XI. El Visitante Sin Invitación (I)
Cosme aprieta las piernas contra su torso. Al sentir una brisa ligera colarse por un orificio en el borde del chal, la cierra de inmediato y se encoge más hasta no poder. Disminuye su luz al máximo, forzado a no llamar la atención de la sombra que se desliza a su alrededor. El mar de estrellas por dentro de la tela destella cada fracción a medida que cruza por fuera. Se vuelve una gelatina sin poder evitarlo.
Desconoce su esencia, pero no para de pensar en esas criaturas: los monstruos negros, Huecos.
Presiona fuerte los párpados. Las lágrimas se escabullen cuales luciérnagas que alumbran por breves segundos su rostro fruncido.
No sabe en dónde se encuentra ni cómo terminó allí. Detesta la oscuridad. Continúa echándole la culpa a esa espada de la pintura y ese antifaz... ¡Nights! Casi se le olvida. La usó para protegerlos del gato gordo. No entiende por qué lo hizo, el arlequín es más atento que él, y ahora está lejos.
No quiere estar solo.
一Nights 一solloza一, ayúdame.
Aquella sombra apaga todas las estrellas del chal. Cosme abre los ojos hacia un punto verde frente a él. No pestañea ni respira, perplejo sin una palabra en la boca que describa el gusanillo que crea un agujero a ras de la tela. Del grueso de un pulgar, pintado de rosa y la uña redonda pegada en la cabecilla lleva escarcha del mismo tono, en abundancia que destella sobre él.
Un baño de luz le envuelve en cuanto el chal desaparece de encima. Cosme siente el calor del sol a sus espaldas, huele un perfume a rosas, menta y chocolate, y una caricia en la cabeza que le permite encender su luz y retirar las manos de sus ojos.
La habitación es amplia, bien iluminada, con un suelo marmoleado y las paredes tapizadas con siluetas de gatos. Una cama ancha, muebles con espaldares de formas felinas, un rincón de maquillaje, un armario lleno de vestidos y zapatillas elegantes. Una chimenea sin uso. Y un balcón que llama su atención, contempla un fragmento de un cielo azul...
一¿Ruu?
一¡Ah! 一Cosme retrocede hasta estrellar la coronilla con el borde de la ventana. Se arrastra detrás de la cortina y asoma un ojo en la orilla. Contiene las lágrimas sin perder de vista a la criatura一. Ga-gato.
Sí, otro gato. Excepto que esta es mucho más pequeña que la primera, luce un traje elegante pero sencillo, de rosa y femenina. De grandes ojos y el cabello rizado verdes que realzan su sonrisa de aspecto dulce. No parece mala, aunque el niño no puede quitarse de la mente al gigante entre las paredes.
«¡Invisible!», mira por doquier con el rostro perdido. Da vueltas sin llegar a nada, causando cierta inquietud en la felina. En cuanto nota la cercanía, Cosme grita y echa a andar a la primera puerta que encuentra. Con los maullidos pegados en la espalda, gira la perilla sin poder abrirla. Golpea la superficie rogando ayuda. La gata trata de quitarlo de en medio, es difícil mover una roca blanda que pesa más que un tronco.
一¡Ruu! ¡Ruu-ruu!
一¡Déjame! ¡Quiero irme! 一intenta separarla, pero ya la tiene aferrada a su brazo y tirando de él一. ¡Ayúdenme, por favor!
一¡Miau! ¡Ruuu!
¡Toc toc!
Los dos se congelan en el acto. El niño permanece inclinado la mano sobre la perilla.
¡Clic!
Está abierta.
Aprovecha la distracción. Empuja a la gata y sale de allí.
Choca con una pared babosa que le devuelve adentro, siendo atrapado a tiempo por la felina y estrellarse juntos debajo de la ventana. Ella le ayuda a reincorporarse, sin pensar demasiado en colocarse en medio de él y las criaturas que entran.
La complexión de trol supera su oportunidad para enfrentarlos, también para escapar, al reconocer los tatuajes que brillan en tonos fluorescentes. Los dos monstruos de piel negra enderezan la postura, manteniendo las tres máscaras blancas derechas de la cabeza al estómago, y pegan los puños en el suelo, cual gorila de largos brazos y piernas cortas, lado a lado de la puerta. Permite que un tercero cruce antes que ellos.
