3: Desesperación.
Esa misma noche, en la privacidad de sus aposentos, los padres de Seokjin se encontraban enfrascados en una acalorada discusión.
— Esto es inadmisible.— dijo el rey, su voz grave cargada de preocupación mientras caminaba de un lado a otro. — No podemos permitir que nuestro hijo se quede con esa... criatura. Es un dragón, y aunque sea pequeño, sigue siendo peligroso. ¿Y si lo lastima o pierde el control?— La reina asintió, aunque en sus ojos se mezclaban la preocupación y el desagrado.
— Siempre lo hemos mimado demasiado. Desde que era un bebé, hemos permitido que haga lo que quiera. Quizás, si hubiéramos sido más firmes, ahora no estaría tan encaprichado con esta idea de mantener a ese dragón a su lado.— El rey se detuvo y miró a su esposa con expresión sombría.
— Estoy de acuerdo. Siempre has sido demasiado indulgente con él. No le hemos enseñado a ser prudente, y ahora está tomando decisiones impulsivas y peligrosas.
— ¿Yo, indulgente?— replicó la reina, cruzándose de brazos. — Tú tampoco has sido firme. Cada vez que Seokjin pedía algo, no dudabas en dárselo. Lo hemos criado rodeado de lujos y comodidades, y ahora piensa que cualquier cosa que desee es su derecho.
Ambos se quedaron en silencio, la preocupación en sus rostros reflejando algo más profundo que una simple discusión. Sabían que el dragón representaba algo más que un capricho para su hijo; era un símbolo de la influencia de Jungkook, alguien que les inquietaba.
— Debemos deshacernos de esa criatura, y cuanto antes, mejor.— declaró el rey con firmeza. — No podemos arriesgarnos a que Seokjin esté en peligro.
— Sí, pero debemos hacerlo de manera que él lo acepte.— susurró la reina, casi para sí misma. — De lo contrario, solo fortaleceremos su apego.
Ambos asintieron, conscientes de que estaban enfrentando una situación delicada. Sin embargo, ninguno estaba dispuesto a ceder; el dragón debía desaparecer, incluso si eso implicaba desafiar el afecto de su hijo.
. . .
Había pasado un mes desde que Jungkook le dio el dragón a seokjin, el alfa le había explicado a seokjin que los dragones de plata no crecen, por lo que seokjin al recibirlo le compró cositas para su dragón, como un suetercito, accesorios que eran para muñecas incluso dormía a su lado.
Esa mañana, Seokjin despertó y, aún con los ojos entrecerrados por el sueño, extendió la mano hacia la otra almohada, donde su pequeño dragón solía descansar. Sin embargo, solo encontró el vacío y el frío de la tela. Se incorporó de golpe, con el corazón acelerado, buscando al dragón entre las sábanas y revisando cada rincón de su cama.
— ¿Dónde estás?— murmuró, su voz temblando de preocupación mientras miraba alrededor de la habitación. Sin siquiera detenerse a ponerse algo más, salió de su cuarto, con su pijama desaliñado y el cabello aún despeinado, llamando al dragón por los pasillos del palacio. — ¡Eunhyuk! ¿Dónde estás?
La angustia se reflejaba en su rostro a cada paso, y la incertidumbre crecía mientras revisaba cada rincón, ignorando las miradas curiosas de los sirvientes que lo encontraban fuera de su habitual compostura. A cada lugar que llegaba, no encontraba más que silencio y su propia voz resonando en los pasillos vacíos.
— Por favor, vuelve… ¿Dónde te has metido?— susurró, sintiendo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de él. El pequeño dragón se había convertido en su compañero inseparable, y la idea de que algo le hubiera pasado le resultaba insoportable.
Finalmente, con desesperación en los ojos, Seokjin se detuvo en medio del pasillo, incapaz de contener su tristeza y preguntándose si alguien habría hecho algo para apartarlo de él. Seokjin empezó a llorar en el pasillo no le importó si sus sirvientes lo veían no era justo que su Eunhyuk se hubiera ido como si nada.
Seokjin se quedó de pie en el pasillo, sus manos temblorosas cubriendo su rostro mientras las lágrimas empezaban a caer. La sensación de vacío y pérdida apretaba su pecho, y un sollozo escapó de sus labios. Durante semanas, el pequeño dragón había sido su compañero constante, su consuelo en las noches de soledad. Ahora, la idea de que hubiera desaparecido le resultaba insoportable.
Con los ojos enrojecidos y la respiración entrecortada, Seokjin regresó a su habitación. Apenas logró encontrar fuerzas para caminar hasta el teléfono fijo junto a su cama. Con dedos temblorosos, marcó el número de Jungkook, deseando escuchar su voz, su tranquilidad.
Después de un par de tonos, Jungkook respondió, su voz alegre al otro lado de la línea.
— ¿Seokjin? ¿Tan temprano me extrañas? ¿O es que ya no puedes esperar a verme?—
Seokjin cerró los ojos, tratando de contener otro sollozo. Su voz salió en un susurro tembloroso, cargado de desesperación.
— No está, Jungkook… Eunhyuk no está.
La broma de Jungkook se desvaneció al instante.
— ¿Qué? ¿A qué te refieres?
— Hoy desperté y pensé que estaba ahí… pero no lo encuentro. Jamás se separa de mí, y ahora no está. Estoy asustado… ayúdame, por favor.— susurró Seokjin, su voz quebrándose con cada palabra.
Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea antes de que Jungkook respondiera, su tono mucho más serio y decidido.
— Quédate donde estás, Seokjin. Voy para allá, te prometo que lo encontraremos juntos.
Seokjin colgó, sintiendo un atisbo de alivio en medio de su angustia. Sabía que Jungkook haría todo lo posible por ayudarlo, pero el vacío en su pecho aún latía con fuerza, como si una parte de él hubiera desaparecido junto al pequeño dragón. Antes de que Jungkook pudiera llegar, Seokjin salió de su habitación y avanzó por el pasillo, con la esperanza de encontrar alguna señal de su pequeño dragón. Sus ojos enrojecidos se fijaron en sus padres, quienes se encontraban de pie, murmurando en voz baja. Algo llamó su atención de inmediato: ambos tenían vendajes en las manos, visibles marcas de quemaduras y pequeñas mordidas.
Seokjin sintió que el estómago se le hundía al comprender la verdad. La rabia y la desesperación se mezclaron en su interior, y sin pensarlo dos veces, se acercó a ellos con el rostro teñido de lágrimas y la voz temblorosa, aunque cargada de furia.
— ¿Dónde está?— exigió, sus palabras resonando en el pasillo con una intensidad que no permitía dudas. — ¿Qué le hicieron a Eunhyuk?— Sus padres intercambiaron una mirada de resignación y, con frialdad, su madre finalmente respondió.
— Lo tiramos, Seokjin. Era peligroso. No podíamos permitir que una criatura así estuviera contigo.— Seokjin sintió que el mundo se le venía abajo. La angustia se transformó en un grito desgarrador mientras daba un paso atrás, abrazándose a sí mismo como si así pudiera contener el dolor que le invadía.
— ¡¿Cómo pudieron?! ¡Era mío! ¡Nunca les hizo daño!— gritó, sin contener las lágrimas que corrían por sus mejillas. — ¡Lo único que querían era deshacerse de algo que me hacía feliz!
Pero sus padres no mostraron ni un atisbo de arrepentimiento. La mirada de su padre era dura, mientras respondía con frialdad.
— Es solo un animal, Seokjin. Debes dejar de aferrarte a cosas peligrosas e irresponsables.— Las palabras hirieron a Seokjin aún más, y su corazón latía desbocado entre el dolor y la furia.
— ¡No tienen derecho a decidir qué o quién puede quedarse a mi lado!— gritó, sintiendo cómo la impotencia lo ahogaba. No podía creer que fueran capaces de algo tan cruel, de arrancarle a su pequeño dragón, su compañero leal.
