Treinta y seis
Tus diez años fueron los más especiales, esta vez no hubo una gran fiesta, dijiste que solo lo querías compartir conmigo.
Comimos pastel y un motón de golosinas que una de las enfermeras nos dio a escondidas. Nos escapamos de la sala de quimioterapias con los pies descalzos y los trajes azules, corrimos por los pasillos lanzando risas incontenibles, recibiendo miradas de gente que se divertía por nuestro arrebato. Nos sentamos en la montaña de césped más cercana y nos acostamos en la hierba húmeda para mirar las nubes.
Pensé que todo era perfecto, hasta que te vi llorar.
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