Cosme percibe la esencia de un Hueco, a pesar de que no luce como uno. No entiende por qué el aura de Nights yace a su alrededor, solo lo siente. El sombrero de bufón le distrae, aun cuando la máscara dorada resalta por encima del atuendo rojo que viste. No deja de pensar en Nights.
Estalla a llorar en silencio. Aprieta los labios en su afán por no gritar, ya le aterra la idea de la capacidad de esos colosos.
一Aquí está 一sonríe el arlequín.
La gata extiende los brazos. Enseña su voracidad con los colmillos a la vista y unas garras sobre los dedos de esponja, su siseo estremece al niño sin querer, pero no permite que cualquiera de ellos se les acerque.
一¿Qué sucede, alteza? Creí que estaba al tanto de mi visita 一alarde el extraño con la sonrisa de extremo a extremo.
一Grrr... 一gruñe ella con la naricita arrugada一. Ru-ru, ¡ruu!
一Lo sé 一asiente y cruza los brazos, llevando la vista a un lado一. Eso me dijo su mayordomo cuando le pregunté por usted, y todo el problema que sucede con su mundo. Por supuesto, no tuve más remedio que castigarlo por su insolencia.
Los ojos de la felina se encogen.
一¿Ruu?
一Sí. Como embajador del rey Blanco, me mintió para encubrir al culpable de un delito, uno muy grave me temo. La mayor causa por el quiebre de su reino, alteza 一La serenidad de su voz resulta creíble y engañosa a la vez, a pesar de hablar con la verdad. Poco delatan sus movimientos de la mentira.
Ella baja las orejas junto con las garras. No impide que el arlequín quede cerca de la punta de su nariz. El miedo se vislumbra en la ausencia de brillo en sus ojos.
一Ruu 一niega agitando la cabeza, pálida de sus propias palabras. Cosme intuye la firmeza que ella fuerza a mantener por cuidar de alguien que afirma ser inocente, aunque desconozca el problema.
El niño se arrodilla con el chal sobre su cabeza. Si se vuelve invisible, la gata seguirá en apuros y a él le identificarán; de lo contrario, es probable que ninguno salga herido si encuentran otra manera de escapar. No puede pensar con los gorilas negros postrados en la puerta.
一Ahora 一el arlequín levanta un dedo por encima del hombro de ella一, entréguelo.
Cosme traba su propia respiración, que apaga toda luz en él.
La gata no se contiene. Clava los dientes en el brazo del nombrado embajador. Tira del niño consigo directo al balcón. Quiebra el vidrio de la puerta con un zarpazo, por mucho que le duela perder una linda cristalera con dibujos de lacitos.
Tienen a los monstruos con sus palmas cerca de alcanzarlos. La gata sostiene al niño por los brazos y salta la baranda. Un vacío nuboso y azulado les recibe, junto a una corriente de aire que sopla por la derecha, inclinando a la joven estrella a un lado. Sus zapatillas de lazos crean ondas de agua que la mantienen en pie sobre el aire. Da brincos cortos, construye un camino temporal que desaparece a medida que avanza. Sin embargo, le cuesta cargar un peso doble al suyo que tiñe sus mejillas de rosa intenso.
Se detienen en seco. La gata casi pierde el equilibrio, planta los pies en las ondas que siguen presentes. Algo tira del niño. Lo ven y les cuesta creerlo. Uno de esos monstruos, aferrado a la orilla del balcón, tiene un brazo alargado cual baba gelatinosa que envuelve la pierna de Cosme. El joven la patea con la otra sin poder lastimarlo ni un poco, no se mueve.
La gata infla las mejillas en el esfuerzo por llevarlo a su altura. El humo escapa de las orejas, incluso de los orificios de su nariz. Los bracitos le están fallando, ella se espanta al notar lo blandos que se vuelven. A este paso terminarán en las profundidades de Wonderworld.
Cosme se libera de una mano y araña en lo posible el tentáculo. Arruga el rostro entre lágrimas, cada gota flota a su alrededor hasta fundirse con el aire. Vocifera en su lengua la rabia que le consume: una maldición por el problema que atrajo sin necesidad, otro por aquel ser que luce muy parecido a Nights, el siguiente por esa cosa que le aprieta más la pierna.