Sin más palabras, Seokjin se dio la vuelta y corrió por el pasillo, el eco de sus sollozos resonando en cada rincón del palacio. Sabía que había perdido algo irremplazable, y lo único que quedaba en su pecho era una tristeza profunda, una soledad que ni siquiera el consuelo de Jungkook podría borrar por completo.
Seokjin corrió sin detenerse hacia el jardín, sus pies apenas tocando el suelo mientras buscaba frenéticamente algún rastro de su pequeño dragón. Su mirada se posó en un rincón lleno de tierra removida y plantas dañadas. Allí, apenas visible y respirando débilmente, estaba el dragón de plata, su cuerpo cubierto de polvo y pequeñas heridas. Seokjin sintió cómo su corazón se rompía al verlo así. Con manos temblorosas, se inclinó y lo levantó con sumo cuidado, sosteniéndolo entre sus brazos como si fuera lo más preciado en el mundo.
— Lo siento... Eunhyuk, perdóname, por favor.— susurró, sus lágrimas cayendo sobre el pequeño dragón mientras lo acunaba con ternura. Sentía una mezcla de alivio y culpa, temiendo que quizás no hubiera llegado a tiempo para salvarlo. En ese momento, su padre apareció detrás de él, su rostro endurecido y decidido, y extendió una mano para quitarle al dragón.
— Dame eso, Seokjin. No tienes que estar con una criatura tan peligrosa.— dijo con frialdad, ignorando el dolor de su hijo.
Pero antes de que pudiera acercarse más, una figura se interpuso entre ambos. Era Jungkook, sus ojos oscuros y llenos de determinación.
— No daré un paso atrás.— dijo en un tono firme, mirando con desafío al padre de Seokjin. — No permitiré que lo lastimen más.
Seokjin, arrodillado y aferrado a su dragón, sintió una oleada de alivio al ver a Jungkook allí, protegiéndolo. Sin soltar a su pequeño compañero, lo abrazó con más fuerza, susurrándole palabras de consuelo.
— Tranquilo, Eunhyuk. Estoy aquí… todo estará bien.— repetía, sintiendo cómo el débil cuerpo del dragón comenzaba a relajarse entre sus brazos, como si supiera que ahora estaba a salvo. Jungkook permaneció firme, su presencia una barrera entre Seokjin y cualquier amenaza, dispuesto a enfrentarse a quien fuera por proteger a aquellos a quienes amaba.
Jungkook se acercó con paso decidido hacia Seokjin, quien aún sostenía a Eunhyuk en sus temblorosas manos, su rostro pálido de preocupación. Jungkook, notando el miedo en los ojos de Seokjin, le pidió suavemente.
— Déjame ver a Eunhyuk.— Sin dudarlo, Seokjin asintió y dejó que Jungkook tomará al dragón, sus ojos ansiosos sin perder de vista a su compañero.
Jungkook sostuvo al pequeño dragón en sus manos, con una expresión de profunda concentración. Entonces, cuidadosamente, cerró sus manos en forma de cuenco, creando un espacio protector. Seokjin observaba cada movimiento, su corazón latiendo con fuerza mientras Jungkook, con un susurro, soplaba aire cálido dentro de sus manos. Una suave luz comenzó a brillar entre los dedos de Jungkook, y, poco a poco, Eunhyuk recuperaba su fuerza.
Cuando Jungkook finalmente abrió las manos, Seokjin contuvo el aliento. Allí estaba Eunhyuk, ahora con una energía renovada, y dos alas plateadas asomando orgullosamente desde su espalda. Seokjin sintió una ola de alivio y felicidad tan intensa que casi le hizo llorar. Sin pensarlo, extendió una mano temblorosa hacia el dragón, quien se acurrucó amorosamente en su palma, más fuerte y majestuoso que antes.
Pero la mirada de Jungkook pronto se endureció mientras se volvía hacia los padres de Seokjin. Con una mezcla de ira y dolor, les reclamó.
