|| VI ||
|06|Huida
El beso fue sencillo y ¿dulce?
Una feroz ráfaga de viento los envolvió al igual que una calidez inexplicable, que al momento en que delicadamente sus labios se separaron; el príncipe hechizado lentamente abrió la mirada dando pequeños parpadeos levantando con cierta emoción sus manos para darse cuenta que aún estaban cubiertas de escamas moradas y purpuras al igual que sus afiladas garras. No funcionó y eso lo decepcionó no obstante al buscar al levantar su mirada hacia aquel príncipe que lo beso, se quedó sin palabras al verlo tirado en el suelo, pero...
La piel blanca como la porcelana fue intercambiada por un manto de escamas preciosas como lentejuelas y joyas verdes azuladas que con la luz de la luna resaltaban con todo su vigor, su cabello cambio a una especie de algas azuladas de él salía una larga y fina cola; mucho más pequeña y delicada que la suya. Era como ver una criatura realmente majestuosa e irreal.
Inconscientemente retrocedió un paso hacia atrás al ver como el joven comenzaba a despertarse con un horrible dolor de cabeza y con su vista nublada. Alberto se quedó prácticamente perdido en sus ojos. Si su color café era prácticamente hermoso de por sí, ahora estos brillaban en la escasa luz con ese tono amarillento. Luca parpadeó tratando de mentalizarse, miró al príncipe notando como este tenía una mueca y aún seguía con la apariencia de una bestia marina.
–Te lo dije; era una estúpida idea guiarte con un –paro sus palabras cuando estaba a punto de tallar su rostro con sus manos, sobresaltándose de manera brusca al ver sus ahora manos escamosas.
Gritó aterrado retrocediendo con fuerza para golpear su espalda contra la pared de la habitación, pero antes de que pudiera reaccionar, tanto él como el príncipe se alteraron al escuchar a lo lejos del otro lado de la puerta:
–¡¿Luca?!
Era voz asustada de Giulietta junto a unos apresurados pasos. Luca no sabía cómo reaccionar, a lo que Alberto se apresuró a cerrar la puerta con seguro y tomar al menor en brazos. Y antes de que escaparan por una de las columnas laterales pudo observar como Giulia gritaba desesperada su nombre junto con miles "lo siento", "no era mi intención", "perdóname". Agachó la mirada y solo se dejó escapar por el príncipe quien de manera precavida saltó de la ventana para caer a uno de los jardines de la mansión a un costado de la fiesta. Ocultándose entre los enormes arbustos. Al escuchar como varios iban detrás de la doncella, Luca reaccionó.
–Escabúllete por ese sendero y baja las escaleras –expresó en bajo apuntando hacia lo dicho.
Alberto no tuvo ni que preguntar y obedeció, corriendo rápidamente antes de que escucharan como derrumbaron la puerta de la habitación. Con éxito se escabulleron entre los extensos jardines hasta llegar a una de las pequeñas terrazas con una preciosa vista al mar y la ciudad, había una mesa de jardín –donde se la pasaban los dos leyendo mientras merendando– junto con una fuente con la escultura de una serpiente marina. Era uno de los escondites favoritos de la pelirroja y como están las cosas dudaba que ella lo buscara allí. Una vez que se aseguraron que estaban a salvo, el pecoso lo bajo con cuidado dándole un momento a Luca que mira su cola tomándola y observándola con incredulidad. Era una bestia. Sus escamas brillaban con intensidad que si no se cuidaban podrían descubrirlos. Era un monstruo marino como tanto lo habían redactado en toda su vida marineros o incluso su abuela.
A pasos lentos comenzó a acercarse a la fuente dándose cuenta de lo apretados que estaban sus botas y lo incomodó es estaba al notar que su pantalón y ropa interior se había roto al tener que liberar su cola. Se sentó en el suelo intentando de calmarse y evitar gritarle al gran idiota que lo llevo a esa situación. Se quitó su calzado observando sus pies como si fuera un niño pequeño. Todo bajo la mirada curiosa del príncipe.
Luca se puso de pie acercándose rápidamente a la fuente, tropezando un poco por su cola –la cual le costaba controlar– se apoyó en el borde de la fuente para ver horrorizado su rostro; tocando con cierto pánico sus mejillas y agarrando con asco lo que remplazó su cabello. Lo soltó rápidamente al sentir una fuerte corriente eléctrica recorrer su espalda. Apretó con fuerza las garras de sus manos sobre el borde de la fuente y rápidamente se puso de pie para encarar al mayor.
–¡Tú! ¡¿Qué mierda me hiciste?! –furioso se acercó a pasos pesados hacia él empujando con la escasa fuerza física que tenía– ¡Dios! Soy una horrible bestia que apesta a pescado, estoy lleno de escamas – miro horrorizado sus manos– ¡Y esta estúpida cola es incontrolable! –gritó en lo que movía su cola que no paraba de estorbarlo; comenzó a llorar de la maldita frustración, ¿qué más le faltaba para que su noche sea más miserable?
