∞=2
Él no me habló en todo el día y no se porqué razón me sentía tan molesta por eso.
Una compañera se le acercaba a cada rato para pedirle la tarea de inglés, él es bastante bueno en esa materia, pero esa chica era una completa cabeza hueca aprovechada.
—¿Por qué tienes esa cara estirada?
—Porque nací así, lamentablemente. —mi hermana rodó los ojos y se dio media vuelta, desapareciendo de mi vista.
No lograba entender a qué quería llegar con sus preguntas. Usualmente me hablaba por dos razones; una es porque quiere algo y la segunda es para fastidiar mi existencia. Siempre fue así desde que tengo memoria, y estaba segura que jamás cambiaría.
—¿Comiste? —mi abuela interrumpió mi estudio y no hice más que soltar un largo suspiro.
—No tengo hambre. Debo acabar de leer esto para una prueba de la próxima semana. —ella asintió y se sentó a los pies de mi cama o más bien del camarote que compartía con mi hermana mayor.
—Está bien que estudies. Sabes que el estudio...
—Es lo único que me dará un futuro, lo sé. —sonrió y palmeó mi rodilla antes de irse.
Estaba cansada y no me refiero a mis pocas horas de sueño, sino más bien, cansada de lo mismo todos los días.
Amaba a mi abuela con todo de mi, pero no se aburría de decirme el mismo discurso de siempre. Entiendo que debo estudiar y ser alguien en la vida, pero sólo me lo cargan a mi.
Mi hermana dejó de estudiar porque quiso y a pesar de que hay discusiones todos los días, no le exigen como lo hacen conmigo. No recibo la atención que quisiera de mi rota familia, saben que no haré nada estúpido y es frustrante ser el "ejemplo a seguir" todo el tiempo, más aún si mi hermana me odia porque la comparen conmigo.
Volví a leer hasta que se hizo de noche. Miré las tablas que sostenían el colchón de la cama de mi hermana en la penumbra de nuestra habitación.
Pequeñas luces aparecían en mis ojos por la oscuridad y luego simplemente volvieron sus ojos a mi mente. Cálidos y burbujeantes ojos color miel, esa sonrisa torcida y esa voz suave.
Varias notas comenzaban a sonar en mi cabeza y la melodía de su rostro era el claro ejemplo de que me estaba volviendo loca. Nos conocemos desde los diez años y nunca antes me había percatado de cómo mi corazón latía con su cercanía.
¡Ya basta!
Golpeé con mi puño cerrado las tablas de arriba y mi hermana se movió, haciendo rechinar el camarote. Me giré poniendo la almohada sobre mi cabeza e intenté controlar mi respiración.
♩ *゜・ ♪*゜・ ♫ *゜・ ♬*゜・ ♩
—Buenos días cerda. —la irritante voz de una de mis compañeras, junto un empujón gratuito, me recibió al entrar al salón. Su risa y la de sus amigas no se hicieron de rogar, yo sólo las ignoré como de costumbre y me dirigí a mi asiento.
—Yo creo que se desayunó un cerdo entero. —su comentario rebotó en el salón casi vacío.
Se me olvidaba mencionar que me hacen bullying, así es desde que entré al kinder. No es algo con lo que no aprendiera a lidiar, a veces sus insultos duelen, pero estaba tan costumbrada que... Sólo los pasaba o eso creía.
—Ya sueltame. —su voz captó mi atención y casi por instinto miré hacia la puerta. Uno de sus amigos lo traía del cuello como "juego".
—Uy~ no seas un llorón. —él sonrió cuando se lo quitó de encima y por unos segundo hizo contacto visual conmigo, pero volteé hacia la ventana.
Me costaba respirar y no entendía los nervios que sentía en mi estómago.
—¿Qué haces? —me sobresalté al oírlo frente a mi y tragué con dificultad.
—Ver por la ventana. —rio.
—Interesante... —se recargó en la pared y ladeo su cabeza, viéndome con los ojos entrecerrados. —sabes, ayer en la tarde nos quedamos a un nuevo taller. ¿Quisieras venir hoy?
—¿Taller?, ¿de qué?
—De música, quizás te guste. Lo que es a mi, me gustó mucho y...
—Yo no sé música y además debo estudiar para la prueba de Historia.
—Yo tampoco sé música, pero Claudio me dijo que me enseñaría a tocar guitarra. —se cruzó de brazos. —él toca, ya sabes... Por la iglesia.
—No lo sé...
—La invitación está abierta. —sonrió chuecamente y comencé a jugar con mi lápiz. —después de clases en el laboratorio. Uh, ya llegó el profe. Me voy a sentar. —tocó mi hombro y se fue.
Sus manos estaban lo suficientemente tibias como para traspasar su calor en mi hombro. La sensación duró casi media hora o quizás más... Él tocó mi hombro y no sentí el típico rechazo con la cercanía de la gente.
¿Debería ir al taller?
Quería verlo más tiempo, él era de las pocas personas que no me desagradaban de mi salón y quizás la única que me estaba haciendo sentir diferente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro