VII. El Vestíbulo, el Gato y el Conejo
El único resplandor de luz que reciben pertenece a cada uno de los faroles amarillentos que sobresalen de las paredes. Porciones de tierra como nieve color marrón prevalecen petrificadas en el aire. A medida que descienden por ese abismo, sus caras quedan cubiertas de lodo, incluso de olores sospechosos.
Cosme ríe fascinado, a medida que sujeta objetos salidos de la nada y hace piruetas por distracción. En cambio, Nights busca sostenerse de cualquier cuerda que encuentra en un segundo que contempla un mobiliario incrustado a los lados. La diversión no va consigo cuando caen sin control.
De repente, un foco se enciende.
«¿Por qué esto se me hace familiar?», asegura conocer un ambiente parecido en Nightopia, a menos que un niño se lo contara. Cruza los brazos, se sienta apoyando una pierna sobre la otra y mira hacia arriba, hace rato que perdió de vista la entrada del túnel. «Lo tengo en la punta de esta nariz», palmea su mejilla, helada ante la corriente que se estrella consigo.
一Si controlara la gravedad, no se me enfriarían las ideas.
Lo bueno es que el niño flota a su lado y está más que tranquilo, jugueteando con todo lo que toca, desde lámparas de mesa hasta cubiertos, y un juego de té en una bandeja que aterriza completo en sus manos.
一¡El sentido no sirve! 一clama Nights, impaciente.
Una fuerza le detiene. A su vez, el arlequín sostiene a Cosme. Los dos quedan colgados de una raíz picuda, en la que la capucha de bufón termina enganchada. Sin embargo, Nights empieza a sentir un peso intenso en el brazo que sujeta al niño. La estúpida gravedad le está venciendo.
一¿Qué pasó? 一pregunta Cosme一. ¿Por qué no seguimos?
一¿Qué no es obvio? 一aprieta la mandíbula con tal de levantar a Cosme一. Por fin nos detuvimos.
¡Crac!
La raíz se rompe.
一No no no...
¡Crac!
Cosme alza la mano hacia ella. Tuerce los dedos al mismo tiempo que un trozo termina incrustado en la ropa de Nights.
Los dos reanudan su viajecito hacia la oscuridad del abismo. Las luces de antes perecen y los objetos desaparecen entre las sombras.
Un umbral aparece delante de ellos. Por encima de este descanso un trozo de piedra con el símbolo del corazón. En cuanto entran, las puertas se cierran. Nights termina estampado contra una pared que corta el camino. El empuje de Cosme le despega y ambos caen sobre la alfombra. El dolor es más leve que el primero, aunque Nights se toma la molestia de mirar sus estrellas por un buen rato.
El niño se reincorpora, un poco aturdido, pero animado de lo que descubre.
Paredes de madera. Pinturas de escenarios fantasiosos, la mayoría con descripciones en una escritura cursiva que no se entiende. Lámparas de cristal y luces doradas. Estantes llenos de libros. Un caballo de madera para niños. Macetas con plantas verdes, que emiten un aroma frutal del que Cosme queda fascinado.
Espera a que Nights se recupere. Por lo menos no luce herido. Después de todo, no tienen a dónde ir. El corredor es amplio y reducido, no posee ventanas ni puertas aparte por la que entraron.
一¿Se fue?
Ya no está. Hace poco estaba allí. Ahora es una copia del resto del espacio, a excepción del cuadro con un gato elegante colgado en el centro. Mide el doble del tamaño de Cosme. El felino tiene los ojos rasgados, viste un vestido de la realeza y una sonrisa de punta a punta que sacude los nervios del niño.
Cree acordarse de alguien con una apariencia idéntica, solo que su nombre cambia con el tiempo y no siempre a su voluntad. No está seguro.
一Cheshire 一susurra.
La mirada del gato se inclina en su dirección.
Cosme retrocede. Regresa al lado de Nights, en un intento por despertarle.
La pintura adopta una textura acuosa. La figura mueve cada parte de sí hasta ser flexible. Extiende una pata, haciendo notable sus huellas rosadas sobre una pared de vidrio que impide su escape. La felina sonríe mucho más, las comisuras forman espirales al ritmo que eleva la risa en eco dentro de su prisión. Clava las uñas, siente un aire cálido del otro lado. Empuja fuerte en su afán por separar la placa del marco.
Cosme agita a Nights con desespero. Le tiene más miedo al gato en la pintura que al espacio estrecho.
¡Jo!
Palidece del susto. Viene de su lado derecho. Apenas tiene valor para girar la cabeza, así que lleva sus ojos al tope.
Un conejo blanco. Su cuerpo es un reloj. Sigue gritando ese Jo desde el interior de una pintura. El cuadro yace en el piso apoyado contra la pared. El animal realiza señas que el niño tarda en interpretar. Los nervios de Cosme nublan sus ideas.
¡Jo! ¡Jo-Jo! ¡Jooo!
Al borde de la paciencia, el conejo continúa insistiendo al rojo vivo en sus mejillas esponjosas y el humo saliendo de las orejas.
¡Miau! ¡Crash!
Cosme suelta un grito y abraza a Nights. Sus ojos se fijan en la gata elegante aumentando de tamaño. Toca el techo y arrastra las cuatro patas. Las garras destrozan la alfombra. Los pliegues del vestido tiran los muebles. Las agujas de esos orbes amarillos se clavan en los diamantes del niño. La felina lame su hocico, ansiosa, sin deshacer aquella sonrisa de Cheshire que ya la caracteriza.
El momento que Cosme recuerda.
一Purr... 一articula a duras penas一. Purr... Purrla.
La felina sisea, enseñando sus blancos colmillos. Su cuerpo regordete, a causa del vestido, disminuye la densidad. Se vuelve delgado, de cola larga y extremidades huesudas. Parte del pelaje negro, visto fuera de las mangas, revela unos patrones en tonalidades chillonas, que para un humano le es difícil apreciar a la luz del día. Cosme reconoce esos símbolos, además de ser el mismo perteneciente al tallado de las puertas, recuerda verlos en el cuerpo de alguien.
Escalofríos dan esos tentáculos en la cabeza, pero antes no los tuvo.
一¡Lance! 一brama asombrado.
De un pestañeo recupera sus colores.
Una mano pequeña, de textura esponjosa, sujeta fuerte el chal de Cosme. Le arrastra al fondo del cuadro, junto con Nights rodeado por los brazos de la estrella.
Un temblor azota el nuevo corredor. Los maullidos de la bestia sacuden las paredes, desempolva los muebles y por poco lleva unas copas de vidrio a quebrarse en el suelo. El conejo asegura que cada objeto permanezca en su sitio. Balbucea su molestia a medida que avanza al extremo opuesto del pasillo.
Un puñado de tierra aterriza encima de Nights. Este se levanta de un salto para escupir la suciedad de la boca.
一¡Nicte! 一Cosme le abraza.
El arlequín pronuncia una sonrisa torcida y arruga el entrecejo.
Asesta un golpe en la cabeza del niño como castigo.
一Es Nights, ¿entiendes?
Cosme asiente.
一¿Ahora a dónde nos trajiste?
El ambiente es una copia exacta del anterior. Sin puertas ni ventanas, solo ellos y el mobiliario. Por supuesto, Nights repara en el animal redondo deambulando al final del camino.
一¿Alucino o ese roedor es un reloj? 一susurra a Cosme.
El niño vuelve a asentir.
一¡¿Jo?! 一El humo escapa de las orejas del conejo.
一Para qué pregunté 一suspira一. Creí escuchar un gato. ¿Me perdí de algo?
一Somos Alicia 一contesta Cosme con firmeza.
Nights pestañea, extrañado.
一¿Perdón?
一Estamos en el País de las Maravillas.
La mueca de Nights despeja la nube de su mente.
一Es solo el principio, ¿verdad?
El niño ladea la mirada.
一¿Mm?
一Olvídalo.
«¡¿Para qué pregunto?!».
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