8. La Habitación más Peligrosa del Castillo
Finalmente, todo tenía sentido. El por qué las damas deben usar metros y metros de seda ruidosa que ondean como las velas de un barco en un viento fuerte. Era la misma razón por la que las cabras y las ovejas usaban cascabeles. Son dispositivos de rastreo, instalados para asegurarse de que los bienes muebles permanezcan donde deben estar en todo momento. Un sistema de advertencia para esposas rebeldes.
Si no fuera por la humedad escalofriante del pasillo, Ashley habría preferido su camisola delgada a su vestido. Como la biblioteca era la única habitación del castillo más prohibida para Ashley que la cueva de hombre de Azul, el sigilo era esencial. Cada roce de la tela hacía que su corazón latiera contra su pecho y su pulso explotaba en sus oídos.
Es posible que se pregunte, queridx lectorx, por qué la biblioteca del castillo era tan tabú. Si eres como yo, creciste siendo alentado a visitar estos establecimientos, con sus filas y filas de libros, páginas gastadas con brillo grasiento por generaciones de dedos curiosos.
Bueno, en el mundo de Ashley, las bibliotecas se consideraban pozos negros peligrosos de conocimiento que podían desviar las mentes de las damas delicadas. Solo los hombres eran lo suficientemente fuertes para poseer la verdad.
Pero Ashley no tuvo más remedio que arriesgarse si quería aprender a ser una princesa adecuada. Ella tuvo que educarse a sí misma. Princesita Mensual fue un comienzo, pero los artículos a menudo eran superficiales y tendían a cubrir temas como "Consiga una piel impecable en 7 días con pasta de plomo" o "Pelos de roedores para un volumen duradero de pestañas*", pero no cubría protocolo, ni dónde ubicar el tenedor de pescado en un banquete estatal o cómo navegar por las turbias aguas política de la corte y parecer majestuoso en todo momento.
Tomó todas las precauciones que pudo, pagó a Mordisquina con sangre adicional para que ella fuera su guía, luego esperó a que su esposo y su séquito se hubieran ido antes de embarcarse en su búsqueda de la biblioteca.
Aprovechó el tiempo para regresar a sus habitaciones para ponerse un vestido respetable, peinarse y tratar de interrogar a Scarletta. Sin embargo, la perra no estaba en la antecámara bordando almohadas y cotilleando con las otras damas. Incluso después de una búsqueda por parte de la guardia del palacio, Scarletta no pudo ser localizada. Era como si una mujer humana de tamaño completo hubiera desaparecido en las entrañas del castillo.
O tal vez la dama se había ido en su propia misión. Una misión para encontrar al príncipe Azul y hacerlo suyo. Ashley rechinó los dientes. Pero luego se recordó a sí misma que si Scarletta intentaba robar a Azul, no funcionaría. Nadie, ni siquiera una hermosa pelirroja, podría extinguir los fuegos del amor verdadero.
Ashley caminó de puntillas por el corredor de piedra en los bordes más alejados del castillo, pasó junto a antiguas armaduras con ojos vacíos y espadas oxidadas, el sonido áspero de ratas ocupadas emergiendo de detrás de las paredes. Captó un olorcillo de ese perfume de Scarletta de metal quemado, hambriento y fuerte.
Ashley se rascó la nueva picadura de mosquito en su antebrazo. —¿Está Scarletta cerca? —ella zumbó.
Mordisquina, volando por el aire a medio metro de la nariz de Ashley, se detuvo. —No. Y puaj. ¿Te dije que su sangre es horrible, no?
—Lo hiciste. —Aunque esto fue un pequeño consuelo, tranquilizó a Ashley lo suficiente como para continuar.
—Bzzzzzz —dijo Mordisquina. "Bzzzzz" no se traducía como "Perdon que te pedí que me dieras más de tu sangre a cambio de llevarte a la biblioteca." Era el mosquito equivalente a "Shhhhh, cierra el pico wey que estamos a punto de pasar por la oficina del viejo Borin."
—No puedo evitarlo —respondió Ashley—. Vestido estúpido. —Levantó un montón de falda en sus brazos, envolviéndolas como un bebé, y caminó de puntillas mientras se acercaban a la puerta abierta del senescal. Desafortunadamente, la única ruta a la biblioteca pasaba por su cámara.
