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Capítulo V: Amortentia

P.O.V. Alecto

Pasé la clase de Pociones mirando a la nada. Amortentia, era la poción del día. Había oído sobre esa poción muchas veces. Era muy popular cuando tenía catorce, porque había un chico que a todas les gustaba y varias habían intentado, muy mal por cierto, seducirlo con esa poción. Claramente, ninguna logró su objetivo. Pero la verdad es que nadie había hecho la poción como debía ser. Quizás ahora aprenderían bien.

Slughorn colocó la poción, hirviendo a fuego lento, en un caldero frente a nosotros. Norah no había tenido problema en decir que había sentido el perfume de Amycus apenas olió la poción por primera vez. Yo me limité a fruncir la nariz ante la mezcla de olores agradables que se me presentaban.

Para mí, desde hace mucho, la amortentia olía a la sopa que solía tomar cuando era pequeña. En días lluviosos, mi padre nos daba sopa, sopa de verduras, y era como un rito. Podía recordar los vidrios empapados y el jardín sombrío mientras Amycus y mi padre sorbían sopa caliente, sin pensar en nada más. Yo me sentaba junto a ellos y miraba por la ventana, cómo las gotas de agua caían lentamente por el vidrio hasta llegar al suelo, como si fueran lágrimas. La amortentia también olía a lluvia y pasto mojado, porque esos días siempre me habían parecido los mejores. Era mi tiempo, los días que me parecían mas cómodos de vivir. Siempre me sentía lluviosa en el interior, no soleada.

No luminosa, sino sombría.

Pero eso se sentía bien. La mayoría de las veces.

No sentía otro aroma, todo era olor de día lluvioso... pero pensé en Ezra. No sabía cómo olía él, ya que nunca habíamos estado demasiado cerca. Quizás ya no lo estaríamos nunca, pensé. No sé por qué, pero me sentí... más sombría que siempre. Estaba muy distraída y comencé a escribir los datos de la poción en el pergamino, aunque ya estaban escritos en el libro. Pensaba en el chico de sonrisa dulce que había dicho tanta cursilería junta. Pensaba en que él no era lluvioso como yo, sino lleno de luz... ¿Cómo podría gustarle a un chico así sin mentir acerca de mí misma? ¿Sin pretender ser alguien muy diferente?

Al finalizar la clase, Slughorn me puso un desastroso. Y al darme cuenta de ello, me embargó la furia.

¡Todo por su culpa!

Salí como un huracán hacia fuera y choqué con todos en el pasillo, enredándome en mis propios pies, tratando de pasar entre todos. Nunca me había caído en ninguna parte desde que era muy pequeña y había sido tan himillante que siempre hacía lo posible para evitarlo. No sufriría esa humillación ahora... Di un ligero traspié y vio el suelo venir sobre mí, cada vez más cerca...

Y de repente, Ezra me atajó. Como una estúpida película romántica, como un "giro del destino".

Olía a un perfume amaderado, con cierto frescor. Su tacto era cálido y seguro. Real. Alcé la vista hacia sus ojos, sus ojos castaños, esperando ver... No sé qué esperaba ver. ¿Preocupación, quizás? , pero él no me miró.

- ¿Estás bien?- preguntó, con educación y aparte la vista, tratando de ignorar la sensación que tuve en el estómago. ¿Por Merlín, qué fue eso? Asentí con la cabeza. Ezra pasó en dirección a pociones como si no tuviera nada más que decir. Como si no le importara nada. Me mordí los labios para no hablar y cuando el chico se perdió entre la multitud,  me quedé ahí, sola.

Totalmente sola, otra vez.

Él había dicho que me dejaría en paz. ¿Eso estaba haciendo? ¿Es que había tomado la petición al pie de la letra? Y si era así, ¿por qué eso me molestaba tanto? Me fui a la siguiente clase con rabia en mi interior. Estaba enfadada con Ezra y conmigo misma. Tenía rabia conmigo por sentir rabia con él. Como si Ezra fuera importante en algún sentido y mereciera mi rabia. Como si su existencia cerca de mí debiera importar. Era sólo un chico... Un chico estúpido que, al ver que yo no le había hecho caso, había decidido ir por otra chica más fácil. Eso era todo. No debía molestarme.

