Sesenta y ocho
Siempre escuché que el mundo era injusto, ahora entendía a qué se referían todas esas personas.
Tú no lo merecías. Tú merecías una vida donde pudieras saltar cuando quisieras sin preocuparte si tus pulmones lo soportarían, merecías una vida donde pudieras comer lo que desearas, una vida que durara lo suficiente para cumplir tus sueños.
Aún no te rendías, yo jamás habría sido tan fuerte.
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