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No quería que el día acabara, el sólo hecho de pensar en llegar a mi casa me atormentaba.
Los gritos no cesaban y las ganas de desaparecer de este mundo aumentaban sin percatarme.
¿Por qué todo caía sobre mí?, ¿merezco vivir en la desesperación a cada segundo?
Nadie me extrañaría, incluso, puedo decir que les haría un favor. Para mi respirar es un martirio, pero nadie lo entendería aunque lo explicara. Sólo tú mismo sabes cuanto sufres.
—Iremos por un helado con los chicos, ¿quieres venir?
Estaba perdida en mis pensamientos cuando una voz se caló en mis oídos. Levanté la cabeza y sonrió como siempre, incluso mostró un poco sus dientes, eso era inusual, lo había observado lo suficiente para saber que no le gustaba enseñar los dientes.
Me parecía estúpido, ya que su sonrisa era una de las cosas que más resaltaba en él.
—Debo ir a casa. —no, realmente no quería ir a casa. ¿Por qué no podía decir que si y listo?, quizás porque sus amigos me parecían de lo más tontos y descerebrados.
—Sólo será un rato y así hablamos un poco. —volvió a insistir. Sentí una presión en mi pecho, me atreví a ver sus ojos y eso sólo empeoró todo.
Otra melodía pasaba por mi mente, sus ojos eran tan dulces y con la poca luz que entraba por la ventana se veían aún más cálidos a través de sus largas pestañas negras.
¿Cafés?, ¿miel?, ¿avellana?, una mezcla de esos tres colores, quizá.
—Lo siento, pero tus amigos son...
—¿Unos idiotas? —me interrumpió y aclaré mi garganta evitando verlo otra vez. —lo sé, y muy ruidosos.
—Si eso te molesta entonces no deberías juntarte con ellos. —cerré el libro de biología de la última clase y lo guardé en mi bolso. —la estupidez puede ser contagiosa. —escuché una risa leve desde su garganta.
—Comparado contigo, realmente parezco muy estúpido. —me arrepentí, no quise decirle estúpido. Debería haber usado otras palabras para expresarme.
—Y-yo... No quise decir que tú eres estúpido. —miré la mesa y apreté mis puños con fuerza. —me refería a que, ¿cómo puedes tomar en serio a alguien que cree que las ballenas por tener aletas y vivir en el mar se reproducen por huevos? —creo que mi tono fue más brusco de lo que imaginé. Se quedó callado, pero luego estalló en una carcajada. —¿de qué te ríes?
—De ti, más bien... De la seriedad en como lo dijiste.
¡Ya deja de mirarme!, ¡estaré toda la noche pensando que demonios me pasa contigo!
Comenzaba a odiarlo.
—¿Vienes? —negué con la cabeza. —si vienes, te aseguro que oirás más tonterías de parte de los demás, pero es entretenido de vez en cuando.
—No estoy interesada en oír como quieren irse a casa luego de verme. —me puse de pie y tomé todas mis cosas.
El polvo podía verse a la perfección gracias al sol entrando por la ventana, no me giré, pero sabía que él se sentó sobre mí mesa.
—Me gusta el helado de chocolate. —alcancé a oír en el eco del salón vacío, cerré mis ojos y salí más rápido.
Chocolate, también es mi favorito.
Esto no se trata de mi, esto se trata de ti infinitamente.
El día acabó porque yo quise.
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