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IX. La Espada

Es poco tiempo para que Nights admita que es el amortiguador de Cosme en cada caída que sufren. Del otro lado del espejo, el joven púrpura yace debajo del niño, con su cara estampada en el suelo y captando un sabor amargo de una procedencia sospechosa. Por limpio que luzca la habitación, el polvo cubre el piso sin denotar su aspecto.

Nights aparta a Cosme de inmediato la tierra llega a la garganta. El niño balbucea su impresión mientras recorre el espacio. El arlequín le insiste que no toque nada, las palabras apenas salen en medio de una tos que le urge agua. Valga la redundancia la idea de ingerir algo cuando antes no le hacía falta. De reojo, ubica un pequeño estanque de agua clara, introduce la cabeza hasta dejar de escuchar el exterior. Las burbujas flotan en la superficie una por una por un buen rato.

Por otro lado, Cosme observa el decorado de las paredes. Las pinturas poseen escenarios distintos a los primeros. No representan el arte teatral, sino eventos caóticos en planos silvestres y zonas rurales entre humanos y monstruos, muy parecidos a los que vio en la Puerta de Ensueño. Un escalofrío le recorre del torso a la cabeza, una chispa salta de su cabello y estalla en silencio.

Un mal recuerdo dentro de un entorno reducido.

Se encoge nervioso, busca la compañía de Nights rodeando las piernas. Oye el quejido del arlequín, pero el lenguaje de las burbujas no lo domina bien por el momento, a medias entiende un "¡Ay!" y el "¿Qué rayos?", incluso un "¡Cosme, suéltame!".

Tómala

Cosme gira la mirada por ambos lados. No hay nadie más aparte de ellos.

Aquí

Teme que sea el gato convertido en una pelusa o camuflado entre las paredes. Tiene suficiente con saber el tamaño que posee. Aprieta el agarre contra las piernas de su compañero.

Nights al fin toma una bocanada de aire. El agua escurre encima del niño. Sujeta a este por el chal hasta tenerlo de frente, ojo por ojo.

一Si quieres algo, ¡solo tómalo! 一reclama.

一¿Eh?

一Tú dijiste...

一Yo no fui 一defiende.

一Entonces quién...

Tomenla... aquí

一Ah, otra vez 一lamenta Nights en un suspiro y suelta al niño. Cosme suaviza las arrugas de su chal, queda liso como le gusta一. A ver, ¿qué se supone que tenemos que hacer?

Aparte de los cuadros, una cortina roja y el pequeño estanque con la mitad de agua, no hay salida. El espejo vuelve a ser rígido, reflejando la habitación al detalle, sin un ápice en ser de nuevo una ventana.

Lo bueno es que el ronroneo del gato permanece lejos de ellos.

一Nights 一Cosme se inclina a un costado de la cortina y señala el interior一. Mira.

El arlequín hace lo mismo. Sí, la pared es distinta. Arranca la tela del techo. «A nadie le importará esto, el polvo tiene años y años acumulándose», piensa y la tira al centro del espacio.

Nights queda perplejo y Cosme sorprendido.

Una puerta. Mide de un talón a la rodilla y el diseño es una copia auténtica de la entrada principal. Si tuviera la confianza de antes para cambiar de forma, Nights la atravesaría sin problema. Pero el niño es el que le preocupa. Y el cuerpo que posee aún le falta por conocerlo.

Cosme gira la perilla. Está cerrada. Nights intenta forzarla con una patada. La fuerza empleada ni siquiera ladea el trozo de madera, la firmeza de este le genera un calambre que le paraliza de dolor.

«¿Está hecha de hierro o qué?», gruñe entre dientes.

一Llave 一menciona el niño.

一Lo dudo 一dice con una mejilla en el suelo, la tierra se le pega一. ¿Te parece que una llave encaje en eso?

El ojo de la cerradura posee una forma fuera de lo singular. Puede ser una línea vertical con las puntas redondas o un diamante estrecho. Definirlo es complicado, por lo diminuto que es. Tampoco disponen de un manojo de llaves para buscarla.

Cosme suspira. Levanta la cabeza al techo, ubicando el soporte de la cortina por distracción. En su lugar, descubre una pintura adicional, a más de un metro de la puertecita. Se extraña por notarla en el último minuto.

El retrato de una espada insertada en un pedestal de piedra blanca. Una hoja perfecta, labrada en un material cuyo nombre desconoce, pero la recuerda de alguna manera; el fondo negro realza la belleza de su brillo. La empuñadura de elegante diseño llama su atención, la joya incrustada es idéntica a la cerradura de la puerta.