Albero se mostró sorprendido al verlo llorar del enojo y ahí fue cuando recordó como la doncella le pedía disculpas y él pidió que cancelaria su compromiso si funcionaba. Aunque podía crearse toda una historia con esos datos, no comento nada más que nada cuando escuchaba a lo lejos a una gran multitud de gente buscando al menor.
–Nunca he conocido a otro príncipe que llorara tanto como tú –murmuró en un tono serio desviando la mirada a otro lado mientras buscaba una forma de huir de allí sin que los descubrieran; con la luz de la luna sus escamas y ojos brillantes hacia que su presencia fuera más que notable–. Eres insoportable.
–¡¿Disculpa?! –exclamó irritado y cansado.
Alberto lo miro con desinterés.
–Te comportas como un niño pequeño, eres irritante.
Ya con la paciencia esparcida por el suelo, Luca tomó del cuello de la camisa del mayor para acercarlo a él de manera amenazante; haciendo resaltar sus dientes afilados. De cierta forma Scorfano se mostró asombrado por la gran fuerza que tenía, sus mejillas se sonrojaron un poco al ver como él se mostró furioso y fastidiado de toda la mierda que le pasaba.
–Escúchame bien idiota, estoy estresado y cansado de que todo lo malo que me pudiera pasar surgiera esta jodida noche. Crees que me hace feliz ser una bestia asquerosa cuando ayer estaba emocionado y era el momento más feliz de mi vida –lo soltó de manera brusca para después intentar controlarse y buscar alguna solución ante lo que le pasaba–. Nunca debía aceptar esto. Simplemente debí irme a casa y llorar para poder ir a trabajar mañana como otro jodido día más.
Irritado también el mayor se acomodó su camisa y miro con desconcierto –al igual que desaprobación– al menor.
–¿Trabajar? ¿De qué mierda hablas?
Rápidamente él lo miro como si estuviera loco.
–Estas jodiéndome, ¿no?
–Claro que no; un príncipe jamás debe trabajar solo estudiar y prepararse.
–Yo no soy un jodido príncipe de verdad, esto –apunto a su vestuario con obviedad– es un maldito disfraz, idiota.
–¿Cómo que es un maldito disfraz?
–Es una fiesta de disfraces.
Alberto respiró hondo con un ligero tic en su ojo izquierdo para después tallar su rostro con fuerza.
–Tiene que ser una puta broma –exclamó irritado–, ¡por eso no funcionó! Simplemente eres un maldito empleado.
Ambos se miraron ferozmente, era claro que a ninguno de los dos les agradaba la idea de ser una bestia. Alberto solo tuvo que darle un pequeño empujón –que casi tira al suelo– al menor. Ignoro por completo su enojo para concentrarse y pensar en algo, no tenían mucho tiempo para que la gran ronda de gente busque por la zona. La opción de la entrada principal era descartada sabiendo que estaba el valet y uno de los hombres de seguridad que logró ver desde la habitación donde despertó.
Luca intentó sentarse en la silla de jardín, pero su misma cola empojó la silla provocando que él cayera fuertemente de trasero contra el suelo. Estresándose aún más por la situación, cerró con fuerza su mirada intentando mantener la calma.
–Esta maldita cosa es estorbosa –dijo empujando su cola, pero esta misma le pegó en la cara.
Provocando que el mayor esbozara una silenciosa risa, ganándose la mirada molesta del menor; quien sobaba su mejilla.
–Solo trata de no pensar que es un accesorio o algo, moverla es como mover una mano extra –le comentó manteniendo la suya tranquila y sin estorbar–. Es como caminar, no lo pienses demasiado.
Rodeó la mirada al ver su sonrisa orgullosa a la vez que burlona. De nuevo se puso de pie y antes que se acercara al príncipe para ver que podían hacer, escucho un feroz gruñido a sus espaldas. Al voltear se sobre salto al ver al viejo gato de la familia Marcovaldo mirándolo desde los arbustos de arriba. Lo miraba de manera amenazante, abriendo su boca y expulsando aire en un feroz bufido. Luca lentamente retrocedió de espaldas, jama sabia visto al gato tan furioso. No midió sus pasos y termino chocando con Alberto. Él volteó a verlo furioso, pero antes de recriminarle observó hacia la misma dirección que el menor, notando como el gato se preparaba para lanzarse hacia ellos.
–Mierda...–susurró tomando a Luca en el momento en que el animal se lanzó hacia ellos. Por instinto terminaron en medio de las escaleras pegado cuerpo a cuerpo mirando fijamente al felino con intenciones de hacerle daño.
