Cuarenta y seis
No pasó mucho tiempo, quizá un par de meses, volvimos a ser los mismos de siempre. Se te metió la loca idea de enseñarme a dibujar, aunque era un desastre para eso. Un día llegó el doctor Robert y me dio una noticia que a cualquiera le hubiera parecido emocionante. Ya no estaba enfermo.
Mi madre comenzó a saltar, tú también estabas feliz. No sé por qué a mí no me parecía tan increíble. Yo soñaba con salir para jugar contigo, no solo salir sin ti.
Podía hacer una vida sin medicinas o preocupaciones, el problema era que tú no ibas a estar ahí. Quería llevarte conmigo y guardarnos a ambos en una burbuja donde nada ni nadie pudiera dañarnos.
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