Animado, enciende la luz de su cabello. Teme que Nights le regañe otra vez, aunque sabe que no se trata de ninguna travesura. Toma la oportunidad al verle ocupado limpiándose la cara en el estanque.

Cambia la densidad de su cuerpo, separa los pies del suelo. Se eleva sin despegar la vista de la espalda de Nights. El arlequín se restriega la cara fuerte y hace gárgaras dos veces por cada escupida. El estanque va tiñéndose color crema por lavada. Vuelve a concentrarse.

Ante la pintura, Cosme reúne una porción de su energía en la palma de la mano. Toca la superficie, sintiendo el relieve de las pinceladas hasta que los dedos quedan atrapados en una masa voluble. La mitad del brazo atraviesa la ventana, seguido por el resto hasta el hombro y no poder más. La mano busca la espada. Arruga el entrecejo cuando un dedo alcanza el filo de la hoja, un hilo se desliza por su piel. Se eleva unos centímetros y por fin atrapa la empuñadura.

Sonríe y tira fuerte.

No cede.

Planta los pies en la pared, a duras fuerzas por sacarla.

一Pero qué... ¡Cosme! ¿Qué rayos haces?

Nights trata de sujetar el chal del niño y obligarlo a bajar. Siente envidia, porque sí vuela y él no. Respira hondo y salta. Toma impulso y salta más que el primero. Y aún no le alcanza.

一Cosme, baja ahora.

一Ya casi...

Cosme pierde la sensación ligera de su cuerpo y las piernas buscan el piso. Nights las sujeta para separarlo de una vez de la pintura. Usando la fuerza de ambos, el mango de la espada aparece fuera del cuadro. El niño sonríe en grande. Motiva al arlequín a tirar de más.

La hoja completa cede.

En cuanto el filo de la punta se une al resto, los jóvenes terminan estrellados en el centro de la habitación. Nights empuja al niño sin esperar a que se levante, en serio le molesta ser el amortiguador.

一Sí que eres una caja de sorpresas con tus trucos 一sacude la suciedad.

一¡Mira!

La espada reluce como si la sacaran de la forja donde fue creada.

Nights entorna los ojos.

一Las armas no van conmigo.

一Matamonstruos 一coloca la hoja entre ellos.

一Sí, sí, está bien. Pero por qué.

一Ella dijo que la tomáramos.

Ahora lucen desorbitados.

一¿Qué dijiste?

Rrrr... Rrrr...

Los dos permanecen quietos. Cosme mantiene la espada pegada a su torso y Nights enfoca su atención en los círculos de polvo formándose sobre ellos. Dibujan unas huellas felinas a la perfección. El niño apaga su luz y se esconde detrás del arlequín.

Un trozo del techo cae. Nights empuja a Cosme consigo a la pared contraria. Callados, quietos cuales lagartijas, esperando a que la bestia se marche de allí.

La espada emite un resplandor que absorbe parte de la luz de Cosme. La vibración contagia al niño al punto de simular el movimiento de un reloj despertador. El arlequín lucha por tranquilizarle. Los dos pelean por saber quién se quedará con el arma hasta que la situación aminore.

Por desgracia, el ojo asomado por el agujero, en la pared que abandonaron, opina lo contrario.

Los chicos permanecen helados, atentos del orbe puntiagudo. Quizás sean ideas suyas, es probable que el segundo esté husmeando también por el hoyo del techo. Nights aspira valor, muy despacio, para levantar la mirada y cruzarse con la aguja que faltaba. Uno pestañea seguido por el otro.

Un maullido canta en toda la habitación.

Cosme traga aterrado.

Y Nights mira de repente la empuñadura de la espada.

Una chispa escapa de la joya, revolotea alrededor de ambos sin que el niño le preste atención. Al detenerse ante el arlequín, traza una línea en el aire, en la forma de un antifaz. El brillo cubre los espacios, genera textura y una masa que la hace ligera a la vista.

Una máscara.

El estruendo de las paredes le devuelve a la realidad. Las patas del gato destruyen el cuarto. Cosme palidece, no se da cuenta de que sus manos dejan de responder y deslizan la espada. Nights la atrapa, para luego reclamar la máscara.

La habitación se viene abajo.

Ante la esperanza de obtener un poder similar a las máscaras persona, Nights la ajusta en su rostro.

Una descarga eléctrica atraviesa el cuerpo de Nights.

En cuanto el felino asoma la cabeza entre los escombros, tanto este como Cosme reaccionan espantados. A ninguno le da tiempo para desahogarse cuando una bola de energía crece en la punta de la espada. Cada uno por su lado se esconde tras una roca.

La onda de luz engulle el caos a su alrededor.

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