No lo tolera más, ya no lo soporta.
La gata chilla cual mujer al sentir una rata deslizarse en los pies. Siente la electricidad cosquilleando su cuerpo, desde los brazos que viaja hacia la coronilla de la cabeza y termina en el estómago. Las piernas se anclan en el suelo invisible y extienden el radio de las ondas el triple de su altura. El dolor en los músculos desaparece. No para de mirar el fulgor que el niño emite a su alrededor.
La piel moteada de Cosme se ilumina. Los dibujos de las constelaciones destellan bajo un patrón musical, cuya melodía es una mezcla descoordinada sin un fin aparente, flotando entre los colores que proyecta su cabello de arcoíris pastel. Cosme pronuncia cada nota sin levantar la voz. Reúne la energía en la mano libre, una esfera blanca levita encima de la palma, y la lanza hacia el monstruo.
La criatura recibe una descarga enseguida al momento que siente un piquete en la cima de su cabeza. Paralizado, contempla las tres máscaras quebrarse en pedazos, junto con su aspecto. Se derrite cual masa al estar bajo el sol. Los restos gotean al borde del balcón y tiñe la baranda de un negro muy sucio.
Cosme recobra el sentido con el semblante asustadizo. Moldea su pierna a golpes ligeros, el hormigueo le inquieta sin preocuparse, en lo mínimo, por la extrema altura en la que todavía se encuentra.
一¡Ruu! ¡Ruu-ruu! 一Escucha a la gata emocionada. Comprende lo que dice, a pesar de no ver su sonrisa denota la dulzura en ella一. ¡Ro-roau! 一Aquello es un gracias, teniendo la garganta atorada por tragarse un llanto.
一Hum... 一Sin nada relevante que decirle, suelta un一: Está bien.
Los párpados le pesan. Confundido, Cosme empieza a agitar los hombros, se le eriza la piel ante una capa rugosa que nace en ellos. Siente la exposición de la luz del mundo, le provoca sueño. No.
一¡Ah! ¡Mi manta! 一El estallido de magia debió hacer que se le resbalase一. ¡Mi manta!
La gata se apena por él. Sí le escuchó, mas no puede regresar. Ya están de camino a la isla vecina del castillo. Corre rápido en el aire, agradecida por la energía extra del niño y el viento que la empuja en la dirección que necesita.
一¡¿Cómo pudiste perder a un gigante de setenta metros?! 一reclama Nights al sujetar fuerte el cuello de la chaqueta de Balan. Sí que tiene la cordura al límite, ni hablar de la paciencia. Se sorprende más de sí mismo por su carácter.
一Oye, chiquillo, escúchame bien: aquí en Wonderworld, cuando un telón de nubes se cierra significa que la escena termina. 一El maestro sonríe a cal y canto que recibe más de la furia del joven púrpura一. De todas maneras, ¡ya llegamos!
El tren estaciona a los pies de la isla. La fortaleza se alza con retazos de tierra y paredes de ladrillos flotando alrededor de la más grande. Nadie los recibe en la entrada principal, excepto una marea de zapatillas, lápices labiales y moquetes rosas que chocan contra la locomotora. Un desorden descuidado.
Los Tims permanecen cerca del maestro. Preocupados por una sensación en el aire, el mayor de ellos se lo comunica al oído. Balan se muestra de acuerdo con ello, no obstante, se le complica asimilarlo sin verlo en primer plano. Es claro que el silencio es agobiante cuando los colores vibran aislados de la música.
一Apesta 一Nights arruga el entrecejo.
一Los Negati están aquí 一anuncia Balan con la seriedad en la voz一. Y, por lo que entendí, los Huecos también.
«Si conoce a esos monstruos, conoce la historia», piensa Nights cerca de preguntar por ellos.
Los dos atraviesan la planta baja del castillo. Una serie de corredores laberínticos llenos de espejos como paredes y, en ciertos momentos, mecanismos relojeros en lugar de salones de fiestas o de estudio. Tic tac, tic tac. En todos no se cruzan con nadie.
一Disculpa, necesito ver a alguien 一suelta Balan.