–M-Machiavelli, quieto, soy yo –dijo intimidante Paguro tratando de calmar al animal.
De un instante al otro el gato se calmó quedándose parado frente de ellos con sorpresa.
–¿Luca? –exclamó el viejo gato ladeando la cabeza.
Alberto tuvo que cargar al Luca al ver como rápidamente se puso débil al escuchar al gato y antes de que el felino se acercara a ellos. Un estruendoso grito femenino los alerto, alejando rápidamente al gato del lugar y poniendo a ambas bestias en una situación horrible al ver como una mujer al final de las escaleras, perturbada de verlos. Ella no pensó dos veces cuando salió corriendo en búsqueda de ayuda. Dejándolos acorralados en ese pequeño balcón.
Luca con todas sus prisas miro a su alrededor en una manera de huir, pero todo pensamiento fue interrumpido al momento en que Alberto, aun cargándolo se acercó rápidamente al borde del mirador. Paguro presa del pánico se aferró con fuerza en el clavando sus garras en su hombro y cara.
–¡No, no, no, ni lo pienses! –le gritaba escandalizado mientras en el fondo podía escuchar a la gente acercándose.
–No hay opción –le dijo decidido a saltar del enorme acantilado.
Respiró hondo afirmando el agarre del menor mientras subía al borde del muro.
–¡Estás loco!
–¡Si nos quedamos, nos mataran!
No hubo respuesta más allá que él se escondiera en su hombro y cuello. Alberto tampoco quería saltar, pero el fuerte ladrar de varios perros acercándose a ellos los asusto aún más, cerró con fuerza los ojos y sin esperar a más; saltó. Justo segundos antes que los guardias y perros aparecieran en el lugar con lámparas en mano. Al ver que no había nadie en la zona como lo anuncio la mujer asustada, creyeron que ella estaba lo suficientemente ebria como para confundir un disfraz con un monstruo. Rápidamente se fueron para seguir buscando al joven Paguro, dejando de nuevo la zona vacía o al menos con la única presencia del "príncipe" parado en lo más alto del lugar; observando todo lo ocurrido con enojo y furia al reconocer aquella bestia que tuvo encerrada antes de que se lanzara al mar.
[...]
Hincada en el suelo del desastre que era su habitación, recogía cada uno de los trozos de aquel viejo folleto mientras sollozaba en silencio. Cuando estuvo a punto de tomar se asustó horriblemente al ver como este se iba volando con el aire que se escabullía de la ventana, pero para su fortuna él se abalanzo rápidamente para atraparlo. Ella bajo la mirada sintiéndose de las peores personas del mundo mientras que Ercole abrió su mano para ver aquel trozo, siendo para su mala suerte la parte donde resaltaba el nombre del menor en letra cursiva. Luca amaba ese folleto con toda su alma como para destruirlo.
–Giulia...–la miro de reojo, pero ella solo desvió su rostro, limpiándose sus lágrimas con su mano.
–Lo mejor es que te vayas –susurró entrecortadamente.
–Sabes que tarde o temprano se iba a enterar.
–P-per favore, vete.
–También me duele, ¡Y lo sabes! Él es la única familia que tengo.
–¡¿Y por qué no le dijiste la puta verdad?! –le gritó furiosa y destrozada sintiendo como lentamente sus lágrimas escurrían por sus mejillas a la simple idea de perderlo para siempre– ¡Él debe odiarme, ahora! ¡Él te ama y me lo confeso con miedo y lágrimas! ¡¿Y qué hice yo?! Acostarme con el hombre que le gusta el mismo día en que nos presentó.
–Fue culpa de ambos.
–¡¿Por qué no lo has rechazado?! –exclamó furiosa poniéndose de pie para encararlo.
–No lo sé –exhaló antes de pellizcarse la fuente de su nariz–, simplemente no me atrevo hacerle daño a Luca. Si él se enteraba lo más probable que se aleje, me pediría que lo deje en paz. Rompería nuestra rutina solo para no estar tan pegado a mí. Me acostumbre tanto a que él este cercas de mí que...
–Eres un maldito egoísta –dijo asqueada con un profundo repudio a la idea de que él quería a ambos–. Solo quieres a Luca en tu jardín.
–No es verdad –respondió irritado.
–¡Claro que lo es! Te amo, pero Luca ha sido mi mejor amigo, el único que he tenido. Le pedía tantos vestidos tediosos y elaborados a mi padre solo para que la señora Paguro viniera a mi casa con él. Ahora –frustrada talló con fuerza su rostro con sus manos–...no creo que ni con todo el dinero de mi familia, tenga el valor de verlo sin sentirme una mierda.
–Era el precio que ambos sabíamos que tendríamos que pagar.
