Cincuenta y siete
Eran las palabras más tontas y torpes, creo que incluso tartamudeé. No te juré amor eterno como en las películas, tampoco te prometí un cielo lleno de estrellas porque no podía dártelo.
Solo te dije que estaba enamorado y que lo sabía porque me dolía lo que te dolía, me alegraba lo que te alegraba. Y no paraba de pensar en tu sonrisa.
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