—La Semana Quejumbrosa es una perdida de tiempo— dijo Borin, la voz del senescal.
Ashley contuvo la respiración. Tenia que pasar por la oficina de su "niñera" sin ser detectada.
—Sí, milord —chilló un hombre con voz de ratón. Probablemente un empleado.
—Ay, la plebe sobresale en una cosa: quejarse. Todos tenemos problemas. El mío es escuchar sus interminables quejas sobre impuestos, límites de propiedad, escasez de alimentos e invasiones de gnomos. ¡Durante toda una semana!
—Sí, mi señor.
La sangre subió a la cabeza de Ashley. Apretó los dientes y enroscó los dedos alrededor de la falda. El hombre fingió euforia cuando el príncipe le pidió que se encargara del Tribunal Trimestral, un trabajo que ella se moría por hacer. Pero aquí estaba él, quejándose y menospreciando a la gente.
No hace mucho tiempo, ella había estado medio muerta de hambre y basicamente en esclavitud. La gente trabaja duro. Bueno, a excepción de su hermanastro y hermanastras que nunca movieron un dedo excepto para señalar las deficiencias de Ashley o indicarle que hiciera más tareas.
Cuando pasaron por su puerta, su pie golpeó el borde de una piedra y el dolor atravesó su dedo gordo. Ashley apenas logró tragarse una inminente palabra no femenina. Ella contuvo la respiración.
—¿Escuchaste algo? —dijo el senescal.
—Sí, mi señor.
—¡Deja de estar de acuerdo conmigo!
—Sí, mi señor.
Ashley y Mordisquina doblaron de puntillas una esquina y la discusión se desvaneció. —Qué hombre tan horrible —dijo Ashley—. Gracias a Dios que no se molestó en salir a investigar.
—Puedes agradecerme en su lugar porque ya casi llegamos.
—Te lo agradezco, Mordisquina, pero recuerda, pagué tu ayuda con mi sangre.
Mordisquina aterrizó en el hombro de Ashley. —Y estabas ricolina, guerita. Y por suerte para mí, hay mucho más de donde vino eso.
Se rascó la picadura lo suficientemente fuerte como para sacar sangre. —Bzzzzz —dijo Mordisquina, flotando sobre su muñeca. Debe haber sido una de esas palabras de mosquitos sin equivalente en español.
—No te hagas ideas.
La puerta de la biblioteca se alzaba al final del pasillo. Tenía la altura de un gigante de las tierras bajas y tenía una serie de cerraduras y pomos de hierro en el lado izquierdo. Un letrero de latón deslustrado decía Biblioteca, solo hombres eruditos.
—Ay, parece que fallamos —zumbó Mordisquina—. Será mejor que me des otra chupadota. Entonces, ya sabes, puedo llevarte de regreso a tu torre.
Ashley puso los ojos en blanco. —Un pequeño letrero tonto no me detendrá.
—Tal vez no, quiero decir, no puedo leer. Pero reconozco una docena de candados aprensivos cuando los veo.
Ashley se quitó un alfiler de su pelo.
—¿Puedes abrir cerraduras?
Se arrodilló en sus faldas para acceder a las cerraduras inferiores. —Por supuesto.
—¿Es eso normal para una princesa?
—Tuve que aprender porque mi hermanastro solía encerrarme en el ático y se olvidaba de mí durante días. Lo que significaba que tenía que salir a escondidas en medio de la noche para encontrar comida. Uno de los beneficios de tener una... um... infancia desafiante.
En menos de un minuto, Ashley había conquistado todas las cerraduras.
—Impresionante —zumbó Mordisquina.
Ashley sonrió. —Gracias por tu ayuda.
—Claro. ¿Crees que puedes encontrar el camino de regreso sin mí? Todavía tengo hambre, y ese senescal no sabe tan mal. Bebe chelas de la buena, wey.
—¿Lo has mordido?
—¿Cómo pensaste que sabía dónde encontrar la biblioteca? Se trata de rastrear el dióxido de carbono.