Ella agachó la mirada observando los trazos de papel de su mano.
–Hablaremos con él mañana, yo tampoco quiero perderlo; es mi familia.
No obtuvo respuesta por parte de la pelirroja; ella solo abrazó contra su pecho aquellos trozos, sollozando en silencio. La idea de no decirle a Luca fue por parte de ambos, por miedo a afrontarlo y perderlo. Creyeron que solo sería algo de una sola noche, pero entre más se encontraban en la biblioteca, su amor era mucho más fuerte que la pasión. Se les fue de las manos como para afrontar las consecuencias, la simple idea de que ambos rompieron la confianza de una de las personas más importante de sus vidas fue lo que los llevo a ocultarlo.
–Per favore, vete, no quiero estar contigo después de lo sucedido.
–Giulia –intentó acercarse, pero ella retrocedió evitando a toda costa mirarlo.
–V-vete.
Él no dijo nada, solo suspiro y dejo el pequeño papel sobre el tocador. Sus pasos calmados fue todo lo que se escuchó en ese lugar mientras la música seguía tacando en el fondo al igual que los ladridos de los perros de los guardias. Ercole paso por su lado mirándola de reojo, a lo que Giulia solo gachó su mirada al suelo de su habitación.
–Ambos sabíamos que esto era un error –le recordó ella en un murmullo casi inaudible.
–Luca no es egoísta como para que nos separemos.
–Ese es el maldito problema –exclamó apretando su perfecta dentadura–, ¿él que hizo para merecer esto?
De nuevo el silencio los invadió, él se agachó para besar con delicadeza su mejilla; provocando un doloroso sollozo en ella. Rápidamente se alejó de él. Era doloroso para ambos, no querían imaginarse por lo que paso Luca.
[...]
–Machiavelli me habló, un gato me hablo –murmuraba una y otra vez Luca mientras caminaba de un lado a otro sobre una de las enormes rocas de donde estaban.
Al saltar ambos tuvieron que huir lo más rápido posible de la zona de pesca, sus escamas eran una clara señal para los marineros sobre su presencia. No solo hablar con el gato que vio crecer casi toda su vida fue lo que lo tenía tan perturbado, saber que podía respirar bajo el agua como también hablar así que todo su entorno fuera cada vez más irreal. Debe ser un sueño, debió dormirse tras llorar tanto por todo lo ocurrido.
Alberto gruñó fastidiado del maldito comportamiento de su compañero que lo desconcentraba. El príncipe hechizado observaba con atención las estrellas sobre ellos, agradeciéndole internamente al dolor de cabeza que era su asistente para obligarlo a estudiar astronomía para ubicarse en altamar.
–Si crees que eso es lo más loco que ha pasado hoy, será una noche muy larga –exclamó irritado, cerrando con fuerza su mirada para mantener la calma; tenía muy poca paciencia para andar aguantando a alguien como él–. Tenemos que buscar una manera de romper el hechizo.
Luca lo miro furioso, quedándose unos segundos en completo silencio.
–¿Cómo mierda te convertiste en un monstruo?
No hubo una respuesta directa, el príncipe solo desvió con incomodidad su mirada e intentaba darle la espalda, pero el mesero lo siguió.
–¡Responde si quieres dejar de serlo!
Él apretó los puños y exhaló ya rendido.
–Tal vez hice un trato con un chamán, pero no sabía que esto sucedería o...
No logró terminar ya que Luca al escucharlo se abalanzó hacia él con intenciones de atacarlo. Provocando que ambos cayeran sobre la roca donde estaban, Alberto no se dejó y en un rápido movimiento –cual fue demasiado fácil ante la poca musculatura del menor– quedo encima de él.
–¡Lo siento, ok! No estaba en mi mejor momento y solo me deje guiar por sus palabras.
Paguro con una patada en su entrepierna lo alejo de él, provocando que el mayor lo maldijera en todos los idiomas que conocía.
–¡No puedes ser más estúpido! –le recriminó furioso en lo que se ponía de pie e iba directamente a recostarse entre las rocas, cruzándose de brazos.
Alberto lo miro desde su lugar, no dijo nada solo se fue a recostar en otra roca mirando el intenso mar, habían nadado por un buen tiempo como para calcular que estaban a más de una hora de Portorosso, en un lugar en medio de la nada. Observo de reojo como él se acurrucaba en su lado, abrazándose a sí mismo. Su cuerpo relucía con la luz de la luna y el suave viento del mar movía lo que antes era su cabello. Parecía tan pequeño e indefenso. Dentro de él se sintió mal por traerlo a la situación en la que estaban atrapados. Todo por su miedos, no dijo nada y solo se acomodó en su lado observando el cielo nocturno; especialmente aquella estrella que le parecía aún más hermosa de lo normal.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro