Cincuenta y cinco
No pude más, me sentía nervioso y ridículo, pero quería que lo supieras por alguna razón extraña que no era capaz de comprender. Solo sabía que debía hacerlo.
Tomé tus manos ese día, ambas, las sostuve. Tus manitas delgadas que parecían las de una niña más pequeña.
Y te lo dije.
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