Cincuenta y dos
No pude mantenerme enojado mucho tiempo, terminé pidiéndole a mi madre que me llevara al hospital. Te habían dado una de las habitaciones, necesitabas estar en observación.
Entré a tu cuarto, estabas dibujando algo y alzaste la vista por el ruido en el umbral. Pensé que me regalarías una de tus sonrisas, pero me ignoraste y continuaste con tu dibujo.
Te pedí perdón y me lo diste porque así era tu alma. No obstante, me dejaste claro que te había lastimado. No había estado para ti cuando me necesitabas.
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