Pero me molestaba mucho.

...

Ezra entró a su clase de pociones sin hablar con nadie. Se sentía molesto, pero no quería contarlo. Elijah le había dicho que se alejara de la Carrow y él no quería hacerlo, por nada del mundo. Pero... si ella se lo estaba pidiendo...

Había tenido que correr para atraparla antes de que cayera y, aún así, fingir indiferencia.

Sólo un día más. Bastaría con otro día, esperaba. Demostrarle que era capaz de hacer esas cosas por ella. Incluso mantenerse alejado si ella se lo pedía. Aunque no sabía cuanto tiempo podría aguantar.

Pasó el almuerzo evitando mirar a la mesa de slytherin, aunque muriera de ganas de hacerlo. Al verla en los pasillos, se limitaba a dejarla pasar y seguir su camino, como si fuera cualquier chica del colegio. Como si no le inspirara nada. Como si fuera nadie. Como si fuera menos que nada. ¿Cómo podía hacer aquello sin sentir que algo le faltaba? Qué sensación tan desagradable era alejarse de aquella de quien querías estar ligado por completo.

Sin pensarlo, luego de pociones se quedó en el pasillo que daba a las mazmorras. Los slytherin debían estar allí. Alecto debía estar tan cerca... Esperó poder verla, aunque fuera para ignorarla y ver su expresión extrañada... No la vio, sólo encontró a otra slytherin que le preguntó si estaba perdido. Extrañamente, fue muy amable... Era raro ver a alguien tan amable con la insignia de la serpiente.

- Eh, tú- En una de sus incursiones, sintió que lo llamaban con voz seca. Al girar y ver que era Amycus, se sorprendió muchísimo. -¿Qué haces aquí?

- Pues... Nada.

-¿Estás aquí... haciendo nada?- Amycus se cruzó de brazos, mirándole con unos ojos fríos. Ezra bajo la vista a sus pies. - Como si no supiera que rondas estos pasillos esperando ver a mi hermana.

Ezra quiso replicar, pero Amycus lo hizo callar con un gesto apenas.

- Te he vigilado. Has pasado varias veces por aquí y cuando la ves, la ignoras. La técnica más vieja del libro. Y creo que ya es hora de que te avise: Alecto es una chica muy diferente a las que tú has conocido.

- Lo sé- dijo Ezra- Si no fuera así, no me gustaría tanto. - La expresión de Amycus era intimidante, pero supuso que si era sincero, el hermano de Alecto no tendría razones para tratarle mal. Se sentía como evaluado por rayos x, porque Amycus se mantuvo en silencio, mirándole mucho rato.

- Dime tu nombre.

-¿Qué?

- Tu nombre completo- insistió Amycus.

- Ezra Gardener- dijo él .

- Gardener...- musitó, como si buscara en su mente alguna información sobre el apellido que le fuera de mucha utilidad. Finalmente sus ojos se iluminaron al recordar algo y su voz sonó menos agria. - Perfecto.

-¿Por qué?- se atrevió a preguntar él.

- Eres sangre pura- dijo él como si fuera obvio. - Nunca podría... Dejar que alguien que no lo fuera se acercara a mi hermana.

Ezra no supo si alegrarse con ese comentario. La familia de su madre era de larga tradición y él lo tenía absolutamente claro, aunque nunca se había jactado de ello. Amycus frunció el entrecejo, mirándolo.

-En todo caso, no significa que pasaste la prueba de Alecto. No la obligarás a quererte. Quizás nunca te quiera. Yo sólo cumplo con mi deber de hermano.

-¿Protegerla de los impuros? - Él nunca había usado esa palabra, pero la usó entonces. Suponía que Amycus la usaba mucho.

- Protegerla de los idiotas.

Amycus se marchó, dejando a Ezra pensativo. Si tenía la venia del hermano, era un paso más hacia la chica, ¿o no? Bueno, quizás no.

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