Veintiuno
Pasabas todas las tardes dibujando, tus lápices de colores y carboncillos manchaban tus manos. Dejabas que pasara el tiempo mirándote dibujar, delinear, colorear; cualquier cosa.
Ahí plasmabas lo que tu corazón deseaba, te gustaban las mariposas, los cuentos de hadas, las estrellas y amabas a tu familia. Tu cuadernillo consistía en una colección mágica de eso.
Una vez me ordenaste que me quedara quieto porque deseabas retratarme.
Pude volar, había entrado a tu mundo.
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