Suben al último piso. La única habitación al final del corredor. Nights reconoce una copia exacta de los pasillos del vestíbulo del teatro, recuerda a la peluda husmeando entre las paredes. Un escalofrío le atraviesa la nuca, sin querer tropieza con la pata de un sillón grueso y pierde el equilibrio. Entretanto, el maestro desaparece en la habitación.
一¡Oh! No te molestes en buscarme, esperaré afuera 一bufa y finge debilidad. Suspira con los ojos en blanco.
Enseguida, Balan se asoma. El sombrero sí que resalta la idea de tener una cabeza gigante para Nights.
一¿Apenas llegamos y ya estás hurgando en los muebles? Jovenzuelo, no hallarás ni una moneda entre los cojines cuando los gatos reales guardan todo lo de valor en cajas de arena. 一Vuelve a entrar y agita la mano hacia afuera por unos segundos一. ¡Tómate tu tiempo!
El arlequín queda boquiabierto. Nada en su mente le encuentra sentido. Es más que probable que el sombrero le oprima el cerebro (si es que lo tiene). Nights se enfurruña al acercarse a la puerta. El maestro permanece quieto en el centro del cuatro a observar el mobiliario gatuno, las paredes rosas y un ventanal abierto con unas manchas negras esparcidas hasta adentro. En serio que no le encuentra sentido a sus palabras. «¡No hace nada!», clama en su interior.
Tiempo perdido paseando por un castillo vacío.
Jajaja
Nights se reincorpora mirando el fondo del corredor. Esa risa la oye más en su cabeza que el entorno. Continúa de nuevo, otra vez y dos extras hasta ubicar una dirección. No espera a Balan, quizás no le importe. Regresa por donde entraron de vuelta al recibidor. Corre por un pasillo distinto con solo muros de ladrillos a los lados, abriéndose a un arco de luz al final.
La risa se detiene al salir de la fortaleza.
El césped verde, los campos de flores en cuatro colores distintos y la brisa fresca le reciben, poniendo un pie sobre una pasarela de piedras blancas. Da vueltas entre las flores azules y rosadas, luego de las amarillas a las rojas, y en todas mantiene la distancia del centro. El cian de sus ojos brillan por la estructura marmoleada a menos de cincuenta metros de él. Su intuición le dice que debe llegar ahí.
Acelera el paso saltando por encima de las flores. En la altura que alcanza, en cada oportunidad, contempla la silueta de un accesorio femenino dibujado en los campos. Los azules adoptan los vestidos, incluso con estampados delgados de florecillas, los rojos de labios, los amarillos de lacitos de diferentes estilos y los rosados con coronas y orejas de gato. Nights se asombra de la creatividad semejante al de su mundo. «Parece que no somos tan extraños después de todo», niega agitando la cabeza.
Un pabellón. El lugar perfecto para la hora del té de una reina. Ilustra una vibra elegante y pulcra frente al juego de diamantes diminutos que decora la valla que separa el interior de los jardines. Una mesa con cuatro sillas de aspecto delicado, retocadas del mismo modo con joyas y unos cojines claros bien cuidados.
Recuerda el comentario anterior de Balan.
Nights se acerca a la mini escalera. Indeciso por subir los tres escalones con las botas sucias y el piso marmoleado sin una hoja o tierra esparcida en las esquinas. Sin embargo, desde allí, no encuentra al niño, tampoco detrás de las columnas que sostienen el domo sobre él.
De repente, admira una noche estrellada dentro de los espejos en el techo. Dedica unos segundos a comparar el cielo azul con el nocturno del pabellón. Introduce un brazo en el espacio y lo saca, no existe diferencia de temperatura o sensación entre ambos. La ilustración no es estática como en las pinturas, emite un efecto tridimensional que no parece tener fin cuando la rodea y distingue más estrellas lejos de los bordes.
一He visto mejores 一alardea moviendo los labios.
一Los sueños superan todo, ¿verdad?
Nights abre los ojos al máximo. Lentamente, asoma la mirada sobre su hombro, para luego girar completo. La silueta roja del Cosmos tiene forma propia ante él, a pesar de que la máscara dorada sigue siendo la protagonista, pero esta vez logra reconocer esos ojos de un celeste verdoso que le aturden cuando se entromete en sus asuntos.
De verdad, está ahí.
Oprime su mandíbula del fuego que crece en su interior.
一Reala.
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