—¿Carbono de qué?
—No importa. Ustedes, los humanos, aún no se han dado cuenta de los elementos.
—Estaré bien —dijo Ashley, girando el pomo de la puerta—. Eres el mosquito más inteligente que he conocido.
—Soy el único mosquito que has conocido. Pero oye, acepto el cumplido. Te me cuidas, mi guerita.
—¡Gracias! —Ashley dijo.
Tragando saliva, empujó la puerta para abrirla y la recibió un olor espeso y aceitoso a moho, pergamino y cuero. Avanzando poco a poco por el umbral, Ashley apenas podía ver un metro y medio porque (y esto fue un shock total) un manto de niebla gris cubría la habitación. Un presentimiento mágico familiar le recorrió la espalda.
—¿Ashley?
¡Oh, no! Alguien estaba en la habitación. Ashley miró con anhelo la puerta, aún abierta detrás de ella. Pero ya era demasiado tarde para escapar. Alguien la había reconocido. —Puedo explicarlo —dijo, arrastrando los pies el resto del camino adentro, su mente trabajando en una excusa plausible: me perdí buscando hilo de bordar. O, Lo siento, solo soy una mujer y no puedo leer los carteles. Espera, ¿quién la llamaría Ashley sin incluir en formalidades como "princesa," o "alteza," o "majestad"? Solamente una persona.
—Ya era hora de que llegaras aquí —dijo la única persona que le vino a la mente.
👑👑👑
—Espera, ¿eh?
Ella siguió la voz. La niebla se disipó lo suficiente para que Ashley descubriera una nube de lluvia negra flotando dos metros por encima de una silla roja empapada y mullida. Y sentada en esta silla estaba la diminuta y empapada figura de Maxine, con un tomo empapado en su regazo.
—Maxine. —Ashley se arrodilló junto a su hada madrina—. ¿Qué está pasando? ¿Estás bien? Quiero decir, escuché que te había caído un chaparrón encima. Pero...
Maxine alzó la vista y se secó la cara con un pañuelo húmedo con poco efecto. —Eso es correcto.
—Normalmente, cuando las personas dicen eso, significa que están enfermas, no que estén literalmente... —Señaló la nube— ... bajo un chaparrón literal. —El agua rebotaba de Maxine y caía sobre el satén verde de Ashley. Manchas oscuras florecieron en la tela.
—Cierto, pero no soy una persona. Soy un hada.
—¿No puedes detenerlo? —Antes de que el libro se arruine, Ashley no agregó, ya que eso podría parecer insensible. Aún así, sus dedos ansiaban rescatar el tomo de sus manos mojadas.
Maxine suspiró. —Sí, sí, cuando esté lista. Me alegro de que finalmente estés aquí para que pueda terminar con esto.
¿Qué quiso decir Maxine con que podría parar cuando estuviera lista? ¿Y por qué no miraría a Ashley a los ojos? Quería preguntar, pero el ceño fruncido de Maxine combinado con el hecho de que estaba sentada bajo una nube de lluvia, hizo que la princesa temiera la respuesta.
—Espera, ¿qué quieres decir con que estoy 'finalmente aquí'?
—Debería ser obvio, he estado esperándote.
—Pero solo decidí hace poco tiempo que vendría. —Ashley entrecerró los ojos—. ¿Como supiste?
—Es mi trabajo.
—¿Trabajo?
—La nube es un mensaje. Debo regresar rápidamente para comenzar a trabajar en una nueva tarea. Alguien que vive en otra tierra lejana me necesita. —Miró hacia la nube, la lluvia chorreando sobre su rostro arrugado. —¡Está bien! Ya le dije. Puedes parar ahora. Estoy cooperando —gritó Maxine. La nube se disipó y desapareció como una burbuja. La niebla se disipó. Maxine, el libro, el vestido de Ashley y la alfombra se secaron de inmediato—. Lluvia mágica —explicó Max—. Cortesía de la oficina central. La coordinadora de asignaciones de hada ahijada cree que es chistosita. —Maxine levantó un puño venoso en el aire—. Podrías haber enviado una paloma.
—¿Cuándo regresarás? —Ashley dijo.
Maxine se levantó, dejó el libro en la silla y tomó las manos de Ashley. —Lo siento mucho, dulce niña, pero esto será un adiós.
Ashley escuchó las palabras, pero su cerebro se rehusó a procesarlos. Debio haber oído mal.
—Estoy tan confundida. Eres mi hada madrina.
—Lo soy. Lo era. Pero ahora necesito ayudar a otra persona digna. Quiero decir, solo alcanzó ocho en la escala de hada madrina, no diez como tú, pero ella califica.
—Pero... pensé que estarías conmigo para siempre. Para siempre. Eres mi familia.
—¿Por qué pensaste que no aparecí hasta que cumpliste 18? Si hubiera existido antes, le habría pateado el trasero a tu madrastra directamente al infierno. Estaba ayudando a alguien antes que tú.
—Honestamente, no había pensado en eso.
Maxine acarició la mejilla de Ashley con una mano fría. —Eso es porque siempre ves lo bueno en las personas.
Ashley sonrió con tristeza. —Pensé que no eras una persona.
—Ah, me ganaste ahi. Echaré de menos tu sentido del humor. Tu amabilidad. Tu compasión. —Maxine se apoyó pesadamente en su bastón—. Pero debido a que finalmente viniste a la biblioteca a buscar conocimiento, sé que tienes todo lo que necesitas para tener éxito. —Miró deliberadamente el libro sobre la silla—. Ese es un pequeño regalo para ti. Confía en que ya no me necesitas. No podría irme si no estuviera seguro de eso.
Un nudo se formó en la garganta de Ashley. Las lágrimas ardian en las esquinas de sus ojos. Echó los brazos alrededor de su hada madrina, apretando con tanta fuerza que Maxine gruñó.
—Lo siento— dijo Ashley, dando un paso atrás.
—Es el mejor abrazo que me han dado.
Una lágrima iridiscente se deslizó por la mejilla de Maxine, que Ashley secó con el pulgar. Una sensación de picazón irradió desde su pulgar a todo su cuerpo, llenándola de calidez, calentando sus brazos, su cara, su aliento y finalmente alojándose en su corazón.
No mucha gente sabe que las lágrimas de las hadas madrinas están imbuidas de una sorprendente cantidad de magia. Después de la Purga de Hada Madrinad hace mil años, cuando casi fueron cazadas hasta la extinción, la comunidad de las Hadas Madrinas trabajó para borrar ese conocimiento de los registros humanos. Fue hace mucho tiempo, antes de la Era de los Dragones y el Levantamiento Troll de 1063. El paso del tiempo había hecho lo que siempre hacía: aplicar una capa gris sobre el caleidoscopio de la existencia. Por lo tanto, el conocimiento mágico de las lágrimas se escapó de la mente ya olvidadiza de Maxine. Sabía que debía advertirle a Ashley sobre algo, pero no recordaba exactamente qué. Algo sobre sus lágrimas.
—Oh, cielos —dijo ella, llevándose el dedo índice a los labios—. Hay algo de lo que debo advertirte. Pero no puedo recordar...
El cuerpo de Maxine comenzó a brillar.
—¡No, espera! —ella lloró—. Todavía no.
—Por favor, quédate, hada madrina —dijo Ashley, abrazándola de nuevo—. Te amo.
—Yo también te amaré por siempre —dijo Maxine, su cuerpo brillando con el color de la aurora boreal. Era una luz llena de amor y calidez. Ashley apretó su agarre, pero Maxine se volvió cada vez más intangible, hasta que Ashley se encontró agarrando aire vacío. Cayó sobre la alfombra en un charco de voluminosas faldas esmeralda.
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*No inventé esto sobre pelos de roedores y pasta de plomo. Ambos eran parte del régimen de belleza de una dama medieval. Brutal, lo sé.
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Por cierto, mientras escribía este capítulo, recibí nada menos que tres picaduras de mosquitos. ¡El mundo no es justo!
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VOTAR ES COMO PAGAR A UNA AUTORA POR SU DURO TRABAJO, PERO NO CUESTA NADA. ¡PIÉNSALO! BASTANTE GENIAL, ¿CIERTO?
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