— ¿Saben lo que han hecho? Los dragones de plata están al borde de la extinción. Son cazados por la codicia de quienes desean la plata que recubre sus cuerpos. Esta pequeña criatura es una de las pocas que quedan en el mundo, y sus hermanos han sido víctimas de personas que no ven su verdadero valor, igual que ustedes.— Los padres de Seokjin, sorprendidos por la intensidad en la voz de Jungkook, se quedaron en silencio, mientras Seokjin abrazaba con más amor y ternura a Eunhyuk, comprendiendo más que nunca el valor de aquel regalo que Jungkook le había confiado.
Seokjin dio un paso adelante, aún sosteniendo a Eunhyuk con delicadeza, y miró a sus padres con una calma fría que no dejaba lugar a dudas.
— Lo que hicieron hoy fue lo que derramó el vaso.— dijo en un tono controlado pero firme. — Desde ahora, no permitiré que se acerquen a mi dragón. Voy a asegurar cada espacio donde estemos para que nunca más le hagan daño.
Sus padres intentaron protestar, pero Seokjin, sin esperar respuesta, tomó la mano de Jungkook y comenzó a alejarse con pasos decididos. Ignoró los llamados de sus padres, concentrado solo en la seguridad de Eunhyuk y en el alivio de saber que ahora contaba con alguien dispuesto a protegerlo, al igual que él estaba dispuesto a proteger a su pequeño dragón.
Mientras caminaban alejándose del palacio, Jungkook observó la forma en que Seokjin acariciaba con ternura a Eunhyuk, y cómo el pequeño dragón se acurrucaba en sus manos, confiado. El alfa suspiró aliviado, satisfecho de ver el vínculo tan fuerte que habían creado. Sabía que así el dragón crecería sano y tendría la fuerza para desplegar sus alas, una posibilidad que, en el fondo, lo había preocupado desde el principio.
Seokjin, notando la expresión pensativa de Jungkook, no pudo contener su curiosidad y preguntó en voz baja.
— ¿Dónde encontraste a Eunhyuk?— Jungkook lo miró por un instante, como reviviendo aquel recuerdo, y luego contestó.
— Fue en una de las cuevas de las montañas. Cuando llegué, había cinco huevos… pero todos, excepto el suyo, estaban aplastados. Este pequeño estaba aterrado; apenas me acerqué, me mordió y se escondió entre las piedras. No dudé en llevármelo.— Seokjin lo escuchaba con atención, sintiendo aún más ternura y tristeza al pensar en el difícil inicio de Eunhyuk. Al apretar suavemente al dragón en sus manos, sintió una responsabilidad renovada por cuidarlo y darle el amor y la protección que no había tenido desde el principio.
Mientras seguían caminando, Jungkook miró a Seokjin y comenzó a hablar con voz tranquila.
— Cada año hago lo posible por buscar huevos de dragón en cualquier lugar donde puedan estar escondidos. Los llevo a mi reino para cuidarlos y protegerlos.— confesó, con una expresión de determinación en su rostro. Seokjin lo escuchó atentamente y luego asintió, conmovido, mientras bajaba la mirada para ver a Eunhyuk, quien ya se había acomodado en sus piernas y dormía plácidamente, agotado por la larga noche.
— Es increíblemente fuerte.— murmuró Seokjin, acariciando con delicadeza las escamas de plata del pequeño dragón. — Después de todo lo que pasó y de que su linaje esté casi extinto…— Jungkook le lanzó una mirada coqueta, sin perder la oportunidad de añadir con picardía,
— Por eso quiero casarme contigo, Seokjin. Para que juntos podamos repoblar mi reino con dragones.— Seokjin lo miró sorprendido, sintiendo el calor subirle al rostro, y respondió entre risas nerviosas.
— Estás loco, Jungkook.— Pero por dentro, no podía negar que la idea de construir un futuro junto a Jungkook le hacía sentir mariposas en el estómago, aunque intentara disimularlo, a pesar de casi tener sexo los dias que se veían seokjin sorprendente no quedaba preñado por el alfa y era porque seokjin podia controlar su fertilidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro