteles a la vez.

Rodolphus tuvo que reconocer que ahí llevaba razón. Bellatrix alzó la vista y comprobó que Grindelwald estaba charlando con Slughorn. Durante las Navidades no le había dedicado muchos pensamientos: entre las apariciones de Voldemort, los conflictos con sus padres y las visitas a Eleanor poco tiempo le había quedado... Pero ahora se dio cuenta de que se alegraba de verlo. Se preguntó si seguirían con las clases privadas como el año pasado. Tras el encuentro con Voldemort al menos a ella le resultaría más violento. En cualquier caso decidió devolverle su colgante, no tenía duda de que era importante para él... y además se le enredaba con el de la calavera.

-Toma, Antonio –susurró mientras su amigos comentaban sus Navidades a voz en grito-, llévaselo a tu dueño.

El chupacabra aceptó el objeto, bajó al suelo y desapareció bajo la mesa. Pocos minutos después, Bellatrix observó como Grindelwald recogía al animal y se ponía discretamente su colgante. Alzó la vista y sonrió a Bellatrix que se metió en su mente con precaución.

-Me alegro de que no lo hayas necesitado –pensó él.

-¿Ahora nos tuteamos?

-Depende de lo que la conmueva más, señorita Black.

Bellatrix disimuló la sonrisa. La verdad era que viniendo de Grindelwald ambas cosas la excitaban en gran medida.

-Muchas gracias por el libro, es el mejor que he leído sobre el tema. Yo no he podido...

-Me tomaría como una ofensa que me regalara algo. Lo único que espero de usted es eterna admiración y devoción hacia mi persona.

Eso hizo que definitivamente Bellatrix se riera, pero fingió un ataque de tos y pensó:

-Soy su segunda mayor admiradora, el primero le está besando el cuello.

La chica volvió a sonreír al ver cómo el profesor intentaba separar (sin ningún éxito) a Antonio de su cuello. Esos dos sí que eran una buena pareja...

-Bella, veo que no te vas a comer ese trozo de pastel, yo me ocupo.

El comentario de Rodolphus sacó a Bellatrix del estado legilimántico y tras una última mirada cómplice, retomó la conversación con sus compañeros.

El martes tuvieron la primera clase de Defensa del nuevo año.

-Hoy vamos a practicar el hechizo firma, que es muy probable que les pidan en los ÉXTASIS ¿Quién sabe...?

El profesor suspiró al ver la única mano levantada. En lugar de pedirle la respuesta a Longbottom, se dirigió a la compañera de gryffindor sentada junto a él.

-Señorita Fortescue, ¿sería usted tan amable de concederle una cita al señor Longbottom? Quizá si no siente la necesidad de impresionarla al menos espera a que termine de hablar para levantar la mano.

Los slytherins rompieron en carcajadas mientras Frank se ponía más rojo que la locomotora de Hogwarts. Con resolución Alice Fortescue preguntó:

-Frank, ¿querrás venir conmigo este fin de semana a Hogsmeade?

El chico miró a Alice completamente aturullado sin saber si bromeaba. El resto de la clase los miraban expectantes.

-Vamos –le animó Grindelwald-, se trata de responder a una pregunta, es su especialidad.

El comentario desencadenó más risas. Bellatrix no entendía el cambio de actitud del siempre comedido y respetuoso profesor (probablemente estaba ya harto), pero no tenía quejas. "A esos dos los torturaremos juntos" le susurró Bellatrix a Rodolphus que asintió. Finalmente Longbottom aceptó con un balbuceo, Grindelwald lo felicitó y el asuntó se dio por zanjado.

-El hechizo firma es sencillamente aquel que mejor se les da –explicó el profesor-. Al ejecutarlo lo sentirán, notarán que prácticamente sale solo de su varita y además les genera un placer no igualable con la ejecución de ningún otro conjuro. Es siempre el que mejor le sale a un mago y enseguida nota cuál es. Es de suponer que aquí todos sepan cuál es el suyo.

La mayoría de alumnos asintieron. Seguidamente les hizo una demostración con los maniquíes que usaban para practicar. Invocó media docena frente a él y ejecutó su versión de desmaius. No era el conjuro original, sino una versión más fuerte y un poco más oscura modificada por él mismo. De un solo hechizo derribó a las seis sólidas figuras. La clase aplaudió y él hizo una semireverencia de agradecimiento. A Bellatrix le fascinó: podía deshacerse de sus enemigos de seis en seis, eso sería muy cómodo.

-Ahora ustedes –los animó Grindelwald-. Repártanse por la sala, quien lo necesite que coja un maniquí y muéstrenmelo.

Los alumnos obedecieron y se desperdigaron por el aula. Unos eran hechizos defensivos, otros ofensivos; algunos eran muy buenos con los conjuros atmosféricos y otros con los de transformaciones. El de Rodolphus era arresto momentum: era capaz de detener cualquier objeto por muy veloz que fuera. Bellatrix, que no se había movido de su mesa, lo contempló hasta que Grindelwald se colocó frente a ella.

-¿Ya se ha aburrido de practicar, señorita Black? Entiendo que resulte insultantemente sencillo para usted, pero...

-No, no puedo hacerlo –reconoció ella.

-¿No sabe cuál es su movimiento firma? –preguntó él sorprendido.

-Sí que lo sé. Y me encantaría usarlo aquí... -comentó mirando a Longbottom practicar el expelliarmus- Pero no puedo y menos podré en un tribunal ante el Ministerio –respondió pensando en los ÉXTASIS

El profesor se la quedó mirando. Entre curioso y admirado le preguntó:

-¿Cuál de las tres?

-Crucio.

-No conozco a nadie que tenga de movimiento firma una de las imperdonables –comentó definitivamente admirado.

-El de mi maestro es avada.

Grindelwald obvió el comentario sobre su rival y buscó solución a su problema:

-Tendrá que practicar alguno para hacerlo pasar por suyo. No puede ser algo inofensivo o no creerán que sea genuino... Los de fuego se le dan muy bien, vamos a ver... -murmuró pensativo- ¿Qué tal la cuerda de fuego? Es complejo, pero cien veces más fácil que el fuego maldito y no es magia negra, Dumbledore solía usarlo en los duelos.

-De acuerdo, voy a probar –respondió Bellatrix más animada.

El profesor asintió con una sonrisa y se desplazó para supervisar a otros alumnos. La chica se levantó, alzó su varita hacia atrás y la sacudió como si fuera un látigo. Al momento emergió una cuerda larga y delgada compuesta por llamas. Con un gesto de muñeca, la enroscó entorno al maniquí más cercano apresándolo por completo. Varios alumnos retrocedieron asustados. Sí, se le daba bien. Tendría que practicarlo para hacer ver que le resultaba sencillo y natural, estaba a años luz de la potencia de uno de sus crucios, pero serviría. Poco después el profesor dio la clase por concluida. Cuando pasó junto a él, Grindelwald le susurró:

-Lo ha hecho muy bien. El jueves lo practicamos en privado.

Bellatrix dibujó una sonrisa involuntaria al deducir que iban a seguir con sus clases. Él le guiñó el ojo y la bruja se marchó más contenta. 

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