Capítulo 1
Aprieto la parte filosa de mi collar con forma de rama de olivo hasta que la palma de mi mano arde. Estoy nerviosa y exhausta. La señorita Adele hoy se ha empeñado en regañarnos a todos, porque según ella no hemos mejorado nada, y la presentación es en dos semanas.
—¡Por dios! ¡Parecen robots!—exclama enojada. Quito la mano de mi collar antes de que me vea distraída.
—Como no vamos a parecer robots, sino nos ha dado ni un minuto de descanso—reprocha Stefan a mi lado.
—Voy a desmayarme—prevengo. Y es verdad, creo que voy a colapsar en algún momento.
—Lucie, no lo hagas. O tal vez…mejor hazlo, asi podrías escapar de la bruja Adele.
—Deja de decirle “bruja”. Un dia cualquiera te va a escuchar y ya te veré suplicándole, que no te ponga a bailar el lago de los cisnes en frente de treinta mil personas.
—No…
—¡A la barra! ¡Ahora!—ordena Adele.
—Por fin—suspiro.
Stefan quita las manos de mi cintura y nos movemos hacia la barra.
—¡Third position!... Descansen. Bien, mañana quiero que se esfuercen más. Quiero perfección. Elegí a este grupo por una razón y ustedes son conscientes del porqué. ¿no?
—Sí, señorita Adele—decimos en coro.
—Bien. Pueden irse.
Recogemos nuestras cosas. Me pongo unos pantalones anchos y una chaqueta negra por encima de la ropa de ballet, y me quito las zapatillas. Mis pies están sangrando. Tendré que comprar más banditas o decirle a mi tía que me traiga algunas después del trabajo.
—Por suerte era la última clase de hoy. Déjame, te ayudo con eso.
Me ayuda a ponerme unos zapatos cómodos, mientras me suelto el cabello. Conozco a Stefan desde donde puedo recordar. Mi tía dice que tuve un accidente automovilístico a los ocho años con mis padres, la cual me dejó en coma por varios meses, y olvidé todo. Ni siquiera, recuerdo un momento con ellos. Aunque si siento el sentimiento de pérdida. El hecho de que sea huérfana me hace pensar demasiado, pero tengo a Stefan, él es más que un amigo. Ah, y a el pequeño Timmy; mi primo. Los bonsáis de mi invernadero también son como familia, el amable vecino de mi tía, el pequeño perro Jackie, los libros de fantasía y mi pasión por el ballet.
—¿En qué piensas?—entorna una ceja y me mira fijamente.
Vaya, ni si quiera me di cuenta de cuando terminó de ayudarme con los zapatos. Niego con la cabeza y sonrío. Stefan alborota mis rizos.
—Si estás pensando en lo que dijeron esos idiotas enante, sobre tu cabello pelirrojo, no le hagas caso. Como dije son “idiotas”, no saben apreciar cosas hermosas.
Un leve sonrojo cubre mis mejillas.
—No estaba pensando en eso.
—¿Entonces en qué?
—No es importante ¿nos vamos?
—Sí, vamos.
El pasillo está abarrotado. Pareciera que la academia les espanta tanto, que por poco salen corriendo. Los dedos de Stefan se deslizan y encierran mi mano con cuidado y seguridad para que no me pierda entre la multitud.
—Tengo que pasar a la librería por los libros de Timmy para la escuela—le comunico.
—Eso significa que podré coquetearle a la recepcionista.
Pongo los ojos en blanco. Por un momento suelto su mano para acomodar mi maleta porque me estaba lastimando el brazo, pero no me di cuenta que dejé de caminar y alguien choca conmigo. Caigo sentada en el suelo y cuando alzo mi mirada solo hay un chico que me observa. Todas las demás personas han desaparecido. Las luces parpadean y mi cabeza da vueltas. No puedo enfocar la vista para verle bien. Se agacha a mi lado. Sus labios se mueven como si estuviese diciendo algo, pero no puedo escucharlo. Cierro los ojos y controlo mi respiración. Intento aclarar mis pensamientos. No sé qué me pasa, es como si de pronto tuviese un huracán dentro de mi cabeza.
—Lo lamento.
Abro los ojos y me encuentro con un pozo oscuro. Sus ojos son tan oscuros como la noche, al igual que su cabello. Y su rostro parece de un ser inmortal, tan blanco, perfilado, llamativo y hermoso.
Mi corazón bombea sangre más de lo normal y las palmas de mis manos se han puesto sudorosas.
—¿Estás bien? De verdad, no me fijé. Lo siento.
Soy consciente de que me está ofreciendo su mano para ponerme de pie y que las personas a mi alrededor han vuelto, junto con el ruido y las voces de estudiantes apresurados hacia sus hogares. Miro su mano y reacciono, pero antes de poner mi mano sobre la de él, llega Stefan y aquel chico se retira de inmediato. Nuestras miradas se mantienen hasta que él se pierde entre la multitud.
—Lucie, ¿Qué pasó? Ya estaba empezando a preocuparme. ¿Por qué soltaste mi mano?
Me pongo de pie con la ayuda de Stefan.
—¿Quién era él?—pregunto curiosa.
—¿Él chico que se fue?
—Sí.
—No lo sé. No le presté mucha atención.
—Él chocó conmigo y me caí.
—Espera, voy…
—¿Qué vas hacer?—Lo halo por el brazo.
—¡Como es posible que no se fije por dónde camina! Sabes que odio a la gente así.
—Tal vez, solo es alguien torpe. Además, que dijimos sobre que tengo que aprender a defenderme y que no puedes protegerme como si fuese una muñequita.
—Bien, tienes razón. Pero no te lastimó ¿verdad?
—No. De hecho, se disculpó y me iba a ayudar a poner de pie antes de que llegaras.
—¿Cómo era su físico?
—Era... hermoso…ojos negros, cabello negro. Parecía un hada oscura—murmuro más para mí misma que como una respuesta. Desvío mi mirada hacia el pasillo que da a la otra salida de la academia. ¿Por qué se habrá ido tan rápido?
—Vámonos—la voz de Stefan se oye diferente. Volteo de golpe hacia él.
—¿Ahora por qué estas enojado?—reprocho.
—No estoy enojado.
—Tú voz solo se oye así cuando estas enojado.
—Es que…—acaricia mi mejilla de forma inconsciente y cuando se da cuenta de su acción se aparta sonrojado—solo, vámonos. Tienes que pasar a la librería.
—Es cierto.
Agarro la mano de Stefan y esta vez me deja ir guiando el camino.
▪︎~/•\~▪︎
Corto unas verduras para el almuerzo mientras Stefan mete al horno un pollo. Después de pasar a la librería no se quiso separar de mí e insistió en quedarse a almorzar con la excusa de que no tenía nada que hacer en su casa, después de todo sus padres se la pasan viajando.
—Tienes que estar listo antes de que llegue Timmy de la escuela—Lo escucho decir.
Desvío mi mirada hacia él. Se encuentra agachado viendo el pollo a través del cristal que cubre la parte inferior de la estufa.
—Estas hablando con un pollo muerto—río.
Él se levanta y se acerca con una sonrisa ladeada en su rostro.
—Lo sé… ¿Puedes volver a hacer eso?
—¿Qué cosa?
—Reírte. Se escucha como una música agradable. Creo que nunca te lo he dicho.
El rubor cubre mis mejillas por segunda vez en el dia, no obstante, ese momento se ve opacado por un dolor que proviene de mi mano izquierda. Suelto el cuchillo de inmediato. Tengo una cortada y aunque es superficial, hay bastante sangre.
—¡Lucie! Mírame.
Él sabe que ver sangre me pone mal. Alzo mi mirada y sus ojos color avellana calman el pánico que quería apoderarse de mí. Entro en trance. Él maneja mi cuerpo a su voluntad. Veo cuando lava mi mano y cuando la venda, pero el dolor y las emociones se han ido por completo. En el siguiente momento siento unos labios ardientes posarse sobre los míos. Le correspondo sin poder controlarme. Es un beso tímido que poco a poco se convierte en algo salvaje y hambriento. Rodeo su cuello con mis brazos y profundizo el beso. Cada parte dentro de mí palpita y se enciende. Las emociones junto con el dolor vuelven como una cachetada. Pareciera que tuviese un hierro caliente presionando contra la palma de mi mano izquierda. Lo ignoro, eso no me importa en este momento. Necesito más de esto. Necesito más. Necesito más. Desabrocho los primeros botones de mi camisa, pero antes de que llegue al último unas manos aprisionan mis muñecas. Sus labios se alejan de los míos.
—Necesito más. Por favor—suplico. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Lo necesito. Lo necesito. Lo necesito. Necesito más que casi duele. Busco sus labios y él se aleja sin soltarme. Lo intento otra vez. Estoy a punto de creer que va a corresponder cuando se acerca, pero en cambio me rodea con sus brazos.
—Lucie, esto no debió pasar. Lo siento…
Caigo. Todo se vuelve negro. Me ahogo y pataleo para salir de la oscuridad. Ella es más fuerte. Cubre todo mi cuerpo y me abraza, hasta quitarme la conciencia. La oscuridad también puede ser amorosa si se lo propone.
Despierto sobresaltada. Lo primero que veo es la ventana abierta, ya ha oscurecido. Tanteo mi alrededor ¿Estoy en mi cama? Enciendo la lámpara de la mesilla y sí, estoy en mi cama. Pongo los pies descalzos en el piso y doy un brinco. El piso está helado. Quito un poco el cabello de mi cara y esta vez con valentía me pongo de pie. Busco unos zapatos y un abrigo. Por las noches hace un frio horrible. Bajo las escaleras de mármol ¿Dónde está mi tía y Timmy? ¿Por qué está todo en silencio? Y ¿Qué hora es?
—¡Tía Helene!—llamo.
Paso a la sala de estar y no hay nadie. Entro a la cocina. La comida está servida sobre la mesa, pero nadie la ha tocado. Alzo la mirada hacia el fregador y recuerdo. Estaba cortando unas verduras y después…después…observo la palma de mi mano izquierda. No hay ninguna venda, ni ninguna cortada. Toco mis labios…
—Stefan…—murmuro.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por el timbre de la casa. Camino hacia la puerta con la esperanza de que sea mi tía, pero no, es el vecino.
—Buenas noches Astaline—sonríe. Le gusta llamarme por mi segundo nombre.
—Buenas noches, señor Tiberius ¿sabe dónde está mi tía y Timmy? Acabo de despertarme y tuve un sueño... Estoy un tanto confundida.
—Quisiera ayudarte, pero no sé dónde están. Salí a visitar un viejo amigo y acabo de llegar hace un momento. Este pequeño estaba un tanto desesperado en frente de mi puerta.
Se hace a un lado y Jackie sale detrás de él para acercarse a mí con emoción. Acaricio su cabeza y él mueve su colita.
—Te protege.
—Los perros lo hacen por instinto ¿no?
—Sí, pero no. Jackie es diferente. No puedes percibirlo porque has sido atada al planeta Tierra.
—¿A qué se refiere?
—Ya llegó tu tía.
Un auto se estaciona en frente de la casa. Timmy corre hacia acá.
—¡Lucie! ¡Lucie! ¡Mira lo que mamá me compró!—exclama emocionado.
Me enseña su nave espacial de juguete.
—¡Qué hermoso!—lo abrazo y su emoción me contagia.
—¡Cuando sea grande seré astronauta!
—Por supuesto que sí.
—Tengo que irme. Hasta mañana, Astaline.
—Hasta mañana, señor Tiberius.
—Si quiere puede quedarse. Ya tenía la cena lista—interviene mi tía.
—Gracias, pero no. Prefiero cenar solo, sin ofender.
—Está bien. Entonces, hasta mañana.
Ayudo a mi tía con los bolsos del supermercado. Timmy se sienta en la mesa y engulle un poco de comida.
—¡Timmy las manos!—lo regaña mi tía.
—Pero tengo hambre.
—Es antigénico. Tienes un montón de bacterias en tus manos en este momento y podrías enfermarte.
—Está bien. No quiero enfermarme.
Se va corriendo hacia el baño. Mi tía fija su mirada en mí y sonríe.
—¿Pudiste dormir algo? Stefan dijo que estabas muy cansada.
—¿Stefan estuvo aquí?—frunzo el ceño.
—Sí, se fue después de que llegué con Timmy de la escuela.
—Tía Helene, creo que me estoy volviendo loca.
—¿Por qué dices eso?
—Esta mañana choqué con un chico demasiado hermoso como para ser humano, y ahora tuve un sueño donde Stefan me besaba.
—No estás loca. Esas son las hormonas de la adolescencia, aunque las tuyas son tardías—sonríe pícaramente.
Me sonrojo, a tal punto que creo que mis mejillas están del mismo color de mi cabello.
—También las tuve a mis diecinueve, no deberías preocuparte. No es nada anormal—aclara.
—Igual…fue un sueño…y pude recordarlo—trago saliva.
—Ya te he dicho que, si tienes sueños, solo que no puedes recordarlos. A algunas personas les suele pasar.
—Lo sé. Igual es confuso.
—Tranquila, Lucie. No es para tanto. Cambiando de tema, te traje las banditas que me pediste. El hecho de que te exijas demasiado me preocupa, en cualquier momento podrías quedar paralitica.
—Si no me exijo no llegaré a ningún lado. El ballet es asi.
—Lucie…—niega con la cabeza.
—¡Listo! ¿Ya puedo comer?—interrumpe Timmy.
—Claro que sí—responde mi tía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro