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dia 5





















Comenzó a vagar por la capital de incógnito y mutilar y matar a los médicos reales, traductores y personal de la corte, y cada día se sacaban nuevos cadáveres del Palacio.

Pero aquellos solo eran rumores difundidos por personas que querían derrocarlo.

Yi seon iba a la capital en busca de libros, nuevos talentos y una que otra diversión.

Tal vez aquellos rumores eran solo rumores o verdades a medias.

Aun que se cree que más de cien personas murieron en sus manos.






















Durante los severos ataques de su enfermedad mental, Yi seon desconocía la existencia de su esposa e hijos, pero, cuando estaba lúcido, estaba inmensamente orgulloso del hijo mayor, quien también fue elogiado por el rey Yeongjo.

—El gran príncipe es un genio -dijo Yi seon cargando a su pequeño, Yi San se abrazo con fuerza a su padre y sonrió feliz.

Hyegyeong pudo sonreír en aquel momento, ambos se veían sumamente felices y parecía que los problemas se esfumaban al escuchar la risa de su hijo.

—Cuándo sea grande quiero ser como padre -dijo el pequeño en su inocencia, Hyegyeong se había esforzado para que los rumores jamás llegasen a su pequeño hijo, por lo cual era ignorante a los temas que rondaban a su padre.

Hyegyeong borro su sonrisa al escuchar aquello y miro a Yi seon el cual le dio un duro consejo a su hijo.

—No debes de ser como tu padre, debes de ser mejor, debes de ser justo, buen gobernante y sabio, debes escuchar y ser escuchado y jamás debes de dejar que nadie te llene la cabeza de cosas que no hiciste.

Hyegyeong dejo caer una lágrima, Yi San quien apenas era un niño asintió y se abrazo nuevamente a su padre, algún día cuando fuera el rey les haría saber a todos que su padre era el mejor.











1762.

El 14 de junio de 1762 (22 de mayo del calendario lunar), el rey recibió un documento de uno de los ministros, Na Gyeong - eon, informándole de la mala conducta del príncipe heredero, acusándolo de violar las reglas de la corte al traer a una monja allí y vivir con ella.

Yeongjo enfurecido ordeno que el hombre fuera ejecutado, mientras que el Príncipe sado sospechaba que el viudo de su hermana Hwahyeop estaba involucrado y expresó su intención de matarlo.

—Debes calmarte -dijo consorte Yeong — no sabes si el fue, no puedes hacer justicia por que si hijo.

—¡Pero el fue madre! ¡Quieren matarme!

Consorte Yeong suspiro triste, el sentimiento de ver a su hijo en tal estado era terrible, bebía sin parar y estaba con cuanta mujer se le cruzaba, las damas de la corte temían ir con el y los eunucos huían cada que el Príncipe estaba cerca.

Un metro, dos metros, cien metros, o no verlo nunca, eso deseaban todos, estar lejos del violento y cruel príncipe.

Su familia evitaba que rumores como esos salieran, pero de alguna forma siempre se esparcian y acababan en odios de el rey, el cual cada que escuchaba algo de Yi seon corría a lavarse los oídos.

Una manía que tenia desde hace mucho y que había aumentado con lo que le ocurría a su hijo mayor.

—Averiguaremos esto ¿Si? Luego haremos justicia si quieres.

—¿Justicia? ¿Alguna vez haz visto a un príncipe acusado por un gran gabinete tener justicia? Los príncipes nacimos para ser el blanco de viejos crueles que quieren el poder atraves de un rey marioneta, un títere, yo no seré un rey títere, yo seré un rey justo.

Consorte Yeong asintió y abrazo a su hijo haciendo que este se durmiera en sus brazos.

Al final, la vida triste de un principe era esa, sufrir o sufrir.




















Día 5.


La esposa de Yi seon finalmente se fue a la casa de sus padres junto a sus hijos, Yi San quien deseaba estar junto a su padre fue separado de él sin dar su última despedida.

Pero para un niño que apenas esperaba a vivir, aquella fue la mejor decisión.



Yi seon paso su quinto día en agonía y dolor, la sed para ese entonces empezaba a ser más terrible, a gritos pedía de beber, a gritos suplicaba tener una gota de agua y en el peor de los casos, tomó el abanico que tenía entre sus manos y bebió de su propia orina.

Al ver aquel abanico recuerdo volvieron, recuerdos dolorosos que deseo olvidar.

—¿En donde estas madre?

Lady Yeong quien no había podido criar a Yi Seon, estaba confinada en su residencia llorando sin parar por el cruel destino de su hijo.

Pero aquella era una decisión que ella misma había tomado y con duro corazón prefirió no ver como su hijo era sentenciado a muerte en un arcón de arroz.

—Espero algún día en otra vida, espero que logres perdonarme hijo mío.

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