-EL VALOR IX-

Al final, si tomamos la taza de té que la liebre chiflada nos daba a fin de que me dejara de molestar.

— dime, ¿Por qué comemos aquí? —masculle por lo bajo una vez la liebre entró a la casa en busca de "la comida".

Rezaba porque no me intoxicara.

— ¿Jamás tuviste dudas de este lugar? —cuestiono tan de pronto Tristán.

Fruncí mi ceño frente a su intriga.

Pero, la respuesta a eso era sencilla y no tenía perdedero.

Jamás quise saber algo de este lugar, me daba fobia solo pensar que la primera vez que pisaría estas tierras era para que mi madre gobernara con su maldad y realmente eso me aterraba.

Tome un sorbo del té— ¿A qué te refieres? —cuestione sin importancia.

— ya sabes, ¿Nunca pensaste que estarías aquí? —

Baje mi mirada, deje la taza.

— con mi madre tal vez —masculle recordando.

Ella siempre me decía de cómo debía ser, como debía comportarme, me contaba de sus planes malvados y de los resentimientos contra Maléfica.

Pero, cuando estaba sin ella, la isla realmente jamás me pareci tan mala.

— ¿Quisieras que ella estuviera aquí? —

— no —respondí de inmediato, tomando nuevamente la taza— ella no debe estar aquí, no hasta que esté completamente cuerda y sin resentimientos —

— créeme también me gustaría que fuera así —una bocanada de té por parte de él.

Un silencio se promulgó.

De verdad..¿ Mi madre podría cambiar?

Yo no quería que le pasara lo mismo que a Maléfica con su pérdida de cordura, miren cómo la hizo desquiciada por apoderarse de Auradon.

Sí, mi madre no tenía poderes, pero su don era el de persuadir y eso le sentaba muy bien.

Y estaba loca por el poder ya.

— ¿Crees que cambie? —lo tiré al olvido, jamás pensé que me contestaría.

— si así lo quieres, mi madre estará dispuesta a ayudarte siempre —y esa sonrisa, esa sonrisa de principito bien educado, por una vez no me parecía tan fastidiosa.

Sonreí de lado y solo sentí como movía mi hombro y reía por lo bajo para tomar su té.

— pero, en cuanto a lo de príncipe —masculle un tanto inseguro.

— solo piensalo —dijo finalmente.

— AQUÍ ESTÁ LA COMIDA, PARA EL PRÍNCIPE QUE ES UN PRÍNCIPE Y PARA EL PRÍNCIPE QUE NO PARECE PRÍNCIPE —

— ¿Por qué tiene que gritar siempre? —cuestione con fastidio.

— es su naturaleza —respondió Tristán riendo nervioso.

Era increíble como el golpe no le había dejado rastro en su cabeza.

Al final terminamos por comer lo que la liebre había preparado, pues debía admitir que no se veía nada mal.

— y como aperitivo, la receta especial —ahora la liebre calmada trajo un plato cubierto y nos lo enseñó.

Eran palitos amarillos de queso a decir por su olor.

— paso —fue entonces cuando Tristán se levantó de inmediato y se alejó de la mesa, la liebre rió.

— ¿Usted quiere? —

No veía nada malo en ellos, así que alcé mis hombros sin importancia y los tome para poder comerlos.

— seguro le encantará, es la receta especial —y tan solo a pocos centímetros de mis labios termina por decir— dedos de muertos en mantequilla —tire la cosa con susto y termine por caerme de la silla hacia atrás.

— ¿Estas bien? —definitivamente no lo estaba.

La liebre saltó sobre mi pecho, acercando su oreja a mi pecho— bueno parece que aún palpita —

Cerré mis ojos, estaba cansado de tantas estupideces, que ni siquiera me inmutaba en hacer algo con esa tonta liebre.